¿Están su corazón y su boca bien sincronizados?
Lo que usted piensa saldrá a la luz en algún momento; es solo cuestión de tiempo. Algunas personas son como un libro: uno puede saber exactamente lo que están pensando; otras son más sutiles y logran ocultar sus verdaderos pensamientos.
Cuando Jesucristo debía confrontar a los fastidiosos fariseos, les hacía notar sin ambages la hipocresía de sus palabras, diciendo:
“¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:34-37).
Lo que uno lleva adentro tarde o temprano se manifiesta. Si usted está contento y de buen ánimo, sus palabras transmitirán ese optimismo a quienes lo rodean; ese es el tipo de persona cuya compañía uno busca. A mí me encanta rodearme de gente que irradia gozo y lo manifiesta mediante palabras y pensamientos positivos, porque ese gozo se traduce en buena voluntad y excelentes relaciones.
Por otro lado, una persona airada, envidiosa, rencorosa, amargada y llena de odio puede encubrir sus sentimientos cuando se relaciona con los demás, pero solo temporalmente. Estoy seguro de que usted ha podido observar esto en otros y tal vez en usted mismo: uno puede fingir y pretender que está bien, pero su verdadera manera de pensar se revela en cualquier momento, primero con sarcasmo, luego con chismes, creciente amargura, ira, sedición, conducta pasiva-agresiva y, finalmente, con la expresión franca y abierta de sus nefastos sentimientos. Es indudable que “de la abundancia del corazón habla la boca” — y a veces lo que de ella sale no es agradable.
La característica más preponderante de los fariseos era la hipocresía — sus palabras y sus acciones no encajaban. Hablaban con grandilocuencia a fin de parecer piadosos, pero por dentro eran exactamente lo opuesto a la piedad y Jesús condenaba ese doble estándar.
La lección que debemos aprender de ello es ésta: Jesucristo quiere que parezcamos justos y buenos, pero que tengamos un corazón que respalde dicha apariencia. La solución radica en corregir el corazón, pues ahí es donde se inicia el comportamiento malévolo.
En cierta ocasión, Jesús debió enfrentarse a los fariseos hipócritas cuando éstos lo juzgaron a él y a sus discípulos por comer sin haberse lavado las manos según la ley ceremonial y tradicional. Cristo dijo que la verdadera suciedad no es lo que entra a nuestros cuerpos, sino lo que sale de él: “Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20-23).
Estas son buenas lecciones para que nos esforcemos por sincronizar adecuadamente nuestro corazón o procesos mentales bien intencionados con lo que sale de nosotros . . . que por lo general son nuestras palabras. Uno solo puede reprimir su molestia por un tiempo limitado antes de que la boca exprese lo que verdaderamente se lleva dentro.
El mismo capítulo de Marcos registra la siguiente declaración de Jesús: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí” (Marcos 7:6).
Estamos aprendiendo a vivir pacíficamente en la Iglesia, y la paz depende en gran parte de cómo corregimos nuestros pensamientos con las palabras apropiadas de la justicia. Debemos escudriñar la Palabra de Dios para descubrir qué cosas son las que alberga nuestro corazón y que corrompen nuestro carácter, y hacer lo necesario para cambiar. Tenemos que hacer todo nuestro esfuerzo para aprender del pasado y desechar las cosas que causan división. Que la gracia y la paz esté con todos ustedes.