Segundo mes: Iyar
Abraham, el amigo de Dios y padre de multitudes

Abraham fue padre de multitudes. El nombre original del hijo menor de Taré fue Abram. El cambio le fue dado cuando Dios le renovó la promesa de una progenie numerosa (Génesis 11:26; 117:5, 9). El lugar de Abraham en la galería de retratos de la Biblia es completamente único e inalcanzable. Se destaca como un hito en la historia espiritual del mundo. Elegido por Dios para convertirse en el padre de una nueva raza espiritual, como líder de una poderosa hueste, Dios en su revelación, encontró en él una de sus épocas más importantes. En sí mismo, no había mucho que lo hiciera merecedor de tal distinción. Pero fue escogido lleno de gracia. La vida de Abraham nos proporciona mucho detalle. Él procedía de la grande y populosa ciudad de Ur, y por lo tanto era gentil, aunque después llegó a ser el primer hebreo. Era un pastor de ovejas rudo, sencillo y venerable, parecido a un beduino. No pronunció ninguna profecía, ni escribió libro alguno, no cantó ningún cántico, ni dio ninguna ley. Sin embargo, en la larga lista de santos bíblicos sólo se habla de él como "el padre de los fieles" y como "el amigo de Dios" (Isaías 41:8).
Poco sabemos de él hasta que cumplió setenta años, una prueba contundente de que se había entregado a Dios antes de dejar su hogar para ir a la lejana tierra de Canaán. Recibió una revelación clara de Dios, pero no se nos dice cómo ni cuándo. Sin embargo, sabemos que él renunció a una incertidumbre y salió sin saber a dónde iba. Voluntariamente entregó lo visible por lo invisible. Aprendió la lección de la paciencia, esperando en el Eterno Dios. Pasaron muchos años antes de que se cumpliera la promesa de Dios para él, tres promesas en total: de un país, Canaán; de posteridad, como las estrellas del cielo; de una simiente espiritual, por medio de la cual todas las familias de la tierra serían bendecidas.
Abraham creyó en Dios, frente a una larga demora y también en medio de dificultades que parecían insuperables. Por eso se le llama "el padre de todos los que creen". Se destacó por su fe activa, y viva (Génesis 15:6). Al haber creído en Dios, le fue contado por justicia. Estuvo sujeto a fracasos. Su carácter, como el sol, tenía manchas. La conducta de Abraham con Agar en dos ocasiones, al despedirla, es dolorosa de recordar. Luego de su partida de Canaán, entró en Egipto cuando había hambre en la tierra. (Génesis 12:19; 20:2). Fue llamado a ofrecer sacrificios especiales. El primero está descrito en detalle en Génesis 15, donde las cinco víctimas ofrecidas en sacrificio a Dios eran simbólicas y típicas de toda la economía mosaica que iba a venir. Luego tenemos la ofrenda de Isaac, un acto de fe de parte de Abraham y, también, una prueba de fe (Génesis 22). Abraham no retuvo a su único hijo prometido, porque Dios quería saber lo que había en el corazón de Abraham, no la vida de Isaac. Así que cuando se levantó el cuchillo para matar a Isaac, apareció un sustituto provisto. Después de este sacrificio, Abraham recibió el testimonio de que había agradado a Dios. Hay muchas lecciones provechosas que se pueden extraer de este notable hombre de Dios, porque la fe siempre viene acompañada de pruebas. Ser cristiano no significa que las pruebas sean imposibles o innecesarias. Cuanto mayor es la fe, mayor es la prueba. La fe brilla cómo lo manifiestan la paciencia y la mansedumbre de Jesús que vivió a través de muchas pruebas. La historia de Abraham fue escrita con lágrimas y sangre, pero la fe de Abraham le valió el honor de ser "Abraham, mi amigo". No hay mayor rango ni mayor honor que el de ser descrito de esa manera. Acaso no dijo Jesús: "Sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando" Y luego añadió, “os he llamado amigos”: (Juan 15:14-15).