#335 - Tito 1-3: "Las maravillosas instrucciones pastorales de Pablo a Tito"

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#335 - Tito 1-3

"Las maravillosas instrucciones pastorales de Pablo a Tito"

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La epístola probablemente fue escrita alrededor del año 63 d.C., después que Pablo salió de su primer encarcelamiento romano y antes de volver a una prisión por última vez. En el intertanto, había viajado a Creta con Tito y lo había dejado allí para supervisar a varias congregaciones.

Creta era la mayor de las islas griegas y tenía unos 200 kilómetros de largo por 50 km de ancho. Alrededor del año 800 a.C., Homero llamó a Creta en La Ilíada, "la isla de un centenar de ciudades", ya que era fértil y tenía una población numerosa que en los tiempos de Pablo incluía a muchos judíos.

Creta había sido la capital de la famosa civilización minoica (1500 a.C-1200 a.C., en su apogeo), pero en los tiempos del Nuevo Testamento, bajo el dominio romano, se había hundido a profundidades morales deplorables. Lamentablemente, los habitantes fueron generalmente conocidos por ser deshonestos, codiciosos y sensuales. De hecho, los griegos acuñaron un verbo griego, “cretizo" o sea, “mentir". Nos recuerda algo similar con Corinto, donde los griegos habían acuñado el término "corintizar" para describir su principal debilidad: la inmoralidad sexual. Así pues, Tito tenía la ardua tarea de poner en orden congregaciones con algunas personas difíciles.

Pablo comienza la carta, "Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad, en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador" (Tito 1:1-4).

Se manifiesta la humildad, pero a la vez, un orgullo apropiado, de parte de Pablo en sus credenciales: se titula un "doulos de Dios" o sea un esclavo doméstico que solo hace la voluntad de su amo. Él es también un apóstol o un "enviado" de Jesucristo, con esa autoridad de su amo. A continuación, explica que el plan de salvación de Dios ofrece esa esperanza de la vida eterna a la humanidad, que se planeó "antes del principio de los siglos". Sí, Dios Padre y el Verbo, que se convirtió en Jesús, deseaban tener una relación de familia que fuera eterna con los que responderían y cumplirían con su llamamiento hasta el fin.

Luego dice: "Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen. Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene" (Tito 1:5-11).

La lista aquí para ordenar a un anciano es un poco más exigente que la de 1 Timoteo 3:1-7, tal vez porque en Creta se requiere de más fuerza de carácter. Se espera que los hijos de un anciano sean "creyentes” y que no sean acusados de disolución (del gr. asotia, o la incapacidad de ahorrar dinero), y así, una persona que malgasta sus fondos en sus propios placeres, como el término se utiliza para la vida disoluta del hijo pródigo en Lucas 15:13. La otra palabra es anupotaktos, o un hijo "no sujeto o rebelde".

También añade que el ministro es un "administrador" de Dios, del gr. oikonomos, o un mayordomo de una casa o una hacienda. Así, el ministro debe rendir cuentas a Dios de cómo ha administrado y cuidado la congregación.

Pablo señala que algunos problemas surgen de "los de la circuncisión", o un grupo de judíos cristianos que insistían en imponer a los gentiles creyentes las leyes de la circuncisión, los ritos ceremoniales, y los reglamentos rabínicos, como también se tratan en Hechos 10, 15, y en Gálatas.

A continuación, Pablo aclara, “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tito 1:12-16).

Él cita a un famoso filósofo cretense del siglo sexto a.C., Epiménides, que describe el carácter general cretense como ser deshonestos, comilones y sensuales. El Comentario Tyndale del NT dice: "El apóstol le insta a Tito a tomar medidas fuertes contra un elemento rebelde en la Iglesia y revela el carácter de las personas que está tratando. Este es un principio útil para un ministro, pues debe estar consciente del carácter del pueblo, por difícil que sea" (p. 188).

Así, Pablo identifica a algunos judíos cristianos, del partido "de la circuncisión" que deseaban imponer a los gentiles creyentes reglamentos rituales y fábulas judías, muchas tomadas del Talmud, el Mishná y el Midrash. Es parecido a lo que Timoteo tuvo que enfrentar en Éfeso (1 Timoteo 1:4; 2 Timoteo 4:4) y que causó a algunos hermanos desviarse de la fe. Por eso, Pablo aconseja un remedio fuerte: "Por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe". Recibir autoridad a veces significa tener que aplicar la disciplina para proteger el rebaño de Dios.

Luego, menciona los deberes de personas ancianas en la Iglesia, "Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada" (Tito 2:1-5).

Estos son principios duraderos para los miembros de mayor edad, que tienen más experiencia y pueden aconsejar sanamente a los miembros más jóvenes y para darles un buen ejemplo a seguir.

A los jóvenes les dice: "Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros" (Tito 2:6-8).

Pablo insiste que los hombres jóvenes deben ser "prudentes", y usa una hermosa palabra griega, sophron, o sea, una persona que tiene autocontrol sobre sus emociones y pasiones. Barclay señala, "La primera cualidad que cualquier joven debe aspirar es el control de sí mismo. Nadie puede servir a los demás hasta que él mismo se haya dominado. "El que domina su espíritu es mayor que el que toma una ciudad" (Proverbios 16:32). La autodisciplina no está entre las virtudes más glamorosas, pero es lo más importante. Cuando el entusiasmo de la juventud se ve reforzado con la solidez del dominio de sí mismo, es algo realmente grandioso ver en la vida.

Pablo continúa: "Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie" (Tito 2:9-15).

Dice que los esclavos creyentes deben dar un buen ejemplo a sus amos, mostrando una actitud obediente, como José en la casa de Potifar (Génesis 39:2-6). Luego explica lo esencial de la salvación: al vencer el pecado a través del sacrificio de Cristo, que él viva en nosotros, el obedecer las leyes de Dios y ser celosos de buenas obras, y esperar la venida del Reino.

Luego añade: "Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna" (Tito 3:1-7).

Por tanto, debemos ser buenos ciudadanos en nuestros países, dando un buen ejemplo. También debemos reconocer que estábamos extraviados hasta que Dios nos llamó. Luego, a través del bautismo y la imposición de manos, comenzamos una nueva vida, siendo perdonados de nuestros pecados pasados a través del sacrificio de Cristo y nos convertimos en herederos de la esperanza de la vida eterna -porque no es una garantía. Así, Pablo recalca ese equilibrio perfecto: la gracia sin la ley de Dios se vuelve en una verdadera “desgracia”, mientras que el guardar las leyes de Dios sin esa gracia es caer en el legalismo.

Por eso, sabiendo que algunos podían malinterpretar su énfasis en la gracia -o el perdón y el favor inmerecido de Dios-, debe aclarar: "Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres." (Tito 3:8).

Así, Pablo, al igual que Santiago, enseña que la fe es con las buenas obras, pues las obras por sí solas no son suficientes, ni tampoco la fe por sí sola basta. Ambos elementos se requieren para tener ese justo equilibrio bíblico.

Luego añade: "Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio" (Tito 3: 9-11). 

Pablo se vuelve a enfocar en esos miembros contenciosos que dividían a la iglesia por cuestiones de “la ley”, que en este contexto son los de “la circuncisión” que insisten en la importancia de tener una genealogía judía y seguir los ritos. Pablo dice que hay que separarlos de la iglesia para que haya paz.

Barclay tiene un buen comentario sobre esto: "La segunda parte de este pasaje nos advierte sobre discusiones inútiles. Los filósofos griegos pasaban su tiempo en argumentos sutiles. Los rabinos pasaban el tiempo construyendo genealogías imaginarias de los personajes del Antiguo Testamento. Los escribas judíos pasaban horas hablando de lo que se podía y no hacer en el sábado [tenían 1520 leyes solo sobre el sábado], y de lo que era y no era impuro. Se ha dicho que existe el peligro de que un hombre puede pensar que es religioso porque discute cuestiones religiosas. Es mucho más fácil discutir cuestiones teológicas que ser amable, considerado y útil en el hogar o eficiente, diligente y honesto en el trabajo… Es el consejo de Pablo que el hombre polémico y contencioso debe ser evitado. La versión Las Sagradas Escrituras lo llama un “hereje”. En el griego es hairetikos. El verbo hairein significa 'elegir'; y hairesis significa "un partido, una escuela o una secta". Originalmente, la palabra no llevaba ningún mal sentido. Pero esto sucede cuando un hombre eleva su opinión particular en contra las enseñanzas… de la Iglesia. Un hereje no es más que un hombre que ha decidido que está en lo correcto y que todos los demás están equivocados. La advertencia de Pablo es contra el hombre que ha hecho de sus propias ideas la prueba de si es la verdad. Un hombre siempre debe ser muy cuidadoso de cualquier opinión que lo separa de la participación de sus hermanos en la fe. La verdadera fe no debe dividir a los hermanos sino debe unirlos".

Pablo termina la carta con estas palabras: "Cuando enviare a ti a Artemas, o a Tíquico, procura venir a mí, a Nicópolis, porque allí he determinado invernar. A Zenas doctor de la ley, y a Apolos, envía delante, procurando que nada les falte. Y aprendan asimismo los nuestros a conducirse en buenas obras para los usos necesarios, para que no sean inútiles. Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén" (Tito 3:12-15).

Pablo le pide a Tito que se reúna con él en Nicópolis, probablemente se refiere a la famosa ciudad en el distrito de Epiro en la costa occidental de Grecia. Era una zona muy poblada de la provincia romana de Dalmacia (ver 2 Timoteo 4:10).

Parece que Zenas y Apolos eran los que le trajeron esta epístola a Tito y Pablo también le dice a Tito que provea para ellos en su viaje de partida.

A la postre, Pablo termina enseñando ese perfecto equilibrio cristiano: es la ley más la gracia de Dios. Así, debemos guardar las leyes de Dios, pero dependiendo de su ayuda espiritual para producir esas buenas obras, pues siempre debemos confiar en la gracia de Dios para ayudarnos a llevarlo todo a cabo.