Una casa dividida contra sí misma no puede permanecer
Su admonición fue profética, ya que menos de tres años después el país se desgarró en una sangrienta guerra civil que duró cuatro años y cobró cientos de miles de vidas.
Dos décadas antes, siendo mucho más joven, había declarado su preocupación por el futuro de su país:
“¿En qué momento debemos esperar la llegada del peligro? ¿Con qué medios nos vamos a proteger de él? ¿Debemos esperar que algún gigante transatlántico cruce el océano y nos masacre de un golpe? ¡Jamás! . . . ¿En qué momento, entonces, debemos esperar la llegada del peligro? Respondo: Si alguna vez nos alcanza, tendrá que surgir de entre nosotros mismos . . .
Si la destrucción es nuestra suerte, nosotros mismos debemos ser su autor y consumador. Como nación de hombres libres, debemos vivir para siempre o morir por suicidio” (Discurso en el Liceo de Hombres de Springfield, Illinois, 1838, énfasis nuestro en todo este artículo).
Esta advertencia también fue profética, ya que una generación después la nación estuvo peligrosamente cerca de morir por suicidio. Más de 600 000 hombres murieron en batalla o como consecuencia de diversas heridas y enfermedades. Aquella guerra fue, por mucho, la más sangrienta de la historia de la nación.
Abraham Lincoln, al igual que tantos presidentes estadounidenses hasta hace algunas generaciones, fue un estudioso de la Biblia. Creció en un hogar donde el material de lectura escaseaba, como era el caso en muchos otros hogares estadounidenses de ese entonces, y a menudo la Biblia era el único libro que poseían muchas familias. El propio Lincoln dijo de la escuela comunitaria a la que asistía: “No teníamos libros de lectura ni gramática, y toda nuestra lectura se hacía de la Biblia”.
Las palabras del presidente Lincoln frecuentemente reflejaban las de los autores y profetas bíblicos. Su advertencia sobre “una casa dividida” fue tomada directamente de las palabras de Jesucristo (Mateo 12:25; Marcos 3:25; Lucas 11:17). Así, no es de extrañar que la Biblia moldeara en gran medida su forma de pensar y su visión de la nación.
En uno de los periodos más oscuros de la Guerra Civil, proclamó un “Día Nacional de Ayuno y Oración” (30 de marzo de 1863). Sus palabras se aplican sorprendentemente a nuestros días:
“Hemos sido los depositarios de las bendiciones más selectas del cielo. Hemos sido preservados todos estos años en paz y prosperidad. Hemos crecido en número, riqueza y poder como ninguna otra nación ha crecido jamás. Pero nos hemos olvidado de Dios . . .
“Hemos imaginado vanamente, en el engaño de nuestros corazones, que todas estas bendiciones fueron producidas por alguna sabiduría y virtud superior nuestra. Embriagados por el éxito ininterrumpido, nos hemos vuelto demasiado autosuficientes . . .
demasiado orgullosos para orar al Dios que nos hizo. Nos corresponde, entonces, humillarnos ante el Poder que hemos ofendido, confesar nuestros pecados nacionales y orar por clemencia y perdón”.
Lincoln no tuvo empacho en decir las cosas como eran. Como presidente, sentía una profunda responsabilidad hacia su país. No quería verlo perecer, devorado por la guerra y la destrucción desde dentro.
En Las Buenas Noticias creemos y sentimos lo mismo. Estamos profundamente agradecidos por las abundantes bendiciones físicas que Dios derramó sobre los Estados Unidos, incluyendo las que se remontan a sus raíces en Gran Bretaña, incluso antes de que la nación fuera fundada.
También estamos profundamente agradecidos por las bendiciones espirituales que Dios le concedió a esta nación, como sus raíces espirituales y la fe de sus padres fundadores. Apreciamos mucho las bendiciones de poder adorar a Dios libremente y compartir su verdad a través de las páginas de esta revista, nuestro programa de televisión Beyond Today, nuestras numerosas guías de estudio, los cursos de estudio bíblico y el sitio web, y la libertad de reunirnos para adorarlo y aprender su verdad en los servicios sabáticos semanales.
Pero también estamos obligados, como lo estuvo el presidente Lincoln, a hablar sobre los graves pecados nacionales que amenazan esas bendiciones y libertades, las cuales vemos cómo son eliminadas día a día. Tenemos la responsabilidad dada por Dios de hablar a las naciones modernas y decir las cosas como son, y es lo que estamos haciendo.
Esperamos y rogamos que tengan oídos para escuchar y, lo que es más importante, un corazón para prestar atención y buscar a Dios. Tomen en serio las palabras de Abraham Lincoln y las Escrituras. ¡Arrepiéntanse, vuélvanse a Dios y pidan misericordia para la nación! BN