#293 - 2 Pedro 2-3: "Juicio a los falsos maestros; la venida de Cristo y el juicio final"

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#293 - 2 Pedro 2-3

"Juicio a los falsos maestros; la venida de Cristo y el juicio final"

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Les dice: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Pedro 2:1).

Dios profetizó que entrarían falsos profetas en medio de su pueblo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento hay dos capítulos dedicados a advertirles sobre los falsos maestros, Deuteronomio 13 y Jeremías 23. En Jeremías 23:32 leemos: “Dice el Eterno: He aquí que yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo”.

Dios nos revela que permitirá que esto suceda para ver quiénes serán “aprobados” al mantenerse firmes en la fe. Leemos de este principio en 1 Corintios 11:18-19: “Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones [herejías, del griego hairesis], para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”. Cristo también advirtió: “Guardaos de los falsos maestros que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis… No todo el que me dice: Señor, Señor [es decir, que acepta a Jesús como su Salvador], entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:15-21). 

Y ¿cuál es la voluntad del Padre? Juan contestó: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él, pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado” (1 Juan 2:4-6). El verdadero creyente siempre se distingue del falso al respetar y amar los mandamientos de Dios.

El historiador eclesiástico B.G. Wilkinson añade: “Al ser el cristianismo apostólico una religión muy superior al paganismo reinante, cuando se difundió, sacudió los cimientos de todo ese mundo religioso. Pero Jesús y sus discípulos sabían que el éxito que tendría el cristianismo no pasaría desapercibido por Satanás y que pronto aparecerían falsificaciones de la iglesia. Para evitar que fueran engañados los hermanos, era necesario dar más instrucciones al respecto, y por eso las últimas epístolas de los apóstoles atacan esta infiltración. En Apocalipsis, el último libro de la Biblia, la iglesia falsa es claramente identificada y descrita el crecimiento espectacular que tendría este “misterio de iniquidad” organizado. Se desenmascararía ese sistema falso por medio de los símbolos en Apocalipsis” (Truth Triumphant, [El Triunfo de la Verdad], pp. 8-9).

Estos falsos maestros introducirían encubiertamente [el griego dice “al lado de (la verdad)”] estas herejías destructoras en la iglesia. El término “herejía”, que viene del término escoger, significa que los falsos maestros “escogerían” conceptos que falsifican la verdad bíblica. Lo harían sutilmente mezclando conceptos paganos con los bíblicos. Barclay menciona: “Usarían argumentos astutos. Es fácil oponerse a lo falso cuando es presentado como algo mentiroso, pero cuando es disfrazado como una verdad, ahí se convierte en una verdadera amenaza”. Añade el Comentario Evangélico: “Los falsos maestros se infiltrarían secretamente en la iglesia. Al principio no buscarían puestos ni prestigio y trabajarían junto con los que enseñan las doctrinas verdaderas. Pero gradualmente introducirían sus herejías destructoras. Probablemente el rasgo más destacado de estos falsos maestros es su desprecio por la autoridad de los líderes en la iglesia”. Por eso Pedro dice de “aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío”.

Además, ellos “...aun negarán al Señor que los rescató” (2 Pedro 2:1). ¿Cómo pueden negar a su Señor después de ser bautizados? Hay dos formas principales. Barclay explica la primera: “Supongamos que un hombre le dice a su esposa que la ama, pero constantemente le es infiel. Por esos actos de infidelidad, está negando todo lo que ha dicho sobre el amor. Estos falsos maestros estaban diciendo que amaban y servían a Cristo, pero en realidad lo estaban negando con sus hechos y falsas enseñanzas”. La segunda manera era al rechazar la autoridad de Cristo al desacatar a los verdaderos ministros que él puso.

Pedro sigue: “Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Pedro 2:2-3). Pedro llama la verdadera religión: “el camino de la verdad” y así es. Dios entrega sus verdades en la Biblia y nosotros las seguimos. La religión es así de simple. Además, estaba profetizado que el verdadero camino sería “blasfemado” por la conducta de estos falsos maestros. Comenta Barclay: “Estos falsos maestros esconden grandes ambiciones para un día obtener prestigio, poder y dinero. Enseñan que la gracia era ilimitada y que los hermanos podían pecar, puesto que por la gracia serían perdonados”. 

En vez de ser una religión humilde para servir al mundo, estos maestros vieron a la religión como una fuente económica, política y social para ejercer el dominio mundial. Y así sucedió como vemos en Apocalipsis 17.

Ahora bien, el cristianismo tradicional se cuida al no decir que el hombre queda libre para pecar. Sin embargo, sí enseña que “la ley ha sido abolida”. Esto, desde luego, solo se refiere a “ciertos mandamientos” de Dios. Definitivamente no se refieren a los últimos seis mandamientos, sino en especial al cuarto, que manda guardar el día sábado como día santo. Pero, como dijo Santiago respecto a los Diez Mandamientos: “Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás”. Aquí vemos que todos los mandamientos son igual de importantes, pues provienen de Dios. Pedro sabía que los falsos maestros sutilmente comenzarían a enseñar a quebrantar “algunos” de los mandamientos y por eso a ellos les aguarda un terrible juicio cuando resuciten. 

Pedro explica: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2:4). Esto se refiere a la rebelión de Lucifer y sus ángeles, descrita en Isaías 14 y Ezequiel 28. Cristo mismo presenció cuando Dios el Padre los arrojó de nuevo a la tierra, y ahora transformados en ángeles caídos, al decir: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). Ellos ahora están confinados a la tierra, como Satanás le contestó a Dios lo que hacía: “De rodear la tierra y de andar por ella” (Job 1:7). 

Unos ángeles caídos que habían poseído a una persona se asustaron al ver a Jesús y preguntaron: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mateo 8:29). Ellos están ahora confinados a la tierra (salvo Satanás que todavía tiene acceso para venir ante Dios) hasta que venga el tiempo del juicio, cuando serán condenados y castigados. Dios fue paciente y misericordioso con ellos, pero cuando se rebelaron, Dios actuó fulminantemente. 

El término usado aquí para “infierno” es tártaros, un lugar oscuro de confinamiento. De hecho, a los ángeles caídos les gusta estar y actuar en la oscuridad y donde hay suciedad. Son ambientes que sirven para ocultar sus malas obras. Por eso Satanás y sus ángeles perversos son llamados “gobernadores de las tinieblas de este siglo y… huestes espirituales de maldad” (Efesios 6:12). 

El segundo ejemplo de Pedro es el juicio y castigo de los malos con el Diluvio: “Y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos” (2 Pedro 2:5). Dios tuvo mucha paciencia y misericordia sobre ese mundo antiguo, pero una vez que se habían corrompido todos menos Noé y su familia, no había otro remedio. Es un principio bíblico que el pecado universal conlleva a un castigo universal

El tercer ejemplo es la destrucción de Sodoma y Gomorra. “Y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío” (2 Pedro 2:6-10). Pedro está comparando las pruebas que la iglesia está pasando con las pruebas que los hombres justos de Dios han tenido que aguantar en medio de la maldad. Estos falsos maestros serán condenados en el futuro, cuando regrese Jesucristo a la tierra para “dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron” (2 Tesalonicenses 1:8-10).

No toda la maldad será castigada en este mundo actual, pero todos serán juzgados en el futuro. Los falsos maestros están acumulando un terrible juicio al dejarse ser instrumentos del diablo e ir en contra de la iglesia. 

Dice Pedro: “Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta” (2 Pedro 2:12-16). Noten la descripción de estos falsos hermanos. Están en la iglesia, comen con los miembros en las actividades sociales, pero son personas carnales que esperan el momento apropiado para “seducir a las almas [personas] inconstantes [que tienen una fe débil]”.

Pedro, como pastor de la iglesia, está muy preocupado porque los hermanos están tolerando estas personas y no las denuncian. Advierte cuál será el fin de estos falsos maestros y de los que los siguen. “Estos son fuentes sin aguas, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre” (2 Pedro 2:17). Noten que el destino será una oscuridad eterna, que la Biblia llama “la segunda muerte” cuando la persona dejará de existir para siempre. 

Pedro está airado por el daño que le están haciendo a los “pequeñitos” en la iglesia que no advierten el peligro. Veamos cuál es la esencia de la enseñanza de estos falsos maestros: “Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad [de la ley de Dios], y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento (de entole, la misma palabra que Pablo usa para referirse a los mandamientos de Dios, por ejemplo, en Romanos 7:12) que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 Pedro 2:18-22). 

Noten otra vez que tenemos aquí otra referencia a la enseñanza de la segunda resurrección, pues tiene que existir una oportunidad para los que en esta vida no conocieron “el camino de la justicia”. Pedro explica que sería mejor para los que apostatan de la fe y dejan de guardar “el santo mandamiento” que jamás hubieran conocido el “camino de la verdad” en esta vida. Ellos sí serán condenados mientras que los que no conocieron las verdades de Dios están en mejores condiciones.

Pedro ahora termina esta epístola con una mirada hacia el futuro y cómo se va a realizar ese maravilloso plan maestro de Dios.

Comienza denunciando a los falsos maestros por desanimar a los hermanos de que no creyeran que Jesús vendría de nuevo, pues decían que se había demorado demasiado la promesa de su venida. Dice: “Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen, así como desde el principio de la creación” (2 Pedro 3:3-4). Esta idea prevalece también hoy día. Gracias a la teoría de la evolución, la mayoría de los filósofos, científicos y muchos religiosos creen que todo seguirá igual que en el pasado y que Cristo no volverá a la tierra. Muchos ni siquiera creen que Jesús existió. 

Pedro les contesta: “Estos ignoran voluntariamente que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua, y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua” (2 Pedro 3:5-6). Se olvidan de que ya una vez Dios tuvo que destruir por medio del Diluvio a toda la humanidad, exceptuando una familia. Ha prometido que nunca más morirá la humanidad de esa forma, pero viene un futuro castigo con fuego sobre la humanidad por su maldad. Pedro dice: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:7). 

Pedro menciona el tiempo de esa futura intervención. “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). He aquí la enseñanza de que, para Dios, mil años del hombre es como un día, y un día para Dios es como mil años del hombre. En Hebreos 4:4-11, vemos que el verdadero reposo del hombre vendrá con Cristo, y que el sábado es un símbolo de esos mil años del reino de Cristo descrito en Apocalipsis 20:4-6. Por eso, la doctrina de que hay 6000 años de historia humana (seis días de la creación equivalen a 6000 años y el séptimo día equivale a los 1000 del reinado de Cristo), tiene bases bíblicas, aunque no sabemos exactamente por la cronología bíblica cuándo llegaremos a esos 6000 años (la mayoría de los estudiosos piensan que estamos cerca, dentro de los próximos veinte años). Ahora bien, puesto que no está completamente claro lo que dijo Pedro, no debemos basarnos absolutamente en ello, y Dios tiene la palabra final para cuando venga Jesús. Nos tendrá que darnos más claridad, como dice en Amos 3:7, “Porque no hará nada el Eterno el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. 

Pedro sigue explicando que en el juicio final las obras del hombre serán quemadas. “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:10-13). 

Explica el Comentario del Conocimiento Bíblico: “Este día del Señor se toma en el sentido más amplio y abarca la Tribulación, el Milenio, el Juicio del Gran Trono Blanco y la purificación por el fuego de la actual tierra y los cielos que la cubren. Durante el Juicio del Gran Trono Blanco después del Milenio, los impíos serán juzgados y lanzados en el lago de fuego. Este será su día de juicio como dice Pedro (2 Pedro 2:9), y de su destrucción. Después de esto, la tierra y los cielos que la rodean serán incendiados y purificados”. Esto sucederá en el momento descrito por Juan, “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1).

Debido a ese juicio, Pedro nos exhorta a vivir vidas dignas, para que nuestro juicio sea para bendición y no para maldición. También nos advierte que varias de las epístolas de Pablo, que tocan estos temas, son “difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:16). Obviamente, los falsos maestros se aprovecharon de algunas cosas que Pablo escribió sobre la gracia, la fe, y la ley para “torcerlas” e intentar convencerlos que la gracia permite a uno pecar.

Pero Pedro sabe que los hermanos que están firmemente anclados en la ley de Dios no se dejarán engañar. Nos exhorta finalmente a seguir creciendo “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 3:18). Si seguimos las instrucciones en esta epístola, como dijo Pedro, “no caeréis jamás” de la fe.