Trasfondo Histórico de los Evangelios: Lección 34 - Mateo 25-26

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Trasfondo Histórico de los Evangelios

Lección 34 - Mateo 25-26

Al final de Mateo 25, Jesús entrega la tercera parábola acerca de su juicio venidero, generalmente llamada La parábola de las ovejas y las cabras, porque usa la analogía de un pastor que al anochecer separa las ovejas de las cabras. Dado que la mayoría del mundo no comprende el plan de salvación de Dios, esta es una de las partes de las Escrituras que más mal se interpreta y aplica. Es utilizada por muchos predicadores del cristianismo tradicional para pregonar un mensaje popularmente conocido como “evangelio social”, afirmando que hacer buenas obras por los pobres y los encarcelados son las acciones primordialmente necesarias para entrar al Reino de Dios y evitar ser condenados.

Sin embargo, esta interpretación se basa en una suposición errónea de que Cristo se está refiriendo principalmente a ayudar a los pobres y a los encarcelados en general, aunque desde luego esta es una causa loable, y el servicio comunitario, o “hacer el bien a todos”, es parte de nuestra vocación. Como Pablo les recordó a los hermanos gálatas: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10, énfasis agregado en todo este artículo).

No obstante, en esta parábola es crucial entender las palabras que Jesús usa: “hermanos míos” (en griego, mou adelphoi en plural y adelphos en singular) y “uno de los más pequeños”, que en este contexto y en Mateo en general se usan para identificar exactamente a quienes estaba describiendo.

Evangelical Commentary of the Bible (Comentario evangélico de la Biblia) lo explica así: “La parábola de las ovejas y las cabras continúa con el tema del juicio expuesto en Mateo 23-25. Una comparación del uso que hace Jesús de hermano (del griego adelphos) en otras partes de Mateo (especialmente en Mateo 12:46-50; 23:8; 28:8-20) indica que aquí él no está hablando de los pobres y oprimidos en general, sino específicamente de sus discípulos” (nota sobre Mateo 25:31).

Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:31-46).

Para entender correctamente esta parábola es importante tener en cuenta los siguientes cinco puntos:

Primero, Jesús estaba instruyendo y animando a sus apóstoles poco antes de ser arrestado, lo que tendría lugar un par de días después (Mateo 26:1-2). ¿Cómo entendieron sus discípulos estas palabras? ¿Las interpretaron básicamente como que debían salir al mundo y comenzar a cuidar a los pobres y visitar a los presos? Eso no es lo que dice el libro de los Hechos, que registra lo que hicieron los apóstoles y hermanos durante las siguientes tres décadas, aproximadamente. Si bien es cierto que el amor y las curaciones beneficiaron a muchos de los pobres y a otras personas, no obstante vemos que su misión era principalmente cumplir la gran comisión (Mateo 28:19-20) de predicar el evangelio del reino al mundo y preparar a un pueblo “celoso de buenas obras” (Tito 2:14), que sería parte de la Iglesia de Dios.

En segundo lugar, Jesús describe constantemente a sus “hermanos” espirituales como aquellos que lo obedecen tanto a él como los mandamientos de su Padre. Note lo que dijo en Mateo 12:47-49: “Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos [adelphoi] están afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos [gr. adelphoi]? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ¡He aquí mi madre y mis hermanos [gr. adelphoi]! Porque el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, mi hermano [gr. adelphos] es y hermana y madre”. También dijo a sus discípulos en Mateo 23:8, justo antes de entregar esta profecía del monte de los Olivos: “Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos [gr. adelphoi]”.

En tercer lugar, Jesús se refirió “a uno de estos mis hermanos más pequeños” o usó el término equivalente a “pequeñitos” en Mateo 10:40-42: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió . . . Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”. De modo que en ese momento no estaba tratando de juzgar o convertir a la mayoría del mundo, como recalcó en Juan 17:8-9: “Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron . . .Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son”.

En cuarto lugar, las dos parábolas anteriores iban dirigidas a sus discípulos, y en este contexto, lo mismo se aplica a esta. Para Dios es muy importante la forma en que la gente trataría a “sus hermanos” y a “los más pequeños” que predican las verdades de Dios. Este juicio, por supuesto, incluiría lo que sucedería no solo en esta era presente, sino también en las resurrecciones futuras, cuando se den las oportunidades de conversión que se describen en las Escrituras, principalmente en Romanos 11, 1 Corintios 15 y Apocalipsis 20. En realidad esta breve parábola es un resumen del juicio a toda la humanidad.

En quinto lugar, varios comentarios bíblicos coinciden sobre la identidad de los “hermanos” espirituales de Jesús. Como dice The Expositor’s Bible Commentary (Comentario bíblico del expositor), “La mejor interpretación, con mucho, es que los ‘hermanos’ de Jesús son sus discípulos (Mateo 12:48-49; 28:10; comparar con 23:8). El destino de las naciones estará determinado por la forma en que respondan a los seguidores de Jesús, quienes, ‘misioneros’ o no, están encargados de difundir el evangelio y lo hacen a pesar de sufrir hambre, sed, enfermedad y encarcelamiento. Las buenas obras hechas a los seguidores de Jesús, aun a los más pequeños de ellos, no son solo obras de compasión y moralidad, sino que reflejan cómo están las personas en relación con el reino y con el mismo Jesús, que se identifica con el destino de sus seguidores y equipara la compasión por ellos con la compasión hacia sí mismo” (nota sobre Mateo 25:31).

De manera similar, Evangelical Bible Commentary (Comentario evangélico de la Biblia) dice: “Las naciones son diferentes de los hermanos (versículo 40) y son juzgadas según la forma en que los han tratado. Una comparación con Mateo 10:40-42 muestra que cuidan de los hermanos en su calidad de representantes de Jesús. Las ovejas son las que reciben el evangelio del reino y a sus mensajeros, y las cabras son las que los rechazan. Los hermanos experimentan las privaciones reflejadas en Mateo 25:35-36 debido a su lealtad a Jesús (véase Mateo 5:10-12; 10:16-23; 24:9-14).

“Como las dos parábolas anteriores y las de Mateo 13:24-50, esta describe la separación que tendrá lugar en el juicio final (versículo 32). Los pastores palestinos comúnmente pastoreaban ovejas y cabras juntas, pero las separaban al final del día (las ovejas, con su lana pesada, necesitaban menos refugio que las cabras). Como animales de mayor valor [y más humildes], las ovejas representan a los redimidos (ver también Ezequiel 20:37-38).

“Aquellos de entre las naciones que reciban a los emisarios de Jesús seguramente serán recompensados con la salvación (Mateo 25:34; compare con Mateo 10:41-42). Que el reino esté ‘preparado . . . desde la creación’ resalta la certeza de la recompensa y ofrece esperanza en medio de las pruebas actuales. Aquellos que no reciban a los seguidores de Jesús y, por lo tanto, demuestren su hostilidad o indiferencia hacia el mensaje que ellos predican y hacia Cristo, a quien representan, se perderán eternamente. La compasión de Jesús por los necesitados material y físicamente es evidente en todas partes. Sin embargo, su principal preocupación es la relación del hombre con Dios, no su entorno; y su misión singular es salvar de los pecados (Mateo 1:21), no de la pobreza o el hambre. Esta misión y las respuestas a la misma se hacen evidentes justo cuando Jesús concluye este discurso final (Mateo 23-25)” (nota sobre Mateo 25:31).

Otro modo de ver esta parábola podrían incluir la forma en que nosotros tratamos a nuestros propios hermanos, especialmente a los que sufren necesidad o aflicción. Como dijo Pablo, “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios 12:26).

Osario de Caifás

Después de explicar los sucesos del tiempo del fin y el juicio venidero, Jesús advierte a sus discípulos sobre los trágicos acontecimientos que tendrían lugar durante la Pascua: “Cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado. Entonces los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, y tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle. Pero decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo” (Mateo 26:1-5).

Curiosamente, en 1990 se descubrió evidencia arqueológica sobre Caifás. En una tumba en Jerusalén se encontraron varias cajas de huesos, llamadas osarios, con el nombre de la familia, “Caifás”, grabado en ellos. Además, una caja muy elaborada tenía inscrito en un lado el nombre “José, hijo de Caifás”, probablemente refiriéndose al sumo sacerdote que presidió el juicio de Cristo.

William Barclay señala: “José Caifás, para darle su nombre completo, era el sumo sacerdote. Sabemos muy poco sobre él, pero conocemos un hecho de lo más significativo. En los días antiguos, el puesto de sumo sacerdote era hereditario y vitalicio, pero desde que los romanos se habían apoderado de Palestina, los sumos sacerdotes se sucedieron en una rápida serie, porque los romanos los nombraban y deponían según les convenía. Entre los años 37 a. C. y 67 d. C., cuando fue nombrado el último antes de la destrucción del templo, hubo no menos de veintiocho sumos sacerdotes. Lo sugestivo es que Caifás fue sumo sacerdote desde el año 18 d. C. hasta el 36 [d. C.]. Ese fue un tiempo extraordinariamente largo para que un sumo sacerdote se mantuviera en el puesto, así es que Caifás tiene que haber llegado a una técnica perfecta de colaboración con los romanos. Y precisamente ahí era donde estaba su problema. Lo que menos toleraban los romanos eran los desórdenes sociales. Si había el más mínimo levantamiento, Caifás perdía el puesto. En el tiempo de la Pascua la atmósfera de Jerusalén estaba de lo más cargada. La ciudad estaba abarrotada de gente” (Comentario al Nuevo Testamento, nota sobre Mateo 26:5).

Unción en Betania

Más tarde Jesús y sus discípulos fueron a Betania, a unos tres kilómetros de Jerusalén, y allí fue ungido por una mujer. “Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (Mateo 26:6-13).

En el relato paralelo Juan nos dice que se trataba de María de Betania, quien le había derramado el perfume de alabastro en agradecimiento. Sin duda alguna esto tenía sentido, pues Jesús había resucitado a su hermano solo unos días antes (Juan 11:2; 12:3). Juan también asegura que fue Judas Iscariote quien empezó a quejarse, pero era porque había estado robando de la bolsa del dinero pensando que, si les hubieran entregado el fragante perfume que luego venderían, podría haber robado más dinero ya que él era el tesorero (Juan 12:4-6; 13:29).

La traición de Judas

De hecho, para Judas este incidente fue demasiado y decidió traicionar a Jesús. Mateo escribe: “Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle” (Mateo 26:14-16). También leemos en Zacarías 11:12-13 de una profecía que habla de que el Mesías sería vendido por esta cantidad.

Nelson’s New Illustrated Bible Commentary (Nuevo comentario ilustrado de la Biblia de Nelson) comenta: “Zacarías, asumiendo el papel del pastor mesiánico, solicitó su salario por el servicio prestado, que se calculó en treinta piezas de plata, el precio de un esclavo (Éxodo 21:32). Este fue el precio que se pagó a Judas por traicionar a Jesús (Mateo 27:6-10)” (nota sobre Zacarías 11:12).

Believer’s Bible Commentary (Comentario bíblico del creyente) dice acerca de Judas Iscariote: “Él era uno de los discípulos que había vivido con el Señor Jesús, viajó con él, vio sus milagros, escuchó su incomparable enseñanza y fue testigo del milagro de una vida sin pecado (a quien Jesús podía llamar ‘mi mejor amigo . . . quien compartía mi comida’, Salmos 41:9, Nueva Traducción Viviente), pero fue quien levantó su calcañar contra el Hijo de Dios. Los sacerdotes le pagaron en el acto: una despreciable suma equivalente hoy a quince dólares. Es sorprendente notar el contraste entre la mujer que ungió a Jesús en la casa de Simón, y Judas. Ella valoraba mucho al Salvador. Judas lo valoró a la ligera. Y entonces, el que no había recibido nada más que bondad de Jesús, salió a arreglar su parte del terrible trato” (nota sobre Mateo 26:14).

¿Por qué traicionó Judas a Jesús? Sin duda el dinero fue una de las principales razones, ya que, como Juan había señalado, codiciaba el dinero y robaba de los fondos que ingresaban.

Como señala Barclay: “Según Mateo y Marcos, fue inmediatamente después de la unción en Betania cuando Judas cerró el trato terrible; y cuando Juan nos cuenta ese acontecimiento, dice que Judas hizo su protesta contra la unción porque era un ladrón y [sustraía] del dinero que había en la caja . . . Si la avaricia fue la causa de su traición, es el ejemplo más terrible de la Historia de la bajeza a la que puede llegar el amor por el dinero”.

Barchay también da una razón adicional, que tiene sentido, ya que Judas eventualmente permitiría que Satanás entrara en él (Juan 13:27). Dice: “Es probable que fuera por un odio terrible basado en una desilusión fatal. Los judíos siempre habían tenido un sueño de poder; por tanto, tenían sus nacionalistas extremos que estaban preparados a cometer crímenes y violencia para echar a los romanos de Palestina. Estos nacionalistas eran conocidos por los Sicarii, los portadores de dagas, porque seguían una deliberada política de asesinatos. Puede que Judas fuera uno de ellos . . . y que se había adherido a Jesús creyéndole el dirigente divinamente inspirado que, con su poder milagroso, podría dirigir la gran revolución. Puede que hubiera notado que Jesús había tomado otro camino, que no conducía más que a la Cruz. Y, a causa de su amarga desilusión, la devoción de Judá se convirtió, primero en desencanto, y luego en un odio tal que le condujo a buscar la muerte del Hombre que él había esperado tanto. Puede que Judas llegara a odiar a Jesús tanto porque no era el Cristo que él quería que fuera” (nota sobre Mateo 26:14). EC