Comparta sus bendiciones

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Comparta sus bendiciones

¿Está preparado para dar más de sí mismo? Si de verdad desea parecerse a Jesucristo, el único camino a seguir es dar más tiempo, talentos, dones, conocimiento, sabiduría, amabilidad, bondad, misericordia, alegría, paciencia y amor. Cada vez que decidimos abrir nuestras Biblias para deleitar nuestros ojos en las páginas que contienen la historia de su vida, su ejemplo está ante nosotros para que lo imitemos.

¿Qué da usted? Para algunos es fácil dar dinero, mientras que otros se aferran fuertemente a él por miedo a necesitarlo en una situación de emergencia, o porque quieren hacer crecer sus ahorros para futuros momentos de necesidad. Es bueno ahorrar para los tiempos de vacas flacas o de escasez (Proverbios 10:5). También es bueno compartir nuestras bendiciones con los hermanos y los menos afortunados, incluidos los pobres (Hebreos 13:16).

¿Existe tal cosa como dar demasiado o demasiado poco? ¿Cuánto debemos dar? ¿Debemos tener un balance al hacerlo? Estas preguntas tienen respuestas interesantes, y definitivamente requieren sabiduría de lo alto. Veamos un ejemplo en la Biblia.

Todo lo que tenía

En Marcos se menciona a una mujer cuyo nombre no se nos da a conocer, pero sí sus acciones. En Marcos 12:42-43 se describe cómo entregó a Dios todo el dinero que tenía, y cómo lo hizo de manera obediente, voluntaria y fiel al Eterno. No era mucho: solo dos monedas de cobre. ¿Qué se podía comprar con tan poco? Por difícil que parezca, en la actualidad hay gente que afirma que este relato no tiene nada que ver con dar, y que en realidad se trataba de que los fariseos “se aprovechaban” de las viudas. Si bien es cierto que sí se aprovechaban de estas mujeres, ese no es el enfoque principal del relato. Tenemos que reconocer que a pesar de su pobreza ella dio todo lo que tenía, aunque fuera minúsculo . . . pero ciertamente no era minúsculo para Dios, y él la elogió por ello. 

Como el relato menciona que esta mujer era viuda, sabemos que no tenía el apoyo de un marido, y su pobreza sugiere que quizá tampoco tenía hijos que ayudaran con su manutención. Esto influyó en su actitud desinteresada al dar todo el dinero que tenía. El suyo fue un sacrificio completo. ¿Necesitaba darlo todo? ¿Quizá se consideraba bendecida con todo lo que tenía y su familia cubría sus necesidades físicas? Pero, ¿y si había dado todo lo que tenía, sin saber de dónde vendría su próxima comida? Tal vez recogía espigas de los rincones del campo cada día para mantenerse. No sabemos mucho, pero lo único que Dios quería que supiéramos es que ella lo dio todo con fe, y que sirvió humildemente a Dios y no a las riquezas (dinero) como lo describen las escrituras en Mateo 6:24 y Lucas 16:13.

A continuación se habla de los ricos y se hace un contraste con los que dieron grandes cantidades, mucho más que ella. Sin embargo, todo es relativo. Esto significa que, por comparación, si damos de nuestra abundancia una pequeña cantidad. . . . ¿es esto realmente dar? La verdad es que ni siquiera lo echaríamos de menos. No habría ninguna dificultad. Por otro lado, nos quedamos pensando si la viuda pobre iba a poder comer algo al día siguiente. ¿Qué haría ella? ¿Cómo sobreviviría? Había entregado todo lo que tenía . . . esto sí que era dar, y había sido un hermoso acto de fe.

Por el contrario, los ricos donaron de su abundancia. Podrían haber dado más, pero optaron por entregar lo suficiente para que pareciera que se trataba de muchas monedas. Querían llamar la atención de los demás que estaban cerca y oían tintinear y repiquetear estridentemente su dinero en la alcancía. Jesús se fijó especialmente en cómo daba la gente,  e hizo una comparación entre los ricos y los pobres para nuestra instrucción.

Motivos para dar

Algunos dirán que es ridículo dar todo lo que se tiene, pues ¿cómo podría vivir  uno entonces? Puede resultar difícil discernir cuánto debemos dar. Después de todo, las Escrituras muestran que Dios desea la obediencia más que el sacrificio
(1 Samuel 15:22). Para algunos, la obediencia es mucho más difícil de practicar  que el diezmo regular o las ofrendas voluntarias. Podemos esmerarnos en ser obedientes guardando los Diez Mandamientos, llevando una vida cotidiana que se mantenga cerca de Dios y vigilando nuestro estado personal para no pecar, y  en caso de hacerlo, orar inmediatamente y arrepentirnos.

Podríamos dar todo lo que tenemos a Dios, pero si no vivimos rectamente esto sería inútil y carecería de sentido, del mismo modo que darlo todo a los pobres sin amor no sirve para nada (1 Corintios 13:3). Lo mejor sería enfocarnos en la obediencia y en agradar a Dios mostrando amor a los demás y supliendo sus necesidades cuando las veamos.

Ayer pudo haber sido recortar y limar las uñas rotas de un anciano en un asilo; hoy puede ser regalar nuestro suéter a una joven que tiembla de frío porque no tiene uno; mañana quizá sea visitar a alguien confinado en su casa y regalarle su tiempo, conversación, presencia y compañía, que podría ser lo mejor de su día solitario.  Y como posiblemente ya no puede cocinar como antes, no estaría de más llevarle  una comida casera, caliente y nutritiva para que la disfrute.

Más que dinero

El dar puede adoptar muchas formas. Dar todo de nosotros mismos implica algo más que simplemente dinero. Si damos diligentemente los diezmos y las ofrendas, eso es todo lo que Dios pide de nuestras finanzas. Podemos dar más si es posible y tenemos los medios para hacerlo, pero también podemos dar una ofrenda de nuestro tiempo, nuestros recursos, talentos y dones, y hacerlo con un corazón dispuesto. Si vemos una necesidad y tenemos la capacidad de suplirla, debemos hacerlo. El Espíritu de Dios le ayudará a hacer la voluntad de Dios en las áreas del dar. El acto de dar produce alegría al beneficiario, y como resultado Dios también lo bendecirá a usted por estar dispuesto a entregar en lugar de “hacer la vista gorda” o endurecer su corazón (Proverbios 11:25). En 2 Corintios 9:7 se nos dice que Dios ama al dador alegre. No es bueno dar a regañadientes, ya que eso no es dar de verdad (Deuteronomio 15:10). Debemos examinar de cerca nuestros motivos y dar sin esperar nada a cambio.

El ejemplo de la viuda pobre es maravilloso, ya que ¿quién de nosotros ha entregado realmente todo el dinero que tiene en un momento dado? Dios nos ha dado tal abundancia de bendiciones en forma de talentos, dones y habilidades junto con beneficios financieros, que debemos compartir con los que tienen menos. Todo lo que tenemos es gracias a nuestro Creador.

Ahora es el momento de dar a los demás de muchas maneras, tantas, que sería imposible recordarlas y documentarlas todas. Tal como Jesucristo observó a la viuda pobre en el templo hace 2000 años, nuestro Padre nos observa para ver cómo damos, más que cuánto damos (2 Corintios 8:12). En realidad, lo que cuenta es la motivación. ¿Qué hay en su corazón y cómo va a dar hoy? Dios nos observa para ver cómo estamos amando a los demás en preparación para su reino, cuando habrá que satisfacer muchas más necesidades. EC