La singularidad del cuerpo humano
El rey David describió su propio cuerpo humano en cierta ocasión diciendo “porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho” (Salmo 139:14, La Biblia de las Américas). Aunque ahora es habitual en los libros de texto de biología considerar a los humanos como simples animales, existen numerosas características que hacen del cuerpo humano algo único.
Veamos cinco de estos rasgos singulares que lo diferencian de las demás criaturas.
1. Las asombrosas proporciones geométricas del cuerpo humano
Tomemos, por ejemplo, la simetría geométrica del cuerpo humano. Leonardo da Vinci, el gran artista, inventor y matemático, hizo un famoso dibujo de ello.
Es el llamado “Hombre de Vitruvio”. Leonardo dibujó la figura de un hombre que extiende horizontalmente los brazos mientras mantiene sus piernas juntas. Da Vinci comprobó que encajaba perfectamente en un cuadrado. Y cuando midió la envergadura de sus brazos, la suma resultó ser aproximadamente igual a la de la altura del hombre.
Más aún, Leonardo dibujó un círculo que mostraba que las proporciones del hombre también encajaban perfectamente en un círculo cuando sus brazos y piernas se extendían diagonalmente, como en una X. Además, al medir las piernas, estas medían aproximadamente la mitad de su altura, y su ombligo estaba situado en el centro mismo del círculo. ¿Podría toda esta simetría tan precisa haber sido producto de la casualidad? ¿O no demuestra esto lo cuidadosamente diseñado y proporcionado que es realmente el cuerpo humano?
Como el rey David llegó a decir: “Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido” (Salmo 139:15, Nueva Versión Internacional, énfasis agregado).
2. La verticalidad del esqueleto humano
Tendemos a dar por sentada la facilidad con la que podemos mantenernos en pie y caminar erguidos sobre dos piernas. Sin embargo, la forma en que el cuerpo humano puede equilibrarse sin esfuerzo mientras camina o corre es verdaderamente extraordinaria.
Algunos creen que los humanos y los simios tienen formas de andar similares, pero no es así. Los humanos están diseñados para caminar erguidos, mientras que los simios fueron creados principalmente para vivir en los árboles y agarrarse a las ramas con las cuatro extremidades. Por eso los humanos se clasifican como bípedos (o sea, caminan sobre dos pies), mientras que los simios y los monos se clasifican como cuadrúpedos (caminan sobre cuatro extremidades). Además, los simios y los monos son desgarbados cuando caminan sobre dos pies, mientras que los seres humanos pueden andar graciosamente erguidos o correr velozmente largas distancias.
¿Por qué existe tal diferencia? Los humanos tienen varios componentes anatómicos que son únicos. Tres de ellos son: la columna vertebral con tres curvas para reducir el nivel de carga del cuerpo, la rodilla vertical y la articulación de la cadera. También las articulaciones del cuello y el cráneo permiten a los humanos llevar la cabeza levantada y mirar hacia delante sin gran esfuerzo. Por último, el pie humano tiene un arco especial que no se encuentra en otras criaturas. Permite empujar por delante o por detrás del pie, lo que le confiere una enorme potencia y equilibrio para levantarse, saltar, girar o correr.
Nuevamente contamos con el testimonio de Leonardo da Vinci, que conocía muy bien la anatomía humana y escribió: “El pie humano es una obra maestra de la ingeniería y una obra de arte” (Notebooks [Cuadernos] de Leonardo).
Stuart Burgess, quien enseñó diseño de ingeniería en importantes universidades del Reino Unido, comenta: “Los creacionistas creen que el esqueleto humano erguido no pudo evolucionar paso a paso a partir de una criatura de cuatro extremidades, porque se necesitan muchas características simultáneamente. Si una criatura parecida a un simio solo tuviera algunas de las características necesarias para una posición erguida, no podría moverse correctamente ni con dos ni con cuatro extremidades” (In God’s Image [A imagen de Dios], 2008, p. 7).
3. La destreza de la mano humana
A diferencia de la mano de un simio, la mano humana tiene un pulgar largo totalmente oponible, de manera que su punta puede hacer contacto directo con cada dedo. Esto permite agarrar objetos con gran delicadeza, como sujetar un bolígrafo para escribir, presionar suavemente el teclado, tocar el piano o realizar una operación quirúrgica. Los simios no tienen estas capacidades, ya que sus dedos están curvados para agarrar las ramas de los árboles.
Además, los dedos humanos tienen un rango más amplio de movimiento y pueden girar en muchos ángulos, lo que permite esculpir finas obras de arte y participar en muchos tipos de deportes en los que se puede lanzar, atrapar o golpear pelotas con gran precisión.
Fue otro genio como Leonardo da Vinci, Sir Isaac Newton, quien dijo lo siguiente: “A falta de cualquier otra prueba, el pulgar por sí solo me convencería de la existencia de Dios” (All the Year Round [Durante todo el año], Charles Dickens, 1864, vol. 10, p. 346).
4. El habla y el lenguaje humanos, realmente sorprendentes
Hay numerosas características de la anatomía humana que permiten a los humanos hablar, reír y cantar, mientras que los simios y los monos carecen de esos órganos especializados.
En primer lugar, los humanos tienen gargantas largas y profundas que son esenciales para producir un habla variada y actúan como un instrumento de viento. Los simios y los monos, en cambio, tienen gargantas poco profundas que impiden producir una articulación precisa. Nuestras cuerdas vocales también son únicas, ya que tienen unos cien músculos que intervienen en el ajuste fino de la voz.
A continuación tenemos otros mecanismos corporales que solo se encuentran en los seres humanos: los labios y la lengua. Los labios tienen la capacidad de tensar o aflojar sus músculos para enunciar sílabas cortas o largas y actúan como la válvula regulable de una trompeta, mientras que la versátil lengua puede afinar la articulación de los sonidos regulando la cantidad de aire que sale de los pulmones. Y lo hace tan rápido, ¡que puede producir hasta 90 palabras por minuto!
Como señala Stuart Burgess, “los humanos tienen la capacidad única de comunicarse a través de un lenguaje intrincado. En la actualidad se utilizan aproximadamente 5000 idiomas en todo el mundo. Cada una de estas lenguas implica sonidos complejos, una gramática sofisticada y un gran número de palabras . . . La capacidad de hablar y cantar es justo lo que cabría esperar si los humanos hubieran sido creados, pero no es lo que cabría esperar si los humanos hubieran evolucionado a partir de una criatura simiesca” (ibíd., p. 13).
De hecho, Dios declaró una vez: “¿Quién dio la boca al hombre? . . . ¿No soy yo el Eterno?” (Éxodo 4:11).
5. Nuestro cerebro, una supercomputadora
“El cerebro humano es la estructura con el diseño más intrincado que conoce el hombre. La capacidad del cerebro humano es asombrosa. Recibe millones de piezas de información cada segundo, procedentes de sensores situados alrededor del cuerpo” (Burgess, ibíd., p. 19).
¿Cómo lo hace el cerebro?
En el interior de nuestras cabezas tenemos, en promedio, 86 000 millones de neuronas, es decir, hasta tres veces más neuronas que las de los simios. Cada neurona puede tener hasta diez mil conexiones, por lo que pueden intercambiar señales a través de 86 billones de estas hendiduras, llamadas sinapsis. El cerebro necesita estas conexiones para realizar todas las tareas que el cuerpo humano requiere para mantenerse sano.
También estamos dotados de lo que se llama autoconciencia, que es la habilidad de la mente para producir pensamiento abstracto, estar consciente de uno mismo y expresar emociones. En la Biblia esto se llama “espíritu del hombre” y es lo que nos imparte nuestro maravilloso raciocinio. Como dice Job 32:8, “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo de Omnipotente le hace que entienda”. Este don divino permite al hombre componer música, construir magníficas obras arquitectónicas, escribir libros y explorar la Luna. Ninguna otra criatura tiene la capacidad de hacer ninguna de estas cosas.
Conclusión
Nuestro cerebro humano demuestra que fuimos creados con un propósito que trasciende la mera supervivencia en esta Tierra. Fuimos hechos no solo para comunicarnos con nuestros semejantes, sino también con nuestro Dios Creador. Hay un elemento espiritual en todos los humanos, aunque muchos intenten suprimirlo.
Como dice en Génesis 1, Dios creó a los animales “según su especie” (Génesis 1:25). Luego dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (vv. 26-27). Esta es la razón de que la humanidad sea tan singular: no fue creada según el género animal, sino según el género “Dios”, es decir, a su imagen, aunque a un nivel físico e inferior (Hebreos 2:6-8).
Podemos resumir lo que se ha explicado aquí con otra cita de David: “Reconoced que el Eterno es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado” (Salmo 100:3). BN