Lección 19-2 - Trasfondo histórico de los evangelios: Mateo 15 - Comprensión de ciertos rituales

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Lección 19-2 - Trasfondo histórico de los evangelios

Mateo 15 - Comprensión de ciertos rituales

Después de la angustiosa experiencia de Pedro cuando intentó ca­minar sobre las aguas, llegaron en barco a Genesaret, una ciudad al suroeste de Capernaum. Nuevamente vemos la inagotable compasión de Jesús y su cora­zón dispuesto a servir y sanar a todos los que acudían a él (Mateo 14:34-35).

Una vez que llegaron a Capernaum, un grupo de lideres judíos llegó de Jerusalén para interrogar a Jesús. Querían saber por qué no acataba sus rituales, basados principalmente en la ley oral. Lamentablemente, este episodio se ha usado como pretexto para abolir muchas de las leyes de Dios y para argumentar que las prohibiciones de las Escrituras contra el consumo de ani­males inmundos han sido abolidas. Por lo tanto, es muy importante saber explicar con claridad esta sección de las Escrituras.

En Mateo dice: “Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Por­que no se lavan las manos cuando comen pan” (Mateo 15:1-2).

Marcos 7:1-4 agrega: “Se juntaron a Je­sús los fariseos, y . . . viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas co­sas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos”.

Barclay hace un comentario extenso pero muy importante sobre estas prácticas, que vale la pena leer en su totalidad:

“Ahora llegamos al punto importante en el pasaje que estamos estudiando. Era claramente imposible evitar todo tipo de inmundicia ceremonial. Un hombre po­dia evitar las cosas inmundas, pero ¿cómo podía saber si en la calle había tocado a alguien que estaba inmundo? Esto era aún más complicado por el hecho de que había gentiles en Palestina, y aun el polvo que tocaban sus pies era impuro".

“Para combatir la impureza se creó un elaborado sistema de lavados, que se vol­vieron cada vez más complicados. Al ­principio solo era necesario lavarse las manos al levantarse por la mañana. Luego se convirtió en un complejo sistema de lavado de manos requerido nada más que para los sacerdotes en el templo antes de comer la parte del sacrificio que les correspondía. Más tarde, estos engorrosos lavamientos llegaron a ser ordenados por la más estricta ortodoxia judía, para si mismos y para todo el que afirmara ser verdaderamente religioso.

“En The Life and Times of Jesus the Mes­siah" (La vida y época de Jesús el Mesías), Alfred Edersheim describe el más intrincado de estos lavamientos. Los frascos de agua se mantenían listos para ser usados antes de una comida. La cantidad mínima de agua utilizada era la cuarta parte de un log, es decir, la suficiente para llenar las cáscaras de un huevo y medio. El agua se vertía primero en ambas manos, con los dedos apuntando hacia arriba, y debía correr hasta la muñeca. Debía escurrir de la muñeca pues ahora el agua estaba impura por causa de las manos sucias y, si volvía a tocar los dedos, los ensuciaría nuevamente. El proceso se repetía con las manos en la dirección opuesta, con los dedos apuntando hacia abajo; y, finalmente, cada mano se limpiaba frotándola con el puño de la otra. Un judío realmente estricto hacia todo esto, no solo antes de una comida, sino también entre cada plato que se servia.

“La pregunta de los lideres judíos ortodoxos a Jesús es: ‘¿Por qué tus discípulos no observan las leyes de lavado que establece nuestra tradición?’, es decir, la tradición de los ancianos. Para el judío, la Ley constaba de dos secciones: la Ley escrita, contenida en las Escrituras mismas, y la Ley oral, que consistía en los cambios tales como el la­vado de manos, que los escribas y los expertos habian desarrollado a lo largo de las generaciones. Todos estos cambios constituían la tradición de los ancianos y se los consideraba tanto o más indispensables que la Ley escrita. Nuevamente debemos reiterar el punto más importante: que para el judío ortodoxo, toda esta ceremonia ritual era religión; esto era lo que, según su opinión, Dios exigía. Hacer estas cosas era agradar a Dios y ser buenas personas. Para decirlo de otra manera, todo este asunto del lavado ritual se consideraba tan importante y tan obligatorio como los Diez Mandamientos. La religión se había convertido en una serie de regulaciones externas. Era tan importante lavarse las manos de una manera específica, como obedecer el mandamiento ‘No codiciarás’” (Daily Study Bible, comentarios sobre Mateo 15:2).

Jesús no estaba de acuerdo con que es­tas tradiciones se hubieran convertido en una ley religiosa obligatoria para todos los judíos practicantes, así que les respondió:

“¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cual­quiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:1-9).

En relación con este incidente, A. T. Robertson comenta: “Jerusalén es la sede de la conspiración contra Jesús y los fariseos son sus líderes. Ya hemos visto que los herodianos y los fariseos se aliaron con el propósito de matar a Jesús. Además, pronto Jesús advertirá a los discípulos acerca de los saduceos. Esta era la ley oral, transmitida por los ancianos en el pasado, hablando en forma autoritaria, y luego codificada en la Mishná. El lavado de manos antes de las comidas no era un requisito del Antiguo Testamento. Como sabemos, es algo bue­no por razones sanitarias, pero los rabinos lo convirtieron en una señal de rectitud para los demás en cualquier situación. Este tema fue magnificado en gran medida en la enseñanza oral.

“El lavado de las manos exigía estrictas regulaciones. Era obligatorio lavarse las manos antes de las comidas, pero era opcional hacerlo después de comer. Los más rigurosos lo hacían entre cada plato durante una comida. Las manos debían sumergirse; el agua en sí debía estar ‘limpia’ y los tazones o recipientes usados debían estar ceremonialmente ‘limpios’. Las vasijas se mantenían llenas de agua limpia, listas para ser usadas (Juan 2:6-8). Y así sucedía indefinidamente. Por lo tanto, se creó un verdadero problema entre Jesús y los rabinos porque esto era mucho más que un asunto de etiqueta o higiene; los rabinos lo consideraban un pecado mortal. Jesús admitió que los discípulos habían transgredido las tradiciones rabínicas, pero no le dio gran importancia debido a que ellos habían puesto la tradición de los ancianos al nivel de los mandamientos de Dios. Cuando ambos se contraponían, como solía ser el caso, los rabinos transgredían el mandamiento de Dios ‘por causa de su tradición’. . .

“[Jesús] representa la justicia verdadera y la libertad espiritual, no la esclavitud de la simple ceremonia y la tradición. Los rabinos pusieron la tradición (la ley oral) por encima de la ley de Dios, y obviaban el mandato de Dios respecto al castigo por deshonrar al padre o la madre escudándose en el ‘Corbán’. Todo lo que tenían que hacer para evadir las obligaciones hacia el padre o la madre era decir ‘es Corbán’ o ‘Regalo’, con el propósito de usar el dinero en algo relacionado con Dios. Mediante un juramento de mala gana con el cual se negaban a ayudar a los padres, el juramento o voto se hacía oficial. Con esa palabra mágica, una persona quedaba exenta de cumplir el quinto mandamiento. A veces, los hijos ingratos pagaban sobornos a los legalistas rabínicos bajo tal excusa. ¿Eran culpables algunos de estos cínicos?” (comentarios sobre Mateo 15:1, Imágenes en palabras del NT).

Jesucristo demuestra entonces que lo realmente importante es no quebrantar las leyes de Dios y no el incumplimiento de estos rituales inventados por el hombre.

Cristo explica: “Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hom­bre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al cie­go, ambos caerán en el hoyo. Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola. Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos [violación de los Diez Mandamientos], los homicidios [violación del sexto], los adulterios, las fornicaciones [violación del séptimo], los hurtos [violación del octavo], los falsos testimonios [violación del noveno], las blasfemias [violación del tercero]. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hom­bre” (Mateo 15:10-20).

¡Así que esta explicación sobre la pureza ritual era el punto central en discusión! No tuvo nada que ver, como algunos han afirmado falsamente, con si es lícito comer alimentos identificados como impuros en las Escrituras. Mateo muestra que esto solo tiene que ver con comer con “manos ceremonialmente sucias” y no con comer alimentos bíblicos impuros.

En Marcos 7 está el relato paralelo donde Jesús dice: “¿Ustedes tampoco entienden? Preguntó. ¿No se dan cuenta de que la comida que introducen en su cuerpo no puede contaminarlos? La comida no entra en su corazón, solo pasa a través del estómago y luego termina en la cloaca” (vv. 18- 19, Nueva Traducción Viviente).

Esta versión agrega una frase adicional en el versículo 19: “(Al decir eso, declaró que toda clase de comida es aceptable a los ojos de Dios)”.

Esta última frase entre paréntesis ha sido utilizada como una de las principales escrituras para justificar que un cristiano coma lo que quiera y pase por alto las leyes bíblicas sobre los alimentos. Sin embargo, esas palabras entre paréntesis son una interpretación del texto. El texto griego no dice en absoluto “Así declaró”, sino simplemente katharizon panta ta brōmata, que significa “purificar todos los alimentos”. Claramente, el contexto se refiere a la eliminación de los residuos corporales de una persona por medio de la excreción. Esto es confirmado por el pasaje paralelo en Mateo 15:17: “¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?”

El Comentario de Barnes explica: “El significado es que el proceso por el cual se sustenta la vida ‘purifica’ o ‘hace nutritivo’ todo tipo de alimentos. Lo perjudicial o no nutritivo es separado, y solamente lo bue­no entra al sistema. Esto concuerda con todo lo que se ha descubierto desde entonces sobre el proceso de la digestión . . . La comida que llega al estómago es trans­formada por el jugo gástrico en una pulpa espesa llamada quimo. La parte nutritiva de esto se vierte en pequeños conductos y se transforma en una sustancia lechosa llamada quilo. El ducto torácico la vierte en la vena subclavia izquierda donde se mez­cla con la sangre, llevando nutrientes y sustento a todas las partes del sistema. Los residuos de la comida se desechan” (Notas sobre Marcos 7:19). EC