Carta del Presidente: 24 de febrero 2022

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Carta del Presidente

24 de febrero 2022

Hoy Rusia ha invadido Ucrania, comenzando con bombardeos aéreos y a la población civil. Los objetivos de los bombardeos han incluido las principales ciudades, incluida Kharkiv, donde aún viven miembros de mi familia. Doy las gracias a todos, incluidos nuestros amigos de Alemania y Australia, que me han enviado conmovedores correos electrónicos expresando su preocupación por lo que están viendo en las noticias.

Como escribí en mi columna de hace dos semanas, lo que más me entristece es el costo humano y el sufrimiento que acaba de empezar. Ver la foto de una anciana con la cara cubierta de sangre por un bombardeo cobarde e indiscriminado me dolió profundamente. En Ucrania están surgiendo grupos de Facebook que entregan informes y publican fotos de lo que está ocurriendo. Acabo de unirme al grupo “Guerra en Ucrania”. Mientras las potencias mundiales nucleares se enfrentan entre sí, y ahora que Rusia está involucrada, es improbable que el resultado sea bueno.

Mientras el mundo observa atónito estas acciones y se llena de temor y ansiedad, nosotros en la Iglesia de Dios sostenemos la poderosa verdad de que Dios es todopoderoso, y de que conoce íntimamente todo los que está ocurriendo. Tenemos la inquebrantable verdad bíblica de que “Él controla el curso de los sucesos del mundo; él quita reyes y pone otros reyes. Él da sabiduría a los sabios y conocimiento a los estudiosos” (Daniel 2:21, Nueva Traducción Viviente).

Ahora es el momento de someter nuestras voluntades a Dios, de buscarlo y confiar en que estamos bajo su cuidado. Aunque debemos orar por todas las personas, quisiera pedirles que oren especialmente por nuestros muchos amigos en Ucrania, en particular por nuestros hermanos observantes del sábado con los que hemos trabajado durante décadas. Les daremos informes a medida que los recibamos.

Cuando Jesucristo estaba extremadamente preocupado porque sabía cuál sería su destino inmediato, declaró a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Aunque no nos guste acordarnos o hablar del Reloj del Juicio Final (creado por el Boletín de Científicos Atómicos y que actualmente marca 100 segundos para la “medianoche”, que se refiere a la posible extinción humana), sabemos que Dios enviará a Jesucristo para que intervenga a último minuto, cuando los seres humanos estén listos para aniquilarse a sí mismos. También sostenemos y proclamamos las buenas nuevas del advenimiento del Reino de Dios, que finalmente acabará con la miseria humana y dará paso a una increíble y nueva era de paz verdadera.

Dejemos de lado cualquier temor y unámonos bajo las maravillosas promesas de nuestro Dios y nuestro Salvador, Jesucristo, orando siempre “¡Venga tu Reino!”

Practique el poder del perdón

¿Qué hace un discípulo de Jesucristo cuando ha sido dañado o herido por otros?

Vivimos en un mundo en el que frecuentemente los conflictos son algo común entre esposos y esposas, amigos y familiares, trabajadores y colegas. De hecho, un estudio demostró que el 85 % de los trabajadores estadounidenses tienen que lidiar habitualmente con conflictos en sus puestos de trabajo, lo que anualmente les cuesta a las empresas unos 359 000 millones de dólares en pérdida de productividad y gastos de recursos humanos.

Entonces, ¿cómo responde una persona que sigue a Jesucristo cuando ha sido agraviada o lastimada? El apóstol Pedro recibió una inusual respuesta cuando le preguntó a Jesucristo sobre este asunto: “Entonces Pedro, acercándose a él, le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” (Mateo 18:21).

La respuesta es importante, especialmente en una temporada en la que comenzamos a prepararnos espiritualmente para la celebración anual de la Pascua. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? “Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (versículo 22, énfasis añadido en todo el texto).

Esta puede ser una tarea difícil, especialmente cuando el daño ha sido causado por un amigo, un ser querido o un colega de confianza. Puede ser tentador entregarse a la autocompasión o albergar resentimientos, pero la seductora atracción de esa actitud negativa puede desembocar rápidamente en problemas peores.

¿Qué debemos hacer? La respuesta de Jesús es clara: debemos dar un paso atrás y perdonar.

Recientemente les he relatado algunas de mis experiencias personales en Rusia y Ucrania que ilustran puntos espirituales. Permítanme relatar aquí otra historia de origen ucraniano, que se relaciona profundamente con el fundamental tema del perdón.

Como he mencionado en otros relatos, cuando Bev y yo vivíamos en Indianápolis, una vez me presentaron a un hombre extraordinario: Hart Hasten. Debido a las similitudes en nuestras respectivas vidas, terminamos manteniendo una larga conversación durante el almuerzo. El intercambio incluyó algunas lecciones espirituales muy profundas para mí. Permítanme que se las cuente.

En la época en que lo conocí, el Sr. Hasten era un consumado y muy respetado líder comunitario, especialmente en la comunidad empresarial y judía de Indianápolis. Pero también era muy conocido, y sus sabios consejos eran solicitados por líderes de las altas esferas de Washington, D.C., e incluso a nivel internacional, incluidos altos funcionarios del gobierno de Israel. Su influencia positiva era muy amplia, desde contribuir a fundar una destacada academia hebrea en Indianápolis hasta fundar, dirigir y desarrollar varias instituciones de inversión, financieras y empresariales.

Pero el Sr. Hasten no siempre vivió la vida de esta manera. De hecho, como aprendimos durante nuestra conversación, poseemos experiencias infantiles notablemente similares.

El Sr. Hasten nació en una comunidad predominantemente judía en lo que antes había sido Polonia, pero que se convirtió en territorio ucraniano después de la Segunda Guerra Mundial. Mi padre también creció en la misma región. Cuando los nazis invadieron la región en 1941, mi padre Igor fue llevado al oeste, a Alemania, como trabajador esclavo. Al mismo tiempo, temiendo justificadamente una persecución mortal, la familia del Sr. Hasten huyó al este, a Kazajstán, para vivir bajo una relativa seguridad. La vida en Kazajstán fue extraordinariamente dura, pero la familia de algún modo sobrevivió.

Cuando regresaron con grandes dificultades a su región natal una vez terminada la guerra, se encontraron con un hecho horrible: todos sus parientes habían perecido en el Holocausto.

No les quedaba nada. Así que continuaron viajando hacia el oeste como refugiados, donde finalmente fueron admitidos en un campo de personas desplazadas en Austria. Como muchos de ustedes saben, mis padres sufrieron experiencias similares en Alemania antes de trasladarse a Minnesota, EE. UU. Casualmente, la familia Hasten hizo una mudanza similar al mismo estado.

Hablamos sin reservas sobre varios temas, incluyendo nuestra fe personal y nuestra observancia del sábado y los días de fiesta anuales.

Nuestra charla durante el almuerzo luego se tornó personal y animada. Inesperadamente, este profesional de los negocios, gran ciudadano y extraordinariamente exitoso, nos confió que tenía que quitarse de encima la pesada carga del odio. Sabía la respuesta: tenía que perdonar. Y lo hizo. Habló con pasión de que tenía que perdonar a los asesinos que insensiblemente acabaron con las vidas inocentes de sus familiares. Admitió que no podía seguir llevando esta carga emocionalmente corrosiva, que podía consumirlo.

 El Sr. Hasten escribió unas memorias tituladas ¡No moriré! El título del libro se inspiró en el Salmo 118:17-19: “No moriré, sino que viviré para contar lo que hizo el Señor. El Señor me castigó severamente, pero no me dejó morir. Ábranme las puertas por donde entran los justos, y entraré y daré gracias al Señor” (NTV).

¿Por qué eligió tal título? Lo explica en su libro:

“Mirando en retrospectiva los acontecimientos de mi vida, puedo discernir la obra de un poder superior. Estoy convencido de que el Omnipotente es más poderoso que los nazis, los soviéticos, la OLP (Organización para la Liberación Palestina) y todos los enemigos que se han levantado contra el pueblo judío a lo largo de la historia. Y, al igual que el pueblo judío, he estado al borde de la destrucción muchas veces, solo para ser salvado por la mano que Dios me tendía . . . Parafraseando al salmista, el título de mi libro expresa el hecho de que no he muerto, sino que se me ha permitido vivir para relatar lo que el Todopoderoso ha hecho”

¿Cuál es la moraleja? Que el perdón tiene un asombroso poder curativo. Al acercarnos a la Pascua, meditemos profundamente en esto.

Como dones espirituales, el perdón y la gratitud a menudo se complementan. Mientras escribo, miles de personas se enfrentan a dolorosas revueltas y convulsión social y política. Esto es especialmente grave en Ucrania, de donde provienen mis raíces familiares y las del Sr. Hasten. Otras zonas de África y Asia se enfrentan a terribles conflictos, incluso a un auténtico genocidio.

Hoy, muchos de nosotros en la comunidad de la Iglesia de Dios disfrutamos de las bendiciones de una paz relativa. Podemos, y debemos, estar agradecidos de Dios por esta maravillosa paz.

Sin embargo, no siempre ha sido así. A través de los siglos, comenzando en Jerusalén, durante   el Imperio romano y aun posteriormente, los discípulos han tenido que lidiar con conflictos e injusticia. Las dificultades que enfrentamos por guardar el séptimo día de reposo y los días santos anuales a menudo hacen que sobresalgamos de manera incómoda, e incluso que inocentemente suframos pérdidas.

El Sr. Hasten me inspiró. Había hecho las paces con su inmerecida situación y había perdonado a quienes asesinaron a su familia. La magnitud de este tipo de perdón puede ser un buen tema para meditar y considerar ahora que nos acercamos a la temporada de la Pascua.

Además, debemos pensar detenidamente en el hecho de que el propio Jesús murió por nosotros cuando aún éramos pecadores (Romanos 5:8).

Con eso como telón de fondo, piense humildemente en esto: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:3-4).

Jesucristo estableció la norma, incluso con nuestros adversarios: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).

¿Por qué? “Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”.

¿Cuál es la lección que Cristo nos quiso enseñar? “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No lo hacen así también los gentiles?” (Mateo 5:44-47).

Seamos sinceros: esto puede ser muy difícil de hacer. ¡Pero es lo que se espera de nosotros! Debemos pedir insistentemente a Dios y a Jesucristo cada día que su mor divino inunde nuestros corazones para poder conseguirlo (Romanos 5:5).

En su oración modelo a Dios Padre, Jesús nos instruye además: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Incluso cuando recibimos el perdón, debemos extender gracia y perdón a los demás que nos hayan herido o perjudicado.

¿Por qué tiene esto tan vital importancia? Veamos la respuesta de Jesús: “Pero, si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas” (Mateo 6:14-15).

Dios no quiere que suframos ni nos volvamos amargamente adictos a los pensamientos de venganza y autocompasión. ¡Dios es amor! (1 Juan 4:16) Pablo nos instruye “Por tanto, imiten a Dios, como hijos amados, y lleven una vida de amor . . .” (Efesios 5:1-2, Nueva Versión Internacional).

¡Practiquemos el poder del perdón!