Los asombrosos beneficios de memorizar la Biblia

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Los asombrosos beneficios de memorizar la Biblia

¿Espera con ansias su estudio bíblico diario? ¿Se sorprende a veces meditando espontáneamente sobre la Palabra de Dios?

Durante muchos años, este no era mi caso. Leía mi Biblia, oraba, y luego continuaba con mi día. ¡Pero ya no es así! La meditación bíblica es ahora un aspecto natural de mi rutina diaria, y mi estudio y oración matutinos han cobrado vida. De hecho, ¡no veo la hora de saltar de la cama cada mañana para hacerlo! Y una de las cosas que marcaron una diferencia fundamental fue algo que no esperaba: la memorización de la Biblia.

Tal vez haya escuchado que la memorización de la Biblia se usa como una herramienta para defender la fe valiéndose de versículos doctrinales clave. Esto es en sí muy valioso, pero me refiero a algo diferente: al poder que se adquiere con la memorización de pasajes y capítulos, incluso si uno todavía no entiende completamente cada línea. ¿Por qué hacer esto? En primer lugar, usted puede iniciar su meditación bíblica permitiendo que la Palabra de Dios le indique una manera de reordenar su manera de pensar. En segundo lugar, en la medida que aprenda a involucrarse con el texto según el propósito diseñado por sus autores para que fuera leído, su estudio bíblico le mostrará continuamente cosas que nunca antes había visto.

La memorización enriquece la meditación

La Biblia nos dice una y otra vez que meditemos en la ley de Dios durante el transcurso del día. Por ejemplo, el Salmo 1:2 describe a una persona justa diciendo que “en la ley del Eterno está su delicia, y en su ley medita día y noche” (v. 2).

¿Qué es la meditación? Olvídese de todo lo que ha visto en las películas. No es una experiencia mística, sino simplemente un pensamiento bien enfocado. Pero aunque los autores bíblicos probablemente estarían de acuerdo con nosotros en esa definición, es probable que además nos advirtieran que su definición de pensamiento no es exactamente la nuestra.

Veamos un ejemplo. ¿Sabía que la habilidad de leer en silencio solo ha sido algo común desde hace unos 400 años? Antes de eso, probablemente a usted le hubiera parecido extraño y hasta aterrador ver a alguien sentado leyendo un libro en silencio, ¡porque en ese entonces leer significaba usar la boca! La lectura silenciosa es uno de varios cambios culturales que se han producido a lo largo de los siglos y que nos han llevado a concebir de forma diferente nuestros pensamientos. Hoy en día preferimos considerar nuestros pensamientos como si habitasen un mundo aparte de nuestros cuerpos físicos, como si “nos dejásemos llevar por el pensamiento”. Este concepto nos resulta tan natural, que podemos aplicarlo erróneamente a nuestra lectura de la Biblia.

Los escritores hebreos, por otro lado, se inclinaban más por concebir sus pensamientos como una experiencia de todo el cuerpo y que involucraba la boca, el corazón y otros órganos abdominales.

Cuando el Salmo 1 habla de meditación, utiliza la palabra “hagah”. En otros contextos, esta palabra se traduce como “hablar”, “murmurar”, “gemir” o “rugir”. Hebrew-Chaldee Lexicon (Léxico Hebreo-Caldeo) de Gesenius la describe con el sentido de “el gruñido de un león sobre su presa”. Así pues, cuando los autores hebreos hablaban de “meditar”, su lenguaje implicaba un proceso físicamente más activo que comprendía potencialmente la boca, como hablar algo para uno mismo mientras se murmura en voz baja.

¿Suena extraño? Tal vez, pero tiene perfecto sentido dentro de una cultura de memorización. Cuando los pergaminos eran caros de producir, uno “leía” la Escritura asistiendo a una lectura de la misma en su lugar de reunión sabática local, y luego continuaba “leyéndola” y “recordándola” repitiéndola para sí mismo a lo largo del día. Así, mientras que hoy en día solo concebimos la “meditación de la ley de Dios” como sentarse en silencio y pensar, la perspectiva de los autores bíblicos debe haber incorporado esta práctica de ensayar las escrituras. Teniendo esto en cuenta, consideremos el mandato del Eterno a Josué: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y noche meditarás [hagah] en él, para que guardes y hagas todo lo que en él está escrito . . .” (Josué 1:8).

Cómo la memorización de las Escritura transforma la meditación

Desde los albores del alfabeto, los estudiantes de todo el mundo han aprendido principalmente mediante la memorización de textos. Sin embargo, yo era profundamente escéptico. Llegué a la edad adulta en una época en la cual la memorización se consideraba lo contrario del pensamiento crítico. ¿No es más importante comprender conceptos que repetir palabras? Según mi opinión, la memorización era una práctica que le daba más relevancia a la forma que al fondo.

Luego, hace unos años, empecé a leer libros sobre la ciencia del aprendizaje y me sorprendió descubrir que la neurociencia moderna está revirtiendo esta perspectiva. Los investigadores están descubriendo correlaciones entre la memorización y la creatividad, porque cuando uno se toma el tiempo de memorizar completamente cosas importantes, desarrolla nuevas redes de vías neuronales que conducen a ese conocimiento. Esto le da a nuestro cerebro la oportunidad de producir nuevas percepciones que conectan creativamente el conocimiento, las ideas, y nuestras propias experiencias de la vida real. La meditación necesita combustible, y ese combustible proviene de las cosas que conocemos más profundamente.

El proceso de memorizar su primer pasaje bíblico le parecerá tedioso. Lo obligará a ir más despacio y a leer con atención. Se preguntará por qué le atrae recordar las palabras de una manera, cuando claramente dicen otra cosa. Sentirá que su memoria seguramente es peor que la de los demás (no es así). Memorizar no es difícil, solo lento. La buena noticia es que la mayoría de los beneficios de la meditación no se producen al alcanzar los objetivos de memorización, sino que salen directamente del propio proceso de aprendizaje. Por ejemplo, algunas partes de Salmos 91:11 y Salmos 91:15 me resultaron fáciles de memorizar (“Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”, v. 11), pero me costó mucho el versículo 15: “Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré”.

Lo repasé reiteradamente y no pude hacerlo bien. Entonces, un día (creo que estaba cortando el césped mientras practicaba esta escritura) finalmente caí en la cuenta: los verbos en el versículo 15 cuentan una historia en cinco partes. Dios responde, pero no lo hace inmediatamente. En cambio, nos acompaña en nuestros problemas. En realidad, es la clave para entender todo el salmo. Una vez que pude ver la historia, todo encajó. Solo tuve que concentrarme un poco mejor para lograr mi meta. Esto es meditación en acción.

La Biblia está diseñada para ser memorizada

Esta práctica también puede transformar su estudio al enseñarle a leer de manera que siga el hilo de las Escrituras. Los libros de la Biblia fueron escritos para la gente de nuestro tiempo, pero no fueron escritos por o para nosotros. Hoy en día nos confundiríamos si el meteorólogo que da el tiempo en televisión de repente se pusiera a recitar poemas mientras describe un frente frío que se aproxima, pero esto es lo que ocurre habitualmente en la Biblia. ¿Por qué?

Todas las obras escritas tienen una estrategia de diseño. Cuando yo escribía noticias para la radio, redactaba frases cortas y fluidas para que los oyentes pudieran seguirlas en tiempo real y captaran los detalles de una sola vez. Hoy en día hojeamos más que leemos, por lo que los autores adaptan su estilo de escritura en consecuencia. Los escritores del Antiguo y del Nuevo Testamento también se valieron de las herramientas utilizadas en su medio. Dios inspiró toda la Escritura, pero primero fue registrada por y para personas que vivían en culturas de memorización. Su medio de aprendizaje era la memoria.

Emplearon genialmente una serie de técnicas literarias que al principio a nosotros nos pueden parecer ininteligibles, pero que para ellos eran naturales. Cuando proporcionaban detalles en una historia escogían cuidadosamente palabras que evocaban mentalmente escritos anteriores, y las utilizaban como un antiguo sistema de hipervínculos de Internet que se conectaban con otras partes de las Escrituras. Empleaban estructuras poéticas hebreas para comparar, contrastar y resaltar ideas, a veces a lo largo de capítulos y libros enteros. Desarrollaron sofisticados temas que abarcan toda la Biblia, a veces describiendo una escena de manera de crear un reflejo idéntico o invertido de una historia anterior.

Todas estas técnicas tienen algo en común: aprovechan los procesos naturales que utiliza el cerebro para codificar y secuenciar las historias durante la memorización, y los utilizan para incorporar más capas de significado. Esto es algo que uno pasa por alto si lee el texto de manera superficial (una práctica ajena a los autores de la Biblia).

A veces reordenaban o insertaban las historias de forma creativa. Cuando se memorizan pasajes largos, hay que vincular mentalmente el final de una historia con el comienzo de la siguiente, lo que obliga a pensar en la relación entre ambas. En ocasiones, Dios incluso inspira una secuencia de acontecimientos con este propósito. En el Evangelio de Marcos, por ejemplo, inserta la historia de un ciego que recibe la vista dentro de una narración más amplia, en la que los discípulos finalmente logran ver que Jesús es el Cristo. Más tarde, desarrolla la historia de Jesús cuando hace que se marchite la higuera en torno al relato de la limpieza del templo.

Marcos no necesita decirnos que estas cosas están relacionadas, ni trata de ser demasiado inteligente. Como la suya era una cultura de memorización, supone que ya estamos acostumbrados a pensar de esta manera.

Tal vez esto suene desalentador, ¡pero no tiene por qué serlo! Incluso el simple hecho de iniciarse en la memorización de las Escrituras le llevará a tener un mejor sentido intuitivo de cómo Dios ha organizado la Biblia. Cuanto más nos involucremos con ella en sus propios términos, más obvias nos parecerán estas técnicas. Y como dijimos, cada escritura que aprenda de memoria enriquecerá su meditación y estudio.

¡Tiene tiempo para ello! El proceso de memorizar es lento, pero el tiempo que se invierte trae consigo sus propias recompensas. Conozco a personas con una memoria promedio que empezaron a aprender un versículo al día hace 20 años, y que ahora tienen memorizados más de 30 libros de la Biblia. Ellas le dirían que no tiene nada que ver con ser un genio, pero muchísimo que ver con la constancia.

¡No crea que es demasiado tarde! Nueve meses después de haber presentado un sermón basado en este tema en Cincinnati, Ohio, una mujer de 60 años me dijo que desde entonces había memorizado más de 450 versículos de la Biblia.

¡Puede empezar por cualquier parte! El objetivo es permitir que la Palabra de Dios remodele su mente, así que busque pasajes que sean fundamentales pero que quizá no le resulten familiares. Un buen punto de partida pueden ser los Salmos 1 y Salmos 2, los Diez Mandamientos en su forma extensa, las bienaventuranzas, 1 Corintios 13, Éxodo 34:6-7, Salmos 19:7-11, Salmos 23, o Salmos 103:8-14. Enseguida continúe con pasajes más largos, como Génesis 1 o el sermón del monte.

Cada vez que Satanás procuraba tentar a Jesús, él le respondía con escrituras memorizadas. Creo que descubrirá, en la medida en que lo haga, que la memorización le será una fuente de ánimo y bendición a lo largo del día, porque Dios le hablará a través de sus propias palabras.