Carta del Presidente: 23 de Julio de 2020

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Carta del Presidente

23 de Julio de 2020

Un tiempo de perdón, sanación y favor

Queridos compañeros y siervos de Dios:

El clima ártico afuera era extremadamente frío: apenas -14 °C. En el Gran Vestíbulo de la Casa Blanca, protegido del frío glacial, el presidente Ronald Reagan puso su mano izquierda sobre una Biblia para hacer su segundo juramento de toma del mando el 20 de enero de 1985. Tal como ocurriría en la ceremonia pública al día siguiente, una Biblia del Rey Santiago [King James] fue abierta en un extraordinario pasaje que llegó a ser el tema oficial de las dos inauguraciones de Reagan: 2 Crónicas 7:14. Dicho versículo dice:
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. Este versículo representa un poderoso llamado y promesa de Dios. Si la gente y los líderes de una nación se arrepienten, cambian su forma de pensar y actuar y entregan sus vidas a Dios, él promete otorgarles perdón, sanación y un favor extraordinario.

Como cuadragésimo presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan no observó el séptimo día (el sábado) ni los días santos anuales, pero sí tenía a Dios y a la Biblia en alta estima, haciendo frecuente y abiertamente un llamado a la gente para que retornara a los valores bíblicos.

En 1980 comentó públicamente: “Me han dicho que a lo largo de la historia el hombre ha adoptado cerca de cuatro mil millones de leyes. Sin embargo, siempre me ha parecido que en todo ese tiempo y con todas esas leyes, no hemos mejorado ni un ápice en cuanto a los Diez Mandamientos”. Refiriéndose directamente a la Biblia, añadió: “Es un hecho indisputable que todos los complejos y horrendos problemas a los que nos enfrentamos en casa y en el mundo tienen su respuesta en ese libro único”.

Cuando meditamos en lo que sucede en la actualidad, es bueno recordar las acciones de otro líder nacional, el rey Josías, que también fue el líder principal de una gran nación. Él reinó aproximadamente desde 640 a 609 a. C., y llegó al poder durante una época en la que Judá prácticamente se había alejado de Dios.

Judá había visto la caída de sus hermanos en Israel, el reino del norte, incluyendo los detalles del cautiverio de las diez tribus en el año 722 a. C. y su consiguiente esclavitud. Esa catastrófica caída debiera haber servido como ejemplo convincente para Judá, pero obviamente no fue así. Josías dedicó la primera parte de su reinado a limpiar y reenfocar a Judá en Dios y su forma de vida revelada (2 Reyes 22:1-23:25).

¿Por qué era necesario esto? Incluso desde los tiempos del rey Salomón, al interior de los muros del sagrado templo de Dios en Jerusalén (que entonces era el centro físico de adoración a Dios) se habían maquinado y llevado a cabo abominaciones horribles e indignas. Después de muchas décadas de reyes que “hicieron lo malo ante los ojos del Eterno”, el templo albergaba un centro de prostitución masculina, un despreciable poste de Asera, sacerdotes que quemaban incienso a dioses extranjeros, y cosas aún peores.

Josías se dedicó a limpiar enérgicamente todo eso tanto en Jerusalén como en toda la nación, incluido un sitio aledaño construido por el rey Salomón al vil dios Moloc, donde sacrificaban vivos a los niños judíos (1 Reyes 11:7).

Pero a pesar de todo esto, el cambio liderado por Josías solo fue temporal. El profeta Jeremías, que produjo el libro más largo y posiblemente más dramático de la Biblia, se paró frente a la hermosa puerta principal del templo restaurado durante ese tiempo y les advirtió que Dios lo destruiría todo. Pero el pueblo confiaba en sí mismo y en las cosas físicas, no en Dios (Jeremías 7:14).

La gente debió pensar que Jeremías estaba exagerando y haciendo declaraciones incomprensiblemente dramáticas. La Biblia registra lo que pasó: Josías murió, la nación volvió a caer en la apostasía y todo, incluyendo el maravilloso templo con incrustaciones de oro, fue destruido.
Hoy en día hay quienes abogan por el aborto de millones de bebés no nacidos y creen que los humanos pueden autodefinir el género personal, la preferencia sexual y la definición de matrimonio sagrado. Cuando nosotros predicamos la verdad bíblica, que advierte de una repetición del juicio de Dios, tales declaraciones posiblemente parezcan igualmente incomprensibles. ¿Cuál es entonces nuestra responsabilidad personal?

En esta época de prueba global, ¿aprovecharemos esta oportunidad para reafirmar nuestra fe, quizás para volver incluso a nuestro primer amor por la verdad (Apocalipsis 2:4-5)? Como se ha publicado recientemente en Las Buenas Noticias y en Internet, nosotros, como discípulos de Jesucristo, debemos vivir en un estado de arrepentimiento positivo, cambiando la forma en que pensamos y actuamos para ser más como Dios.

Considere esta increíble verdad: como miembros del cuerpo de Cristo, ¡Jesús (la esperanza de gloria) vive y actúa dentro de nosotros (Colosenses 1:27)! Como discípulos llenos del Espíritu que adoran al Dios vivo, conformamos el templo espiritual de Dios (1 Corintios 6:19-20).

 Medite en esta pregunta: en este tiempo de tumulto y distracción, ¿estamos deshaciéndonos de los postes idólatras de Asera que gran parte de esta sociedad trata de plantar astutamente dentro de nosotros? La buena noticia es que Dios es todopoderoso y lleno de amor. Está aquí para ayudarnos y sostenernos (Salmos 37). Él es raudo para perdonar y quiere que tengamos éxito.

¿Podemos aprovechar ahora este tiempo difícil para convertirnos en la ciudad asentada en la colina de la que habló Jesús en Mateo 5:14-16? ¿Podemos hacer ahora el esfuerzo por transformarnos (Romanos 12:1-2) y ser una luz para el mundo? A pesar de los numerosos desafíos que enfrentamos ahora, comparativamente todavía tenemos mucho que agradecer. Todavía vivimos en una época en la que el perdón, la sanación y el favor están disponibles para nosotros.

Pero, ¿cuánto tiempo durará esto? William O. Douglas, juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos y erudito legal que reconoció el papel de Dios en los Estados Unidos, una vez advirtió: “Tal como el anochecer no llega de inmediato, tampoco lo hace la opresión. En ambos casos hay un crepúsculo en el que todo parece no cambiar, y es en tal crepúsculo que todos debemos estar más conscientes de los cambios en el ambiente, por mínimos que sean, para no convertirnos en víctimas involuntarias de la oscuridad”.

Nosotros en la Iglesia de Dios somos llamados por el nombre de Dios. Podemos evitar convertirnos en “víctimas involuntarias de la oscuridad” si practicamos individual y colectivamente lo que Dios nos ordena en 2 Crónicas 7:14.

¿Podemos regocijarnos en el hecho de que somos el templo viviente del Espíritu Santo de Dios? Limpiemos hoy ese templo humillándonos, dedicándonos nuevamente a la oración ferviente y buscando activamente a Dios. Entonces, dondequiera que vivamos podemos recibir perdón, sanación y favor.

Al acercarnos a la temporada de los festivales de fin de año, ¡escribamos 2 Crónicas 7:14 en nuestros corazones y renovemos nuestro primer amor y fidelidad al Dios Altísimo!

En servicio a Cristo, 

Víctor Kubik