Las buenas noticias de un mundo libre
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“No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).
Cuando Jesucristo regrese, los reinos del mundo vendrán a ser “de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15). El mundo de Satanás, basado en la mentira y el engaño, será destruido, reemplazado por el reino de la verdad y de la luz.
Para captar la magnitud de la transformación que ocurrirá con el establecimiento del Reino de Dios, necesitamos entender la magnitud del engaño que por siglos ha llevado a cabo Satanás. Es difícil comenzar siquiera a ver la facilidad con que se ha introducido en todas partes el engaño que nos ha afectado desde que nacimos. Al fin y al cabo, una persona engañada no sabe que está engañada. Para esa persona ¡el engaño es lo que le parece normal, y la verdad es lo que le parece extraño!
Necesitamos entender el hecho de que Satanás ha manipulado y engañado constantemente a la humanidad en todas las formas imaginables. Las profecías del Apocalipsis apenas describen lo que debe ocurrir para que el Reino de Dios sea establecido. Un mensaje que es claro y evidente es que Cristo tendrá que derribar casi todo y comenzar de nuevo. Será la única forma de desarraigar hasta el último vestigio del sistema de Satanás.
Derribar todo y comenzar de nuevo
Cuando leemos todo el Apocalipsis aprendemos que no son sólo los engaños obvios —tales como los satánicos sistemas políticos y religiosos del tiempo del fin— que deben ser desarraigados y destruidos.
Al regreso de Cristo todo tendrá que ser derribado, todo tendrá que ser borrado. Él comenzará de nuevo. Todo lo que Satanás ha podido edificar —gobiernos; sistemas políticos, educativos y económicos; diversión; sistemas de comunicación e información; cualquier forma de sociedad y civilización que hayamos inventado o establecido en el transcurso de la historia del hombre— debe ser reemplazado con algo infinitamente superior.
¿Por qué? Porque todo en este mundo ha sido edificado sobre bases erróneas. Está fundado en los engaños y mentiras de Satanás; ha sido construido de acuerdo con sus principios, según sus especificaciones, podríamos decir. Virtualmente nada de los sistemas de este mundo ha sido edificado con la guía y la dirección de Dios.
Este no es el mundo de Dios. No es su sociedad. No es su civilización. No fue construido con sus principios, leyes y forma de vida. Satanás ha engañado al mundo por muchos siglos y lo ha organizado según sus propios valores y no según los de Dios.
El engaño de Satanás es activo y constante. Cada paso que da ha llevado a la humanidad más lejos de Dios y de sus instrucciones para nosotros. Cada generación ha sido construida sobre la base de un engaño previamente establecido. Así como Satanás ha engañado al mundo entero en el pasado, está engañándolo ahora y va a continuar haciéndolo hasta que Dios lo quite de en medio al regreso de Jesucristo. Entonces todo lo que ha construido tendrá que ser destruido y borrado por completo.
No es nada agradable, pero mucha de la destrucción horripilante y de la tremenda devastación que el mundo tendrá que sufrir, como está descrita en el Apocalipsis, es parte del juicio de Dios sobre el hombre y su civilización. Como dijimos anteriormente, cuando Satanás vea que el fin de su reinado está cerca, emprenderá una frenética campaña de destrucción en un tremendo esfuerzo por impedir que Jesucristo regrese. Pero lo que quede del imperio de Satanás será destruido completamente por Jesús cuando asuma su papel de Rey de reyes y Señor de señores.
Así como un edificio nuevo no puede construirse sobre el fundamento medio destruido de una estructura corroída, Dios debe arrasar completamente los restos de la obra de Satanás antes de que pueda construir algo nuevo.
Una nueva clase de gobierno
Al retorno de Jesús, aquellos que hayan sido siervos fieles de Dios a lo largo de los siglos —aquellos que hayan resistido con éxito el engaño de Satanás y su rebelión— serán resucitados a la inmortalidad (1 Corintios 15:50-54; 1 Tesalonicenses 4:16). En referencia a estas personas la Palabra de Dios dice: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6).
Como hemos visto, Cristo regresará para reinar aquí en la tierra (Zacarías 14:4, Zacarías 14:9). Apocalipsis 5:10 nos dice lo siguiente al hablar de aquellos que serán resucitados para estar con él: “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Para sus fieles siervos, Dios tiene en mente un extraordinario propósito. No están destinados a una vida de pereza y de tedio en el cielo por la eternidad. Dios los ha llamado y los está preparando para una gran responsabilidad: para reinar con Cristo como reyes y sacerdotes, ¡para construir una civilización según los parámetros de Dios, perfecta y justa, aquí en la tierra!
El Reino de Dios va a ser un reino literal que regirá sobre toda la tierra. Daniel 7:27, al referirse al establecimiento de este reino, nos dice que “el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, [será] dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”.
El versículo 14 nos dice aún más claramente que éste será un gobierno literal, mundial. Daniel describe cómo Dios le dará a Jesús, el Mesías, la autoridad y la responsabilidad sobre la tierra: “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”.
Durante muchos siglos el sistema de gobierno de la humanidad ha demostrado ser incapaz de resolver tantos problemas que afrontamos. Ahora, éste será reemplazado por un gobernante y por una forma de gobierno que por fin los resolverá. Jesucristo regirá personalmente todos los pueblos de la tierra.
Esta verdad fundamental es el meollo del evangelio —las buenas nuevas— que Jesús enseñó. La perspectiva de su mensaje es el anuncio de un venidero gobierno mundial (Lucas 21:31), que no será administrado por personas ciegas que han sido engañadas por Satanás. No será regido por seres humanos egoístas, sino por Jesucristo mismo (v. 27).
Una civilización centrada en Dios
En el Antiguo Testamento podemos leer decenas de profecías en las que los profetas hebreos hablaron acerca de esta maravillosa época. Una que describe muy claramente las diferencias entre el mundo del mañana y el mundo actual se encuentra en Isaías 11:9: “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar”.
El mundo actual está lleno de dolor y destrucción. Está cegado al conocimiento de Dios que tan desesperadamente necesita. Cuando Satanás sea quitado de en medio, juntamente con su actitud de vanidad, celos, avaricia, egoísmo y hostilidad, la humanidad podrá empezar a aprender lo que es la paz y después a disfrutarla. Satanás ya no estará cegando al mundo y envolviéndolo en tinieblas espirituales. Este mundo por fin experimentará lo que significa estar libre de la esclavitud espiritual de Satanás (Juan 8:32). La gente por fin podrá aprender los principios de Dios y la forma correcta de vivir, el camino para prevenir y quitar el dolor y la miseria.
El profeta Miqueas describió esta época de paz sin precedentes: “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa del Eterno será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:1-4).
Cuando desaparezca la ceguera provocada por Satanás, los hombres, mujeres, niños y niñas en todo lugar comenzarán por fin a reconocer las bendiciones que vienen por seguir los caminos de Dios. Ansiosamente acudirán a Jerusalén, la ciudad capital de Cristo, para aprender de sus caminos y forma de vida.
Profecías acerca del reinado de Cristo
En uno de los pasajes más conocidos y menos entendidos de la Biblia, el profeta Isaías nos describe cómo será Jesús como gobernante: “. . . Y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).
En contraste con la injusticia, la incompetencia y la opresión que con tanta frecuencia caracterizan a los gobiernos de la actualidad, el juicio y la justicia serán las características principales del venidero reinado de Cristo. Una epidemia nueva, benigna, inundará el mundo en gran beneficio de los matrimonios, las familias, las comunidades y las naciones. Será una epidemia de paz. Como Isaías lo profetizó, la paz no tendrá límite bajo el reinado de Jesucristo (v. 7). El Príncipe de paz traerá la calma y el bienestar a un mundo que nunca ha conocido la paz duradera.
Bajo el reinado justo de Cristo, la humanidad por fin aprenderá los caminos de Dios y experimentará una paz maravillosa. Las instituciones educativas les enseñarán a las personas cómo deben conducir sus vidas, no solamente cómo ganar lo necesario para vivir. Los principios bíblicos para las relaciones duraderas y estables, serán explicados en todas partes. Innumerables millones de personas que nunca han conocido las leyes y los caminos de Dios en un mundo cegado por Satanás, por fin tendrán acceso a este conocimiento maravilloso y salvador. (Si desea aprender más acerca del prometido Reino de Dios, le recomendamos nuestro folleto gratuito El evangelio del Reino de Dios.)
El reinado milenario y lo que seguirá después
Cristo introducirá un reino literal, el Reino de Dios, aquí en la tierra. Pero este no es el fin de todo. Veamos lo que se nos dice en Apocalipsis 11:15: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”.
Jesucristo va a reinar sobre las naciones en un reino literal de 1.000 años (Apocalipsis 20:3-7). Y además se nos dice que “él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15). En otras palabras, el reinado de 1.000 años, llamado comúnmente el Milenio, es tan sólo el comienzo del reinado eterno de Jesús en el Reino de Dios.
De hecho, el reinado que Cristo compartirá con los santos resucitados durante ese tiempo tendrá el propósito de ofrecerle a la humanidad la oportunidad de entrar en el eterno Reino de Dios. Millones de seres humanos físicos en el momento del regreso de Cristo habrán sobrevivido a la devastación de los acontecimientos profetizados para el tiempo del fin, y después de esto varias generaciones nacerán y vivirán en el Milenio. A todos ellos se les dará la oportunidad de recibir la vida eterna, de ser cambiados de su vida y cuerpos físicos a una existencia espiritual para entrar en el eterno Reino de Dios.
Cuando Jesús enseñó acerca del Reino de Dios, dijo claramente que sería un reino eterno, no uno que tan sólo duraría 1.000 años. En Mateo 19:16 leemos acerca de un joven rico que le hizo a Jesús una pregunta fundamental: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Jesús le explicó además que debía “ser perfecto” (v. 21). Cuando se hizo claro que el joven no haría todo lo que se requería, Jesús dijo que “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (v. 24). Aquí, entrar en el Reino de Dios es equivalente a recibir la vida eterna.
Sí, en el reinado milenario de Cristo millones de seres humanos tendrán la oportunidad de ser salvos y de entrar en el eterno Reino de Dios. El Milenio, una época de paz, felicidad y prosperidad sin paralelo en la historia, será tan sólo un anticipo de un reino eterno más grande aún.
Aunque muchas personas lo ignoran, Dios estableció una serie de fiestas que simbolizan cómo él va finalmente a reconciliar la humanidad consigo mismo. En el proceso representado por los festivales aprendemos por qué Dios permitirá que Satanás exista hasta que Jesucristo regrese a la tierra a establecer el Reino de Dios. (Usted puede leer una exposición más amplia de este tema en nuestro folleto gratuito Las fiestas santas de Dios.)
El último papel de Satanás
La Biblia revela además que Satanás desempeñará un último papel después del regreso de Cristo y el establecimiento del Reino de Dios. Anteriormente leímos que Satanás sería atado “para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años”. Pero luego, “después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3).
Durante el Milenio nacerá mucha gente, y no se verá expuesta a la influencia de Satanás; sólo conocerá el camino de Dios. Sin embargo, las Escrituras nos revelan que Dios nos prueba para saber si lo obedeceremos de todo corazón o no (Deuteronomio 8:2; Apocalipsis 2:10). Una forma por la que lleva a cabo esto es cuando nos permite escoger entre el bien y el mal (Deuteronomio 30:19). En el Apocalipsis se describe una forma en que esto se cumplirá al final del Milenio.
Veamos lo que ocurrirá: “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió” (Apocalipsis 20:7-9).
Dios no nos revela si esta es la única prueba que llevará a cabo durante el Milenio con el fin de separar a aquellos que sinceramente desean obedecerlo y seguirlo, de aquellos que no quieren. Pero será de verdad la última prueba y la más significativa. Será parte fundamental del proceso del juicio, para determinar de una vez por todas si algo de las actitudes y pensamientos de Satanás todavía permanece en la tierra. Aquí, al final del Milenio, aquellos que sigan a Satanás serán reunidos y destruidos de una vez por todas. Ya no se les dará más oportunidad a los seres humanos de que escojan los caminos satánicos y perversos.
Luego viene el momento en que Satanás será restringido para siempre. “El diablo, que los había engañado, será arrojado al lago de fuego y azufre, donde también habrán sido arrojados la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (v. 10, Nueva Versión Internacional). Nunca jamás se le permitirá volver a engañar a nadie.
Cielo nuevo y tierra nueva
Al final, sólo quedarán Dios y los que hayan escogido sus caminos en lugar de los de Satanás. En el Apocalipsis, Juan describe otra secuencia increíble de acontecimientos después de los mil años de reinado de Cristo. “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1).
En este nuevo mundo, “el tabernáculo de Dios [estará] con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (v. 3). Del reinado de Satanás como “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4), no quedará ni el recuerdo.
Apocalipsis 21:4 nos dice cómo será el mundo cuando ya no exista la influencia de Satanás: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.
¿Existe realmente el diablo? Sí, ¡absolutamente! Pero Dios nos asegura que habrá un tiempo en el que Satanás y su obra —el sufrimiento físico, la miseria, la angustia mental y los lamentos que trae a la humanidad— ya no existirán más. ¡Que todos tengamos la sabiduría, la fortaleza y el amor por la verdad para resistir su engaño y poder ver ese momento!