El perdón
Misericordia para millares
La promesa del perdón debería impulsarnos a confesarle nuestras faltas a Dios, pero a veces permitimos que el pecado se mantenga por largo tiempo en nuestras vidas. Mientras más demoramos el verdadero arrepentimiento, más pesada se hace sobre nuestra conciencia la carga de la culpa.
Intentemos comprender cuán profunda es la misericordia y el perdón de Dios hacia quienes le buscan. Al hacerlo, puede que nos sintamos más animados a deshacernos de tal carga lo antes posible.
Un Dios inherentemente misericordioso
Note este pasaje en el libro de Éxodo. Este es el momento en que Dios milagrosamente graba los Diez Mandamientos en tablas de piedra. Como sabemos, Moisés ascendió al monte Sinaí con un segundo par de piedras, similar al primero que había destruido, para que Dios rehiciera las tablas de los Diez Mandamientos.
“El Señor le dijo a Moisés: Labra dos tablas de piedra semejantes a las primeras que rompiste.Voy a escribir en ellas lo mismo que estaba escrito en las primeras . . . Moisés labró dos tablas de piedra semejantes a las primeras, y muy de mañana subió con ellas al monte Sinaí, como se lo había ordenado el Señor. El Señor descendió en la nube y se puso junto a Moisés. Luego le dio a conocer su nombre: pasando delante de él, proclamó: —El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo,lento para la ira y grande en amor y fidelidad,que mantiene su amor hasta mil generaciones después,y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (Éxodo 34:1. 4-7, Nueva Versión Internacional y énfasis nuestro en todo este artículo).
Esta es una poderosa declaración de la benevolente misericordia de Dios (su perdón de la iniquidad, la rebelión y el pecado) y de cómo él hace extensiva esa misericordia a millares.Y, sin ninguna duda, esto incluía a Moisés por haber quebrado las primeras tablas de los Diez Mandamientos. Es además una proclamación de quiénes Dios, y de su verdadera naturaleza: un Dios inherentemente misericordioso.
Al parecer, el rey David sabía de la increíble misericordia y voluntad de Dios para perdonar, siempre y cuando uno estuviera dispuesto a volverse a su Creador. Los reyes de tiempos antiguos estaban obligados a leer personalmente la ley de Dios y a estudiar las antiguas Escrituras. David debió haber estado muy familiarizado con esta afirmación al comienzo del capítulo 34 de Éxodo.
Cómo recibir el perdón de Dios
Note lo que el rey David escribió al respecto: “Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño”(Salmos 32:1-2).
A continuación, David compara el gozo de ser perdonado con la miseria que acarrea esconder un pecado.El Salmo 32:3 muestra que a David le tomó algún tiempo llegar a este punto y recordar que Dios es, como dice Éxodo 34:6-7, “clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después”.
“Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí” (Salmos 32:3-4).
David no encontró gozo en la misericordia de Dios mientras intentó pretender que su pecado en realidad no había ocurrido,y ese sentimiento de pesar debe haberlo atormentado por meses antes de que admitiera su pecado. Muchos eruditos bíblicos creen que el rey David escribió este salmo, y también el 51, después de reconocer, por fin, el pecado cometido con Betsabé y contra Urías.
Cierto comentario bíblico afirma: “Su silencio era una porfiada resistencia a admitir su culpa, la esperanza de que con el tiempo tanto el pecado como la culpa se disiparan. Pero mientras más demoraba David su confesión, mayor era su sufrimiento.Él se dio cuenta de que lo que lo atormentaba no era solamente su conciencia ni sus sentimientos, sino la pesada mano de Dios”(The Nelson Study Bible [Biblia de estudio Nelson], notas sobre Salmos 32:3-5).
Y entonces vemos que David reconoce cuál es la solución: cuando por fin se confesó y arrepintió, Dios lo perdonó: “Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: Voy a confesar mis transgresiones al Señor, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado” (Salmos 32:5).
El arrepentimiento y el perdón son los puntos de partida para entablar una relación con Dios o restaurar nuestra relación con él.
Cómo deshacerse de la carga
El rey David recordó la gran misericordia de su Dios, y lo mismo debemos hacer nosotros durante la temporada de la Pascua y los Días de Panes sin Levadura. Todo lo que tenemos que hacer es volvernos a Dios en arrepentimiento para recibir su perdón y su misericordia y que él nos quite la pesada carga del pecado de nuestros hombros. Pero nada de esto sería posible sin el sacrificio de Jesucristo por nuestros pecados y nuestra nueva vida como hermanas y hermanos suyos.
Usted y yo nos hemos endeudado por nuestros propios pecados, pero el sacrificio de Jesucristo hace posible que seamos lavados y que nuestras deudas sean pagadas. Somos perdonados una vez que nos arrepentimos; no permita que la culpa se perpetúe sobre sus hombros, porque en lo profundo sabemos que “Dios [es] clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después”.
Así es: Dios es muy misericordioso, esa es su naturaleza. Vístase de esa nueva persona y viva una vida renovada, con Cristo resucitado morando en usted mediante el poder del Espíritu Santo. ec