¿Podía Jesús hacer milagros?

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Una de las principales objeciones en contra de los milagros es que violan la ley natural. Los críticos argumentan que la ley natural es inmutable; por lo tanto, no puede ser quebrantada.

Esto podría ser cierto si no hubiera Dios. Pero ¿de dónde vienen las leyes de la naturaleza, la física, la energía y la materia? ¿Cómo se originaron? ¿Acaso estas leyes de tan increíble precisión y orden se crearon por sí solas? Quienes niegan al Creador no pueden contestar estas preguntas.

Pero si Dios existe, es de esperarse que los milagros —tal como fueron escritos para nosotros en los evangelios— son una parte muy razonable de la vida de aquel que quería demostrar su origen divino a quienes estaban a su alrededor.

Estrictamente hablando, habiéndose despojado de su poder divino (Filipenses 2:6-8), Jesús no hizo los milagros solo. Claramente hizo saber que él solo no podía realizar obras sobrenaturales, al decir: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo” y “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:19, Juan 5:30). Resulta obvio, entonces, que Jesús se apoyó en Dios el Padre para hacer los numerosos milagros que caracterizaron su ministerio (Juan 14:10).

Y para Dios, el omnipotente Creador que diseñó las leyes de la naturaleza, no es gran cosa intervenir sobrenaturalmente en la creación para llevar a cabo lo que nosotros podríamos considerar imposible. Jesús dijo: “Para Dios todo es posible” (Mateo 19:26).

Los milagros suceden de verdad. En el caso de Jesús, el Padre escuchó todas sus oraciones y apoyó todos sus mandatos de tal manera que, como sus propios discípulos lo reconocieron, hasta los vientos y el mar le obedecían (Mateo 8:27).