El Octavo Día
Foco central del plan de Dios
¿Cuántos miles de millones de seres humanos han sido sepultados sin saber qué hay más allá? ¿Cuántas madres, padres, hijos, hermanas y hermanos han lamentado la muerte de sus seres queridos sin saber si alguna vez los volverán a ver? El Octavo Día, una de las fiestas bíblicas más significativas, pero al mismo tiempo menos comprendidas por la humanidad, representa la culminación del plan de Dios: la resurrección y el juicio de la gran mayoría de los seres humanos que han vivido; la derrota de la muerte; la eliminación de la tristeza y el lamento. Esta es la esperanza que el mundo urgentemente necesita y que se hará realidad con la ejecución del plan de salvación diseñado por Dios para la humanidad.
La Biblia está llena de simbolismos que nos dan un indicio de cómo piensa Dios: el Arca del Testimonio (Éxodo 25), los querubines junto al trono de Dios (Ezequiel 1), la creación misma (Romanos 1:18), por nombrar solo algunos ejemplos. Ciertos aspectos acerca de Dios se pueden comprender con facilidad, otros solo pueden ser discernidos espiritualmente, y otros simplemente se desconocen hasta el momento (Isaías 55:8). Aún así, Dios sí nos revela muchas cosas maravillosas e inspiradoras en cuanto a su plan de salvación para toda la humanidad.
El Octavo Día, cuya observación al final de la Fiesta de los Tabernáculos se especifica en Levítico 23:33, es la culminación de todas las fiestas santas. Después de describir los siete días de la Fiesta de los Tabernáculos, dice lo siguiente: “Pero a los quince días del mes séptimo, cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, haréis fiesta al Eterno por siete días; el primer día será de reposo, y el octavo día será también día de reposo”. El Octavo Día es una fiesta distinta y separada de la Fiesta de los Tabernáculos. Dios le ha dado un significado simbólico al número ocho. ¿Por qué simplemente no volvemos al número uno después de contar los siete días? Porque eso no es lo que Dios está representando; él no está describiendo un ciclo semanal con la Fiesta de los Tabernáculos, sino que a través de ella nos muestra lo que significa verdaderamente llegar al Octavo Día. ¿Qué es lo que significa ese número? Al examinar el resto de la Biblia, encontramos varias ilustraciones que ayudan a comprender el significado de ese gran día.
De la circuncisión al voto nazareo
Uno de los pactos más duraderos que Dios hizo fue el pacto de la circuncisión con Abraham (Génesis 17:10-12). Él dijo: “Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros”. La circuncisión en el octavo día —a contar del nacimiento— simbolizaba la absoluta sumisión a Dios. Hoy en día sabemos que la circuncisión física no es un requisito esencial para la salvación de las personas (Hechos 15), pero también es cierto que la circuncisión es un símbolo de nuestro compromiso y enfoque espiritual. Pablo escribió: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28-29). Pablo está hablando de ser justos, y de someternos completamente a Dios.
Otro ejemplo acerca del número ocho lo encontramos en Noé. En su segundo libro, Pedro le escribe a la Iglesia y le advierte sobre los falsos predicadores. Él enfatiza que cada individuo será responsable de su propia salvación, y usa a Noé como ejemplo: “Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, un predicador (heraldo) de justicia, con otros siete [es decir, Noé era el octavo], cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos” (2 Pedro 2:5, Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy). Noé fue salvado porque se había sometido a Dios por completo. Otras siete personas fueron salvadas en el arca, pero no por su propia rectitud — solo la octava (Noé) fue librada por su justicia. Lo que Pedro quiso decir es que en el juicio eterno cada uno de nosotros será hecho salvo de acuerdo a su propia rectitud, no la de alguien más, como los otros siete que estaban en el arca.
Otro ejemplo del número ocho se encuentra en Éxodo, cuando Dios le dijo a Israel: “No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos” (Éxodo 22:29). Pero, ¿cuándo dijo él que debían entregárselos? La respuesta se halla en el siguiente versículo: “Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja; siete días estará con su madre, y al octavo día me lo darás”. Los primeros siete días eran de preparación, contando las horas y esperando con ansias la llegada del octavo día, cuando se le entregaba a Dios el primogénito en ofrenda. Pero el octavo día no era el único día en que se podía llevar a cabo esta ofrenda del primogénito, sino que ésta podía presentarse de ese día en adelante (Levítico 22:26). El sacrificio se podía realizar desde el octavo día en adelante. De la misma manera, el cumplimiento del Octavo Día muestra que el reino de Dios será eterno — comenzará, pero nunca acabará.
Como sabemos, Dios construirá otro templo en Jerusalén durante el Milenio, y la descripción de dicha visión comienza en Ezequiel 40. En ella, Dios explica lo que se requerirá para purificar el altar antes de que se puedan llevar a cabo sacrificios: siete días de sacrificios con ofrendas de expiación por los sacerdotes y el altar (Ezequiel 43:18-27). Solo entonces —en el octavo día— será consagrado el altar y Dios aceptará que se hagan holocaustos y ofrendas de paz. En Levítico 8 se describe un período similar de siete días de consagración para los sacerdotes, durante el cual Moisés primero preparó a Aarón y a sus hijos para su servicio como sacerdotes de Dios en el tabernáculo. Después de haber sido lavados, vestidos con trajes sacerdotales y rociados con sangre, se quedaron en el tabernáculo por siete días. “De la puerta del tabernáculo de reunión no saldréis en siete días, hasta el día que se cumplan los días de vuestras consagraciones; porque por siete días seréis consagrados” (Levítico 8:33). Después de esto salieron, en el octavo día, y ofrecieron un holocausto por el pueblo. Los siete días fueron el período de preparación para que en el octavo día pudiesen llevar a cabo aquello para lo que se habían preparado.
En la Palabra de Dios hay muchos ejemplos del significado del número ocho. El voto nazareo incluía las instrucciones de qué hacer si alguien que había tomado ese voto se contaminaba accidentalmente o por circunstancias que escapaban a su control. Esto incluía siete días de purificación y la entrega de una ofrenda en el octavo día. El proceso de limpieza para los leprosos u otras personas impuras también comprendía siete días de santificación, seguidos por una ofrenda que se entregaba en el octavo día. En el octavo día se completaba el proceso.
El foco central del plan de Dios
Nosotros tendemos a enfocarnos en el número siete porque anticipamos ansiosamente el regreso de Jesucristo. Queremos que se acaben las pruebas, las tensiones y los problemas de esta vida, y queremos recibir la redención gloriosa y elevarnos para reunirnos con Cristo en el aire.
Estas son cosas que sin duda debemos anhelar y esperar con ansias, pero el plan de Dios no se enfoca en el regreso de Jesucristo como meta primordial. Obviamente, su regreso será algo increíblemente importante, no obstante, el hecho de que el Padre establezca su trono sobre esta Tierra en el Octavo Día es lo que dará inicio a todo el proceso. El regreso de Jesucristo es parte del plan de Dios. Es muy claro: siete días para limpiarse, para consagrarse y prepararse. Para Dios, el octavo día simboliza la restauración más amplia y completa; en ese día se circuncidaba a los varones y se les permitía comenzar los sacrificios a los sacerdotes. En ese día se ofrecían los primogénitos, y los nazareos y aquellos que habían sido purificados podían presentarse ante Dios. El simbolismo del Octavo Día, que aparece como huellas digitales a través de la Palabra de Dios, es increíblemente significativo.
La falsa veneración del número ocho
Cuando se habla de este tema, es importante tener en mente el falso uso del número ocho por parte de Satanás. Apocalipsis 17 describe la religión falsa de Babilonia y presenta a Satanás como el gobernante de la Tierra antes del regreso de Cristo. Este pasaje también describe a siete reyes: “También son siete reyes: cinco han caído, uno está gobernando, el otro no ha llegado todavía; pero cuando llegue, es preciso que dure poco tiempo. La bestia, que antes era pero ya no es, es el octavo rey. Está incluido entre los siete, y va rumbo a la destrucción” (Apocalipsis 17:10-11, Nueva Versión Internacional). El falso sistema religioso de Babilonia es el octavo de esos reyes. ¿Coincidencia?
La contaminación del cristianismo, producida (entre otras cosas) por el gnosticismo —mezcla de cristianismo y paganismo—, honraba el número ocho. Una de las primeras epístolas falsas, llamada la Epístola de Bernabé, hablaba del octavo día y de su importancia. Esta falsa veneración al número ocho es lo que llevó a la Iglesia Católica a imponer el domingo como día de adoración para los cristianos. El libro de Samuel Bacchiocchi From Sabbath to Sunday [Del sábado al domingo] describe la Epístola de Bernabé e indica que el argumento principal para cambiar el sábado al domingo fue el número ocho. El segundo argumento (que todavía se usa para explicar el cambio) sostiene que jesucristo resucitó en un día domingo. Más tarde, el sacerdote y teólogo cristiano Jerónimo argumentó que el número siete representaba el judaísmo y la ley, y el octavo día representaba el evangelio, por lo tanto, dijo él, los cristianos debían dejar de guardar la ley.
Satanás ha falsificado el camino de Dios de muchas y variadas maneras para desviar a la gente. Los falsos Cristos, ministros y hermanos, y las falsas doctrinas e iglesias son, sin excepción, plagios de lo que Dios estableció. Sin embargo, el significado que Dios le otorgó al número ocho sigue siendo especial, sin importar lo que Satanás trate de imponer sobre el mundo. Habrá un nuevo cielo y una nueva Tierra. Dios reinará desde su trono con su familia y con Jesucristo por toda la eternidad, y la expansión de su gobierno no tendrá fin (Isaías 9:7).
Los miles de millones que han muerto sin saber qué esperar se levantarán en la resurrección durante el juicio del Gran Trono Blanco, y conocerán a Dios. Aquellos que perdieron a sus seres queridos, los volverán a ver. No habrá más tristeza, dolor ni lamento (Apocalipsis 21:4) y ese reino durará para siempre.
“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:1-5).
El plan de Dios anticipa con ansias el cumplimiento de lo que representa el Octavo Día, es decir, el establecimiento del reino eterno de Dios y de Jesucristo, el nuevo cielo y la nueva Tierra, cuando toda la humanidad tendrá la oportunidad de ser purificada y preparada para vivir por toda la eternidad. ¡Que Dios traiga pronto ese día!