Lección 22 - Trasfondo histórico de los evangelios
La pregunta del joven rico
Después que Jesucristo contestara la pregunta sobre el matrimonio y el divorcio, un joven rico (llamado “dirigente”, “líder”, “jefe” y “principal”, entre otros títulos, en Lucas 18:18) le preguntó al “buen maestro”, o al Maestro, qué debía hacer para heredar la vida eterna.
Esta era una oportunidad única, como algunos creían, para que Cristo revelara que para heredar la vida eterna ya no era necesario obedecer los mandamientos de Dios, sino simplemente creer en él. Pero, al contrario, Cristo confirmó la necesidad de guardar todos los mandamientos de Dios como condición para entrar en la vida eterna.
“Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17).
Lo que Jesús quiso enfatizar en cuanto a ser “bueno” es que mientras uno esté en la carne, está sujeto al pecado y no puede, en un sentido absoluto, considerarse “bueno”. Solamente había uno que podía llamarse “bueno” y no podía pecar: el Dios del cielo. Estando en la carne, Jesús podía pecar, pero no lo iba a hacer y no lo hizo. Está claro que hasta ese momento no había terminado de correr “sin pecado” la carrera espiritual, ni había sido glorificado en una resurrección victoriosa por Dios el Padre (Colosenses 2:13-15). Como dice la Escritura, él “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Todavía estaba siendo probado y no había terminado su obra.
Entonces, el joven dirigente le preguntó cuáles mandamientos debía guardar, y Jesús respondió: “No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre ya tu madre. Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. Jesús, oyendo esto, le dijo: Aun te falta una cosa: vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Pero cuando el joven oyó eso, se puso muy triste, porque era muy rico” (Mateo 19:18-22).
Jesús vio que la debilidad del joven era el amor al dinero, el cual valoraba más que cualquier otra cosa. Jesús dejó en evidencia la codicia del joven por las riquezas, que para él se habían convertido en un tipo de ídolo (Colosenses 3:5). En contraste, sus discípulos lo habían dejado todo para seguirlo, y hombres como Moisés habían estado dispuestos, por la fe, a abandonar todas sus riquezas por seguir los caminos de Dios.
Como dice Hebreos 11: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (vv. 24-25). Muy por el contrario, el joven descrito en Mateo 19 no estuvo dispuesto a renunciar a sus tesoros para poner verdaderamente a Dios primero en su vida, y lamentablemente se fue sin entender esto.
¿Qué tan difícil es para una persona adinerada entrar en el Reino de Dios?
Una vez que el joven rico se fue, Cristo dijo: “De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mateo 19:23-24).
Jesús usa una figura retórica llamada hipérbole (exageración) para provocar un impacto fuerte, que muestra lo difícil que es para alguien con dinero seguir verdaderamente a Dios. El camello era uno de los animales más grandes en esa región, y la aguja era uno de los objetos más pequeños. El término que Cristo usa aquí para aguja, el vocablo griego rhaphidos, describe una aguja de coser, no una puerta, como algunos han sugerido. Él está señalando así lo difícil que puede ser para una persona rica poner a Dios primero, una tarea casi imposible sin la extraordinaria misericordia y ayuda de Dios.
El Comentario de Albert Barnes observa con respecto a “un hombre rico” en el versículo 24: “Esto significa más bien alguien que ama sus riquezas y hace un ídolo de ellas; o alguien que tiene un gran anhelo de volverse rico. Marcos dice ‘los que confían en las riquezas’. Mientras se tengan esos sentimientos, es literalmente imposible ser un cristiano”.
Después de oír lo que Jesús respondió, Pedro le preguntó: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración [del griego palingenesia, ‘renovación’], cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” (Mateo 19:27-30).
Aquí hay una clara explicación de la recompensa del creyente: esta no consiste en ir al cielo sino, en el futuro, ser parte del gobierno de Dios sobre la Tierra. Jesús les describe específicamente su recompensa (si se mantenían fieles, pues Judas Iscariote todavía estaba entre ellos). Los doce apóstoles, entonces, gobernarán las tribus de Israel durante el Milenio. Ellos habían abandonado sus posesiones para seguir a Jesús y recibirían mucho más. En Marcos 10:29-30 está la idea completa: “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa . . . que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”.
El Comentario del conocimiento bíblico agrega: “Los discípulos tendrán un lugar especial en el reino, sentados en tronos y juzgando a las doce tribus de Israel (comparar con Apocalipsis 21:12-14). De hecho, todos los que abandonen sus hogares y parientes por causa del Señor recibirán . . . bendiciones que compensarán con creces lo que pierdan (Mateo 19:29), además de la vida eterna en el Reino de Dios. Si bien puede parecer que ahora están renunciando a todo y que son los últimos, recibirán todo por la eternidad y serán los primeros. En cambio, aquellos como el joven rico que parecen tenerlo todo ahora (los primeros), un día descubrirán que lo han perdido todo (serán los últimos; compare con Mateo 20:16)” (notas sobre Mateo 19:29).
Los obreros de la viña
Luego Cristo entrega una parábola para explicar este concepto: no importa en qué momento uno sea llamado, sino cómo termina la carrera espiritual. Algunos de los llamados en el primer siglo podrían terminar muy atrás de los llamados en el tiempo del fin.
Para ilustrar el asunto, dijo una parábola: los obreros de la viña, en la que algunos son contratados temprano en la mañana y otros a última hora de la tarde, pero todos reciben el mismo pago. Es una representación de que algunos son llamados temprano en la vida y pasan más tiempo tratando de vencer el pecado y ser obedientes, pero reciben la misma recompensa que aquellos llamados más tarde en la vida: la recompensa de la vida eterna.
Algunos pueden pensar que esto no es justo, pero la realidad es que nadie se merece tal recompensa de la salvación, la cual solo se obtiene por la increíble e inmerecida generosidad (gracia) de Dios.
Como dijo Cristo: “Amigo, no te hago agravio . . . Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mateo 20:13-16).
Cómo gobernar según los estándares de Cristo
Luego, Jesús les advierte sobre los sufrimientos que pronto padecería a manos de los principales sacerdotes en Jerusalén, pero ellos no comprendieron en ese momento. Entonces la madre de Juan y Santiago hizo una solicitud, posiblemente después de que sus hijos le dijeran que gobernarían a las doce tribus de Israel en el Reino de Dios. Como madre, ella quería aún más privilegios para ellos (y, por lo tanto, para sí misma) y pidió a Jesús que si podían ocupar los cargos principales (sentarse a su mano derecha e izquierda).
Cuando los otros diez se enteraron, se molestaron porque los dos hermanos querían relegarlos de las primeras posiciones. De hecho, todos ellos ya habían estado disputando entre sí quién sería el más grande en el Reino de Dios. Marcos 9 dice: “Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor” (vv. 33-34).
Por tanto, Cristo los corrigió diciéndoles que no gobernarían la Iglesia ni en el Reino de Dios buscando ser los primeros e imponiendo su voluntad a los que estuvieran bajo ellos, sino siendo los más humildes y mejores servidores posibles.
Él les dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28).
Jesús volvió a hacer énfasis en el concepto de la sumisión y el servicio humilde, y de rechazar el orgullo y buscar ser los primeros en la jerarquía o la autoridad sobre los demás.
El léxico de Thayer explica que la expresión “señorear sobre”, del griego katakurieuo, significa “usar el poder de uno en perjuicio de otros”. Jesús no ejercía la autoridad así, y no quería que sus discípulos siguieran el modelo de dominio que usa el mundo. Él dio un gran ejemplo de lo que hoy llamaríamos liderazgo de servicio a la manera de Dios, o servicio como el de Cristo.
No es una coincidencia que posteriormente, cuando Pedro se dirigió a los ministros sobre cómo cuidar el rebaño de Dios, usara la forma de participio del mismo verbo griego, katakurieuo, tal como Jesús lo hizo, y les dijera: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:2-3).
En consecuencia, saber la verdad no es suficiente: nuestra forma de vivir es lo que cuenta como cumplimiento de las instrucciones de Cristo. Esta es la razón por la que Pedro habla de ser “un ejemplo” para el rebaño, tal como Cristo les había mostrado siendo un verdadero siervo, lo que para ellos había marcado toda la diferencia. Entonces, aunque tengamos las verdades preciosas de Dios, si nos “enseñoreamos” sobre los hermanos no agradaremos a Dios con el tipo de trato a los demás que él desea.
Hemos visto en toda esta sección que la gracia de Dios, la obediencia, la humildad y el servicio son fundamentales para entrar en su reino, y que no hay atajos. EC