El marco profético del tiempo del fin

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El marco profético del tiempo del fin

¿Cuál es la perspectiva correcta de la profecía? ¿Puede beneficiarnos espiritualmente?

El apóstol Pedro mencionó que la profecía debe servirnos para fortalecer nuestra esperanza y nuestra fe en el futuro. Él dijo: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).

Pedro compara las profecías bíblicas con una luz que nos ilumina hasta el momento del establecimiento del Reino de Dios, traído por Jesucristo a la tierra. Cuando esto ocurra, todo ojo verá la gloria del Hijo de Dios como una gran luz (Mateo 24:27-30; Apocalipsis 1:7).

Dios nos da una secuencia y un esquema de acontecimientos proféticos, pero muchos detalles todavía no los tenemos muy claros. Podemos entender algunas cosas muy claramente, pero otras se nos escapan de nuestra comprensión en estos momentos.

En otras palabras, la Biblia nos da un marco profético muy seguro, pero puede ser contraproducente tratar de interpretar hasta el más mínimo detalle lo que aún está por ocurrir. Las circunstancias que ahora vivimos pueden cambiar dramáticamente antes de que todos estos detalles se cumplan.

¿Qué marco profético permanece seguro? Entre los muchos eventos proféticos que conducen al regreso de Cristo, algunos de los más importantes podrán ser identificados y confirmados específicamente a medida que se cumplan. Como Pedro nos dijo, es bueno “estar atentos” a ellos.

Primera condición: La capacidad de aniquilar la vida

La primera de estas condiciones proféticas tiene que ver con una circunstancia específica que Jesús dijo que solamente se cumpliría cuando el fin estuviera cerca. Él les declaró a sus discípulos: “Habrá entonces una angustia tan grande, como no la ha habido desde que el mundo es mundo ni la habrá nunca más. Si no se acortaran aquellos días, nadie escaparía con vida; pero por amor a los elegidos se acortarán” (Mateo 24:21-22, Nueva Biblia Española).

Jesús advirtió que vendría una época en la cual la humanidad tendría la capacidad de destruir todo vestigio de vida sobre la faz de la tierra. Esto es lo que hará que la “gran tribulación” sea una época tan destructiva, sin precedentes en la historia humana.

El hombre se ha estado haciendo la guerra desde los albores de la historia. Pero anteriormente, con sólo piedras y garrotes, arcos y flechas, cañones y armas automáticas, no había tenido la posibilidad de destruir literalmente cada ser humano en la tierra.

Esto cambió radicalmente con la detonación de las primeras bombas atómicas y con el consecuente perfeccionamiento de las bombas de hidrógeno, más destructivas aún. Con miles de armas nucleares a su disposición, el hombre puede destruir varias veces toda forma de vida del planeta. Esta situación nunca se había dado antes en la historia; sólo se presentó en la segunda mitad del siglo 20. El hombre nunca había sido un buen guardián de la tierra, pero tampoco había tenido la posibilidad de destruir la vida humana en su totalidad. Jesús predijo que si la humanidad fuera dejada a su propio arbitrio, eso sería precisamente lo que sucedería; y esta es una de las razones por las que él tiene que intervenir: para salvar al hombre de sí mismo.

Segunda condición: El resurgimiento de la nación judía

La segunda condición que se debe cumplir antes del regreso de Jesucristo tiene que ver con la existencia del moderno Estado de Israel.

La supervivencia de la religión y la cultura de este pueblo bíblico, que fue testigo del esplendor y la caída de civilizaciones tan grandes como Egipto, Babilonia, Persia, Grecia y Roma, ha desafiado todas las posibilidades. El hecho de que los judíos no hayan sido jamás asimilados por las naciones entre las cuales eran dispersados, es algo sin precedentes. Heinrich Graetz, historiador del siglo 19, dijo que “una nación que había visto el surgimiento y la decadencia de los imperios más antiguos, y que todavía continúa ocupando su lugar en estos momentos, merece toda nuestra atención”.

El historiador Randall Price nos relata una anécdota acerca de Napoleón. El emperador francés pasaba cerca de una sinagoga y oyó un lamento. Él preguntó: “¿Por qué están llorando?” Le respondieron que estaban llorando por la destrucción del templo. Impresionado, Napoleón dijo: “¡Un pueblo que se lamente tanto por su ciudad y su templo está destinado a restaurarlos algún día!”

Esta predicción se cumplió parcialmente. Los judíos, descendientes del antiguo reino de Judá, actualmente están en Jerusalén y hacen sus “lamentos” en el muro occidental del monte del templo, el muro de contención de la inmensa plataforma que Herodes el Grande construyó para sostener el templo reedificado. Allí, en ese muro, muchos judíos todavía lloran y se lamentan por la destrucción del templo y oran por su restauración. Por eso el lugar también se conoce como el muro de las lamentaciones.

Jesús describió que bajo ciertas condiciones, a medida que el fin se aproximara, los judíos volverían a controlar Jerusalén y el lugar santo. Más tarde, el lugar santo sería profanado: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mateo 24:15-16). La abominación desoladora, descrita en Daniel 8-12, tiene que ver con la profanación del lugar santo en Jerusalén.

Antes de 1948 esto parecía totalmente imposible. Los judíos habían estado dispersos por casi 2.000 años, y los árabes estaban firmemente establecidos en la tierra. Los judíos no tenían el poder militar, la unidad ni el respaldo internacional para poder volver a Palestina. Muchos libros habían sido escritos acerca de las desventajas del sionismo, el intento por establecer una patria para los judíos. Sin embargo, un estado judío fue establecido.

Cuando se fundó el Estado de Israel en 1948, parecía imposible que sus habitantes pudieran llegar a controlar Jerusalén, pues las populosas naciones árabes estaban dispuestas a impedirlo. Sin embargo, en 1967, en la llamada guerra de los seis días, el Estado de Israel tomó posesión de Jerusalén. Pero el control del monte del templo, la plataforma en la cual el templo se había erigido, les fue dado a los árabes.

Debido a que los árabes tienen el control del monte del templo, o el “lugar santo” al que Jesús se refirió en su profecía, todavía hay una parte de la profecía que no se ha cumplido. Desde 1989 se han hecho esfuerzos para continuar los preparativos para construir un nuevo templo. También, desde 1990 ciertos judíos han tratado de colocar la primera piedra del templo, pero las autoridades árabes y la policía lo han prohibido.

Así están las cosas. Cierta parte de la profecía de Jesús ya se ha cumplido, porque Israel tiene el control de Jerusalén, pero falta que otras partes se cumplan.

Tercera condición: Un nuevo orden mundial

La tercera condición tiene que ver con el último resurgimiento del Imperio Romano, profetizado extensivamente en los libros de Daniel y el Apocalipsis.

El profeta Daniel, al interpretar el sueño que Nabucodonosor tuvo de una imagen humana colosal, habló de una serie de “reinos” que aparecerían en el escenario mundial. Según Daniel, el primero era el Imperio Babilónico, bajo el mismo Nabucodonosor (Daniel 2:28-38). A éste le sucederían otros tres reinos (vv. 39-40). Al comparar la historia con otras profecías, podemos entender que los reinos fueron en su orden: Babilonia, Persia, Grecia y Roma.

Hablando del cuarto reino, el Imperio Romano, Daniel dijo: “Será fuerte como el hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo” (v. 40). Roma fue el imperio más dominante y el que más duró con respecto a sus predecesores, absorbiendo sus vestigios y perdurando por varios siglos.

Sin embargo, Daniel también reveló varios detalles fascinantes acerca de este reino. Dijo que las piernas y los pies de la imagen del sueño de Nabucodonosor representaban un reino (que más tarde se identificó como el Imperio Romano). Los pies y dedos de la imagen estaban compuestos en parte de barro cocido y en parte de hierro. Esto daba a entender que los componentes de este reino no se mezclarían realmente y no permanecerían juntos por mucho tiempo; de hecho, sería “un reino dividido . . . en parte fuerte, y en parte frágil” (vv. 41-43).

Daniel continúa diciendo: “En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido . . . desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (v. 44).

La Biblia profetiza que un grupo de 10 reyes, o dirigentes nacionales, se unirá por medio de alianzas y tratados y cumplirá estas predicciones para el tiempo del fin. La profecía de Daniel también indica que estos dirigentes conservarán sus culturas y lenguas, de tal forma que no se integrarán totalmente en un grupo sólido, sino que serán 10 entidades individuales, políticas y culturales, unidas por un propósito común. Algunas serán más fuertes que otras.

En el Apocalipsis se nos dan más detalles: “Los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Éstos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles” (Apocalipsis 17:12-14).

Algunos se preguntan si los movimientos tendientes a lograr la unidad entre las naciones europeas tienen algo que ver con esta potencia que está profetizada. Es muy interesante cuando vemos que la historia nos revela las raíces de este movimiento. Michael Elliot escribió lo siguiente en la revista Newsweek: “En enero de 1957, seis naciones firmaron un tratado en el sitio del antiguo capitolio romano, y dieron comienzo a la Comunidad Económica Europea . . . Un ayudante de Paul-Henri Spaak, el ministro de Relaciones Exteriores de Bélgica, recuerda que su jefe dijo: ‘¿Crees que hemos echado la primera piedra del nuevo Imperio Romano?’ El ayudante comenta: ‘Nos sentimos muy romanos ese día’” (29 de enero de 1996, p. 40).

La idea del comienzo de un nuevo Imperio Romano ciertamente pasó por las mentes de los que fundaron la organización actual de las naciones europeas. A medida que van cediendo las barreras para la integración y se establece una mayor colaboración y unidad económica y militar, esta organización continúa prosperando. El tiempo nos dirá hacia dónde nos van a conducir todos estos acontecimientos, y con cuánta rapidez.

¿Hacia dónde nos conduce todo esto?

¿En qué punto estamos realmente? Sabemos que el hombre cuenta con la capacidad de destruir varias veces la vida sobre el planeta; los judíos tienen control sobre Jerusalén y algunos albergan el deseo de restaurar el templo y los sacrificios; y existe un esfuerzo fuerte y decidido por lograr la unidad de las naciones de Europa. No podemos hacer caso omiso de todo lo que está pasando ni de las advertencias de la profecía bíblica y la relación que ella tiene con las condiciones mundiales.

Lo que está pasando actualmente parece ser el preludio del cumplimiento final de las profecías de Daniel y del Apocalipsis. Sin embargo, ya sea que nuestro análisis sea completamente acertado o no, la Biblia seguirá siendo la inspirada Palabra de Dios. Las profecías de la Biblia se cumplirán en forma inexorable, aunque no las entendamos cabalmente. Mientras tanto, es mejor que prestemos oído a la advertencia de Jesús: “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo 24:44).