¿Cómo se lleva a cabo la obra de Dios en la actualidad?

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¿Cómo se lleva a cabo la obra de Dios en la actualidad?

¿Sabía usted que Jesucristo comenzó personalmente una obra muy especial que ha permanecido vigente por casi 2.000 años? El dedicó su vida física al firme establecimiento de esa obra. En una ocasión en que había estado demasiado ocupado para comer, les dijo a sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Más tarde, estableció su Iglesia para que continuara con esa sagrada misión.

¿Cuál es esa “obra”, y cómo se sostiene en este caótico mundo moderno?

La obra de la Iglesia se compone de dos aspectos principales: primero, la Iglesia ha sido comisionada para anunciarle a la humanidad el increíble significado de la segunda venida de Cristo. La mayoría de las personas pueden ver que nuestro mundo está lleno de problemas que desafían todas las soluciones humanas, pero muy pocas comprenden cómo podrá resolver Jesucristo esos dilemas de la humanidad a su regreso. Él ha facultado a su Iglesia para que ponga ese conocimiento a disposiciónde un mundo confundido.

Las mejores noticias del mundo

Justo antes de ascender al cielo, Jesús les dijo a sus apóstoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Con anterioridad, les había dicho que “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo . . . y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).

¿Se da cuenta por qué esta buena noticia—el evangelio del Reino de Dios— es tan maravillosa? ¡Usted necesita saberlo! De otro modo, será imposible que entienda el mensaje principal de la Biblia.

Este evangelio —las buenas nuevas que anuncian el venidero Reino de Dios— fue el punto central del ministerio de Cristo (Marcos 1:14-15). Es un mensaje extraordinariamente positivo, lleno de esperanza y propósito para la humanidad, que nos explica por qué el mundo está saturado de confusión y dolor y nos revela además la magnífica verdad de la muerte redentora de Cristo por la humanidad.

Sin embargo, a su retorno Cristo comenzará a cumplir las espléndidas promesas que leemos en las profecías bíblicas, aquellas que auguran la resolución de todos los problemas humanos que enfrentamos. Pedro nos dice: “El Señor no retarda su promesa . . . sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). De eso se trata la obra de la Iglesia — de enseñar a los seres humanos la verdad de Dios, para hacer posible el verdadero arrepentimiento y para compartir la esperanza de un futuro mejor.

Jesucristo volverá a la Tierra y enseñará a las naciones el camino de Dios (Miqueas 4:1-2). Entonces, “no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra” (v. 3). La paz y seguridad reinarán por fin en todo el planeta.

Ningún acontecimiento en la historia de la humanidad es más importante para su bienestar que la segunda venida de Jesucristo; por lo tanto, la Iglesia debe explicar al mundo la trascendental importancia de esta segunda venida.

En segundo lugar, la Iglesia también está encargada de enseñarconcienzudamente el camino de Dios a quienes obedezcan el llamado al arrepentimiento. Jesús les dijo a sus apóstoles “Por tanto, haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20).

No es suficiente anunciarle a la humanidad que ese maravilloso periodo se acerca. El trabajo de preparación para su Reino debe llevarse a cabo ahora, y unos cuantos serán educados y entrenados para ayudar a Cristo a su regreso. Fíjese cómo planea Jesús utilizar a aquellos que habrán sido ampliamente instruidos y capacitados para enseñar el camino de Dios: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono” (Apocalipsis 3:21).

Juan dice: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6). Como asistentes de Cristo, ellos estarán encargados de instruir al mundo sobre los métodos de Dios. “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3). Como resultado, “la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).

Esta es la razón por la cual la obra de Dios es tan importante en nuestros tiempos. ¡No se trata únicamente de proclamar el esperanzador mensaje de que Cristo traerá paz mundial junto con su Reino, sino también de preparar a quienes lo ayudarán a establecer su justicia en la Tierra!

Una misión basada en el dar

Evangeliosignifica simplemente “buenas noticias”. Por ello es que la Iglesia de Dios Unida, editora de este folleto, publica una revista llamada Las Buenas Noticias. Mediante su contenido proporcionamos a nuestros lectores un conocimiento que contrasta los procedimientos del “presente siglo malo” (Gálatas 1:4) con la maravillosa promesa del “mundo venidero” (Hebreos 2:5).

¿Se ha preguntado alguna vez cómo podemos ofrecer nuestras publicaciones de manera gratuita?

Nuestro enfoque fue establecido por Jesucristo hace mucho tiempo. Él dijo: “de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). Pablo dijo: “les prediqué el evangelio de Dios gratuitamente” (2 Corintios 11:7, Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy). Pablo tenía gastos. Sus viajes costaban dinero. Sin embargo, él nunca cobró al público por su trabajo de predicar el evangelio.

La clave radica en otra de las responsabilidades que Dios le ha asignado a su pueblo. Hace mucho tiempo, Dios llamó a Abraham y le prometió “serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3). Dios le dio a Abraham bendiciones para poder usarlo y mediante él, bendecir a otros. Esta es la manera en que Dios trabaja, y por ello ha permitido que sus siervos difundan gratuitamente su verdad, sin costo alguno para quienes la reciban.

Dios siempre se aseguró de que quienes sometieran sus vidas a él, como Abraham, fueran capaces de financiar el costo que significa llevar a cabo la obra que realizan en su nombre. Pablo lo explicó así: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8).

Dios, por su naturaleza misma, es un dador. Las personas que se convierten y se asemejan a él, también se vuelven generosas. Ellas quieren servir a los demás y participar en la obra que Cristo ha encomendado a su Iglesia, y toman muy en serio esta comisión.

Abraham practicaba un principio que más tarde Dios incluyó en su ley, cuando hizo un pacto con la antigua Israel. Cuando Abraham se reunió con Melquisedec, el “sacerdote del Dios Altísimo”, Abraham le dio “los diezmos de todo” (Génesis 14:18, Génesis 14:20).

Jacob, el nieto de Abraham, continuó con esta práctica. “Si fuere Dios conmigo . . . y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Génesis 28:20-22).

Estos hombres de Dios practicaron el principio del diezmo entregándole a Dios una décima parte de sus ingresos. Más tarde, cuando los descendientes de Jacob se convirtieron en la nación de Israel, Dios usó el diezmo para financiar el servicio de los sacerdotes, los líderes espirituales de la nación. Él le dijo a Israel: “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, del Eterno es, es cosa dedicada al Eterno” (Levítico 27:30).

Jesucristo respalda el diezmo

En tiempos de Jesucristo, él alabó a los fariseos por su obediencia a la ley en lo que se refería a su hábito de diezmar. Pero su fracaso para aplicar las instrucciones de la ley en cuanto a ser amables con los demás los convertía en hipócritas. Jesús dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el comino” (Mateo 23:23). En este aspecto eran muy meticulosos para cumplir.

Continuando con el mismo versículo: “y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe”. En este aspecto eran negligentes. “Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”. Jesús enseñó que los siervos de Dios no debían descuidar el diezmo y nos dice claramente que el diezmar es una práctica que debemos obedecer.

En la actualidad, quienes apoyan la obra encomendada a la Iglesia viven por fe, igual que los patriarcas de la antigüedad. Pablo se refiere a los verdaderos discípulos de Jesucristo como a personas que son “de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros” (Romanos 4:16).

Por esta razón, ellos tienen la valentía para apoyar esta obra de Dios moderna; creen en la Biblia, y practican el diezmo porque tienen fe en que Dios suplirá sus necesidades. También creen en las palabras de Jesucristo cuando dijo: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? . . . Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:31-33). Ellos saben que Dios suplirá sus necesidades si se convierten en sus colaboradores para llevar a cabo su obra.

Cómo se expande la obra de la Iglesia

Después de predicar durante tres años y medio, Jesús contaba solamente con unos cuantos seguidores que permanecieron fieles después de su crucifixión (Hechos 1:15). Pero él ya les había explicado cómo podían mejorar su efectividad, y dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros . . . Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo” (Mateo 9:37-38, Nueva Versión Internacional).

Jesús dejó bien en claro a sus discípulos que el envío de obreros a la cosecha es obra de Dios. Solo Dios el Padre puede traer nuevos obreros al arrepentimiento y darles la fe necesaria para llegar a ser parte de la obra que Jesús comenzó. Al mismo tiempo, Jesús les aseguró que Dios haría exactamente eso.

Cuando Pedro predicó un poderoso sermón mostrando que Jesús era el Mesías (Hechos 2:2-4, Hechos 2:14, Hechos 2:22-36), “los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41). La fuerza laboral de la Iglesia experimentó un dramático aumento en un solo día. Luego, “el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (v. 47).

Colaboradores en la misión de la Iglesia

No todos los obreros del evangelio eran ordenados formalmente. Pablo habla de muchos que ayudaban de diferentes formas, incluyendo a dos mujeres que se esforzaban junto a él “en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida” (Filipenses 4:3).

Estas personas apoyaban los esfuerzos de Pablo en muchas maneras. Por ejemplo, Pablo elogia a los filipenses por su generosidad para apoyar su obra en otras regiones. Él menciona: “pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades . . . estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta” (Filipenses 4:16-19).

Las ofrendas de estos cristianos financiaron la obra de Dios que llevaba a cabo el apóstol Pablo.

Y en la actualidad también es así. La Iglesia de Dios Unida proclama la verdad de Dios a través de medios de comunicación hablados y escritos, como la revista Las Buenas Noticias, su Curso Bíblico, además de varios folletos de inestimable valor y una amplia variedad de material disponible en Internet. Los miembros de la Iglesia participan activamente de muchas formas, que incluyen sus fervientes oraciones y contribuciones para cubrir los gastos de esta misión crucialmente importante.

El compromiso de estos obreros y muchos otros en la Iglesia de Dios hace posible que la misión de la Iglesia continúe, casi 2.000 años después de que Jesús la iniciara. Y gracias a este profundo compromiso, otros pueden recibir gratuitamente Las Buenas Noticias y otras publicaciones.

Como Jesús mismo dijo, “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Sus verdaderos discípulos están convencidos de que él era sincero cuando dijo: “De gracia recibisteis, dad de gracia”. Cristo está usando los esfuerzos combinados de sus muchos y muy dedicados colaboradores para mantener viva y funcionando la comisión que le dio a su Iglesia.