Trasfondo Histórico de los Evangelios: Lección 35

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Trasfondo Histórico de los Evangelios

Lección 35

Después que Judas regresara de reunirse con los líderes judíos para traicionar a Jesús, había llegado el momento de que Cristo tomara su última Pascua y cumpliera las profecías de ser el cordero pascual simbólico.

Mateo escribe: “El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua” (Mateo 26:17-19).

Explicación del primer día de los Panes sin Levadura

La primera pregunta es, ¿por qué dice “en el primer día de panes sin levadura” si apenas iban a celebrar la Pascua? Sabemos que la Pascua es el día anterior a los siete días de panes ázimos (Levítico 23:5-7). Entonces, ¿por qué se contaba como uno de ellos?

Para entender esto, comencemos por leer dos escrituras claves: Lucas 22:1 dice: “Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua”. Y Marcos 14:12 agrega: “El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?”

Vemos que el día de la Pascua había sido incluido como parte de los días de los Panes sin Levadura en un solo período festivo. Como dice Josefo, historiador judío del primer siglo, “Celebramos durante ocho días la fiesta llamada los Panes sin Levadura” (Antigüedades de los judíos, libro 2, cap. 15:1). En el Nuevo Testamento, por tanto, la Pascua podía referirse a todo el período de la fiesta de ocho días o bien los días de los Panes sin Levadura también podían incluir la Pascua. Esto se explica con más detalle en los siguientes párrafos.

Con respecto a la supuesta discrepancia entre los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y el Evangelio de Juan, El Conocimiento Bíblico: Un comentario expositivo dice: “Los evangelios sinópticos se refieren a la cena que Jesús comió con sus discípulos llamándola cena de la pascua. Pero el evangelio de Juan indica que Jesús murió en la cruz en el momento exacto en que los corderos eran sacrificados en preparación para la cena de la pascua (Juan 19:14). Esto puede explicarse por el hecho de que la fiesta de los panes sin levadura era una fiesta de siete días, que seguía a la fiesta de la pascua de un día. Pero a veces los ocho días completos eras llamados ‘la pascua’ (Lucas 2:41; Lucas 22:1; Hechos 12:3-4), o los siete días eran la ‘semana de la pascua’ (Juan 19:14). Una explicación diferente es que los judíos del primer siglo seguían dos calendarios al observar esta fiesta. Según este punto de vista, Jesús y sus discípulos conmemoraron una fecha, y comieron la cena de la pascua antes de la crucifixión de Jesús, mientras la mayor parte de la nación, incluso los fariseos, siguieron el otro calendario, en el que el cordero de la pascua era sacrificado en el mismo día de la muerte de Jesús” (notas sobre Lucas 22:7, Ediciones Las Américas, 2004).

The Evangelical Commentary (Comentario evangélico) agrega: “Estudios recientes han insistido en que ambas narrativas podrían ser aceptables debido a la diferencia entre calendarios del primer siglo. Por tanto, las comidas ceremoniales pueden haber sido observadas en más de una noche durante esta semana festiva” (notas sobre Juan 13:1).

En nuestro documento doctrinal de la IDU, La Pascua del Nuevo Testamento (en inglés), declaramos: “Para ser fieles a las Escrituras (teniendo en cuenta los cuatro evangelios), uno debe concluir que, sin duda, Cristo tuvo una cena con sus discípulos la noche antes de morir. Mateo, Marcos y Lucas llaman a esto ‘la pascua’ y ‘esta pascua’. Juan menciona que los judíos no querían contaminarse para poder ‘comer la pascua’ poco después de la muerte de Cristo. Esto parece ser claro. Sin embargo, el total de comidas no es el aspecto más importante de estos relatos [con respecto a la cena pascual de Jesús al comienzo de la Pascua y la de los judíos la noche siguiente]. El hecho de que Cristo instituyera una nueva ceremonia para reemplazar un antiguo sacrificio es de suma importancia. Cristo introdujo nuevos símbolos y una nueva ceremonia, al anochecer, cuando comienza el catorce de Abib (Nisan). Este es el punto de referencia para los cristianos. Nos reunimos hoy, más de 1900 años después, y recordamos los eventos de esa noche. Nos reunimos la misma noche en que Cristo se reunió con sus discípulos. Estamos conmemorando a Cristo como ‘nuestra pascua’. Por lo tanto, seguimos su ejemplo y nos reunimos la misma noche que él lo hizo. Cristo no celebró solo. Se reunió con sus discípulos al atardecer cuando comienza el día catorce. Debemos seguir su ejemplo hoy” (1997, p. 18).

La nueva Pascua y la ceremonia del lavado de pies

Mateo continúa: “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos” (Mateo 26:26-30). Estos versículos, más lo que agrega Juan, son la base de nuestra ceremonia de la Pascua. Dado que Juan estuvo presente en esa Pascua, explicó más detalladamente lo que sucedió allí.

Juan dice: “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:1-17).

Entonces, Jesús nos ordenó cumplir esta ceremonia del lavado de pies que instituyó para fomentar la actitud de servicio, según su ejemplo, en la Iglesia; así, pues, observamos fielmente esta práctica en la Pascua.

Barclay nos da el contexto histórico: “Hay aún más en el trasfondo de este pasaje de lo que nos cuenta el propio Juan. Si volvemos el relato que nos hace Lucas de la Última Cena, nos encontramos el detalle trágico: ‘Entonces los discípulos se pusieron a discutir a cuál de ellos había que considerar como el más importante’ (Lucas 22:24). Aun a la vista de [su crucifixión], los discípulos seguían discutiendo cuestiones de primacía y de prestigio. Puede que aquella discusión produjera la situación que hizo que Jesús actuara de esta manera. Las carreteras de Palestina no estaban empedradas ni limpias. En tiempo seco se hundían los pies en el polvo, y cuando llovía, en el barro. El calzado más corriente eran las sandalias, que apenas eran suelas que se sujetaban a los pies con correas [de cuero]. Poco protegían del polvo y el barro de las carreteras. Por esa razón, siempre había grandes tinajas de agua a la puerta de las casas; y allí estaba un siervo con una toalla y una palangana, dispuesto a lavarles los pies a los huéspedes a medida que entraban. Pero en la pequeña compañía de Jesús no había siervos. Los deberes que los esclavos llevarían a cabo en los círculos más acomodados, los compartían entre sí, o los [hacían] por turnos . . .”

“Pocos incidentes evangélicos nos revelan tanto como este el carácter de Jesús y la maravilla de su amor . . . Jesús sabía que tenía todo en sus manos. Sabía que estaba cerca la hora de su humillación, pero también sabía que su hora de exaltación estaba cerca. Tal conocimiento pudo haberlo llenado de orgullo; y sin embargo, sabiendo que el poder y la gloria eran suyos, lavó los pies de sus discípulos. En el momento en que pudo haber sentido un orgullo supremo, dio ejemplo de la suprema humildad. Así es siempre el amor. Cuando alguien se pone enfermo, la persona que le ama le prestará los cuidados más humildes, y se deleitará haciéndolo, porque el amor es así. Algunas personas se creen demasiado importantes para hacer cosas humildes. Jesús no era así. Sabía que era el Señor de todo, y les lavó los pies a sus discípulos . . . Fue precisamente entonces, cuando estaba más cerca de Dios, que Jesús llegó al límite de su servicio a los hombres. El lavar los pies de los huéspedes en una fiesta era el menester de los esclavos. Los discípulos de los rabinos se suponía que prestaban a sus maestros servicios personales; pero no habrían soñado en llegar a tal humillación. Lo maravilloso de Jesús es que, el estar más cerca de Dios, lejos de apartarle de los seres humanos, le acercaba aún más a ellos” (notas sobre Juan 13:1).

Judas traiciona a Jesús

Después de la ceremonia del lavado de pies, Juan le preguntó a Cristo quién lo iba a traicionar y Jesús le dijo que sería aquel a quien le diera el siguiente bocado de pan. Leemos: “Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto. Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres. Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche” (Juan 13:26-30).

Barclay aporta una nota mordaz sobre la traición de Judas. “La crueldad brutal de la deslealtad de Judas se describe gráficamente de forma que resulta especialmente impactante para la mente oriental. Jesús hace una cita del Salmo 41:9 [‘el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar’]. La referencia, en conjunto, dice lo siguiente: ‘Hasta el amigo entrañable en el que yo confiaba, que participaba de mi mesa, ha levantado el calcañar contra mí’. En Oriente, ‘comer pan con alguien’ o ‘comer a la mesa de alguien’ era una señal de amistad y de relación leal.

“2 Samuel 9:7 y 13 dice que David le concedió a Mefiboset: ‘. . . y tú comerás siempre pan a mi mesa’ (RV09), cuando habría podido eliminarle por ser descendiente de Saúl . . . 1 Reyes 18:19 habla de los profetas de Baal que comían a la mesa de Jezabel. Para el que había comido pan a la mesa de otro, ponerse en contra de él cuando por aquel acto se había comprometido su lealtad, era una repugnante traición. La deslealtad de sus amigos era para el salmista la ofensa más dolorosa. ‘No ha sido un enemigo el que me ha hecho objeto de sus mofas y sarcasmos –lo que me hubiera sido más llevadero–; no es un adversario el que me ha tratado con la máxima insolencia –porque en tal caso le habría podido evitar–; sino que has sido tú, mi igual, mi compañero, mi amigo del alma. Juntos solíamos conversar en dulce armonía, íbamos juntos a la casa de Dios en estrecha camaradería’ (Salmos 55:12-14).

“Infiere el dolor más punzante del mundo el que un amigo sea culpable de tamaña deslealtad. La misma frase que se usa está llena de crueldad. ¿Levantó contra mí su calcañar? La frase hebrea dice literalmente: ‘Hizo grande el calcañar’, y es una expresión que denota una violencia brutal. En este pasaje no hay la más leve insinuación de ira; solo de dolor [el que le infligió Judas] . . .

“Este pasaje también subraya el hecho de que, de alguna manera, toda esta tragedia está en el plan de Dios, y de que Jesús la aceptó plenamente y sin la menor resistencia. Sucedió como estaba anunciado en las Escrituras. Nunca hubo la menor duda de que la redención del mundo costaría el corazón partido de Dios. Jesús sabía lo que estaba sucediendo. Conocía el precio, y estaba dispuesto a pagarlo. No quería que los discípulos pensaran que le había enredado una ciega malla de circunstancias de la que no podía escapar. No iban a matarle; era que él escogía la muerte. En aquel momento no lo veían, ni podían verlo, pero él quería asegurarse de que llegaría un día cuando mirarían atrás y recordarían y comprenderían.

“Si en este pasaje se muestra la amargura de la deslealtad, también se subraya la gloria de la fidelidad. Llegaría el día en que estos mismos discípulos declararían al mundo el mensaje de Jesús. Entonces serían nada menos que los representantes de Dios mismo. Un embajador no actúa por su propia cuenta ni depende solo de sus cualidades y calificaciones personales. Va revestido de toda la gloria y el honor de su rey. Escucharle a él es escuchar al que le envió, y honrarle a él es honrar al que representa. El gran honor y la gran responsabilidad de ser un cristiano comprometido consiste en que representamos en el mundo a Jesucristo: hablamos por él, actuamos por él. El honor el Eterno está en nuestras manos” (notas sobre Juan 13:26).

¡Qué sección tan inspiradora de las Escrituras! La próxima vez esperamos cubrir más sobre esta Pascua tan importante para todos nosotros. EC