Mensajeros de Dios, como Malaquías

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Mensajeros de Dios, como Malaquías

“En general no me considero una  mensajera de Dios”, confesó la esposa del anciano local, “ya que no doy sermones ni sermoncillos”. Sin embargo, ha cantado en coros y ha presentado música especial, lo que a menudo impacta favorablemente el servicio religioso gracias a un poderoso mensaje que trasciende lo que puede expresarse con palabras. Y ahí estaba ella, no solo comentando en un chat de sermones sobre Malaquías, sino contribuyendo con el primer comentario, ¡lo que dio inicio a una buena discusión!

Ella estaba cumpliendo el deseo expresado por Dios en Malaquías 3:16-18: “Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen al Eterno, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho el Eterno de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”.

Si este “libro de memoria” es lo mismo que “el libro de la vida”, imagine lo que es que su nombre no solo quede registrado ahí cuando se bautiza y recibe el Espíritu Santo, ¡sino que a Dios le gustó lo suficiente algo que usted dijo como para querer atesorarlo, y también a usted, como a una joya! Esto hace que me pregunte de qué tamaño es el libro al que Dios se refiere. Algunos hermanos sirven tanto a la comunidad (Hebreos 10:23-25), ¡que merecerían tener su propio libro!

Nosotros, como mensajeros de Dios, actualmente llevamos el mensaje de Malaquías, y el de toda la Biblia, al mundo entero como sus centinelas (Ezequiel 33), embajadores (2 Corintios 5:20) y testigos (Mateo 24:14). “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11).

Pero además somos mensajeros de Dios cuando llamamos, escribimos o visitamos a los hermanos, incluidos los que están en la cárcel, las viudas y los enfermos. ¡No hay duda de que deberíamos ser mensajeros de Dios en las redes sociales! En resumen, deberíamos ser para Dios un Malaquías en todas nuestras interacciones cotidianas.

¡Siempre resulta emocionante descubrir qué nuevas puertas les abrirá Dios a sus mensajeros!

Toda la gloria es para Dios, no para el mensajero

Como escritor, creo que no puede haber nada mejor que ver un libro de la Biblia con el nombre de uno. Malaquías es el último de los 12 profetas menores que el canon hebreo agrupa en un solo volumen.

Asombrosamente, los eruditos tiene ideas muy diversas sobre quién es el autor de este libro.

Josefo nunca menciona a Malaquías, ni tampoco lo hace el resto de la Biblia, aun cuando es citado en el Nuevo Testamento. The Expositor’s Bible Commentary (“Comentario bíblico del expositor”) dice: “La insinuación de que ‘Malaquías’ no es un nombre propio sino un título tiene fuerte respaldo en la Septuaginta ( la traducción griega más antigua del Antiguo Testamento), que dice ‘su mensajero’”.

Qué apropiado es entonces que nosotros, como mensajeros de Dios en la actualidad, estemos siempre conscientes de nuestra humilde vocación “a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:29).

Los mensajeros que vendrían

Malaquías habla de mensajeros futuros que prepararían el camino antes del retorno de Jesucristo (Malaquías 3:1-5). Los versículos 2-5 y 4:5, donde Dios prometió enviar “al profeta Elías, antes que venga el día del Eterno, grande y terrible”, se refieren claramente a la segunda venida de Jesús.

En Mateo 17:10-13, “sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Jesús respondió: Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino . . . Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”.

¡La Iglesia de Dios ha sido un mensajero, tal como Elías, antes de la segunda venida de Cristo!

Tal como hizo Juan el Bautista, en todas nuestras interacciones debemos “enderezar el camino del Señor” (Juan 1:23). ¡Procuremos que siempre resplandezca la verdad!

Sacerdotes y levitas

En Malaquías hay amonestación para los sacerdotes y levitas (1:6-2:9). En el singular estilo literario del libro de Malaquías, según el cual Dios dice algo y luego declara lo que su pueblo le replica (o está pensando), podríamos objetar: “¿Y eso qué tiene que ver conmigo?”.

Estamos llamados a ser sacerdotes en el Reino de Dios  (Apocalipsis 5:10), pero ya “somos un linaje escogido, un sacerdocio real . . . para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Al igual que los levitas, líderes religiosos, nos esforzamos por ser líderes al servicio de Dios.

Reflexione sobre lo que Dios advierte en estos versículos si consideramos  que “la mesa del Eterno es despreciable” (Malaquías 1:7) y la desdeñamos diciendo “¡Oh, qué fastidio!” (v. 13). Hace unas semanas me sorprendí a mí mismo deprimido por causa de mi edad, ¡y tuve que reflexionar en Gálatas 6:9 para retomar el celo necesario!

“Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es del Eterno de los ejércitos” (Malaquías 2:7).

La familia, fundamento del mensaje de Dios

Los mensajeros de Dios deben vivir,  enseñar y fomentar su camino de virtud y la importancia de tener matrimonios estables. Dios detesta el divorcio, pues causa estragos en las personas (Malaquías 2:10-16).

El versículo 15 declara el propósito de la vida: el Eterno desea “una descendencia consagrada a Dios” (Reina Valera Actualizada-2015). Una de las creencias fundamentales que nos distinguen como iglesia es el conocimiento de que verdaderamente seremos miembros de la familia de Dios.

El libro de Malaquías concluye con un desafío que los mensajeros de Dios deben tomar en cuenta, “no sea que [Jesús] venga y hiera la tierra con maldición”. Los mensajeros de Dios, tal como Elías, deben “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (4:6).

Aun así, usted podría pensar: “¡Esto suena bien, pero no dice cómo hacerlo!” El hecho de mencionar primero “el corazón de los padres” muestra un principio muy importante: los padres siempre deben dar el ejemplo.

Como en la parábola del hijo pródigo, el padre (que representa a Dios, nuestro Padre) tuvo que dejar que el hijo descarriado tomara sus propias decisiones, pero siempre estuvo atento a su regreso. “Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:20). Hasta ese momento no sabía que su hijo se había arrepentido, ¡pero lo acogió humildemente!

La parábola debería llamarse “La parábola de los hijos perdidos”, ya que ambos tenían un problema que los separaba de su padre. El padre y el hijo mayor tenían una relación muy distante. Este hijo le preguntó a uno de los criados, no a su padre, qué pasaba, y entonces, lleno de ira, se negó a ser parte de la celebración. Pero, igualmente, el padre fue primero a él: “. . . salió y le rogó” (v. 28).

“Padres” incluye a nuestros patriarcas y padres fundadores

Debemos hacer que los hijos se vuelvan a Dios, su Padre, y a sus padres. Además, en muchos lugares Dios dice que Israel ha sido bendecido, no por su justicia, sino por las promesas de Dios a Abraham, Isaac y Jacob (Deuteronomio 9:5). Y los libros de historia muestran que los fundadores de Estados Unidos sabían que la nueva nación estaba siendo bendecida por obra de Dios.

¡No es de extrañar que las fuerzas satánicas intenten eliminar nuestra herencia! ¡Él es el principal ofensor! El Salmo 107:43 da en el clavo respecto a nuestra situación moderna: “Los sabios tomarán todo muy en serio; verán en nuestra historia el fiel amor del Señor” (Nueva Traducción Viviente).

Dios nos ayudará a ser sus Malaquías, tanto en lo individual como en su Iglesia y su obra. Aprendamos de lo que enseña este profeta menor, ¡vivámoslo, enseñémoslo y proclamémoslo! EC