Primera fase del proyecto agrícola de Buenas Obras en Brasil incluye planes de mejoramiento

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Primera fase del proyecto agrícola de Buenas Obras en Brasil incluye planes de mejoramiento

En el extremo nordeste de Brasil se extiende un territorio del cual muy pocos de nosotros ha oído hablar. Esta región se halla poblada por una tribu que –según un experto– es una de las tres tribus más aisladas del mundo: los
Wapishana. Muchos de estos Wapishana brasileños son inmigrantes que se han desplazado desde Guyana sin pasaportes a través de una frontera más bien desprotegida, especialmente después de que los ingleses abandonaran Guyana en 1966. Ahí viven, en una reserva de poco más de 100 kilómetros cuadrados que el gobierno de Brasil recientemente apartó para ellos.

Con la salida de los ingleses se produjo una grave recesión económica en toda Guyana. Los miembros de la tribu Wapishana se vieron seriamente afectados, ya que muchos de ellos trabajaban para empresarios británicos. No obstante, Dios opera de maneras increíbles, y al menos dos de los miembros actuales de la comunidad brasileña de Maloca de Moscou, quienes se vieron forzados a irse de Guyana debido a la pérdida de sus empleos y dificultades económicas, llevaron consigo la verdad de Dios. Su contacto con La Pura Verdad a través de sus jefes ingleses los motivó a solicitar sus propias suscripciones, y siguieron creciendo en fe a través de los años. ¡Lo que perdió Guyana, lo ganó Brasil!

La gente y su comunidad

Un miembro de la comunidad me dijo que en algún momento de la historia de los Wapishana, el gobierno había decidido exterminar a la tribu. Afortunadamente, un miembro del gobierno convenció a las autoridades para que
desecharan tal idea, por lo que la tribu continúa existiendo en la actualidad. Sus antepasados eran “gente de los arbustos”, como alguien los describió, y vivían de la caza y la pesca, además del cultivo de pequeñas parcelas.

Los fondos con que cuentan estas personas tan apegadas a la naturaleza son muy limitados; su ingreso principal proviene del cultivo de raíces de yuca, para lo cual utilizan el método de tala y quema tan típico de las zonas selváticas del Amazonas. Maloca de Moscou está ubicada en un área compuesta de selva y sabana, con pequeños árboles dispersos sobre las praderas de esta última. Los mejores suelos se encuentran en las regiones más bajas de los bosques de la selva, por lo cual los granjeros han tenido que cortar inmensas palmeras y árboles durísimos en trechos que abarcan entre 4 y 8 hectáreas, para luego quemar estas áreas y plantar la yuca nativa en medio de los muñones de árboles calcinados y la ceniza gris que ensucia la superficie del suelo. Esta ceniza constituye gran parte del abono necesario para la cosecha, la cual no es fertilizada comercialmente. Altísimos bosques, tanto nativos como otros que han vuelto a crecer, rodean los campos de cultivo en la actualidad.

Los granjeros utilizan azadones para hacer hoyos en la tierra compacta, y plantan los trozos de raíces en una cuadrícula de 1.20 x 1.20 mt. en toda la extensión de las áreas que han sido quemadas. El trabajo es duro, y los hombres pasan largas horas en los campos sudando por su cosecha de yuca, la que toma un año para madurar desde que se planta hasta que se cosecha. No hay manera de mecanizar este sistema de producción: tienen que arrancar cuidadosamente la maleza y controlar las diversas larvas que pueden impedir el crecimiento de las plantas, pero la yuca se ha adaptado bien a este suelo y a este clima.

Después de un año, se desentierra la cosecha y se llevan los tubérculos por mano a un albergue, donde son procesados y luego pelados, remojados, molidos, cernidos y compactados, para finalmente ser secados en hornos que tienen superficies de metal y que funcionan a base de leña. El proceso completo es muy laborioso, pero las familias se ayudan entre sí y hacen la parte que les corresponde en medio de abundantes sonrisas, relatos de historias y mucho humor. Después de todo, las bolsas llenas de yuca granulada y procesada son su fuente principal de ingresos. Cada bolsa se vende por aproximadamente  USD 100 (230 reales brasileños) y la producción total es la fuente principal de yuca en la economía local. Una hectárea (10.000 mt. cuadrados) de yuca produce alrededor de seis bolsas de yuca procesada al año.

Debido a las intensas lluvias, las altas temperaturas y la humedad, que aceleran el crecimiento de las plantas y la oxidación de la materia orgánica, solo se logran dos o tres ciclos de cosecha en la misma cantidad de años antes de que el rendimiento disminuya drásticamente. Cuando se llega a ese punto, el campo es abandonado para permitir que tanto palmeras como otras plantas vuelvan a crecer. El bosque se puede volver a talar y a quemar después de diez años de cultivos, ya que los poderes regenerativos de la naturaleza son increíbles: ¡en solo cinco años, el campo de yuca se convierte en un bosque de 15 a 24 metros de altura!

El área y su productividad

El Estado de Roirama se encuentra al oriente, junto a las montañas bajas del sur de Guyana. La temporada seca, que dura cuatro meses (de enero a abril), favorece la producción de yuca, pero hace que la producción de plátanos, piñas y otras frutas sea menos atractiva. Durante la temporada seca normalmente caen lloviznas, pero en 2014 las lluvias fueron excepcionalmente escasas. Como resultado, los arroyos dejaron de fluir a lo largo de la región, dejando solamente pozas dispersas que sirvieron de bebederos al ganado.

Los suelos de Maloca de Moscou son muy pobres, y en la jerga moderna que describe las características y tipos de suelo éstos son calificados como “ferrasoles xánticos”. Esto quiere decir que están sujetos a una intensa erosión debido al calor tropical, la humedad y la acción microbiana, son muy ácidos, y tienen muy pocos nutrientes y escasa capacidad para retenerlos. Además, los pocos nutrientes que existen se agotan rápidamente con cualquier actividad de labranza y cultivo.

Sin embargo, los árboles tropicales (especialmente las palmeras), las frutas nativas, y ciertas vides y maderas duras, crecen muy bien en los ambientes más favorecidos. Las áreas de sabana pueden producir pastos apropiados para el ganado o campos de cultivo y árboles, siempre que sean fertilizados e irrigados.

El proyecto adquiere forma

El propósito de esta misión en Brasil tuvo como meta ayudar a nuestros hermanos a mejorar sus técnicas agrícolas y poner en práctica lo que leemos en Filipenses 2:4: “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. Pablo también les dijo a los gálatas: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).

Entonces, ¿qué se podía hacer para ayudar a estos hermanos que contaban con pocos recursos monetarios, pero que tenían una gran ética de trabajo y deseaban buscar la verdad?

Jorge de Campos y yo recorrimos varias granjas de yuca de esa región para examinar de cerca el suelo y el sistema de producción del tubérculo, además del proyecto de crianza de ganado y otros aspectos de los sistemas de sustento de los hermanos. En la mayoría de los casos tuvimos que caminar largas distancias para llegar a los campos talados de la selva, y pudimos informarnos a fondo sobre la ardua labor que se requiere para producir su principal cosecha. Los procesos de los campos no pueden ser mecanizados pero, no obstante, sí se puede mejorar el procesamiento del “grano” de yuca. En particular, se podría disminuir considerablemente el tiempo de la etapa de calentado y secado con mejorías en los equipos, pero debido a que cada granja tiene su propio lugar de procesamiento, se llegó a la conclusión de que al mejorar una granja y no las otras inevitablemente se producirían problemas. Por tal razón, tuvimos que buscar otras maneras de mejorar su sistema.

Cierto día, como si hubiesen sido inspirados por una gran fuerza espiritual, los hermanos hablaron unánimemente de la necesidad de un pozo de agua profundo para abastecerlos con abundancia del vital elemento, tanto para la irrigación durante los meses secos como para el uso de la comunidad. Esto no solo mejoraría todas sus cosechas, sino que además les permitiría cultivar más hortalizas frescas, que actualmente escasean en sus dietas. Tienen gran abundancia de fruta, pero no suficientes verduras ni granos integrales.

Si se cavara un pozo de unos 120 metros de profundidad con un tanque de agua a presión en la cima de algún cerro cercano, se podría desviar el agua con mangueras y cañerías hacia los predios de cada familia, y así éstas podrían plantar vegetales –espinaca, col, lechuga, tubérculos, tomates y pimentones, como también otras cosechas tropicales– y mejorar considerablemente la nutrición y la salud de la comunidad. Además, no solo se beneficiarían los miembros de la Iglesia de Dios Unida sino también las familias a lo largo de la región, ya que podrían participar y disfrutar de la abundancia que este proyecto entregaría, permitiendo que la luz de la congregación brille en medio de toda la comunidad de una manera verdaderamente tangible.

Les explicamos de manera sencilla los principios de las leyes de salud que Dios nos ha dado: comer hierbas con semillas (Génesis 1:29), frutas con semillas (Génesis 1:29) y carnes limpias (Levítico 11). También los animamos a evitar los alimentos refinados y procesados, y a comer vegetales frescos y crudos y arroz integral en vez de arroz blanco refinado.

Los hermanos acogieron el proyecto con gran entusiasmo, y días más tarde llevamos a cabo una segunda reunión. Después de haber meditado con más detención sobre el plan, ellos no solo estuvieron completamente de acuerdo con él, sino que también añadieron otras ideas. Una de ellas fue la construcción de estanques para la crianza de peces en las cercanías, la utilización del agua para mantener sus niveles durante la temporada seca, y el desvío de una parte de ella para la plantación de plátanos y piñas.

Antes de irnos de Maloca de Moscou recibimos aprobación para el proyecto del pozo de agua por parte del consejo de la ciudad, y ahora solamente necesitamos la aprobación oficial del gobierno de Brasil.

Seguimiento del proyecto

Mientras visitábamos las granjas, recogimos varias muestras del suelo y las enviamos a un laboratorio en Missouri, Estados Unidos, para ser analizadas. Una vez que tengamos los resultados, podremos recomendar mejorías a las huertas y también a los cultivos de yuca.

Actualmente los hermanos atienden 12 cabezas de ganado; dicho rebaño se está multiplicando, y el área que tiene para expandirse es prácticamente ilimitada. Una de las mejorías que se logró implementar en cuanto a su nutrición fue la compra de sal mineralizada para reemplazar la sal corriente. La vegetación carece de varios nutrientes vitales, pero esta deficiencia será compensada con los minerales contenidos en la sal.

Puede que sea necesario realizar otra visita a Maloca de Moscou en los próximos meses. Estamos muy confiados en que los hermanos Wapishana llevarán a cabo sus planes de establecer buenos cimientos en bien de una mayor prosperidad y salud en los años venideros. Rara vez nos detenemos a pensar en el valor increíble de algo tan común como el agua, hasta que nos vemos enfrentados a su escasez. Los brasileños del nordeste tienen este problema cuatro meses del año, y un pozo profundo los beneficiaría mucho. Oremos para que este proyecto se haga realidad.

Quiero agradecer de manera muy especial al gobierno de Brasil por haber erradicado casi completamente la malaria en la región de Maloca de Moscou. Mientras nos hallábamos allí se supo de un caso de malaria: una adolescente había contraído la enfermedad, pero ella acababa de regresar de Guyana, donde la malaria es mucho más prevalente. Al momento de irnos, el caso de esta jovencita ya había sido prácticamente resuelto gracias al tratamiento adecuado. También deseo agradecerle especialmente a Jorge de Campos por invitarme a acompañarlo en este viaje a Brasil para servir a nuestros hermanos, y a L. Scott Hammer, el presidente de la compañía Vital Earth Resources (ubicada en Gladewater, Texas), por su generosidad al concederme el tiempo necesario para ayudar en este proyecto a pesar de mi ocupada agenda como director de investigaciones.

Para concluir, quisiera reiterar que mi impresión de los hermanos Wapishana es que son gente de Dios muy dedicada y trabajadora. A pesar de su baja estatura, son gigantes en cuanto a bondad y amor hacia quienes hemos contribuido a que prosperen más abundantemente estos últimos años.