#207 - Daniel 9: "El ayuno de Daniel; la profecía de las 70 semanas"

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#207 - Daniel 9

"El ayuno de Daniel; la profecía de las 70 semanas"

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Todo tiene que ver con los cuatro reinos gentiles que gobernarán política, religiosa y militarmente gran parte del mundo hasta la segunda venida de Jesucristo, cuando se establecerá el quinto reino mundial. En forma sistemática, Dios revela los detalles de lo que harán estos reinos gentiles. Hagamos un breve repaso de lo aprendido hasta el momento y añadiremos lo que aprenderemos ahora del quinto reino, no gobernado por los gentiles, sino por el Israel físico y espiritual.

Ahora bien, la cuarta profecía tiene que ver, no con estos 4 reinos gentiles, sino con el quinto reino, el de ese “hijo de hombre” y los santos mencionados en Daniel 2:44; Daniel 7:13-14; y Daniel 8:25. En el capítulo 9 se explica la vida del Mesías y la historia del pueblo de Dios hasta el establecimiento de ese quinto reino, o el reino de Dios. Al ver el dominio de estos reinos gentiles que durará hasta los tiempos del fin, Daniel se preocupó mucho por el destino de su pueblo. Para el mundo engañado, estos reinos gentiles se ven muy nobles, con la pleitesía de sus súbditos engañados, sus palacios y gran poder político, económico, religioso y militar. Sin embargo, según Dios, en realidad son “bestias” por dentro al no tener un ápice de conversión, ni respeto por la ley de Dios. Hoy día, los partidos políticos son gobernados por hombres inconversos, que, en Occidente, por más que quieran disfrazar sus intenciones, surgen muchos del mismo sistema de la bestia y de la mujer y sus hijas de Apocalipsis 17. Dios advierte: “Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Por eso Daniel quería saber lo que le pasaría a su pueblo mientras gobernaran estos pueblos gentiles y persiguieran a los santos. ¿Quiénes son los santos? He aquí la definición bíblica: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).

Profecía entregada a Daniel

Por lo tanto, Daniel se puso a ayunar y a estudiar las Sagradas Escrituras para saber más sobre esta profecía de su pueblo. Dice: “En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló el Eterno al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años” (Daniel 9:1). Ya habían pasado 67 de estos 70 años, pues el primer año de Darío fue en 538 a.C. y Daniel había vivido desde los 17 años en Babilonia y ahora vivía en Susa. Su edad era de 84 años.

Por otra parte, es muy importante notar que Daniel se refiere a las Sagradas Escrituras como “los libros”. Recuerden que el Antiguo Testamento consiste en 39 libros. Dentro de ellos estaba el libro de Jeremías con esta profecía en Jeremías 25:11 y Jeremías 29:10 sobre los 70 años de castigo. De modo que cuando se mencionan los libros en la Palabra de Dios, se refieren a lo que hoy día llamamos la Biblia, término que en griego significa “los libros”. Cuando Daniel vio que “el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos” (Daniel 7:10) es el mismo vocablo que usó al abrir los libros para leer Jeremías en Daniel 9:1. También se usa la misma palabra, pero en griego, en Apocalipsis 20:12 sobre el juicio: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos”. De modo que todos seremos juzgados por las leyes en estos libros bíblicos. En la actualidad son los miembros de la Iglesia los que son juzgados en forma espiritual, ya que entienden las verdades y las leyes de Dios. Dice Pedro: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios, y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio [que contienen los libros] de Dios?” (1 P 4:17).

Ahora Daniel comienza un intenso ayuno para saber qué le pasará a su pueblo cuando los 70 años se cumplan. Sabe que está cerca el plazo y le pide a Dios perdón por toda la desobediencia que ellos incurrieron en el pasado y que puedan volver a Jerusalén en el tiempo asignado. “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9:3). Este no fue un ayuno a medias, sino uno de todo corazón. Ni siquiera se vistió cómodo para ello, sino que se humilló hasta lo máximo, vistiéndose de cilicio. “Cilicio”, dice El Diccionario Ilustrado de la Biblia: “es una ropa toscamente tejida y de tela oscura, generalmente de pelo de cabra o camello. Era una vestidura áspera que llevaban los que estaban de duelo o en actitud de penitencia por causa del pecado” (p. 115).

Luego tenemos una de las grandes oraciones modelo en la Biblia: “Y oré al Eterno mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado...nos hemos apartado de tus mandamientos… No hemos obedecido a tus siervos los profetas… Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro… Del Eterno nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar… Todo Israel traspasó tu ley… por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios… Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias… hazlo, y no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Daniel 9:4-19). Específicamente, pide a Dios que los perdone a todos y que vuelva a levantar su santuario en Jerusalén y poblarlo con su pueblo. Es una oración modelo de arrepentimiento, humildad, intensidad, intimidad y honestidad que podemos incorporar a nuestras oraciones y ayunos, especialmente al cometer un grave pecado. Así, tal como Dios lo hizo con Daniel, seremos escuchados y ayudados en nuestra vida espiritual.

Daniel sabía que todo lo que Dios había dicho en su palabra se había cumplido al pie de la letra. En Deuteronomio 28:47-64, Dios le había advertido a Israel que, si se rebelaban contra su ley, serían subyugados por naciones extranjeras y así ocurrió. Como Israel no había guardado en 490 años los 70 años sabáticos mencionados en Levítico 25, Dios dice que la tierra recuperará esos 70 años. Dice 2 Crónicas 36:20-21: “Fueron llevados cautivos a Babilonia… hasta que vino el reino de los persas; para que se cumpliese la palabra del Eterno por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos”.

Ahora Dios contesta a su petición: “Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante del Eterno mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde” (Daniel 9:20-21). Noten que aquí se menciona uno de los dos sacrificios diarios que se hacían en el Templo cuando aún estaba en pie. Es una importante confirmación de que la profecía de las 2300 tardes y mañanas se refiere a los dos sacrificios diarios.

Dijo: “Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: “Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tu eres muy amado [por Dios]. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende que, desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de las guerras durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:22-27). Esta es una profecía muy importante para el pueblo de Dios, y muestra la inspiración divina al ser tan precisa en los detalles.

Recuerden que Daniel estaba leyendo la profecía de los 70 años sabáticos que estaría la tierra de Israel gozando de descanso [la tierra se agota, y hasta puede morir al volverse en desierto] mientras que el pueblo de Dios vivía en Babilonia, purificándose por el castigo a su desobediencia. Ahora Dios le dice que habrá otras 70 semanas proféticas o 490 años para cumplir con el plan de Dios. Se lograrán tres metas:

  1. “Terminar la prevaricación y poner fin al pecado y expiar la iniquidad” (Daniel 9:24). Daniel había confesado los pecados de la nación. Dios le indica que habrá un momento cuando se pondrá fin al pecado por un sacrificio (expiación). Esto se cumplió con la muerte de Jesucristo, como dice Pablo: “Y a vosotros, estando muertos en vuestros pecados… os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros [decreto de la pena del pecado la muerte]” (Colosenses 2:13-14).
  2. “Para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía” (Daniel 9:24). Luego de resolver el problema de la pena del pecado se podrá inaugurar la justicia perdurable en el reino de Dios y sellar [significa “cumplir”] las profecías dadas por Dios. Hasta que no se cumplen, están “abiertas” las profecías.
  3. “Y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24). El “Santo de los santos” normalmente se refiere al lugar santísimo del Templo, y según Ezequiel 41-46, se establecerá en el Milenio. No obstante, también incluye ungir a Cristo mismo como rey y sumo sacerdote de ese Templo Milenial.

La profecía de las 70 semanas

Ahora veamos los detalles de las fechas que Dios entrega: “Desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas” (Daniel 9:25). En la Biblia el decreto más importante sobre la restauración de Jerusalén es el de Artajerjes en el año 457 a.C. mencionado en Esdras 7:1-8 con la llegada de Esdras y luego de Nehemías. Comenta Halley: “El decreto más importante… para reedificar a Jerusalén data del 457 a.C.” (p. 312-313). Hubo varios decretos persas más, pero no cumplieron con permitir construir a Jerusalén [el de Ciro en 538 a.C.; el de Darío en 520 a.C].

Las 70 semanas que menciona Dios están divididas en tres partes: primero dice que habrá “7 semanas”; luego “sesenta y dos semanas” y finalmente, “una semana” dividida en dos partes. Desde este decreto de edificar a Jerusalén pasarán “7 semanas [de años]”, literalmente dice “siete sietes”. Durante estos 49 años, desde 457 hasta 408 a.C., Jerusalén fue reconstruida y llegamos así al final del Antiguo Testamento.

Ahora viene el período restante de las sesenta y dos semanas “hasta el Mesías” (Daniel 9:25). Al contar sesenta y dos “sietes”, equivalen a 434 años y si se añaden desde 408 a.C. llegamos al año 27 d.C., ¡cuando Jesucristo comenzó su ministerio de tres años y medio! [Recuerden que hay que agregar un año por el año cero].

¿Qué está profetizado que sucederá después de que aparece el Mesías, o Jesucristo? Dice Dios: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí” (Daniel 9:26). El término “quitará” significa “la ejecución de la pena de muerte de un criminal”. Por eso, la profecía claramente tiene que ver con la muerte como criminal de Cristo. Dice, “mas no por sí”, es decir, no murió por un pecado propio. Le quitaron la vida injustamente tal como Jesús predijo: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos… y de ser muerto” (Mateo 16:21).

De modo que después de las 62 semanas, es decir, en la mitad de la semana final la vida del Mesías sería cortada [moriría]. “Se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9:25). Fue durante ese tiempo que Herodes el Grande construyó prácticamente un nuevo Templo y una nueva Jerusalén. “Es cierto” dice El Diccionario Ilustrado de la Biblia, “que la obra de Herodes el Grande consistió en un enriquecimiento y embellecimiento del templo de Zorobabel, pero el contraste entre las dos etapas es tan grande que hacemos bien en referirnos a tres templos en lugar de a dos. Los trabajos ordenados por Herodes comenzaron en 19 a.C., y aunque el trabajo principal duró 9 años y medio, las obras de terminado y retoque se prolongaron hasta el año 62 d.C.” (p. 649). En Juan 2:20 leemos: “Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?”

Luego continúa la profecía: “Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana [el Mesías] confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (Daniel 9:26). Después de la muerte del Mesías al cumplir 3 1/2 años de su ministerio y literalmente a mitad de la semana, pues murió un miércoles en la tarde, cuarenta años más tarde vinieron los romanos bajo el general Tito y destruyeron la plaza, el santuario y la ciudad. Halley menciona: “Además, dentro de 3 1/2 años Jesús fue crucificado. Es decir, “a la mitad de la semana” “se le quitó la vida al Mesías,” “expió la iniquidad, y trajo la justicia de los siglos” (Daniel 9:24, Daniel 4:26-27). Así pues, Daniel profetizó no solamente la época de la aparición del Mesías sino también la duración de su ministerio público, y su muerte en expiación del pecado humano. Algunos piensan que la cronología de Dios se suspendió con la muerte de Cristo, y que seguirá así durante la dispersión de Israel, y que la última mitad de la “una semana” pertenece al tiempo del fin” (p. 313).

Sí, a la última semana profética le faltan los tres años y medio finales, que será el tiempo cuando el pueblo de Dios estará fielmente recogido en el lugar de protección. Cristo no estará visiblemente con ellos, pero sí estará supervisando todo desde el cielo. Los santos serán alimentados milagrosamente por Dios y será “una última etapa de entrenamiento de los santos”. Durante esa “mitad de la semana final” o esos tres años y medio, la última parte de la profecía explica: “Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador [la bestia con la ayuda del falso profeta, los dos pequeños cuernos], hasta que venga la consumación [el fin de su reino], y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:27). Ahora bien, esto es lo mejor que entendemos hasta el momento de esta gran profecía, pero tendremos que esperar hasta el mismo tiempo del fin para que todos los detalles se confirmen.