"Si me amáis . . ."
Un famoso evangelista cristiano frecuentemente ruega a la gente que se vuelva a Dios, y la anima a orar de esta manera: “Dios, soy un pecador y me arrepiento de mis pecados. Te pido que me perdones. Creo en tu Hijo, Jesucristo, y estoy invitándolo a ser parte de mi vida”.
Y esto es parcialmente cierto, ya que los seres humanos necesitan admitir que son pecadores, pedir perdón a Dios y reconocer a Cristo como su Salvador. Sin embargo, en esta simple declaración falta un ingrediente crucial. ¿Cuál es?
Jesús pidió un cambio de comportamiento, declarando: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15, énfasis nuestro en todo este artículo). ¡Ciertamente, estas seis palabras son inequívocas! Aun así, esta declaración de Jesús no es lo que creen o practican millones de cristianos tradicionales. Por el contrario, se les ha enseñado que la vida cristiana puede vivirse sin ninguna obligación de obedecer las leyes de Dios, es decir, sus Diez Mandamientos.
Y aunque estas personas son sinceras, se les ha enseñado una idea falsa: que la gracia de Dios las libera de tener que ir más allá de creer en Jesús como su Salvador. La obediencia a los mandamientos es vista como una forma de obtener la salvación “por obras”.
“Creados en Cristo Jesús para buenas obras”
Para apoyar este concepto erróneo, tanto ministros como teólogos que profesan ser cristianos a menudo señalan Efesios 2:8-9, que afirma: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. En efecto, nadie puede salvarse por las obras, ya que solamente mediante el sacrificio de la sangre derramada de Jesucristo puede una persona purificarse del pecado. Sin embargo, los teólogos cristianos convencionales suelen hacer caso omiso del versículo siguiente, que dice claramente: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (v. 10).
¡Las Sagradas Escrituras explican que la gracia no abroga, anula ni repudia la ley de Dios! El autor del libro de Eclesiastés escribió: “El fin de todo el discurso es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13). Cristo dijo, además: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:10).
Cuando cierto joven le preguntó a Jesús qué debía hacer para obtener la vida eterna, él le respondió: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). A continuación mencionó varios de los Diez Mandamientos, para dejar claro a qué se refería (véanse los versículos 18-19). Por tanto, los verdaderos discípulos de Cristo están obligados a seguir su modelo de obediencia a los mandamientos (1 Juan 2:6). Cuando Jesús vive en nosotros tras el arrepentimiento, el bautismo y el recibimiento del Espíritu Santo mediante la imposición de manos, debemos imitar plena y fielmente su diligente ejemplo de obediencia a su Padre celestial (Romanos 2:4).
Lamentablemente, los ministros de la corriente principal del cristianismo han hecho creer a la gente que las leyes de Dios han sido abrogadas. Sin embargo, cuando examinamos lo que Jesús realmente declaró sobre los mandamientos de Dios es fácil ver lo absurdo de esta enseñanza.
¿Vino Jesús a erradicar las leyes de Dios, a deshacerse de ellas? En absoluto. Por el contrario, él dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18). Esto no significa que Jesús vino a cumplir con las obligaciones de la ley para que nadie más tuviera que hacerlo. Algo así en realidad hubiera destruido la ley. Por el contrario, su cumplimiento consistió en explicarla más claramente y vivirla como un ejemplo perfecto, ¡para que las obedezcamos mientras el cielo y la Tierra permanezcan!
“Porque todos tus mandamientos son justicia”
Es innegable que Jesús amaba las leyes de Dios y las cumplía meticulosamente. A este respecto, ¿qué palabras se registran como inicio de su ministerio público? Dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Pero ¿arrepentirse de qué? Del pecado, como muestran muchos versículos. La Biblia define el pecado como vivir en contra de los mandamientos de Dios: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). El apóstol Pablo dijo en Romanos 7:7 que “no habría conocido el pecado sino por medio de la ley” (Reina-Valera Actualizada 2015), pues el pecado es todo lo que va contra esa ley.
En el capítulo anterior dijo: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias. Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino más bien presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Romanos 6:12-13). Para convertirse en “instrumentos de justicia”, los verdaderos seguidores de Cristo deben obedecer las leyes de Dios ya que, como declara el Salmo 119:172, todos los mandamientos de Dios son justicia (compárese con Deuteronomio 6:25).
En Romanos 7:12 Pablo escribió: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”. Y luego, en el versículo 22: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios”. Si se considera cuán elogiosas son estas declaraciones de estima y admiración, ¿cómo puede alguien creer que los mandamientos de Dios han quedado anulados o que deben desatenderse? Es ilógico y bíblicamente erróneo.
El hecho es que las leyes de Dios son absolutamente confiables, están plenamente vigentes, y han sido establecidas para el máximo beneficio de toda la humanidad. El incumplimiento de los mandamientos produce resultados desastrosos. Pablo comprendió esto al tomar conciencia de su lucha diaria por cumplir los mandamientos, incluso después de haberse arrepentido del pecado.
Afirmó en Romanos 7:14: “Porque sabemos que la ley es espiritual, mas yo soy carnal, vendido al pecado”. ¿Se les está enseñando a los cristianos profesantes que tras el arrepentimiento deben seguir esforzándose por vencer el pecado? Lamentablemente, ¡no! La verdad es que los cristianos arrepentidos y convertidos pueden pecar y lo hacen, y por lo tanto deben oponerse incansablemente a su propia naturaleza carnal, así como a la atracción negativa de la sociedad pecaminosa y la poderosa y venenosa influencia del diablo (véase 2 Corintios 12:20; Efesios 4:25-32; 6:11-18).
El apóstol Juan se refirió a esta batalla continua contra el pecado escribiendo así a los cristianos bautizados y convertidos: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9). De hecho, cuando pecamos después de haber sido bautizados, debemos acudir ante el “trono de la gracia” de Dios en ferviente oración para reconocer nuestra desobediencia y pedirle perdón (Hebreos 4:16).
“Si me amáis, guardad mis mandamientos”
Por último, millones de personas que profesan ser cristianas dicen conocer y amar a Jesús, pero luego no obedecen los mandamientos que él no solo cumplió plenamente sino que les encomendó guardar, tal como él lo hizo. ¿Tiene esto algún sentido? El mensaje de Cristo para ellos es el siguiente: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Es de vital importancia que usted y yo nos tomemos a pecho las palabras inspiradas y bíblicas de Jesús y sus apóstoles. Sus testimonios deben motivarnos a examinar seriamente nuestras creencias y tradiciones.
Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué puede hacer usted para asegurarse de que no lo están guiando mal espiritualmente? Estudiar la Biblia con diligencia y obedecer atentamente sus instrucciones es fundamental para este objetivo (Salmo 119:172; Lucas 4:4; Hebreos 4:12). Dichas instrucciones ciertamente incluyen aceptar a Jesucristo como su Salvador personal, pero también implican arrepentirse del pecado y buscar continuamente la justicia de Dios, y con su ayuda vivir su vida de manera idéntica a como lo hizo Cristo: observando fielmente los mandamientos de su Padre (Gálatas 2:20; Mateo 6:33; Juan 15:10). Recuerde siempre la declaración de Jesús en Juan 14:15: “¡Si me amáis, guardad mis mandamientos!” BN