Tres razones para no dejar que la vida te desanime: Para nuestros lectores jóvenes

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Tres razones para no dejar que la vida te desanime

Para nuestros lectores jóvenes

En el libro de Eclesiastés, Salomón describe cómo se dedicó a experimentar todo lo imaginable para ver de qué se trataba la vida. Quería descubrir dónde se encontraba el verdadero significado de esta y lo que le podía brindar felicidad (1:13, 17; 2:1). Sin embargo, a pesar de toda esta sabiduría, cuando intentó aplicarla en su vida humana y en el mundo físico se dio cuenta de que su búsqueda era inútil. En Eclesiastés 2:17 escribió lo siguiente: “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu”.

A veces puede ser fácil desanimarse. Nos ocurren cosas malas, las relaciones interpersonales son complicadas, e incluso cuando alcanzamos nuestras metas o las cosas salen de acuerdo a lo planeado, a la larga no resultan como anticipábamos. Además, tratar de hacer lo correcto y ser una buena persona puede ser mucho más complicado de lo que muestran las películas o historietas de nuestra niñez. En ocasiones es fácil pensar, “¿Por qué Dios no me hace las cosas un poquito más fáciles?” Cuando Job se hallaba sumido en la desesperación por las pruebas en su vida, escribió: “¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón, y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes? ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada . . .?” (Job 7:17-19).

Y aunque sabemos que al final todo será para bien y creemos en la bondad de Dios, es fácil desalentarse y sentirse agotado por las dificultades diarias que nos aquejan. A quienes estamos procurando vivir según el camino de Dios, la vida nos exige tomar decisiones difíciles a diario, y cuando tiene que ver con superar el pecado, las adicciones y malos hábitos, es mucho más fácil darse por vencido. Para darle cabida a este tipo de cosas, solo necesitamos decir que sí una vez. Pero decir que no, verdaderamente no, requiere que sigamos diciendo no cada día por el resto de la vida, y no solo cada día, sino que a cada hora y en ocasiones incluso a cada momento. Decir que no a las tentaciones del mundo puede parecer tedioso e interminable. Una cosa es ser fuerte por un breve periodo, pero a la larga esto puede desgastar incluso a mucha gente fuerte. En el caso de las adicciones graves, puede que la tentación nunca desaparezca y generalmente se convierte en un desafío que dura toda la vida (The Selfish Brain: Learning from Addiction [El cerebro egoísta: Cómo aprender de la adicción], p. 334).

Estas son las malas noticias; y si esto fuera todo, estaríamos en serios problemas. ¿Por qué permitiría un Dios bueno que esta fuese la manera en la que funciona el mundo? Felizmente, la historia no termina aquí. Detrás de las dificultades de la vida hay un propósito, y tiene que ver con que nuestra existencia trasciende esta vida física. Comprender un poco cómo y por qué Dios permite que nuestras vidas sean de la manera que son puede darnos ánimo cuando enfrentamos tiempos difíciles.

Y estas son las buenas noticias:

1. Tu cerebro fue diseñado para cambiar

Es cierto que la transformación personal puede ser difícil y tomar mucho tiempo, pero no es imposible. Dios te creó con una mente no solo capaz de cambiar, sanar y desarrollarse de maneras increíbles, sino que hecha precisamente con ese propósito.

En The Brain that Changes Itself (El cerebro que se cambia a sí mismo), Norman Doidge explica e ilustra el principio de “úselo o piérdalo” respecto a la plasticidad cerebral (la habilidad que tiene el cerebro de crear conexiones y modificarse a sí mismo). Él escribe así en cuanto a este concepto:

“La naturaleza competitiva de la plasticidad nos afecta a todos. Hay una interminable guerra de nervios dentro del cerebro de cada uno de nosotros. Si dejamos de ejercitar nuestras habilidades mentales, no solo las olvidamos: el espacio en el mapa cerebral destinado a esas habilidades se transfiere a las habilidades que practicamos. Si alguna vez se ha preguntado, ’¿Con qué frecuencia debo practicar el francés, la guitarra o las matemáticas para no olvidar lo aprendido?’, en realidad está inquiriendo sobre la plasticidad competitiva y la frecuencia con la que debe practicar una actividad para asegurarse de que su lugar en ese mapa cerebral no sea ocupado por otra . . .

“La plasticidad competitiva también explica por qué nuestros malos hábitos son tan difíciles de romper o ’desaprender’. La mayoría de nosotros piensa que el cerebro es un recipiente y que el aprendizaje es algo que ponemos dentro de este. Cuando intentamos vencer un mal hábito, pensamos que la solución es poner algo nuevo en el recipiente. Pero cuando aprendemos un mal hábito, este se apodera de nuestro mapa cerebral y cada vez que lo repetimos adquiere más control de ese mapa e impide que los ’buenos hábitos’ utilicen ese espacio. Por ello es que ’desaprender’ con frecuencia es mucho más difícil que aprender, y por qué la educación infantil es tan importante: es mejor hacer las cosas bien desde pequeños, antes de que el ’mal hábito’ obtenga una ventaja competitiva” (p. 47).

Por tanto, mientras más refuerces un mal hábito, más difícil será romperlo. Pero, por otro lado, tu cerebro está cambiando y ajustando constantemente su mapa de conexiones según lo que haces, lo que ocupa tu atención y lo que aprendes. Esto quiere decir que no solo es posible cambiar, sino que estás cambiando constantemente, te des cuenta o no de ello. Tú tienes el poder de controlar lo que está cambiando, qué conexiones cerebrales están siendo utilizadas y cuáles se están perdiendo.

He aquí unas cuantas maneras de comenzar el proceso:

-Establece la base para los buenos hábitos siendo una persona confiable. Si dices que vas a hacer algo, hazlo, aunque no parezca ser muy importante.

-Aprende una nueva habilidad, deporte o pasatiempo. Acostúmbrate a la sensación confusa e incómoda de no saber lo que estás haciendo.

-Recompénsate a ti mismo por cualquier éxito, sin importar lo pequeño que sea, cuando venzas un antiguo hábito. Celebrar los éxitos hace una conexión positiva con el cambio. En vez de culparte constantemente por tus intentos fallidos de cambio, enfócate en tu progreso, incluso si solo das dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás.

Desde luego, en todo esto hay además un elemento espiritual aún más importante. Con el don del Espíritu Santo que trabaja contigo (y dentro de ti, una vez que te hayas bautizado), es posible alcanzar un nivel de transformación mucho mayor.

2 Pedro 1:3-4 dice: “Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina” (Nueva Versión Internacional).

Dios diseñó nuestros cerebros para el cambio y desea que tengamos éxito en crecer, superarnos y llegar a ser como él: esa es la meta de la vida. El sacrificio de Cristo y el Espíritu Santo de Dios son lo que finalmente hacen esto posible, así que contamos con la mejor ayuda imaginable. Y además tenemos su promesa de que él hará todo lo posible para ayudar a que este proceso sea un éxito (Filipenses 1:6).

2. No estás solo

Es común que cada uno de nosotros piense: “Yo soy el único que lucha tanto, el único que pudo haber fracasado tantas veces en superar este pecado o mal hábito”. Pero la verdad es que estamos todos en la misma situación. Puede que luchemos contra diferentes cosas y en distintas maneras (y algunas de estas son más visibles externamente que otras), pero todos cometemos errores una y otra vez.

Entender que todos necesitamos igualmente el perdón y la gracia de Dios es uno de los aspectos más maravillosos de estar en la Iglesia (el Cuerpo de Cristo). Todos somos una familia, e idealmente una comunidad que provee apoyo, ánimo, honestidad y guía, lo cual hace posible que a la larga nos mantengamos fuertes, que no nos rindamos y que progresemos más rápido que si estuviésemos aislados. Dios nos creó como seres sociales que priorizan las relaciones, ya que su meta es que la mayor cantidad de gente posible forme parte de su familia espiritual en su reino.

Colosenses 3:12-16 nos explica cómo tener relaciones interpersonales con un enfoque divino: “Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón” (NVI).

Ninguno de nosotros es perfecto (repasa el primer párrafo de esta sección), pero estamos en este camino por las razones correctas y a largo plazo. Mucha gente en el mundo actual tiene muy pocas relaciones significativas en las que puede confiar. Somos increíblemente afortunados de tener una comunidad internacional de personas que comparten las mismas convicciones y están comprometidas con la misma misión y también las unas a las otras. Por lo tanto, saca provecho de esta relación con tus hermanos en Cristo y comprueba que no estás solo.

He aquí unas cuantas maneras de comenzar este proceso:

- Sé honesto respecto a tu vida con alguien que tenga sabiduría y experiencia (es decir, alguien fuera de tu grupo de amigos); pide ayuda, o simplemente entabla una conversación.

- Encuentra formas de involucrarte. A menudo, participar en vez de ser simples espectadores es un estímulo para establecer conexiones y relaciones más profundas.

- No dejes que una mala experiencia te desanime. Todos hemos tenido días malos y conversaciones incómodas. Aunque sea aterrador, continúa intentándolo y se te hará más fácil.

3. Crecemos gracias a las dificultades

Aunque ya lo sabemos, es importante recordar que Dios ve cuando las cosas se nos hacen difíciles y siente compasión por nosotros. Él no quiere ver a nadie sufriendo o sumido en la desesperación, pero también tiene una perspectiva mucho más amplia: por sobre todo, desea que estemos en su familia espiritual por toda la eternidad. Y él sabe que, para desarrollar nuestro carácter, necesitamos pasar por un proceso que es arduo, lento y a largo plazo. Así es como sabrá que estamos completamente comprometidos y preparados para unirnos a él como seres espirituales. Además, este proceso es lo que nos permitirá ser líderes y maestros exitosos para ayudar a aquellos que no fueron llamados durante sus vidas físicas.

Como 2 Pedro 1:5-11 dice: “En vista de todo esto, esfuércense al máximo por responder a las promesas de Dios complementando su fe con una abundante provisión de excelencia moral; la excelencia moral, con conocimiento; el conocimiento, con control propio; el control propio, con perseverancia; la perseverancia, con sumisión a Dios; la sumisión a Dios, con afecto fraternal, y el afecto fraternal, con amor por todos. Cuanto más crezcan de esta manera, más productivos y útiles serán en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo . . . Así que, amados hermanos, esfuércense por comprobar si realmente forman parte de los que Dios ha llamado y elegido. Hagan estas cosas y nunca caerán. Entonces Dios les dará un gran recibimiento en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (Nueva Traducción Viviente).

¡No te rindas! Cuando fracases, inténtalo de nuevo y ten la seguridad de que tu familia de la Iglesia y Dios están contigo, animándote para que tengas éxito.

He aquí unas cuantas maneras de comenzar este proceso:

- Ora y pídele a Dios que te ayude a ver las cosas según su punto de vista y a tener más conciencia de ti mismo. Pídele que te ayude a amar las cosas que él ama y a odiar las cosas que él odia.

- Lee relatos de personas que han pasado por experiencias difíciles, o habla con ellas. Ver ejemplos de la perseverancia y el espíritu triunfador de los seres humanos ayuda a poner en perspectiva las pruebas y fracasos.

- Encuentra a alguien (padre o madre, mentor, líder de la Iglesia), que te pueda ayudar y a quien puedas rendirle cuentas, que te muestre en qué aspectos puedes mejorar y que celebre contigo tu progreso.

Toda persona experimenta el desánimo de la vida en algún momento, pero no permitas que este te venza. Recuerda que Dios está a cargo y que existe una razón por la cual la vida es difícil. Todos ansiamos que llegue aquel día en el que las dificultades y el desaliento de esta vida quedarán atrás.

Algunos piensan que el libro de Eclesiastés es mayormente negativo y deprimente y que considera que la vida es solo vanidad o no tiene sentido. Sin embargo, en realidad “Eclesiastés recomienda el gozo mucho más que la tristeza. Considere que Jesús mismo era un ’varón de dolores, experimentado en quebranto’ (Isaías 53:3), no obstante, también fue ungido ’con óleo de alegría más que a [sus] compañeros’ (Salmos 45:7; Hebreos 1:9). A pesar de las tristezas de la vida, no debemos desesperarnos sino continuar regocijándonos con los preciosos obsequios que Dios nos ha dado” (Beyond Today Bible Commentary [Comentario bíblico de Beyond Today], p. 76).

Por tanto, aprendamos a apreciar y disfrutar los buenos tiempos para que así, cuando vengan los malos, ¡podamos usarlos como oportunidades para dar otro paso hacia un futuro mejor que lo que ninguno de nosotros puede imaginar!