El plan divino de salvación
Al comienzo del plan divino de salvación para la humanidad, Dios les ofreció a Adán y a Eva el regalo de la vida eterna, simbolizado por el árbol de la vida (Génesis 2:9, Génesis 2:16). Este árbol representaba el camino de vida de Dios, la fe en él y la obediencia a su voluntad.
En el jardín había también otros árboles; uno de ellos era el de la ciencia del bien y del mal (vers. 9). Este árbol representaba algo completamente diferente. Al tomar de su fruto, el hombre, en lugar de obedecer la revelación divina, escogía por sí mismo el camino que quería seguir. A partir del momento en que Adán y Eva tomaron esta decisión, el camino del hombre ha consistido en decidir por sí mismo qué es bueno y qué es malo. Desde entonces la humanidad ha sufrido las nefastas consecuencias de su desobediencia a Dios.
Debido a la influencia de Satanás, Adán y Eva se arrogaron el derecho de determinar por sí mismos qué era el bien y qué era el mal. Decidieron seguir los caminos engañosos de Satanás en lugar de creerle y obedecerle a su Creador. Cuando tomaron del fruto del árbol prohibido, una de las consecuencias fue la muerte (Génesis 2:17).
Si hubieran tomado del árbol de la vida, Adán y Eva hubieran recibido la vida eterna (Génesis 3:22). Esto nos explica por qué, cuando ellos tomaron la decisión equivocada y comieron del árbol prohibido, Dios cerró el acceso al árbol de la vida: él no iba a permitir que ellos vivieran para siempre en esa rebelión, en ese pecado. Debido a su desobediencia, Dios pronunció esta sentencia: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19).
Es necesario entender que el plan original de Dios para dar vida eterna a la humanidad —el cual rechazaron Adán y Eva— aún está disponible para cada uno de aquellos a quienes él llama.
El pecado se introdujo en la humanidad por Adán y Eva, pero desde entonces todos los seres humanos han pecado; por lo tanto, todos deben morir (Romanos 5:12; Hebreos 9:27). Sin embargo, el propósito que Dios tiene para darle al hombre la vida eterna prevalece por encima de todo. ¡Se llevará a cabo! En la Biblia vemos cómo se va desenvolviendo el plan divino de redención. Dios ha comprado a la humanidad por un precio: el hombre ha sido rescatado de la muerte por medio de la preciosa sangre de su divino Hijo Jesucristo.
Uno de los propósitos fundamentales que Dios tiene es que el hombre no muera. La muerte es una parte de la maldición que la humanidad ha tenido que afrontar como consecuencia de la mala decisión que nuestros primeros padres tomaron y que todos hemos imitado y seguido a partir de entonces (Romanos 3:23).