La iglesia

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La palabra iglesia es una traducción del vocablo griego ekklesía, que se deriva del verbo kaleo (que significa “llamar”) más el prefijo ek (una preposición que significa “fuera”). Significa un grupo de personas que han sido “llamadas a salir”, de la misma forma que Israel fue llamado a salir de Egipto para congregarse delante de Dios (Hechos 7:38). La primera vez que aparece la palabra ekklesía en el Nuevo Testamento, Jesús prometió “edificar [su] iglesia”. La presencia del Espíritu Santo en la mente de los miembros (1 Corintios 2:12-13; Efesios 4:3-6) es lo que identifica a la Iglesia de Dios como una congregación única.

La Iglesia de Dios comenzó el día de Pentecostés, después de la ascensión de Jesucristo. Dios derramó su santo Espíritu sobre los discípulos que estaban reunidos ese día, obedeciendo el mandato de Jesús de que permanecieran en Jerusalén (Lucas 24:49; Hechos 2:1-4; Hechos 5:32). En los días siguientes, Dios “añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).

Jesús dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44), y “si no le fuere dado del Padre” (v. 65). Por lo tanto, ninguno puede “asociarse” con la iglesia. Por el contrario, Dios es quien inicia el proceso llevando al creyente al arrepentimiento y al bautismo para remisión de los pecados y dándole la dádiva del Espíritu Santo (Hechos 2:38), mediante el cual la persona es colocada dentro de la iglesia.

Lo que identifica y une al pueblo de Dios es la presencia del Espíritu de Dios (1 Corintios 12:12-13); por lo tanto, la iglesia es un organismo espiritual. La iglesia es descrita en Efesios 2:19-22 como un “templo santo”. Individualmente, cada miembro es también “templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19).

Jesucristo es la Cabeza viviente de la iglesia, descrita también con frecuencia como el “cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12:27; Efesios 1:22-23; Efesios 4:12; Colosenses 1:18). Cuando la Biblia se refiere al Cuerpo de Cristo en su totalidad o sólo a una de sus congregaciones, usa la expresión “la iglesia de Dios”; y cuando se está refiriendo a varias congregaciones, las llama “las iglesias de Dios”.

Jesús ha encomendado a sus discípulos la misión de predicar el evangelio al mundo (Marcos 16:15) y de hacer discípulos en todas las naciones (Mateo 28:19). Cristo nos llama a salir de los males de este mundo (Juan 17:15-16) y nos aparta por la verdad de la Palabra de Dios (v. 17). Además, nos envía para que vayamos al mundo (v. 18) a predicar el evangelio del Reino de Dios como testimonio (Mateo 24:14).

La predicación de la iglesia, unida al testimonio de las vidas de sus miembros, es un poderoso mensaje de esperanza y luz frente a las tinieblas de este mundo (Filipenses 2:15; Mateo 5:14-16). Los miembros de la Iglesia de Dios son su pueblo (Tito 2:14; 1 Pedro 2:9), transformados mediante la renovación de su entendimiento por medio del poder del santo Espíritu de Dios (Romanos 12:2).

La iglesia también provee un lugar para el compañerismo (Hechos 2:42; 1 Juan 1:7), estímulo (Hebreos 3:13; Hebreos 10:24) y alimento espiritual (Efesios 5:29; Colosenses 2:19). Dios ha dado dones espirituales a cada miembro, para edificación del cuerpo (Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12:4-28; Efesios 4:7-8, Efesios 4:11-16). Estos dones se deben ejercitar con amor (1 Corintios 13:1-3). Cuando los miembros se aman mutuamente, se realza su credibilidad como discípulos de Cristo (Juan 13:34-35).

El nombre bíblico para la iglesia es “la Iglesia de Dios”. El término iglesia de Dios aparece 12 veces en el Nuevo Testamento e identifica al organismo espiritual que está compuesto por el pueblo de Dios, el Israel espiritual. En la Escritura se establece claramente el precedente de usar el nombre “la iglesia de Dios” seguido de una frase descriptiva. Leemos acerca de “la iglesia de Dios que está en Corinto” (1 Corintios 1:2; 2 Corintios 1:1), “las iglesias de Galacia” (Gálatas 1:2) y la “iglesia en Cencrea” (Romanos 16:1).

Jesús prometió que su iglesia nunca moriría (Mateo 16:18) y que él nunca nos desampararía ni nos dejaría (Hebreos 13:5). Prometió estar con su pueblo “hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20), dándoles el poder que necesitan para llevar a cabo su misión. Cuando Cristo regrese a la tierra para establecer el Reino de Dios, su iglesia gobernará con él (Apocalipsis 2:26; Apocalipsis 3:21; Apocalipsis 5:10; Daniel 7:22, Daniel 7:26-27) y sus miembros serán jueces y maestros (1 Corintios 6:1-3).

(Si desea profundizar en este tema, no vacile en solicitar el folleto gratuito La iglesia que edificó Jesucristo.)