El universo, cuna para la vida

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El universo, cuna para la vida

En el primer capítulo de Génesis, la Biblia describe majestuosamente los tres grandes actos de la creación: (1) el universo, incluyendo la Tierra (Génesis 1:1), la restauración de la Tierra con nueva vida vegetal y animal después de una enorme devastación (vv. 2-25), y (3) los seres humanos (vv. 26-27).

Después de hacer aflorar los continentes de en medio de los vastos océanos, Dios llenó la Tierra con una variedad de cosas vivientes que ahora pueblan cada grieta y rincón del planeta. Cuando él ordenó a las criaturas “Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra” (Génesis 1:21-22), ¡no estaba exagerando!

Acostumbrados a ver la amplia gama de la vida, desde la diminuta hormiga hasta el enorme elefante o la gigantesca ballena, a menudo damos todo esto por sentado. 

¿Podemos apreciar en toda su plenitud el cuidado y la precisión que se requirieron para llevar a cabo todo esto? La evidencia a favor de la existencia de Dios y del creacionismo, es decir, la creencia de que Dios hizo el universo, es muy contundente. Podemos ver que la creación y sus criaturas no fueron el resultado de un accidente afortunado, como enseña la evolución atea, sino que el universo es una obra maestra cuidadosamente diseñada por el Dios
Creador.

Hace algunos años me impactó la declaración de dos científicos franceses conocidos como los gemelos Bogdanov. Cuando se les preguntó en una entrevista por qué existe semejante orden en el universo, ellos contestaron:

“Esta es una pregunta fundamental. El rasgo más impresionante del universo es que el orden comenzó desde el mismo principio, en su etapa inicial. De acuerdo a algunos físicos, todo ocurre como si la humanidad hubiese nacido en un universo ‘creado para ella’, más aún, diseñado intencionalmente para los seres humanos. Es similar a la preparación de un dormitorio antes del nacimiento de un bebé” (“The Universe Was Not Born From Chance”[“El universo no nació por casualidad”], Le Point, 10 de junio de 1991, énfasis nuestro en todo este artículo).

¿Significa entonces que el universo es una “cuna” para la vida humana y toda clase de vida física? Repasemos algunos hallazgos científicos claves. La evidencia indudablemente apunta hacia un Dios Creador.

Luz — fuente de sustento de nuestra vida

Cuando despertamos en la mañana, la luz del Sol comienza a filtrarse por las ventanas, y una vez que estamos afuera, sentimos la tibieza del mismo Sol. Sin embargo, muy pocos se dan cuenta de cuán increíbles y especiales son la luz y el calor que llegan a la Tierra en la cantidad y con las características precisas para sostener la vida. De todas las abundantes gamas de energía solar que pueden bañar la Tierra, la nuestra resulta tener la longitud de onda y la cantidad perfectas para producir efectos benéficos sobre los seres vivos.

El astrónomo Guillermo González afirma: “Nuestra atmósfera participa en una de las más extraordinarias coincidencias conocidas para la ciencia: una misteriosa armonía entre la distancia de la longitud de onda de la luz emitida por el Sol, transmitida a la atmósfera de la Tierra, convertida por las plantas en energía química, y detectada por el ojo humano . . . 

“Los espectros de luz ultravioleta cercano, visible e infrarrojo cercano –la luz más útil para la vida y para la visión– es una tajadita tan delgada como una navaja de las emisiones electromagnéticas naturales del universo: alrededor de una parte en 1025 [o una en 10 billones de billones]. Es decir, es mucho más pequeño que una estrella entre todas las estrellas del universo visible, más o menos 1022 [o una en 10 000 millones de billones]” (The Privileged Planet [El planeta privilegiado], 2004, p. 66).

¿Qué pasaría si la luz y el calor que irradia el Sol no cayeran dentro de este minúsculo rango de posibilidades?

“Nuestro asombro aumenta aún más”, agrega el bioquímico Michael Denton, “cuando nos damos cuenta de que la energía radiante en esta diminuta región no solo es la única radiación beneficiosa para la vida, sino que la energía radiante en la mayoría de las otras regiones del espectro es letal o profundamente dañina. La radiación electromagnética, desde los rayos gamma, hasta los rayos X y los rayos ultravioleta, es absolutamente dañina para la vida . . . 

“Más aún . . . esta aptitud [de la luz] no solamente beneficia a la simple vida microbiana, sino también a organismos complejos tales como nosotros. Es apta para proporcionar el calor del cual depende toda la vida sobre la faz de la Tierra y también para la fotosíntesis, que genera los combustibles bajos en carbono. La oxidación de este suministra la energía para toda la vida compleja en la Tierra, y es apta para la vista, la adaptación clave [según la perspectiva evolutiva] mediante la cual nuestra propia especie adquirió conocimiento del mundo” (Nature’s Destiny [El destino de la naturaleza], 1998, pp. 53, 70).

La luz es un tipo de energía que ni siquiera los físicos entienden completamente. En cualquier caso, sin luz no puede haber vida, porque es un prerrequisito para que ella sea posible.

Consecuentemente, es muy apropiado leer el relato de cómo Dios hizo al mundo habitable para la vida: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3).

Agua — el líquido milagroso

Después de la luz tenemos otra maravilla: el agua, con sus extraordinarias características. Muchos actos y hechos cotidianos como beber, lavar, limpiar, producir y mantener las cosechas, el flujo de nuestra sangre y muchos otros procesos corporales, tienen en común las múltiples maneras en que el agua es esencial para todos nosotros.

Los científicos se asombran por las características únicas del agua, que permiten que la vida prospere. Por ejemplo, justo antes de congelarse, el agua da un brusco giro a los 39 °F (4 °C) y, a diferencia de otros líquidos que se solidifican, comienza a expandirse en vez de contraerse. De esta forma se vuelve menos densa mientras se convierte en hielo. Si no fuera así, al congelarse un lago o un río el hielo formado en la superficie se hundiría continuamente hasta el fondo, y finalmente ambos se congelarían de manera sólida, matando a los peces y otras formas de vida que habitan en ellos. Además, no podrían descongelarse en la primavera y ello sería fatal para la cadena de vida en la Tierra. 

Más aún, el agua también tiene una sorprendente cualidad cuando se transforma en gas. Aunque el agua es 800 veces más pesada que el aire, al momento de evaporarse se mezcla con otros gases en la atmósfera de la Tierra. Las gotitas de agua suspendidas forman nubes que cubren más de la mitad de la atmósfera terrestre. Este fenómeno hace posible el milagro de la lluvia que sostiene la vida. 

Otra extraordinaria propiedad del agua es la forma en que actúa como solvente suave, pero muy eficaz. Aunque disuelve fácilmente una enorme variedad de sustancias, no es lo suficientemente fuerte como para desgastar los rocosos acantilados de las zonas costeras, a menos que sea expulsada a gran velocidad. Si el agua no tuviera esta característica, todos los continentes se habrían desmoronado y caído al mar hace muchísimo tiempo. 

“Resulta que, como solvente, el agua es idealmente eficaz”, afirma Denton, “tanto así, que el agua se acerca más que ningún otro líquido al alkaest, el solvente mítico universal de los alquimistas. Esta propiedad del agua es de fundamental importancia para su rol biológico . . . Lo verdaderamente notable en cuanto a las variadas propiedades físicas del agua . . . no es que cada una de ellas sea tan adecuada en sí misma, sino la increíble manera en que, en muchas instancias, varias propiedades independientes se adaptan y trabajan conjuntamente para el mismo fin biológico” (pp. 31, 40).

¿Acaso aparecieron por simple casualidad todas estas peculiares pero maravillosas características del agua? ¿O fueron diseñadas?

Denton declara: “Aunque el agua es una de las sustancias más familiares de todas, su excepcional naturaleza nunca deja de impresionarnos . . . El agua constituye el fluido en el cual ocurren todas las actividades químicas y físicas de las que depende la vida en la Tierra. Sin agua, la vida que existe en la Tierra sería imposible . . .
La mayoría de los organismos están hechos de agua en más de un 50%; en el caso del hombre, el agua constituye más de 70% de su peso corporal . . . Y en lo que respecta a las propiedades térmicas, el agua parece estar excepcional e idealmente adaptada para la vida en la Tierra, y de muchas formas distintas” (pp. 22, 30).

Los científicos todavía se sienten desconcertados ante el origen de la enorme cantidad de agua sobre la Tierra, que cubre 70% de su superficie, y se preguntan además de dónde vino toda la sal contenida en el agua de mar, que está concentrada en la proporción precisa para actuar como antiséptico y sustentador de la vida marina.

Génesis 1 simplemente nos dice: “E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así” (Génesis 1:7).

Carbono — la matriz de la vida

Cuando pensamos en el carbono, tal vez la primera cosa que se nos viene a la mente es el carbón, que está hecho en gran parte de carbono. No obstante, el carbono es un extraordinario elemento que constituye la espina dorsal química de todas las cosas vivas. Los científicos usan el término vida basada en el carbono para hacer hincapié en la importancia de esta sustancia para los seres vivos. Es otra maravilla del diseño.

“Una casa se construye de madera, ladrillos, piedras y partes de metal”, explica Denton. “En el caso de los organismos vivos, los componentes químicos básicos que se utilizan en su construcción son compuestos orgánicos: moléculas compuestas del átomo carbono (C) en combinación con otros cuantos átomos . . . En gran medida, el mundo de la vida es el producto de los compuestos del carbono. Toda la maquinaria de la célula y todas las estructuras vitales de los organismos vivos, desde el nivel molecular hasta el morfológico [la forma física], son construidos con los compuestos del carbono . . .”

“El carbono está tan excepcionalmente capacitado para su rol biológico, y sus variados componentes son tan vitales para la existencia de la vida, que podemos repetir el aforismo ‘si el carbono no existiera, tendría que haber sido inventado’” (pp. 104, 116).

Algunos escritores se han imaginado la vida en otros planetas con otras bases químicas, tales como el silicio. Sin embargo, mientras más se sabe sobre otras posibles sustancias como cimientos para la vida, más evidencia hay de que el carbono es el único elemento que cumple con los requerimientos necesarios. 

Como concluye el astrónomo Hugh Ross en cuanto al carbono y la cantidad exacta que de él se necesita en el universo: “Sin carbono, la vida física es imposible. Ningún otro elemento demuestra tener el valioso comportamiento químico necesario para formar el rango de las complejas estructuras moleculares que requiere la vida. Dado que la vida física debe basarse en el carbono, ¿por qué Dios hizo un universo con tan poco carbono?

“Los investigadores han encontrado que la cantidad de carbono debe tener un cuidadoso equilibrio entre suficiente y no demasiada, porque el carbono, aunque esencial para la vida, también puede destruirla. Demasiado carbono se traduce en un exceso de dióxido de carbono, monóxido de carbono y metano. En grandes cantidades, estos gases son venenosos. En pequeñas cantidades, sus propiedades de invernadero mantienen al planeta lo suficientemente tibio como para sostener la vida. En grandes cantidades, pueden calentar la superficie de un planeta más allá de lo que la vida física puede tolerar” (Why the Universe Is The Way It Is [Por qué el universo es como es], 2008, p. 28).

Note cómo la Biblia menciona que la vida provino de los mismos compuestos del polvo de la tierra hecha por Dios, los cuales incluyen el vital carbono: “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así” (Génesis 1:24).

El tamaño de las cosas vivas no es un accidente

Damos por sentado el tamaño de los organismos vivos que vemos alrededor nuestro; sin embargo, como han descubierto los científicos, todos fueron creados cuidadosamente con las dimensiones óptimas si se toman en cuenta sus diferentes funciones. 

“El fisiólogo Knut Schmidt-Nielsen se preguntó”, dice el Dr. Denton, “si la ballena azul, que pesa 100 millones de gramos (100 toneladas), las gigantescas secoyas (1000 millones de gramos o 1000 toneladas) y el organismo más diminuto que existe, el micoplasma, se acercan o no a los límites de lo que es posible, y concluyó: ‘Hay razones convincentes para creer que los organismos más pequeños y los más grandes representan los límites aproximados del tamaño posible de los animales bajo las condiciones prevalentes en nuestro planeta’” (p. 309).

Los científicos hablan de restricciones o factores limitantes en este sentido. Si una estructura biológica excede o no alcanza el rango permitido por las leyes físicas que la gobiernan, simplemente no va a funcionar. 

Por ejemplo, el método de entrega de oxígeno a las criaturas vivas puede ser de dos categorías: el sistema circulatorio para los vertebrados, y el sistema traqueal para los invertebrados tales como los insectos y arácnidos.

El Dr. Denton añade: “También hay sólidas pruebas para creer que en el caso de ciertos sistemas estructurales y fisiológicos, tales como los sistemas proveedores de oxígeno, los esqueléticos y los excretorios, todas las posibilidades de diseño han sido explotadas exhaustivamente . . . No hay nada mínimamente ‘accidental’ en el hecho de que son los grandes vertebrados los que usan el sistema circulatorio, mientras que el sistema traqueal es utilizado por los artrópodos, mucho más pequeños . . . De hecho, el tamaño de los insectos más grandes se acerca al tamaño máximo posible para un organismo que obtiene su oxígeno mediante un sistema traqueal”.

Él concluye maravillándose de semejante variedad: “Es imposible no sentirse impactado por la enorme diversidad funcional, estructural y conductual manifestada por la vida en la Tierra. ¿Es concebible que pueda haber un mundo de vida más variada . . .
que la que existe en nuestro planeta? Desde la más diminuta célula bacteriana hasta la inmensidad de la ballena azul . . . nuestros sentidos se maravillan ante el fantástico abanico [la amplia variedad] de formas de vida basadas en el carbono que habitan nuestra Tierra” (pp. 302, 311). 

En efecto, prácticamente cada centímetro cuadrado de esta Tierra rebosa de vida. Sin embargo, ¡ni todos los laboratorios del mundo han podido crear algo que se le parezca!

Mientras que Denton describe el hecho de la asombrosa variedad en este mundo vibrante, Génesis nos habla sobre la causa en el capítulo 1: “Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra”.

Previsión — la creación de sistemas orgánicos de emergencia

Algunas personas temen volar en avión. La idea de estar suspendido a más de diez kilometros sobre el suelo les provoca escalofríos; sin embargo, alrededor de cuatro millones de pasajeros se embarcan en aviones cada día alrededor del mundo, y muy rara vez sucede algo malo. ¿Por qué? Dos de las razones son: (1) el hombre ha sido capaz de controlar las leyes físicas del vuelo, y (2) la gente ha diseñado cuidadosamente sistemas de emergencia para que si un sistema falla, haya otro que lo reemplace. Los ingenieros le dan a esto el nombre de redundancia. Por ejemplo, el cohete espacial que Estados Unidos lanzó por última vez en 2011 tenía cinco computadores de emergencia para respaldar su sistema de navegación.

De manera similar, mientras más se conoce acerca de la vida, más se descubren sistemas redundantes para proteger a los organismos de pequeños errores que pudiesen destruirlos. Esto echa por tierra la idea de la evolución mediante el cambio por mutación.

Denton observa: “Y parece cada vez más evidente que la redundancia no se limita a los genes individuales, sino que el fenómeno puede ser generalizado en el desarrollo de organismos superiores y que existe a todo nivel, desde los genes individuales hasta los procesos de desarrollo más complejos . . .
Ahora, este fenómeno presenta un desafío adicional a la idea de que los organismos pueden transformarse radicalmente como resultado de una sucesión de pequeños cambios independientes, según supone la teoría de la evolución . . . 

“En otras palabras, mientras mayor el grado de redundancia, mayor es la necesidad de mutaciones simultáneas para producir cambios evolutivos, y más difícil es creer que el cambio evolutivo pudo haber sido diseñado sin una guía inteligente. La redundancia también incrementa la dificultad de la ingeniería genética, lo que significa que los cambios compensatorios que inevitablemente deben acompañar cualquier cambio deseado necesariamente deben aumentar” (pp. 338-339).

Vemos cómo la vida en la Tierra, tan abundante y meticulosamente diseñada, se reproduce dentro de límites especialmente creados descritos una vez más en Génesis 1: “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:21-25).

Evidencia por todas partes

En resumen, a partir de los numerosos y extraordinarios ejemplos que vemos a todo nuestro alrededor, podemos concluir que Dios efectivamente preparó el universo y la Tierra tal como la Biblia describe: como una cuna para la vida, y especialmente para la humanidad. ¿Cuántas gracias debemos darle a nuestro Padre Celestial y a su Hijo por todo esto?

Romanos 1:20 nos asegura: “Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa” (Nueva Versión Internacional).

Efectivamente, con toda la abundante evidencia que vemos cada vez más, podemos entender mejor por qué Salmos 14:1 declara: “Solo los necios dicen en su corazón: ‘No hay Dios’” (Nueva Traducción Viviente). BN