Lección 6: El yelmo de la salvación

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Lección 6

El yelmo de la salvación

Es difícil negar la importancia del yelmo, o casco. El periódico estadounidense The Lansing State Journal publicó un artículo el 23 de junio de 2009 acerca del fatal accidente ocurrido a un patinador de 36 años:

“Las autoridades dijeron que esta muerte pudo haberse evitado. El 18 de junio, en el Parque de Patinaje Ranney, Paul Maxim, que no tenía puesto un casco, sufrió una fractura craneana y otras lesiones que posteriormente le provocaron la muerte.

“Un simple casco le hubiera salvado la vida”, declaró Steve Mazurek, vocero del departamento de bomberos de Lansing.

Esta historia se contrapone a otra que apareció el 4 de julio de 2008 en The Manchester Evening News:

“Savannah Haworth, de solo 11 años, fue atropellada. El auto pasó por sobre su brazo y parte de su casco; sin embargo, solo resultó con lesiones leves en su brazo y su cara. Sus padres dicen que ella habría muerto si no hubiera sido por el casco, y urgen a todos los ciclistas a que usen un casco”.

Es increíble pensar que el uso o no uso de una protección en la cabeza constituya la diferencia entre la vida y la muerte en accidentes como éste. Uno de los componentes de nuestra armadura espiritual es el yelmo de la salvación, y después de leer estas dos historias es lógico deducir que el casco es un elemento de protección que no puede ser subestimado.

Tomando el yelmo

Cuando Pablo escribió a los Efesios acerca del yelmo de la salvación, es posible que a más de alguno tal analogía le haya parecido bastante familiar. En el libro de Isaías se nos describe cómo Dios se vistió con la coraza de justicia y con el yelmo de la salvación (Isaías 59:17). Al referirse a esta escritura del Antiguo Testamento, Pablo reitera que la armadura de Dios es en todos los aspectos la misma armadura que él usa. Pero también nos hace considerar lo que significa la salvación, cuál es su relación con el yelmo y qué tiene que ver con nosotros.

¿Cómo se usaba el casco en el ejército romano?

El yelmo romano, al igual que los cascos modernos, protegía la cabeza de los golpes. En el caso del yelmo romano, protegía a su usuario del enemigo. Cierta evidencia histórica sugiere que los romanos tenían yelmos ceremoniales especiales, que se usaban en los desfiles e indicaban rango y posición.

¿Qué es la salvación?

La salvación básicamente significa ser salvo o librado de algo (ver ejemplos en Éxodo 14:13 y Miqueas 7:6-8). En el Nuevo Testamento se usa salvación principalmente para referirse a la liberación de la muerte y la entrada al Reino de Dios.

¿Cuál es la pena por nuestros pecados y cómo nos podemos salvar?

Romanos 6:23

Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 5:8-10

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Juan 3:16-17

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

1 Timoteo 2:3-4

Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

Lucas 1:77

Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados.

Todos los seres humanos actúan y piensan de forma abominable para Dios. Nuestros pecados quebrantan las hermosas leyes vivientes diseñadas por nuestro Creador. El pecado es malo a los ojos de Dios, y por lo tanto, merece la pena de muerte. La justicia de Dios exige ese castigo, pero su misericordia nos ha proporcionado un increíble sustituto: ¡Jesucristo, nuestro Creador, quien estuvo dispuesto a morir por nuestros pecados! Para ser salvos, necesitamos a nuestro Salvador.

¿Cómo recibimos la salvación?

Hechos 2:38

Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

Efesios 2:8-9

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.

Es importante entender que la salvación no puede ganarse. Es un regalo que nos da Dios, no algo que podemos obtener mediante buenas obras, obligando de esa manera a Dios a dárnosla. Pero incluso así, y como hemos visto en las escrituras antes mencionadas, el arrepentimiento (aborrecer nuestros pecados y buscar el perdón de Dios y su ayuda para obedecer su ley), la fe, la aceptación del sacrificio de Dios y el entendimiento de la verdad, constituyen los pasos a seguir para recibir ese regalo. Sin embargo, estos esfuerzos de ninguna manera compensan nuestros pecados, que causaron la muerte de nuestro Creador y Salvador.

¿Es la salvación un don permanente e irrevocable, o se debe cuidar y mantener?

El Nuevo Testamento nos dice que “por gracias sois salvos” (Efesios 2:5) “los que se salvan” (1 Corintios 1:18) y que “el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 10:22). ¿Qué significado tiene para nosotros?

Efesios 2:4-8

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios . . .

Pablo aclara que “ser salvos” equivale al perdón de los pecados y a estar bajo la gracia de Dios, y esto nos libra de la muerte.

1 Corintios 1:18

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

La salvación implica también un proceso de conversión. Pablo también lo describe como un proceso de transformación “por medio de la renovación de nuestro entendimiento” (Romanos 12:2). En otras palabras, significa tener escrita la ley de Dios en nuestras mentes y meditar en ella para poder vivir según sus directrices (Hebreos 10:16; Salmos 119:97-99). Como vimos en la lección sobre la coraza de justicia, Dios espera que obedezcamos sus mandamientos.

Mateo 10:22

Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

Después de todo, nuestra salvación depende de si elegimos perseverar hasta el final o no.

¿Cuál es la relación entre la salvación y el yelmo?

1 Tesalonicenses 5:8-11

Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.

Podemos recibir gran consuelo y esperanza si nos enfocamos en el sacrificio que hizo Jesucristo por nosotros y en aquel Reino que nos espera, la meta de nuestra salvación. Esta esperanza hace las veces de un yelmo, protegiendo nuestra mente del desaliento y la desesperanza de este mundo.

Juan 17:15-16

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Los cristianos han sido llamados para salir de este mundo. Aunque estamos aquí, no pertenecemos a él y debemos permanecer apartados. Nuestra forma de vida, e incluso nuestra forma de pensar, deben ser diferentes. Debemos desarrollar la mente de Cristo (Filipenses 2:5) y, como hemos visto, esto significa tener la ley de Dios escrita en nuestros corazones y mentes para que nunca olvidemos obedecer al Eterno.

1 Pedro 5:8-9

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.

Nuestro enemigo detesta que hayamos escogido este camino y buscará destruirnos a como dé lugar. Tal como el casco protege la cabeza de un golpe letal, la esperanza de la salvación puede proteger nuestros pensamientos de los ataques enemigos y las tentaciones de querer desobedecer a Dios.

Mateo 13:22

El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

Sin el yelmo de salvación, estaremos desprotegidos de los “ataques de este mundo” que bombardean nuestros pensamientos y sentimientos. Imagine como sería no saber lo que depara el futuro. Estas preocupaciones, y los problemas propios de vivir en este mundo, nos agobiarían.

Salmos 27:1

El Eterno es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Eterno es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

Con el yelmo firmemente colocado, podemos tener la misma confianza que Pablo tenía en que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Entendemos que no importalo que nos pase ahora, ni las pruebas que enfrentemos, porque tenemos la certeza de que al final del camino nos espera el Reino de Dios y toda una eternidad bajo su gobierno perfecto. ¿Qué podría ser mejor que esto?

¿Cómo evitamos que el casco se caiga?

Salmos 3:8

La salvación es del Eterno; sobre tu pueblo sea tu bendición.

Recuerde que la salvación viene de Dios y que Dios está de nuestro lado. Si nos comprometemos a seguirlo y obedecerle de corazón, es imposible que perdamos la batalla por nuestra salvación.

Apocalipsis 21:1-4

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.

Esta es la salvación por la que estamos luchando, porque queremos entrar a ese glorioso Reino. Nunca olvide esto. Aquel Reino venidero, con su paz y prosperidad mundial, vale la pena, y también cualquier precio que se deba pagar en esta vida. No importa lo que nos depare el futuro ni cuán brutales puedan ser los ataques de nuestro enemigo —sabemos que mientras permanezcamos con Dios, nos moveremos lenta, pero inexorablemente hacia la victoria eterna. ¿Qué no daríamos por algo así?

2 Timoteo 4:6-8

Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Pablo tuvo esa visión. Él valoró mucho su salvación y diligentemente peleó la buena batalla. A medida que se acercaba al final de su vida, pudo afirmar con total confianza que recibiría la corona.

Cuando Pablo despierte en la primera resurrección, cambiará su yelmo de soldado por una corona de justicia más gloriosa, imperecedera y eterna: la corona de victoria de un soldado de Cristo. Nosotros también podemos asegurar nuestra victoria si, al igual que Pablo, seguimos fielmente a Dios y sus mandamientos con nuestra mente y corazón.

Aplicaciones prácticas

Filipenses 2:12 dice, “lleven a cabo su salvación con temor y temblor” (NVI). Cada uno es responsable por su propia decision de aceptar o rechazar la invitación que Dios le ha hecho para entrar en su Reino y con su ayuda permanecer en el camino de la obediencia.

Una lista muy buena que podemos usar para registrar nuestro progreso, es la que Pablo escribió acerca de los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23). Use las siguientes preguntas:

¿Qué tan bien estoy comunicando, viviendo y expresando el amor de Dios? (Vea 1 Corintios 13:4-7).

¿Estoy viviendo mi vida con una actitud de alegría, o de pesimismo? 

¿Soy alguien que busca la paz, o que busca crear problemas? 

¿Soy paciente, incluso en situaciones estresantes?

¿Demuestro amabilidad hacia otros a través de actos de servicio? 

¿Qué tipo de entretenimiento permito en mi vida? ¿Está el tipo de entretenimiento que disfruto a la par con los estándares de Dios?

¿Cumplo con mis compromisos, incluso cuando se hace difícil cumplirlos?

Cuando debo resolver disputas con otros, ¿es mi actitud verbalmente abusiva, o manejo las cosas de manera gentil y respetuosa?

Después de responder estas preguntas, analice cuáles son sus fortalezas y sus debilidades. Después vea cómo puede mejorar. Tómese un tiempo para meditar sobre cual es su mayor debilidad y diseñe un plan para poder mejorar en esa área. ¡Y no olvide que el paso más importante es la oración!

Próxima lección: La espada del Espíritu, que es la palabra de Dios