Lección 12 - Trasfondo histórico de los evangelios: El sermón del monte (4ta parte)

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Lección 12 - Trasfondo histórico de los evangelios

El sermón del monte (4ta parte)

Al inicio del sermón del monte, Jesús explica cómo se aplica la ley espiritual de Dios. Y tal como lo ha hecho en todo el sermón, contrasta tres ejemplos de la piedad farisaica: la generosidad, la oración y el ayuno, y la forma correcta en que se deben practicar.

1. La generosidad

Jesús declara: “Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará” (Mateo 6:1-4, Nueva Versión Internacional).

La ley alusiva a la compasión por los necesitados dice: “Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que el Eterno tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite” (Deuteronomio 15:7-8).

El pasaje de Mateo 6 enfatiza que ayudar a los necesitados debe ser un asunto privado, nunca una exhibición pública de nuestra dadivosidad personal. Cristo indica que, en su intento por ganar su salvación, los fariseos prácticamente habían hecho de su generosidad el sello distintivo de su erróneo concepto de la justicia. Por tal razón, los tildó de “hipócritas”.

En la versión electrónica de su Comentario del Nuevo Testamento, Albert Barnes dice algo interesante sobre la palabra “hipócrita” (v. 2): “La palabra hipócrita proviene de los actores que en un escenario representan a otros, y expresan no sus propios sentimientos, sino los de otras personas. Aquí, y en general en el Nuevo Testamento, son aquellos que disimulan u ocultan sus verdaderos sentimientos, y asumen o manifiestan otros diferentes a los suyos; aquellos que con el fin de ostentar, ganar o recibir aplausos, fingen ser religiosos”.

The New Bible Dictionary (Nuevo Diccionario de la Biblia) señala que “a partir de la fusión de estos dos conceptos [la caridad y el deber hacia los pobres] surgió en el período intertestamentario la idea de que la caridad podía servir eficazmente para anular la culpa por el pecado y garantizar la ayuda divina en tiempo de angustia . . .  Jesús no considera la caridad algo sin valor, pero hace énfasis en la correcta motivación . . . ‘en mi nombre’. Jesús reprochó la ostentosa caridad de su época y enfatizó los beneficios de la generosidad (Hechos 20:35) y las oportunidades de practicarla” (1982, p. 26).

En el Nuevo Testamento hay un ejemplo de la hipocresía de los fariseos, que hacían de la justicia un espectáculo mediante obras ostentosas que realmente no querían hacer. La Escritura dice: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres . . . ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lucas 18:9-12).

En contraste, Cristo enfatizó que las dádivas no deben hacerse en público, sino en privado y sin alardes de generosidad ante los demás. Esta es una de las razones por las cuales durante los días santos ponemos nuestras ofrendas y contribuciones en un sobre; y lo que regalamos a otros, normalmente lo hacemos en privado o lo entregamos a la Iglesia para que se distribuya de forma anónima.

2. La oración

Luego, Cristo se centra en la manera correcta de orar y dice: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:5-8).

Aquí Cristo enfatiza una vez más la necesidad de la oración “privada” y “personal”, en contraste con las enseñanzas farisaicas, que favorecían las oraciones ritualistas y memorizadas hechas en público.

Como dice The Bible Knowledge Commentary (Comentario del conocimiento bíblico): “En lugar de hacer de la oración un asunto personal con Dios, los fariseos la habían convertido en un acto para atraer la atención de los hombres, es decir, para demostrar su supuesta justicia. Sus oraciones no iban dirigidas a Dios sino a los hombres, y consistían en largas frases repetitivas. Jesús condenó estas prácticas” (notas sobre Mateo 6:5-8).

A continuación, Jesús presenta una oración modelo que consta de siete categorías básicas. Este esquema de ninguna manera cubre todos los aspectos de la oración, pero sin duda abarca sus puntos principales. Cada aspecto está relacionado en secuencia natural con el que sigue.

 1. Honrar y glorificar a Dios el Padre. Debemos dirigirnos a Dios nuestro Padre con amor (y, sin duda, también recordar que Jesús está junto a él, actuando como nuestro Sumo Sacerdote y Hermano Mayor).

2. Pedir que venga el Reino de Dios. Lo más importante en la mente de Dios (aunque no necesariamente en la nuestra) es establecer su futuro reino sobre la Tierra.Con el fin de llevar a cabo su voluntad, el evangelio del Reino de Dios debe predicarse primeramente a todo el mundo (Mateo 24:14), lo que se lleva a cabo principalmente por medio de su Iglesia en la Tierra.

3. Pedir que se haga la voluntad de Dios en la Tierra, y particularmente en su Iglesia.  Esforzarse por cumplir su voluntad en su cuerpo espiritual, la Iglesia. Esto significa orar para que las decisiones que se tomen sean conforme a sus deseos.

4. Pedir nuestro “pan de cada día”, es decir, que sean satisfechas nuestras necesidades diarias, tanto físicas (sustento, salud, protección) como espirituales (el alimento espiritual necesario, que solo Dios puede dar).

5.Pedir que se nos perdone así como perdonamos a los demás.Esto significa pedir la ayuda de Dios para desarrollar buenas relaciones basadas en un espíritu de amor, servicio y misericordia. Una vez que hemos recibido el sustento físico y espiritual, el Espíritu Santo nos ayuda a perdonara otros así como Dios nos ha perdonado.

6. Rogar la ayuda de Dios para afrontar y superar las tentaciones y para resistir al diablo. Una vez que tenemos buenas relaciones con Dios y el hombre, podemos centrarnos en vencer las tentaciones que se originan en nuestra naturaleza humana, en este siglo malo (Gálatas 1:4) o en el diablo,  quien, después de todo, es llamado el tentador en las Escrituras (Mateo 4:3). Por eso es que tenemos que pedirle a Dios que impida las obras del diablo en nosotros y contra la Iglesia.

7. Glorificar a Dios,pues él es omnipotente, omnisciente e infinitamente amoroso. Debemos concluir nuestras oraciones muy fortalecidos, sabiendo que a nuestro lado están los seres más poderosos que existen: Dios el Padre y su Hijo Jesucristo (junto con miríadas de ángeles justos), quienes finalmente triunfarán.

3. El ayuno

Enseguida Cristo se refirió a otra práctica religiosa: el ayuno. Él dijo: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:16-18).

Aquí se destaca una vez más que el ayuno debe llevarse a cabo de manera privada y discreta, no pública (en lo cual los fariseos se habían hecho expertos consumados).

The Expositor’s Bible Commentary (Comentario bíblico del expositor) dice: “En tiempos de Jesús los fariseos ayunaban dos veces por semana, probablemente los lunes y los jueves. Algunas personas devotas, como Ana, ayunaban a menudo. Pero esos ayunos voluntarios eran oportunidades propicias para hacer un espectáculo religioso con el fin de ganarse una reputación piadosa. Alguien podía adoptar un aire ‘sombrío’ y demudar su aspecto, quizá dejando de bañarse y afeitarse, esparciendo cenizas sobre su cabeza para mostrar profunda contrición o abnegación, o evitando el uso normal del aceite, para manifestar profunda angustia. En realidad estos hipócritas no sentían un arrepentimiento sincero, sino que trataban deliberadamente de atraer la atención sobre sí mismos. Querían el aplauso de las personas y lo conseguían; pero eso era todo lo que lograban.

“Jesús, sin embargo, lejos de prohibir el ayuno, dio por sentado que sus discípulos ayunarían, darían limosna orarían. Sus discípulos no ayunaban por el momento, pues el novio mesiánico estaba con ellos, y eso era motivo de alegría. Pero vendría el tiempo en que sí ayunarían. Lo que Jesús condena aquí es el ayuno ostentoso; aún más, prohíbe absolutamente cualquier demostración que se está ayunando, ya que en el corazón del hombre hay tantas motivaciones, que el objetivo de buscar a Dios se diluye ante el deseo de vanagloria humana,pervirtiendo así el ayuno. Lavarse y ungirse con aceite no eran más que medidas normales de higiene. Aquí el aceite no significa alegría desbordante, sino el cuidado normal del cuerpo. La moraleja del versículo 18 es no llamar la atención sobre uno mismo, ni con un semblante sombrío ni con alegría desmesurada. Jesús desea discreción, no engaño. Y el Padre, que ve en lo secreto, dará la recompensa” (notas de Mateo 6:5-7).

Cristo continúa: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (6:19-21).

Aquí Jesús vuelve al tema de la generosidad, pero no solo hacia los pobres, sino también hacia Dios. Esto indudablemente incluye el principio del diezmo, que Jesús enseñó (Mateo 23:23).

“En tiempo presente también podría traducirse ‘dejen de acumular tesoros’ en lugar de ‘no acumulen’”, señala The Expositor’s Bible Commentary. “El amoral dinero es un gran mal (1 Timoteo 6:10), contra el cual se hacen frecuentes advertencias. Para los herederos del reino, acumular riquezas en los últimos días (Santiago 5:2-3) demuestra una inequívoca falta de visión. Sin embargo, en otros lugares de las Escrituras se insta al hombre a proveer para los suyos (1 Timoteo 5:8); se elogia el trabajo y la provisión para el futuro (Proverbios 6:6-8); y se nos alienta a disfrutar las cosas buenas que el Creador nos ha dado (1 Timoteo 4:3-4). La preocupación de Cristo se enfoca en el egoísmo y la alteración de valores.Sus discípulos no deben buscar tesoros para sí mismos, sino preguntarse honestamente dónde está su corazón.

“Este versículo no prohíbe hacer provisiones razonables para el futuro, sino la codicia (como los avaros que acaparan, o los materialistas que siempre quieren más). Los ‘tesoros en la tierra’ son como ropa carcomida por la polilla. Las modas poco cambiaban y las prendas podían heredarse, pero aun así se deterioraban. La ‘corrosión’ (brosis) se refiere no solo al deterioro de los metales, sino al causado por las ratas, moho, y similares. Comentarios antiguos a menudo representan una granja que es arruinada por roedores y otras alimañas. Los tesoros menos susceptibles a la corrosión podían ser robados: los ladrones podían entrar y llevárselos, ya que las paredes de la mayoría de los hogares palestinos del primer siglo eran de adobe. Por el contrario, los tesoros en el cielo están siempre exentos de deterioro y robo. Las palabras ‘tesoros en el cielo’ se remontan a la literatura judía. Aquí esto se refiere a todo lo que es bueno y de importancia eterna, producto de lo que se hace en la Tierra.Hacer obras de justicia, sufrir por causa de Cristo, perdonarse unos a otros: todo esto tiene la promesa de ‘recompensa’. Otros actos de bondad también acumulan tesoros en el cielo, incluyendo el compartir” (notas sobre Mateo 6:19-21).

Enseguida Jesús dice: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:22-24).

Aquí él se enfoca en la actitud y la motivación de la persona que lleva a cabo estos actos de justicia. ¿Lo hace para ser visto por los hombres, o para ser visto por Dios?

The Bible Knowledge Commentary explica: “La actitud de uno hacia la riqueza es otro barómetro de la justicia. Los fariseos creían que el Señor daba bendiciones materiales a todos lo que amaba, así que estaban decididos a acumular grandes tesoros en la Tierra. Pero los tesoros acumulados aquí están sujetos al deterioro o al robo, mientras que los tesoros acumulados en el cielo jamás se perderán. Los fariseos tenían ese problema debido a que sus ojos espirituales estaban enfermos; con ellos codiciaban dinero y riquezas. Así pues, estaban en oscuridad espiritual. Eran esclavos del maestro de la codicia, y su deseo de dinero era tan desmedido, que no eran capaces de servir al verdadero Maestro, Dios. El dinero es la traducción de la palabra aramea para mamōna: ‘riqueza o propiedades’” (notas sobre Mateo 6:22-24, énfasis nuestro).

Jesús concluye la sección diciendo: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:31-34).

Jesús entonces nos advierte que no nos dejemos llevar por la ansiedad excesiva ni nos obsesionemos con nuestras necesidades físicas, como los gentiles o muchos de los fariseos, a quienes describe como “llenos de avaricia” (Lucas 11:39).

Cristo dice que si Dios cuida de las aves y las flores del campo, cuánto mejor satisfará nuestras necesidades físicas, pero no nuestra “codicia” (deseos egoístas). Él quiere ver, más que cualquier otra cosa, cuáles son las prioridades de nuestra vida, lo que ponemos en primer lugar, y ello debe ser su reino venidero y su justicia.  ec

(Continuará).