¿Qué es un pacto bíblico?

¿Qué es un pacto bíblico?

En el Nuevo Testamento, la palabra pacto viene de la palabra hebrea berît. Significa “‘pacto; alianza; convenio; acuerdo; confederación’. Lo más probable es que este nombre se derive de la raíz acádica que significa ‘encadenar, poner grillos’; tiene paralelos en hitita, egipcio, asirio y arameo. Berît se encuentra más de 280 veces en todas las secciones del Antiguo Testamento”(W. E. Vine, Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, 1999, “Pacto, alianza”).

Los pactos de Dios contienen dos componentes especialmente importantes: término y duración. Aunque los seres humanos hagan pactos o tratados según sus propios diseños y de mutuo acuerdo, los pactos de Dios con las personas son generalmente unilaterales. Solo él determina los términos y las condiciones; la gente decide si los acepta o no.

Por ejemplo, después que Dios definió claramente los aspectos del pacto que estaba haciendo con la nación de Israel, incluyendo las bendiciones de honrarlo y las consecuencias de ignorarlo (Levítico 26; Deuteronomio 28-30), ambas partes –Dios y el pueblo de Israel– lo aceptaron.

Mediante este proceso Dios e Israel formaron una relación de pacto, un compromiso obligatorio de respetar y cumplir sus respectivos roles.

Un segundo concepto importante que debemos comprender en cuanto al pacto de Dios con Israel es su continua relevancia en nuestra era. Al reafirmar el pacto con la generación de israelitas que estaban a punto de entrar a la Tierra Prometida, Moisés explicó que ellos hacían esto “para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob. Y no solamente con vosotros hago yo este pacto y este juramento, sino con los que están aquí presentes hoy con nosotros delante del Eterno nuestro Dios, y con los que no están aquí hoy con nosotros” (Deuteronomio 29:13-15). Claramente, el pacto se aplicaba también a los descendientes de Israel.

El rey David, quien comprendía la naturaleza ininterrumpida del pacto, escribió a la llegada del arca del pacto a Jerusalén: “Alabad al Eterno, invocad su nombre, dad a conocer en los pueblos sus obras. Cantad a él, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas . . . El Eterno, él es nuestro Dios; sus juicios están en toda la tierra. Él hace memoria de su pacto perpetuamente, y de la palabra que él mandó para mil generaciones; del pacto que concertó con Abraham, y de su juramento a Isaac; el cual confirmó a Jacob por estatuto, y a Israel por pacto sempiterno” (1 Crónicas 16:8-9; 14-17).

Los pactos son simplemente acuerdos vinculantes de dos o más partes. Dios mismo diseñó el pacto que hizo con Abraham y sus descendientes. Cuando Dios hace un pacto, siempre cumple con su parte