#237 - Mateo 5 - Lucas 6: "El sermón del monte; la magnificación de la ley"

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#237 - Mateo 5 - Lucas 6

"El sermón del monte; la magnificación de la ley"

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Aquí Cristo cumpliría con la profecía en Isaías 42:20: “El Eterno se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla”. Jesús tenía esto precisamente en mente cuando dijo en esta sección, “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas [el Antiguo Testamento], no he venido para abrogar, sino para cumplir (del griego pleirou, “llenar hasta el tope”)” (Mateo 5:17, NRV).

Revisemos primero el escenario para entender este “sermón de sermones” dado por Jesús. Recientemente había estado guardando el sábado con sus discípulos, y fueron acusados por los fariseos de violar sus tradiciones. Como verán, mucho del sermón del Monte fue dado para mostrar el contraste entre la ley de Dios y las tradiciones fariseas que el pueblo creía eran las normas correctas para entrar en el reino de Dios. Cristo rechazó estas reglas fariseas y mostró cuáles eran los verdaderos principios para observar el sábado.

“Un sábado, al pasar por los sembrados, los discípulos de Jesús arrancaban espigas, las desgranaban con las manos, y las comían. Y algunos fariseos les dijeron: ‘¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?’ (Lucas 6:1-2). La pregunta clave es, ¿no permitido por quién? ¿por Dios o por los fariseos? La respuesta: no permitido por las normas fariseas pero sí por Dios. Ellos habían agregado a la ley sabática un total de 1521 reglamentos humanos. Por ejemplo, he aquí una de sus reglas respecto a los insectos en el día sábado: “Si un insecto pica a una persona, puede ser sacado del cuerpo y arrojado, aunque no está permitido darle muerte [creían que esto era cazar en el sábado]”. He aquí otras prohibiciones en el sábado: “Está prohibido desgarrar dos hojas de papel que han sido pegadas intencionalmente [sería trabajar]”. Otra: “Está prohibido escribir dos letras o hacer dos marcas con el dedo [es trabajar]”. Todos estos eran fallos rabínicos sobre el sábado que iban más allá de la Palabra de Dios.

Así, los fariseos o rabinos habían hecho de la observancia del sábado una gran carga. Ni siquiera permitían arrancar y comer unos granos de trigo o cebada, pues consideraban que era trabajar. Sin embargo, en la Biblia al hambriento se le permitía sacar espigas de las esquinas de un campo en cualquier día (Deuteronomio 23:25). No obstante, los fariseos decidieron no permitirlo el sábado. Ellos agregaron a la ley de Dios esta prohibición de sacar espigas en el día sábado. Estas leyes humanas que siguen los judíos están en el Talmud... Escriben: “El Talmud enumera treinta y nueve clases de trabajos cuya realización está prohibida en sábado. Hay también leyes derivadas de las anteriores, que también están prohibidas en sábado… Está prohibido… #3. Cosechar, o arrancar cualquier cosa de su lugar de crecimiento, ya sea con las manos o mediante algún instrumento. #4. Hacer gavillas o reunir y amontonar espigas separadas de trigo. #5. Trillar. No está permitido trillar nada que crezca en el suelo, como algodón, trigo, etc. (Síntesis del Talmud--Shulján Aruj). Un comentario aclara: “Los fariseos enseñaban que arrancar espigas era cosechar, desgranarlas era trillar, botar los restos era tamizar, y al comerlas era preparar la comida en sábado. Al comer un bocado de granos porque estaban hambrientos ¡habían violado cuatro leyes de sus tradiciones!” (Comentario sobre Lucas, Leon Morris, p. 122).

Sin embargo, ninguna de estas tradiciones eran parte de la ley de Dios, sino que eran un agregado ilegal. Cristo guardaba sólo la ley de Dios y no estas ridículas tradiciones de los fariseos. Por eso lo odiaban. Jesús dio dos ejemplos de la Biblia para mostrarles que estaban equivocados y sus discípulos no habían violado la ley al comer unos pocos granos. El primer ejemplo fue el de David y sus hombres que, desfalleciendo por el hambre, recibieron los panes de proposición que solo debían comer los sacerdotes, y ellos los comieron sin culpa. ¿Por qué? Porque tal como los panes, el sábado permite situaciones de emergencia cuando hay hambre o peligro de vida. Unos versos más tarde Cristo explicó este principio en el relato paralelo de Mateo 12:11: “Él les contestó: ‘¿Quién de vosotros, si la única oveja que tiene se cayera en una fosa en sábado, no le echa mano y la saca? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja?”

Sus discípulos no estaban cosechando trigo, ni trillando en el campo el sábado. Habían sacado unas pocas espigas para apaciguar su hambre mientras caminaban en el sábado. Pero como era característico de los fariseos, habían “colado el mosquito y tragado el camello”. El otro ejemplo que Jesús usó fue: “¿No habéis leído en la Ley, que los sábados en el templo los sacerdotes quebrantan el reposo del sábado [al hacer sacrificios] y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Si supieseis qué significa ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenarías a los inocentes” (Mateo 12:5-7, NRV). Eran los fariseos los que habían añadido ilícitamente leyes respecto a lo que se podía o no hacer en los sábados. En el relato paralelo de Marcos 2:27-28, Cristo resume el principio de que el sábado fue dado para beneficio del hombre y no para cargarlo de reglamentos humanos. “El sábado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sábado [los rabinos creían que el sábado era más importante que la creación del hombre]. Así, el Hijo del Hombre es también el Señor del sábado”. Cristo es el dueño del sábado al entregárselo, como el Verbo, a Adán y Eva. Dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58). Cristo sabía mejor que nadie, incluyendo a los fariseos, cómo se debía guardar el sábado y lo estaba restaurando a su intención original con el espíritu que le fue dado al hombre en Génesis.

Al entrar en la sinagoga, vio a un hombre con una mano seca, y “le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle”. Los fariseos habían añadido una ley al sábado: “Si una vida humana está en peligro, esa vida debe ser salvada, aunque ello implique la violación del sábado”. Pero, como dice un autor: “Los rabinos no objetaban con sanar a los enfermos en el sábado si había peligro de muerte, pero si no lo había, no lo permitían” (op.cit. p. 123). Era obvio que la mano seca de este hombre no lo ponía en peligro de muerte, y por eso ellos pensaban que no debía ser sanado en sábado. Pero Jesús, mirando a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Les dijo: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla? Y ellos [en vez de darle gracias y gloria a Dios], se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús” (Lucas 6:7-11). En Marcos se añade: “Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos [grupo político que apoyaba a la familia de los Herodes por encima de los romanos] contra él para destruirle” (Marcos 3:6).

Al saber Jesús que no le quedaba mucho tiempo antes de que fuera condenado y muerto por los fariseos y sacerdotes que protegerían sus puestos y tradiciones a toda costa, ora toda la noche a Dios para que le indique quiénes serán los doce apóstoles que dirigirán la obra de Dios luego de su muerte. “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles [del griego apostolos que “involucra la idea de ser enviados con un propósito especial o con autorización oficial” (Dic. Ilustrado de la Biblia, p. 41)]. Respecto al número 12, es el mismo que las 12 tribus de Israel, y Cristo dijo más tarde: “En la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28). En otra parte dijo: “Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 10:5-6). Pablo y sus ministros fueron a los gentiles, pero no los 12 apóstoles. Veremos en futuros estudios que estos 12 apóstoles se encargarían de la parte israelita de la Iglesia, mientras que Pablo tendría la parte gentil. No añadiremos más sobre el relato puesto que los doce apóstoles son bien conocidos por todos. Todos eran hombres sencillos.

“Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria… Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán” (Mateo 4:23-24).

El Sermón del Monte en Mateo 5-7 y Lucas 6 

Este Sermón se encuentra en dos secciones, la parte principal en Mateo, y la otra en Lucas. Nos enfocaremos en la parte principal de Mateo 5 y añadiremos las otras partes que sólo se encuentran en Lucas.

Primero, ¿de qué se trata este sermón? Cristo acababa de anunciar, “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Mateo no usa mucho el término “Dios” en su evangelio para no ofender a los judíos que veneraban excesivamente ese nombre y usa en vez el sustituto “de los cielos”. Sobre el sermón, un autor explica: “Jesús acababa de predicar sobre el reino de Dios y la pregunta natural de cada judío era: ‘¿soy digno de entrar en el reino de Dios? ¿Será suficiente mi justicia para poder entrar?’ La única regla de justicia que conocían era la establecida por los actuales líderes, los escribas y los fariseos. ¿Podría alguien que siguiera fielmente estas normas fariseas entrar en el reino?” (Comentario del Conocimiento Bíblico, Logosware).

La respuesta de Jesús fue que no. Dijo: ‘Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos’ (Mateo 5:20).

Sigue el autor: “El sermón de Jesús se debe entender a la luz del ofrecimiento que hizo a Israel de arrepentirse de sus pecados y entrar en el reino de Dios”. Este sermón se divide en tres partes: 1. La ley magnificada; 2. El contraste entre la ley según la Biblia y según los fariseos. 3. El contraste entre la aplicación práctica de la ley según Cristo y según los fariseos.

  1. La ley magnificada — su verdadero espíritu 

Veamos las nueve bienaventuranzas, (en griego, makarioi, o “dichosos” ante Dios, vea Salmos 1:1).

  1. “Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. Isaías 66:2 explica: “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. Esta primera cualidad significa la humildad ante Dios al reconocer nuestra insuficiencia para agradarle y al respetar profundamente la Palabra de Dios.
  2. “Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación”. La segunda virtud cristiana es llorar y estar afligido por sus pecados y los del mundo. Es decir, no ser indiferente ante el pecado. “Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad [por los pecados]” (Santiago 4:8-9).
  3. “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Noten que no dice que heredarán el cielo, sino la tierra. El reino de Dios viene a la tierra, no es que uno subirá al cielo. Ser manso significa humildad ante los demás
  4. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. David tenía esa hambre y sed de justicia. “Los mandamientos del Eterno son rectos, que alegran al corazón… deseables son más que el oro… y dulces más que miel” (Salmos 19:8-10). Hay que mantener esa hambre espiritual. 
  5. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Esto significa poder aplicar la ley de Dios a los demás con paciencia y compasión. Dice Santiago: “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2:12-13).
  6. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Aquí se trata de los motivos por los cuales uno hace las cosas, que Dios sabe. “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Eterno mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
  7. “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Un verdadero cristiano no va a usar la violencia bajo ninguna situación. Pablo aclara: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:19-21).
  8. “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. El verdadero cristiano no será felicitado por el mundo al guardar la justicia, o los mandamientos de Dios, más bien será perseguido. La luz del ejemplo que debieran imitar los molesta. Cristo explico: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre… y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí… y el que no toma su cruz [los sufrimientos de seguir este camino de vida] no es digno de mí” (Mateo 10:34-38).
  9. “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”. Pedro explica: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13).

Luego de mencionar el tipo de carácter que debe tener el cristiano para entrar en el reino de Dios, Cristo explica los efectos que ellos tendrán en el mundo. “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”. ¿Cuáles son las características principales de la sal?

  1. Su pureza evita el deterioro de los alimentos. Es imposible que los microbios existan en la sal pura. Al eliminar los gérmenes en la superficie de la carne permite que dure más tiempo. Era tan valiosa y relativamente escasa que a veces se les pagaba a los soldados romanos en vez de dinero. De allí viene el término, salario, o dinero en sal. Por eso Jesús dijo que quienes tuvieran las cualidades de las bienaventuranzas serían la sal de la tierra, o los que la preservarían de corromperse por completo. Ser espiritualmente puros significa no mezclarnos con las costumbres falsas de este mundo. También el cristiano debe eliminar el pecado que lo rodea por medio de su ejemplo de buenas obras y vida limpia. Malaquías 4:4-6 advierte que, si no existen esos pocos que actúan como la sal en la tierra al guardar fielmente la ley de Dios, en los tiempos del fin Dios castigaría la tierra “con maldición”, o por completo.
  2. Aumenta el gusto. Todos sabemos la diferencia entre comer un huevo con o sin sal. El cristiano que manifiesta estas bienaventuranzas no debe ser insípido, sino simpático, cortés, amable. Que hace las cosas de buen gusto, y las personas, aunque no estén de acuerdo con sus creencias, notan lo agradable que es. Pablo explicó este principio en Colosenses 4:4-6: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo [aprovechando] el tiempo. Sea vuestra palabra siempre sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”.

El segundo ejemplo que Jesús da sobre el cristiano es que será una luz en el mundo. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

El almud es una canasta grande. Jesús menciona que, al tener el Espíritu Santo, se deben ver las buenas obras al vivir fielmente según las leyes de Dios, y las personas podrán glorificar a Dios (y no a uno mismo), pues los frutos provienen de Dios. A veces, las personas no reconocerán esos buenos frutos espirituales hasta la venida de Cristo. Explica Pedro: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Pedro 2:11-12).