Oremos por los padres
Para nuestros lectores jóvenes
Recuerdo vívidamente el día en que tuve que sentarme con mis hijos y decirles que su primito había muerto. Las circunstancias eran especialmente dolorosas y no sabía qué decir. Les di la noticia lo mejor que pude, y hablamos sobre las cosas que habían llevado a su muerte y la esperanza que teníamos en la resurrección. Pero en realidad no había nada en la Tierra que pudiera haberme preparado para ese momento, y únicamente la fuerza de Dios me ayudó a superarlo. Gran parte de esa fuerza provino de la oración, y no solo de la mía, porque aunque nunca les pregunté a mis hijos, sospecho que en ese momento oraban por mí.
Probablemente te enseñaron a orar de pequeño: tal vez tu mamá, tu papá, tu abuela o tu hermano mayor. Quizá se arrodillaban junto a tu cama y decían cosas como: “Gracias, Dios, por todo lo que nos das. Por favor, ayúdame a ser bueno con mi hermana. Por favor, ayuda al tío José a sentirse mejor. Gracias por mi mamá y mi papá y todo lo que haces por nosotros. En el nombre de Jesús, amén”. Seguramente era algo muy especial y hermoso. Recuerdo haber hecho eso con mis hijos y se me saltan las lágrimas. ¡Es un recuerdo verdaderamente precioso!
A medida que crecías, la hora de la oración se transformó en algo que podías hacer por tu cuenta. Al principio, quizá tu oración se parecía a las que hacías cuando alguien te enseñó a orar por primera vez. Tal vez ocurrió algo, y tus padres te recordaron que el tío José ya estaba mejor, pero te animaron a orar por el Sr. Pérez, de la Iglesia, que estaba enfermo. Luego surgieron otras cosas que se fueron incorporando a tu conversación con Dios: tal vez una tormenta fuerte, algún desastre natural o algo más por lo que estabas agradecido, como un nuevo hermano o un mejor empleo para tus padres.
Con el tiempo tus oraciones se volvieron más naturales, menos rutinarias y repetitivas, con una actualización ocasional de los acontecimientos de tu vida y más énfasis en las cosas que te afectaban a nivel espiritual y emocional. Quizá reconocías la necesidad de arrepentirte de cierto pecado, o le pedías ayuda a Dios para realizar una tarea escolar difícil. Tal vez estabas pasando por mucho estrés debido a una relación personal, o quizá todo iba bien en ese sentido y querías expresarle gratitud a Dios por ello.
Todas estas cosas son muy apropiadas cuando dedicamos tiempo a hablar con Dios. Pero me gustaría hablarte de un área que merece la pena añadir a tus oraciones, si es que aún no lo has hecho. Tus padres te enseñaron a orar, y no hay duda de que oran por ti, pero ¿se te ha ocurrido alguna vez orar por ellos?
Tus padres también necesitan ayuda
Te des cuenta o no, ser padre es uno de las tareas más importantes y difíciles del planeta. En lugar de darte una larga lista de todas las cosas que tus padres hacen por ti (¡seguro que te la han repetido unas cuantas veces!), basta con decir que hacen muchísimo. Y todo lo hacen por amor, por supuesto, pero además deben hacer ciertas cosas por mandato de Dios.
Después de ser liberados de la esclavitud en Egipto y cuando estaban listos para dirigirse a la Tierra Prometida, el Señor dedicó un tiempo para repasar algunas cosas importantes con Israel, como los Diez Mandamientos (Éxodo 20:2), que más tarde resumió en un gran mandamiento. “Oye, Israel: El Eterno nuestro Dios, el Eterno uno es. Y amarás al Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:4-5). Jesucristo reiteró la importancia de este mandamiento en Marcos 12:29-30.
Pero fíjate en lo que añadió el Señor después de dar este gran mandamiento a Israel: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-7). A tus padres se les ordena específicamente que te enseñen acerca de Dios.
Un buen punto de partida es algo relativamente sencillo, como ayudarte a memorizar los libros de la Biblia o los Diez Mandamientos, pero el mandato de Deuteronomio va mucho más allá. Los padres deben lidiar con situaciones difíciles y complejas, y parte del mandamiento sobre instruir a sus hijos comprende ayudarlos a entender y afrontar tales circunstancias de la mejor manera. Pero nadie nace con la extraordinaria habilidad de saber exactamente qué hacer en una situación que carece de una explicación clara y sencilla. Cuando ores, pídele a Dios que ayude a tus padres a hacer lo que él les ha ordenado.
Un beneficio para ti
Como padres, nos encanta decir: “Hijos, obedezcan a sus padres. Ustedes son de Cristo, y eso es lo que les corresponde hacer”. El primer mandamiento que va acompañado de una promesa es el siguiente: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra” (Efesios 6:1-3, Traducción en Lenguaje Actual). Escucha a tu padre y a tu madre, y tu vida será mejor. Habiendo sido yo mismo un niño (aunque hace ya unos cuantos años que no tengo tu edad), puedo dar fe de que esto es cierto.
Pero fíjate en lo que sigue diciendo Pablo en el versículo 4: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Cuando uno es padre, es fácil dar órdenes con voz de trueno y sacar a relucir el viejo argumento de “¡Porque yo lo digo!” A menudo, educar a los hijos en la disciplina y amonestación del Señor se opone diametralmente a nuestros deseos humanos. No significa que como hijo quieras ser malo, pero a veces las cosas que deseas (jugar al fútbol los viernes por la noche, o involucrarte románticamente con alguien que no comparte tu fe) te pueden llevar por un camino que no es por el que tus padres deben guiarte.
Esto puede desembocar fácilmente en un conflicto y hacer que tus padres digan o hagan cosas que te molesten. Pero ten en cuenta que su objetivo no es enfadarte: su objetivo es cumplir los mandatos que Dios les dio como padres. No hay problema con pedirle a Dios en oración que les dé la sabiduría necesaria para hacerlo de forma cariñosa y eficaz.
Sé receptivo
Una vez que empieces a pensar en orar para que Dios ayude a tus padres, hay un papel que tú también debes desempeñar. Acabamos de leer en Efesios 6 un recordatorio del mandamiento de Éxodo 20:12: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen sobre la tierra que el Eterno tu Dios te da”. Del mismo modo que a tus padres se les ordena que te eduquen en la amonestación del Señor, como hijo debes honrar la labor que están realizando. Los que somos hijos adultos también debemos honrar a nuestros padres.
Por ejemplo, sabemos que debemos honrar el día de reposo. Pero supongamos que el próximo sábado hay una gran campaña de recaudación de fondos para un viaje de estudios. La participación es un requisito obligatorio para dicho viaje, y tú tienes muchas ganas de ir. Después de preguntar a tus padres si puedes ayudar en la colecta, te dicen que no, citando Isaías 58:13 (no buscar tu propio placer en el día sábado). Por duro que sea, tienes que respetar su decisión. Por supuesto, esto no quiere decir que no puedas pedir a tus padres que hablen con tu colegio para ver si se puede hacer algún proyecto de recaudación alternativo en otro día, pero se debe hacer de una forma respetuosa que honre a tus padres.
Padres ancianos, ausentes o sustitutos
Puede que algunos de ustedes tengan padres un poco mayores que los de sus amigos. Recuerdo que cuando estaba en la escuela primaria, varios de mis amigos tenían abuelos más jóvenes que mi padre. Un padre mayor no siempre puede hacer todo lo que hace un padre más joven, pero hay muchas cosas que ellos necesitan y por las cuales puedes orar. Pídele a Dios por su salud física, y para que te transmitan la sabiduría que han acumulado a lo largo de los años. “Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez” (Proverbios 19:20).
No, los padres no siempre tienen todas las respuestas, y sí, a veces cometen errores. Pero tienen sabiduría, valiosas perlas de conocimiento que pueden serte útiles al vivir tu vida. Quizá estés cansado de oír sus viejas y aburridas historias o la admonición de alejarte de las malas compañías, pero te dicen estas cosas por una razón. Ora para que te transmitan esta sabiduría a ti y a tus hermanos. Esto también podría aplicarse cuando oramos por nuestros abuelos.
Lamentablemente, es posible que algunos de ustedes ya no tengan padres, ya sea porque han fallecido o ya no forman parte de sus vidas. Si este es tu caso, igual puedes darle gracias a Dios por ellos. Agradece los buenos recuerdos que te dejaron y el amor que te entregaron. Y si tu dinámica familiar es tal que no hay muchos buenos recuerdos, aun así puedes darle gracias a Dios por los padres que te dieron la vida. Si tienes un padrastro o una madrastra, ellos también necesitan oraciones. Mezclar dos familias no es fácil, y probablemente es algo que nunca pensaron que harían. Es una experiencia tan nueva para ellos como para ti.
Si aquellos con quienes vives no son tus padres biológicos, hay algunas cosas que debes tener en cuenta. Los hijos son un don de Dios (Salmos 127:3-5); pero como no son tus padres biológicos, puede que no se sientan capacitados para ser padres. Hazles saber cuánto los quieres y lo agradecido que estás de Dios por haberlos unido.
Ora por tus padres
Es de esperar que tus plegarias hayan madurado desde que aprendiste a orar. Siempre habrá preocupaciones y problemas por los que debemos pedir pero, aunque a veces nos cueste verlo, siempre hay cosas por las cuales debemos dar gracias. Cuando ores, no olvides mencionar a tus padres. Tienen una tarea muy dura, y sin duda agradecerán toda la ayuda que puedan recibir. Por tanto, puedes ayudarles no solo honrándolos, sino también pidiéndole a Dios que les dé la sabiduría necesaria para cumplir el mandato de educarte en la amonestación del Señor. EC