Jesús, las fiestas y la filosofía: Primera parte

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Jesús, las fiestas y la filosofía

Primera parte

Cuando Jesús vivió en la Tierra, recibió algunas de las amenazas más críticas a su persona y ministerio por la forma en que enseñaba y observaba el sábado semanal y las fiestas anuales. Llevó a cabo sanaciones y buenas obras que eran inaceptables según las normas de los fariseos de su época, y afirmó ser la máxima autoridad en cuanto a la interpretación y expresión de estas temporadas sagradas (Lucas 6:7; Juan 5:16; Marcos 2:27-28).

En el octavo día después de la fiesta anual de otoño conocida como Fiesta de los Tabernáculos, y a pesar de estar bajo amenaza de arresto por curar a alguien en día sábado, Jesús “se levantó y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mi y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38). La multitud se llenó de asombro y rabia, y los alguaciles dijeron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (v. 46).

Asimismo, en el Nuevo Testamento vemos que la Iglesia primitiva y los apóstoles de Jesús celebraban estos sábados y festivales, y los consideraban como si tuvieran una realidad espiritual superior que se encontraba en Jesús (Hechos 18:4; 13:42-44; 1 Corintios 5:7-8).

Entonces, ¿cómo se perdieron estas festividades sagradas en las prácticas tradicionales de la fe cristiana? Empezando por la época de Pablo hasta el final de los padres antinicenos de la Iglesia, examinemos algunos de los textos bíblicos e históricos para ver cómo sus movimientos filosóficos y políticos remodelaron la herencia del cristianismo.

Pablo dijo: “Que nadie los juzgue”

Apenas unas décadas después de la resurrección de Jesús, el apóstol Pablo escribió a los fieles de una congregación en Colosas, que en su mayoría eran gentiles, es decir, no judíos, y les dijo: “No permitan, pues, que nadie los juzgue por lo que comen o beben, o en relación con los días de fiesta, la luna nueva o los días de reposo” (Colosenses 2:16, Reina Valera Contemporánea).

Esta cita de Pablo a menudo se interpreta como si un cristiano no debe preocuparse por estos tiempos y temporadas especiales, porque ya no son relevantes para los creyentes de hoy.

Sin embargo, esta interpretación de la carta de Pablo a la Iglesia es bastante presuntuosa y torpe, porque el contexto del mensaje de Pablo no se refería a si estas fiestas eran necesarias para un cristiano no judío, sino más bien a cómo un cristiano debía lidiar con estas festividades.

Las enseñanzas gnósticas de la época de Pablo incluían una multitud de creencias sobre nuestros cuerpos físicos inferiores, y cómo debían relacionarse con el mundo espiritual. En una de las corrientes del pensamiento gnóstico se creía que solo se podían descubrir los misterios espirituales ocultos en el mundo negando las necesidades básicas del cuerpo físico (una práctica conocida como ascetismo). Según este punto de vista, el disfrute físico de las festividades, especialmente en lo que respecta a la comida y la bebida, era totalmente inaceptable para un creyente, y Pablo se oponía rotundamente a que esta práctica gnóstica entrara en la Iglesia.

Filón, un filósofo judío de Alejandría, describió en el año 50 d. C. algunas de las prácticas ascéticas de una secta religiosa en Egipto y Grecia:

Dice él que practicaban “todos los misterios de una vida santa, sin ingerir nada, ni carne, ni bebida, ni ninguna otra cosa que sea indispensable para suplir las necesidades del cuerpo”.  Sustituían las necesidades de su cuerpo físico por el estudio “de las leyes y los oráculos sagrados de Dios enunciados por los santos profetas, además de himnos y salmos . . .”

Durante “seis días, cada uno de estos individuos [se retira] a la soledad por sí mismo” y “apenas probarán al cabo de seis días el alimento necesario”. “Pero el séptimo día se reúnen todos como si se encontraran en una asamblea sagrada . . . Ninguno de ellos puede tomar carne ni bebida antes de la puesta del sol, ya que juzgan que el trabajo de filosofar es digno de la luz, pero que el cuidado de las necesidades del cuerpo solo es adecuado para la oscuridad . . . y no comen nada de carácter costoso, sino pan corriente y un condimento de sal . . .” (Phileo Judaeus On Ascetics [Filón el judío sobre los ascetas], circa 30 d . C., reproducido por Ancient History Sourcebook).

Así pues, en el año 60 d. C. Pablo escribió a la Iglesia de Colosas y a las zonas gentiles aledañas: “Cuídense de que nadie los engañe mediante filosofías y huecas sutilezas . . . que nadie los juzgue por lo que comen o beben, o en relación con los días de fiesta, la luna nueva o los días de reposo. Todo esto no es más que una sombra de lo que está por venir; pero lo real y verdadero es Cristo. [Por lo tanto, cosas como] ‘No tomes eso en tus manos, no pruebes aquello, y ni siquiera lo toques’ . . .  pueden parecer sabias en cuanto a la religiosidad sumisa y el duro trato del cuerpo, pero no tienen ningún valor contra los apetitos humanos” (Colosenses 2:8, 16-17, 20, 23, RVC).

El apóstol llevó esto aún más lejos, y dijo que al igual que la Iglesia (también conocida como el Cuerpo de Cristo) es “nutrida y unida” (versículo 19) por Jesús como cabeza del cuerpo espiritual, también nosotros podemos celebrar las fiestas con comida y bebida física. Irónicamente, en lugar de enseñar desprecio por los sábados, las lunas nuevas y las fiestas que guardaban los cristianos, Pablo estaba abogando para que estas congregaciones no judías los disfrutaran al máximo, libres de juicio.

Sombras físicas y realidades espirituales

Algo muy fascinante de lo que Pablo escribió a esta congregación gentil es que se refirió a estos tiempos y temporadas especiales utilizando imágenes filosóficas que ellos podían entender.

Cuando dijo que las fiestas de Dios eran una “sombra” de las cosas venideras, estaba señalando que estas celebraciones físicas tenían una realidad espiritual mayor.

Por tanto, cuando Pablo dijo que “lo real y verdadero” de estas cosas tenía una existencia superior en Cristo y que seguían siendo “sombras” de cosas venideras, quiso decir que Jesús demostró el significado de los días de reposo y también arrojó luz sobre su futuro cumplimiento profético, y que satisfará las necesidades de quienes respondan a su llamado (aquellos que tengan hambre y sed de él), los llenará de su Espíritu y los llevará al descanso definitivo de Dios (Juan 7:38-39).

Así pues, ahora que hemos explorado brevemente las primeras perspectivas de Pablo con respecto a los sábados y las fiestas, así como las prácticas y enseñanzas de Jesús, echemos un vistazo a la historia para ver cómo estas fiestas fueron abandonadas por la Iglesia primitiva, y veamos qué tradiciones llegaron a ser adoptadas por el cristianismo como sustitutos de estas festividades sagradas. ¡Acompáñenos en la segunda parte!

Si desea más información sobre cómo cumplió Jesús el significado de estos días, en el pasado y para el futuro, lea nuestras guías de estudio gratuitas, El día de reposo cristiano y Las Fiestas Santas de Dios. Puede seguir leyendo sobre este tema en la segunda parte de este artículo. EC