¿Debemos involucrarnos románticamente con alguien fuera de la Iglesia?
Para nuestros lectores jóvenes
Acostumbraba ver un popular programa de televisión cuya protagonista había vivido varios romances difíciles. En el punto culminante de cierto episodio, exclamó: “¡Uno no puede evitarlo! ¡No puede elegir a quién amar!” Y enseguida pasó a explicar cómo el enamoramiento escapaba completamente al control de cualquier persona.
Tenía razón, ¡pero al mismo tiempo estaba completamente equivocada! Las emociones son poderosas y podemos desarrollar fuertes sentimientos por una persona sin planearlo ni pretenderlo. Sin embargo, sí podemos controlar cómo pasamos nuestro tiempo y con quién. Si uno se mantiene alejado de una persona, es improbable que se enamore de ella, pero si el caso es a la inversa, puede que se encuentre perdidamente enamorado antes de siquiera darse cuenta.
En la actualidad, muchas personas no solo creen que “enamorarse” ocurre por accidente, sino también que siempre debiera ser así. Pero la verdad es que están equivocadas, porque tú tienes más control del que crees. Puedes decidir cuándo estás preparado para poner a disposición tus afectos y, hasta cierto punto, puedes elegir a qué personas los haces disponibles. Y digo “hasta cierto punto”, ¡porque obviamente no puedes controlar lo que sienten los demás! Por mucho que lo desees, no puedes obligar a alguien a enamorarse de ti. Créeme, yo lo he intentado.
¿Por qué estoy hablando de todo esto?
Los adolescentes y jóvenes adultos que se esfuerzan por vivir a la manera de Dios, dentro de la Iglesia de Dios, a menudo hacen preguntas difíciles de responder: “Puedo salir con alguien fuera de mi iglesia?” “Puedo casarme fuera de mi religión?” La respuesta general a ambas preguntas es no. Pero tal respuesta suscita una serie de otras preguntas. “¿Por qué no?” “¿Se aplica esto en todos los casos?” “¿Qué pasa si ya estoy enamorado de un no creyente, o si me caso con esa persona?”
Responder detalladamente a todas estas preguntas requeriría un extenso libro; y aun así, las respuestas les parecerían insatisfactorias a algunas personas. Sin embargo, vale la pena considerar una visión general del tema. La Biblia no dice nada acerca de las citas románticas, ni fuera de la Iglesia ni en ninguna otra circunstancia. En realidad las citas románticas son un invento bastante moderno; sin embargo, las Escrituras entregan algunas directrices claras sobre el matrimonio.
La enseñanza básica del Nuevo Testamento al respecto proviene del apóstol Pablo. Él aconsejó que un cristiano puede casarse con quien quiera, “con tal que sea en el Señor”, lo que significa casarse solamente con una persona llamada por Dios a su Iglesia (1 Corintios 7:39). Pablo también exhortó a los cristianos: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14). Esta metáfora nos dice que debemos evitar los vínculos permanentes con alguien de una religión diferente. La razón es que el matrimonio es el vínculo más estrecho que pueden tener dos personas. Casarse con alguien con una visión de Dios diferente a la tuya, aunque tenga una buena moral, crea una barrera entre tú y esa persona. Además, crea tensión en el aspecto más importante de tu vida: tu relación con Dios y Jesucristo.
En varias escrituras del Antiguo Testamento, Dios prohibió a los hombres israelitas casarse con “esposas paganas” (Esdras 10:3, Nueva Traducción Viviente). Esa era una forma antigua de decir que no se casaran con nadie que adorara a un dios diferente, y tiene sentido que hoy en día no debamos casarnos con una persona con creencias o religión diferentes.
Un ejemplo moderno de alguien que aprendió de la manera difícil
En lugar de elaborar más en las Escrituras, permítanme compartir mi experiencia personal. Cuando tenía 18 años, comencé a salir con una chica que conocí en el restaurante de comida rápida donde trabajaba. Ella asistía a una iglesia tradicional que guardaba los domingos, y yo formaba parte de la Iglesia de Dios. Yo no estaba haciendo nada de lo que la Biblia dice que no hay que hacer; sin embargo, llegué a arrepentirme de mi decisión. Ella era una persona muy agradable, de sólida moral, y sucedió lo esperable: nos enamoramos. Incluso le pedí que se casara conmigo.
Yo sabía lo que la Biblia enseña sobre casarse con un no creyente, pero reflexioné y concluí que ella creía mucho de lo que yo creía. Dios quería que yo fuera feliz, ¿verdad? Sí, por supuesto; ¡Dios quiere que todos sean felices! Ese es el propósito de su maravilloso plan de salvación representado por los días santos anuales. Fue durante uno de esos festivales, la Fiesta de los Tabernáculos, que me di cuenta de algo muy complicado y difícil. Sabía que creía en lo que la Iglesia de Dios enseña en la Biblia, y sabía que lo sabía. Me di cuenta de que mi relación con Dios y mi futuro en su familia era lo más importante en mi vida.
Mi novia no creía esas cosas de la misma manera. Durante aquella Fiesta me di cuenta de que la vida sería muy infeliz si no iba a poder compartir lo más importante de mi vida (mi relación con Dios) con la persona más importante de mi vida (mi esposa). En ese momento supe lo que tenía que hacer, y fue lo más doloroso que he hecho jamás: rompí nuestro compromiso y me sentí triste y desanimado durante un tiempo.
Pero ¿sabes qué? Nunca me he arrepentido de esa decisión. En un par de años mi exnovia se enamoró y se casó con un joven que compartía todas sus creencias religiosas. Al dejarla en libertad para que lo hiciera, la ayudé a tener un matrimonio mucho más feliz del que hubiera tenido conmigo. Pasaron varios años antes de que me casara, pero la espera valió la pena. Mi esposa y yo compartimos las mismas creencias y valores; nos sentamos juntos en los servicios cada sábado y días santos y servimos juntos en la Iglesia de Dios. Así es como debe ser el matrimonio.
Ahora, sería negligente de mi parte no admitir que ha habido algunos casos de matrimonios felices con no creyentes. Una persona puede casarse fuera de la Iglesia de Dios y tener éxito, pero conozco muchos más ejemplos que condujeron a la frustración y la desdicha.
Cosas que debes considerar
En cuanto a las citas románticas, aunque no puedo decirte que la Biblia prohíbe salir con alguien fuera de la Iglesia, espero que tomes en cuenta mi historia. Hice una elección que me produjo dolor y tristeza, pero espero que mi consejo te ayude a evitar eso.
Mientras desarrollas relaciones e incluso te preparas para formar una familia, por favor medita cuidadosamente en lo siguiente:
- ¿Con quién pasas tu tiempo? Esta es una buena pregunta que debes hacerte, tanto si piensas en salir con alguien como si no. Las personas con las que pasas tu tiempo, ¿comparten los mismos valores fundamentales que tú? ¿Te han llevado alguna vez sus pensamientos en una dirección poco saludable?
- ¿Qué pasa si te enamoras de alguien? Si te enamoras, ¿adónde podría llevarte? ¿A una relación de toda la vida unida por los mismos valores y objetivos fundamentales, o a una que se enfría paulatinamente debido a las diferentes creencias? ¿Qué ocurrirá cuando entren en escena los hijos?
- Comprende el poder de las emociones. Las emociones son un maravilloso atributo humano dado por Dios, y una parte necesaria y vital de la vida. Pero ten cuidado de que los sentimientos temporales no te lleven a una elección contraria a los objetivos de tu vida.
- ¿En qué punto se encuentra tu relación con Dios? Probablemente crees en Dios, vas a la iglesia y oras, ¿pero hasta qué punto estás comprometido con él? Si no has considerado seriamente el compromiso del bautismo y el recibimiento del don del Espíritu Santo de Dios, entonces tal vez sea el momento de hacer una “pausa” en la búsqueda de relaciones románticas serias. Recuerda que el Espíritu de Dios está disponible para guiarnos en las decisiones de la vida (Juan 14:26, 16:13; Romanos 8:26). Tomar buenas decisiones acerca de con quién compartes tu tiempo y con quién sales debería llevarte a elegir una buena pareja para tu vida. No lo dejes al azar. Las decisiones sabias de hoy te conducirán a una vida feliz más adelante.