Lección 16
Juan el Bautista encarcelado; el yugo fácil de Jesús
Mateo narra lo que sucedió después que Jesús les diera a sus discípulos las instrucciones para evangelizar: “. . . se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos” (Mateo 11:1). Así que Jesús no solo les enseñó, sino que además les mostró cómo poner en práctica sus enseñanzas.
Juan el Bautista, entretanto, todavía se hallaba en la cárcel y estaba muy preocupado por el ministerio de Jesús. Él estaba consciente de que Cristo no había declarado abiertamente su mesiazgo, y de que tampoco era su propósito establecer en ese momento el Reino de Dios sobre la Tierra. Sin embargo, era natural que este apóstol, que se consumía en una lóbrega prisión, esperara que Cristo derrocara a los gobernantes de aquel momento para liberarlo. Mateo registra casualmente las crecientes dudas de Juan: “Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” (Mateo 11:2-3).
Debe haber parecido muy extraño que Juan, habiendo presentado a Jesús como el Mesías y el Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29-34), ahora tuviera dudas acerca de la misión de Jesús. A propósito, ¿cómo acabó Juan en prisión? Lucas explica: “Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel” (Lucas 3:19-20).
William Barclay señala: “Herodes Antipas había visitado a su hermano en Roma. Durante esa visita sedujo a la esposa de su hermano [Herodías]. Volvió a casa, echó a su propia esposa y se casó con su cuñada, a quien había alejado de su esposo. Juan reprendió a Herodes pública y severamente. Era muy arriesgado reprender a un déspota oriental, y Herodes se vengó: Juan fue echado a las mazmorras de la fortaleza Maqueronte, emplazada en las montañas, cerca del mar Muerto” (Daily Study Bible [Biblia de estudio diario], comentarios sobre Lucas 3:18).
A juzgar por la pregunta que le hizo a Jesús, es obvio que Juan no entendía a cabalidad que Jesús cumpliría su misión en dos etapas diferentes. Por lo tanto, Cristo les habló con gran paciencia y cariño a los discípulos de Juan diciéndoles: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mateo 11:4-6, énfasis nuestro en todo este artículo). La última parte de la declaración fue un sutil recordatorio a Juan de que no debía suponer que sabía cómo llevaría a cabo su ministerio el Mesías.
Pero a pesar de las dudas de Juan, Jesús elogió su crucial labor y lo identificó como el profeta parecido a Elías que habría de preparar el camino para la primera venida del Mesías. Jesús le decía al pueblo: “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él . . . Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mateo 11:7-14).
Después de la muerte de Juan y luego de la visión de la transfiguración, nuevamente los discípulos le preguntaron a Jesús acerca de Elías. Él les respondió: “A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas” (Mateo 17:11). Esto se refiere a la aparición de un personaje semejante a Elías en los tiempos del fin. Jesús también declaró: “Mas os digo que Elías ya vino” (Mateo 17:12), refiriéndose a Juan el Bautista. En Malaquías 4 hay una dualidad en la predicción acerca de Elías.
Además, Cristo mencionó que la predicación del Reino de Dios estaba llevándose a cabo, aunque en medio de mucha oposición y el constante hostigamiento de los líderes judíos. En consecuencia, dijo: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11:12). Esta es una declaración aparentemente confusa pero, según el contexto, parece que Cristo se está refiriendo a las dificultades de predicar el evangelio debido a una creciente hostilidad, principalmente de parte de las poderosas autoridades judías.
The Good News Bible (Biblia de las buenas nuevas) lo expresa así: “Desde que Juan predicó su mensaje hasta nuestros días, el Reino de los cielos ha sufrido ataques violentos y hombres violentos intentan apoderarse de él”.
The Bible Knowledge Commentary (Comentario del conocimiento bíblico) señala: “Pero el reino había sido sometido a violencia y los hombres malvados trataban de tomarlo por la fuerza" (Mateo 11, 12). Los líderes religiosos en tiempos de Jesús (hombres poderosos) se oponían al movimiento liderado por Juan, Jesús y los apóstoles. "'Tomar por la fuerza' (biazetai) podría ser traducido en la forma pasiva como ‘tratar violentamente’. (El verbo asir [harpazousin] significa ‘agarrar’ o ‘apoderarse’ en el sentido de resistir o apropiarse de algo). Esos líderes querían un reino, pero no del tipo que Jesús estaba ofreciendo, así que se resistían al mensaje y trataban de establecer sus propias reglas. Pero el mensaje de Juan era verdadero, y si la nación lo aceptaba y, en consecuencia, aceptaba a Jesús, Juan iba a cumplir las profecías de Elías” (comentarios sobre Mateo 11:12).
Believer’s Bible Commentary (Comentario bíblico del creyente) explica: “Desde el inicio del ministerio de Juan hasta el momento en que fue encarcelado, el reino de los cielos había sufrido violencia. Los fariseos y los escribas se le habían opuesto vigorosamente. El rey Herodes había hecho su parte para perturbarel reino al apoderarse de su heraldo.
"'Y los violentos lo arrebatan’. Esta declaración admite dos interpretaciones. Primero, los enemigos del reino hicieron todo lo posible por tomarlo y destruirlo. Su rechazo a Juan había representado el rechazo al mismo Rey y, por ende, a su reino. Segundo, también puede indicar que quienes esperaban el advenimiento del Rey respondieron vigorosamente al anuncio y usaron toda su fuerza para entrar. Este es el significado en Lucas 16:16: ‘La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él’. Aquí el reino se representa como una ciudad sitiada, con toda clase de hombres golpeando desde afuera, tratando de entrar. Es necesario algún grado de violencia espiritual. Cualquiera sea la interpretación que uno prefiera, el hecho es que la predicación de Juan desencadenó una reacción violenta, con efectos generalizados y profundos” (comentarios sobre Mateo 11:12).
De hecho, Jesús continúa describiendo la caprichosa naturaleza de la mayoría de estos líderes que parecían no estar satisfechos con lo que Juan o Jesús alguna vez hicieron. Les dijo: “Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos” (Mateo 11:16-19).
Esta última parte del pasaje es un poco oscura, pero The Bible Knowledge Commentary aclara el significado: “Aunque esa generación no estaba contenta con nada, la sabiduría del enfoque de Juan y Jesús sería comprobada por los resultados, a saber, que mucha gente sería llevada al reino” (Comentario sobre Mateo 11:19). Como dice otra traducción, “la sabiduría de Dios, sin embargo, demuestra su veracidad por sus resultados” (The Good News Bible). A propósito, este pasaje ofrece pruebas claras de que Jesús bebió vino y a veces también comió a gusto, pero con moderación. Juan, por otra parte, no bebía vino porque estaba bajo el voto nazareo de por vida y llevaba un régimen dietético estricto, habiendo vivido largos períodos en el desierto.
Sin embargo, los líderes judíos no estaban contentos con ninguno de sus estilos de vida. Dado que la mayoría de ellos se consideraban justos, menospreciaban a cualquiera que no siguiera sus reglas religiosas creadas por hombres, las que, según ellos, definían la conducta recta. Sin embargo, Jesús dijo que el buen fruto producido por Juan y por él justificaba su conducta. Más tarde Jesús visita las ciudades alrededor del lago de Galilea donde había predicado y hecho tantos milagros. Trágicamente, se dio cuenta de que la mayoría de aquellos que había enseñado y sanado habían vuelto a seguir las creencias tradicionales de sus líderes judíos y habían rechazado sus enseñanzas.
Por lo tanto, los reprende por su incredulidad: “Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11:20-24).
Aquí hay dos verdades importantes. Primero, vemos los efectos nocivos de la doctrina farisaica sobre el pueblo, que rechazaba la enseñanza de Jesús. Los fariseos enseñaban sus tradiciones como si estas estuvieran a la altura de las Escrituras, y cuando Jesús el Mesías vino a engrandecer espiritualmente las leyes de Dios, ellos rechazaron sus enseñanzas. Como Jesús dijo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Marcos 7:6-8). Este es el peligro de elevar cualquiera de las enseñanzas del hombre al nivel de la Palabra revelada de Dios. En segundo lugar, Jesús habla de un juicio futuro de los habitantes de Tiro, Sidón y Sodoma, diciendo que no serían juzgados tan severamente como los pueblos judíos que habían sido testigos de todas las enseñanzas y milagros de Jesús y sin embargo no se arrepintieron.
En el relato paralelo de Lucas se agrega un elemento adicional a la discusión del día del juicio, que describe el regreso de los setenta después de predicar el evangelio en diferentes ciudades: “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:17-20).
Además, Jesús revela una verdad importante: los nombres de sus discípulos estarían escritos en el cielo, es decir, registrados en el libro de la vida. Pablo alude al mismo concepto en Filipenses 4:3: “Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. No obstante, la Biblia también revela que el nombre de una persona puede ser borrado del libro de la vida si esta no es fiel o no persevera hasta el final (Apocalipsis 3:5).
Cristo a continuación le agradece a Dios por haber llamado a sus discípulos de la gente común y no de los poderosos y sabios, diciendo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:25-26). Vemos que la mayoría de la Iglesia no estaría compuesta de los “sabios” del mundo, sino de la gente común, de manera que nadie tuviera motivo para presumir ante Dios (1 Corintios 1:27-29).
Esto demuestra que a pesar de la gran cantidad de conocimiento que este mundo ofrece, incluyendo la filosofía y la teología, únicamente Dios puede revelar realmente la verdad espiritual (1 Corintios 2). Jesús afirma: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mateo 11:27). Esto quiere decir que solo Dios puede llamar y abrir el corazón y la mente de una persona, y ese es el mayor privilegio y milagro que puede hacer él en un ser humano. Pero el camino es largo, estrecho y lleno de baches, y se necesita fe y perseverancia para terminar la carrera espiritual y lograr entrar en el Reino de Dios (Mateo 7:13; 24:12-13).
Acto seguido Cristo contrasta las pesadas cargas religiosas que los líderes judíos habían impuesto al pueblo, con el yugo comparativamente ligero de seguirlo a él. Cristo no había impuesto ninguna serie de rígidas tradiciones religiosas como las de los fariseos, que habían establecido un “cerco” de leyes, o reglas arbitrarias secundarias, alrededor de cada una de las 613 leyes bíblicas (las cuales habían numerado). Dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).
Barclay comenta: “Para el judío ortodoxo, la religión era una carga. Jesús dijo de los escribas y fariseos: ‘Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas’ (Mateo 23:4). Para los judíos la religión era un asunto de reglas interminables. Un judío vivía bajo una intrincada serie de reglamentos que regulaban cada acto de su vida. Siempre debía escuchar la voz que le decía: ‘No harás’ . . . Pero Cristo dice: ‘Mi yugo es fácil’. La palabra ‘fácil’ en griego es chrestos, que puede significar ‘adecuado’. En Palestina, los yugos de los bueyes estaban hechos de madera, y se fabricaban a la medida . . . se ajustaban cuidadosamente de modo que encajaran bien y no maltrataran el cuello de los pobres animales. El yugo se hacía a la medida del buey . . . Jesús dice: ‘Mi yugo [es fácil] encaja bien’, pero lo que quiere decir es: ‘La vida que yo te doy no es una carga para molestarte; tu tarea está hecha a la medida, para que se ajuste a ti’. Todo lo que Dios nos envía está hecho con precisión, para que se ajuste a nuestras necesidades y habilidades . . . Los escribas y los fariseos empezaron a mirar con creciente recelo a un maestro con la capacidad de permitir a sus seguidores que ignoraran la minucia de la ley del sábado. Este era el tipo de cosas que debía impedirse, para que no se extendiera sin control” (Op. cit., comentarios sobre Mateo 11:28-29, 12:1).
Así que Cristo ahora explica por qué su yugo es mucho más ligero que las enseñanzas fariseas, usando dos principios bíblicos con respecto a la observancia del sábado. Leamos: “En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo. Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo” (Mateo 12:1-8).
The Expositor's Bible Commentary (Comentario bíblico del expositor) señala: “Las reglas de conducta judías acerca del sábado eran extremadamente detalladas; y se admitía con ironía que ‘las reglas sobre el sábado . . . son como montañas colgando de un pelo, porque [la enseñanza de] la Escritura es escasa y las reglas son muchas . . .' La acusación de los fariseos de que los discípulos estaban violando la ley no se basaba en la recolección de grano en el campo de otra persona, sino en el hecho de que recogerlo, o sea, cosecharlo, era uno de los treinta y nueve tipos de trabajo prohibidos en el sábado bajo el Halakah imperante” (comentarios sobre Mateo 12:1).
De hecho, habían creado un número increíble de pesadas leyes, 1521 en total, como “cerco” alrededor de la observancia del sábado. Así que Jesucristo estaba restaurando la ley de Dios a su propósito original. Arrancar y comer unas espigas en el sábado no violaba el cuarto mandamiento. Los discípulos no estaban trabajando en ese día, y probablemente iban o regresaban de los servicios del sábado. Lo que Cristo quería aclarar era que el sábado no debía ser un día lleno de regulaciones hechas por el hombre. Isaías 58:13-14 enseña la verdadera intención del día de reposo, y Jesús estaba tratando de mostrar cuál era su significado original y debida observancia. Fue el Verbo, quien se hizo carne, el que instituyó el día de reposo para la humanidad desde la creación. Él era, en efecto, el “Señor del sábado” (Marcos 2:28) y tenía la autoridad para juzgar cuál era el comportamiento apropiado durante ese día. EC