¿Qué hacer ahora que la Fiesta terminó?
Hace solo unos meses concluyó otra Fiesta de Tabernáculos. Durante ocho días celebramos el futuro Reino de Dios, vislumbrando un mundo totalmente diferente al que habitamos hoy en día. Sin embargo, seguimos en este mundo, que se encuentra bajo la influencia del diablo.
La famosa canción titulada “A mi manera” (My Way), popularizada por Frank Sinatra y escrita por el cantautor canadiense Paul Anka, dice lo siguiente: “El final ya se acerca”. ¿Será cierto? Nadie lo sabe con seguridad, pero el final podría estar más cerca de lo que imaginamos. De ser así, ¿estamos mejor preparados para las batallas que enfrentaremos en este mundo después de celebrar otra de las fiestas ordenadas por Dios?
¿Cuántas perlas de sabiduría rescatamos de cada uno de los oradores? ¿Podemos reflexionar en ellas para llenarnos de fortaleza espiritual en los días y semanas venideros? ¿Recuerda la exhortación de Pablo?: “Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales” (Efesios 6:11-12, Nueva Versión Internacional en todo este artículo salvo indicación contraria).
En el mundo deportivo solía haber un dicho popular que podría aplicarse también a nuestra sociedad: “Lo importante no es si ganas o pierdes, sino cómo juegas el juego”. Pero en el mundo actual hay una versión distorsionada: “Ganar no lo es todo, pero es lo único que importa”. Lo cierto es que vivimos en un mundo muy competitivo y la vida puede convertirse en una batalla pero, por otro lado, podemos leer la declaración de Salomón en Eclesiastés: “Me fijé que en esta vida la carrera no la ganan los más veloces, ni ganan la batalla los más valientes; que tampoco los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes abundan en dinero, ni los instruidos gozan de simpatía, sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos. Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una desgracia que de pronto les sobreviene” (Eclesiastés 9:11-12).
La vida es muy frágil, y también nosotros. No solamente somos víctimas de nuestra propia naturaleza humana –de los impulsos y deseos de la carne– sino, además, de las asechanzas del diablo. “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Pedro 5:8).
Es fácil olvidar que la batalla que libramos por nuestra salvación no es contra otras personas, sino contra huestes espirituales de maldad, los demonios de Satanás, que son nuestros verdaderos adversarios. Tal como Satanás tentó a Cristo, sus secuaces nos tientan a nosotros, y por eso se nos advierte que vigilemos y estemos atentos a los ataques que pueda lanzarnos el diablo: “Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:13-17).
Pruebas y aflicciones
Mientras avanzamos en el camino, es posible que seamos lastimados. De hecho, Jesús nos advirtió que las cosas en este mundo pueden volverse difíciles: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Cuando hicimos nuestro pacto con Dios al bautizarnos, iniciamos la maratón de la vida cristiana. Observe las palabras del apóstol Pablo: “¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre” (1 Corintios 9:24-25). Por otro lado, Pablo le dijo a Timoteo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4:7-8).
Ahora que hemos concluido otra Fiesta de Tabernáculos, deberíamos hacernos las siguiente pregunta: ¿nos hemos llevado a casa esas perlas de sabiduría de los muchos mensajes presentados durante los ocho días, que son como joyas en nuestra corona de justicia, aquella que el apóstol Pablo menciona en su carta a Timoteo? ¿Vamos a utilizar esos mensajes inspirados por Dios como una armadura de combate cuando volvamos al mundo controlado por el diablo? “Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón!” (Santiago 4:7-8).
El apóstol Pablo nos recuerda también que al reflexionar sobre la Fiesta y todos esos mensajes que escuchamos, debemos tener presente que si bien aún estamos en la carne, no militamos según la carne: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5, Reina-Valera 1960).
Y cuando la batalla haya terminado y por fin hayamos acabado la maratón de la vida, cuando hayamos corrido la carrera y vencido al mundo de Satanás, en lugar de la armadura de batalla tendremos una hermosa túnica blanca. “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:7-8, RV 1960).
A medida que transcurra el año que tenemos por delante, podremos reflexionar en la Fiesta de los Tabernáculos 2014 y sus inspiradores recuerdos para concentrarnos en el esperanzador ciclo venidero, simbólico del plan de salvación de Dios, que comienza una vez más con la Pascua. EC