Un pacto matrimonial

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Un pacto matrimonial

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Pocas personas se dan cuenta de que el antiguo pacto era esencialmente un pacto matrimonial por medio del cual Dios era un esposo para Israel (Jeremías 31:32). En ese pacto, Israel, la esposa, había consentido en someterse a Dios y obedecer sus leyes. Pero ella no lo cumplió. El adulterio que Israel cometió con los dioses extranjeros fue tan abominable que Dios se divorció de su pueblo, con excepción de unas pocas personas que todavía se esforzaban por servirlo (Jeremías 3:8, Jeremías 3:14; Isaías 50:1).

El pueblo nunca tuvo la actitud correcta de mente ni de corazón para poder obedecer (Deuteronomio 5:29; Romanos 8:7). Como lo explica la Epístola a los Hebreos, esta falla de las personas fue el problema con el antiguo pacto y la razón por la cual se hacía necesario un nuevo pacto (Hebreos 8:7-8). En Hebreos se cita dos veces este importante pasaje de Jeremías (8:8-13; 10:16-17).

¿Qué es entonces el nuevo pacto? Es básicamente un nuevo contrato matrimonial que Dios hace con Israel y Judá.

La propuesta matrimonial de Jesucristo

Vemos reflejado esto en las palabras y acciones de Jesús en la noche previa a su muerte. En la última cena pascual que compartió con sus discípulos, él introdujo los símbolos del pan para representar el sacrificio de su cuerpo quebrantado y del vino que representaba su sangre derramada. “Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:27-28).

Jesús estaba explicando que el derramamiento de su sangre como sacrificio por los pecados era necesario para hacer posible el nuevo pacto. Sin esto, no había forma de pagar por los pecados de todos aquellos que iban a participar en el pacto.

Notemos además que Jesús estaba iniciando el nuevo pacto con sus discípulos. Esto puede confundirnos un poco, ya que la profecía del nuevo pacto con Israel y Judá se sitúa después del regreso de Cristo a la tierra (Jeremías 31:31-34). Asimismo, “las bodas del Cordero” —una clara referencia al matrimonio de Cristo con la iglesia— no ocurrirán hasta que él regrese (Apocalipsis 19:6-9).

Esto nos ayuda a entender que la Iglesia de Dios es el Israel espiritual (Romanos 2:28-29), un pionero de la relación que Dios anunció por medio de Jeremías. Sin embargo, esto no explica por qué la iglesia está bajo los términos del matrimonio del nuevo pacto en la actualidad, aunque el matrimonio no se llevará a cabo hasta que regrese Cristo.

Costumbres bíblicas del matrimonio

Para poder entender es necesario conocer algo acerca de las costumbres matrimoniales en épocas bíblicas. Las parejas se comprometían formalmente compartiendo una copa de vino. Este compromiso no se parece a los compromisos actuales, que fácilmente pueden romperse. Un compromiso judío era un contrato legal en que ambas partes tenían obligaciones. Se requería un divorcio para romperlo.

Durante el período del compromiso la pareja ya se consideraba casada y eran tenidos como esposo y esposa. Vemos reflejado esto en Mateo 1:18-20, cuando José y María estaban comprometidos y ya se consideraban esposo y esposa. Romper este contrato de compromiso hubiera implicado un divorcio (v. 19).

Aunque se consideraban casados, no vivían juntos como esposo y esposa hasta que se llevó a cabo una celebración pública, usualmente unos meses después del contrato de compromiso. Como ocurre actualmente, la pareja utilizaba el período del compromiso para prepararse para su boda y vida matrimonial posterior.

Con esto en mente, podemos entender mejor la relación del nuevo pacto. Jesús inició el nuevo pacto; podríamos decir que les propuso matrimonio a sus verdaderos seguidores. Como hemos visto, el antiguo pacto no era suficiente. Aun los discípulos de Jesús, las personas más fieles de su época, eran todavía carnales y estaban condenados por sus pecados. Para entrar en esta nueva relación con Jesucristo necesitaron ser transformados en un pueblo nuevo y espiritualmente convertido.

Esto se logró por medio de la muerte y resurrección de Jesús, y después de recibir el Espíritu de Dios, que permite que comience esta transformación espiritual (Romanos 7:1-4; 1 Corintios 7:39; Gálatas 2:20; 2 Corintios 5:16-17; Romanos 8:5-10). Esto también los constituyó como la Iglesia de Dios, el verdadero “Israel de Dios” (Gálatas 6:16), o sea el remanente fiel de Israel de acuerdo con la gracia de Dios (comparar con Romanos 11:1-5).

Habiendo entrado a formar parte del nuevo pacto, la iglesia ahora es la prometida de Cristo (2 Corintios 11:2). Ya vive bajo los términos del nuevo pacto, pero aún está esperando la plenitud del nuevo pacto matrimonial que comenzará con “las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:6-9). Estando comprometidos con él, los miembros de su iglesia se someten a su liderazgo y guía amorosos, porque él es la cabeza de esa iglesia (Efesios 5:22-32), la cual se está preparando para vivir eternamente con él.

La iglesia ha crecido e incluye a más personas de las que originalmente accedieron a celebrar este pacto como los discípulos de Cristo. Para ser parte de esta iglesia y parte del contrato del pacto, se requiere participar de los símbolos del nuevo pacto cada año, reafirmando los términos del contrato matrimonial: un compromiso de obedecer a Dios y aceptar la sangre derramada de Cristo como paga por cualesquier pecados que cometamos.

Toda la humanidad participará de esta relación

Cuando Cristo regrese, aquellos que ya estén comprometidos con él participarán en una fiesta de bodas tal como se menciona en Apocalipsis 19. Con cuerpos espirituales glorificados, serán perfectos y nunca volverán a pecar, teniendo las leyes de Dios grabadas perfectamente en su carácter. A partir de ese momento permanecerán en una unidad inquebrantable con Jesucristo.

Esta será la culminación y la plenitud del matrimonio del nuevo pacto. Sin embargo, Dios pretende entrar en un pacto matrimonial con todos los seres humanos (Apocalipsis 21:9). Todos los que finalmente estén de acuerdo en someterse y ser espiritualmente transformados de la misma forma, lo pueden recibir también.

Cuando Jesucristo regrese y se cumpla la plenitud del matrimonio con su iglesia, entonces extenderá su propuesta de matrimonio a toda la humanidad. Pero el pacto sigue siendo con Israel (Jeremías 31:31), ya que todos deben volverse israelitas espirituales para poder participar de él. Finalmente, todos los que elijan servir a Dios y ser fieles a su pacto serán transformados en seres espirituales y entrarán en la plenitud del nuevo pacto.

Y a medida que toda la humanidad tenga la oportunidad de disfrutar de esta relación, la paz se extenderá por toda la tierra, todo bajo el reinado de Cristo y de sus santos perfeccionados, el Israel espiritual glorificado.

Por supuesto, ellos no se vuelven perfectos de la noche a la mañana. Con la ayuda de Dios por medio de su santo Espíritu morando en ellos, crecerán en obediencia. Las leyes de Dios serán grabadas gradualmente en su carácter. Y finalmente, tal como las Escrituras lo indican, estas personas serán transformadas en seres espirituales perfectos, que nunca jamás volverán a pecar.

Así es cómo llegará un día en el que el pecado —y el sufrimiento y la muerte que resultan de pecar— no se recordará ya más (Jeremías 31:34). Simplemente dejará de existir.

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