¿Cuál es nuestra visión?
Hace algunos años, una amiga y antiguo miembro de la Iglesia de Dios Unida me dijo que antes de fallecer, le gustaría estar en una organización cuyos miembros “realmente se amaran unos a otros”. Aún recuerdo esas palabras, que me han perseguido por años.
¿Es la Iglesia de Dios Unida tal iglesia? ¿Se aman sus miembros realmente unos a otros? Es una pregunta difícil de analizar, sin embargo, debemos hacerlo.
El Consejo de Ancianos recientemente revisó su declaración de la visión para el plan estratégico. Ahora se lee así: “La visión de la Iglesia de Dios Unida es ‘Una iglesia guiada por el Espíritu Santo de Dios, unida y entrelazada con lo que cada miembro aporta, todos haciendo su parte y creciendo en amor para llevar a cabo el gran propósito que Dios tiene para la humanidad, de traer muchos hijos a la gloria’(Efesios 4:16; Hebreos 2:10)”.
Esta declaración fue cuidadosamente examinada por el Consejo, que pasó muchas horas revisando el Plan Estratégico y el Plan de Operaciones actual. El plan completo, incluyendo esta declaración de la visión, fue presentado ante la Conferencia General de Ministros el 6 de mayo. Este plan guiará las operaciones diarias de la Iglesia para cumplir su misión.
Todo el contenido del plan está dirigido a llevar a cabo la misión de la Iglesia. Si la Iglesia cumple con todos los objetivos estipulados en el plan, el cuerpo de creyentes se acercará más a esta declaración de nuestra visión. En otras palabras, todo lo que está en el plan, y todos los que están involucrados en llevarlo a cabo, estarán avanzando hacia el cumplimiento de esta visión que se ha escogido, ya sea en cuanto al lugar, la posición o la condición que deseamos alcanzar.
Repasemos nuevamente lo que es esta visión: “Una iglesia guiada por el Espíritu Santo de Dios, unida y entrelazada con lo que cada miembro aporta, todos haciendo su parte y creciendo en amor para llevar a cabo el gran propósito que Dios tiene para la humanidad, de traer muchos hijos a la gloria (Efesios 4:16; Hebreos 2:10)”. Esta visión está basada en las Escrituras.
¿Cómo podemos alcanzar esta visión general? ¿Cómo podemos nosotros en la Iglesia de Dios llegar a amarnos verdadera y profundamente unos a otros, tal como Cristo nos ama? Es una tarea difícil e intimidante. Pero si vamos a imitar a Cristo, uno debe ponerse a su altura para alcanzarla, ya que él nos dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34).
La buena noticia es que Jesucristo sabe que esto es posible. Este pensamiento que encontramos en Efesios 4:16 muestra cuál es verdaderamente su visión para su Iglesia, de la cual él es la cabeza (Efesios 1:22). Cristo y el Padre ya se han imaginado a la Iglesia de Dios como aquella que está compuesta de cada persona entregando algo para obra de la unidad y el crecimiento en amor. Imagine esto: ellos ya están enterados de lo que somos capaces de hacer, y han provisto esta alentadora e inspiradora visión, mostrando la realidad que ellos ven en nuestro futuro.
¿Alcanzamos a darnos cuenta de que Dios ya ve esta realidad en acción? ¿Podemos comenzar la tarea de caminar hacia esta gran visión y mirar a nuestro alrededor ahora mismo, para ver dónde y cómo vamos a llevar esto a cabo?
Esto exigirá que cada miembro de cada congregación trabaje diligentemente para hacer que el lugar de la “familia espiritual” se reúna en un lugar de paz, donde todo aquel que entre por la puerta sea bienvenido y se le haga sentir como en su casa. ¿Les da usted la bienvenida a los visitantes y personas nuevas cuando llegan? ¿Se mantiene en contacto con aquellos que no han podido asistir, haciéndoles saber que son recordados y que se les extraña? Todos aquellos que asisten a los servicios deben sentirse bienvenidos y seguros, y deben encontrar un rol que jugar en la vida de la congregación.
Para emular la visión de Cristo, cada miembro deberá saber por qué tiene que estar involucrado y por qué debe asistir regularmente a los servicios del sábado. Debemos entender que necesitamos estar ahí, no porque somos indispensables o los más importantes, sino que porque necesitamos el apoyo de otros y en su momento ellos necesitarán de nuestro apoyo.
Usted provee una conexión con alguien cada semana con su presencia, sus palabras de ánimo, y algunas veces simplemente por estar ahí. Como miembro, su sola presencia puede hacer una gran diferencia, porque usted tiene el Espíritu Santo y uno de los frutos claves del espíritu, que es el amor. ¿Qué son una sonrisa y un saludo, un abrazo y un apretón de manos, un oído atento y una palabra apropiada? Son expresiones del interés, la preocupación y el amor por los demás. Dios tiene el poder de usar la más simpley pequeña de las expresiones para magnificarla en las vidas de otros a través del poder del Espíritu Santo. Usted y yo tendremos que aprender que necesitamos ir a escuchar las verdades enseñadas cada semana, porque esto es la espina dorsal de la sanidad espiritual en un mundo que trabaja arduamente para destruir la fe y la creencia en Dios.
Esto requerirá que cada pastor, anciano y miembro, enseñe la verdad de la Biblia fielmente y la haga adquirir sentido en los corazones y las mentes de cada hombre, mujer y niño durante los servicios de cada semana. Dios debe hablar a través de todos nosotros, tanto en palabra como en acciones. Cuando tomemos esta responsabilidad colectiva seriamente, nos convertiremos en arterias a través de las cuales el poder de Dios podrá llegar a otros.
Las buenas noticias son que usted tiene una parte en hacer que esta visión se vuelva realidad. Jesucristo está llevándola a cabo cada semana, a medida que la novia se prepara para la futura boda. Podemos escoger el ser parte de ella y llevarla a cabo dondequiera que estemos y vayamos.
No es un error el que hayamos escogido el nombre “Unida” como descripción de esta organización dentro del cuerpo de Cristo. A pesar de la reestructuración y reorganización de los últimos 17 años, Dios ha preservado su Iglesia. Hoy todavía continuamos de pie y con un compromiso incluso más firme de cumplir la misión de predicar el evangelio y preparar a un pueblo. Nuestra visión es aún más clara. Sabemos a dónde tenemos que ir y cómo llegar allí. Este es el momento de renovar nuestra dedicación al llamado colectivo y a la tarea que se nos ha puesto por delante.
Aún puedo oír las palabras de mi amiga: “Antes de morir, quiero estar en una iglesia cuyos miembros se amen unos a otros”. Comencemos hoy mismo a trabajar, con nuestra visión como meta. Hemos dado grandes pasos en la dirección de esta visión, pero ella requiere de un esfuerzo continuo. Aumentemos la claridad de la visión que nos presentó Jesús, y con la ayuda de Dios, hagamos que esa visión sea la obra y meta de nuestra vida.