Guerra y paz en el Cercano Oriente

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Guerra y paz en el Cercano Oriente

Jerusalén continúa siendo la ciudad más disputada sobre la faz de la tierra. En su larga historia ha sido invadida más de 20 veces. La tierra a donde Dios envió a Abraham hace cerca de 4000 años se encuentra en la intersección de tres continentes. También es territorio santo para tres religiones.

Hace más de 2500 años Dios le reveló al profeta Daniel que la tierra de su pueblo sería disputada por siglos (como se explica en el tercer capítulo de esta publicación). Es interesante notar que hay un “vacío” largo en la profecía en que Daniel pudo predecir lo que habría de acontecer siglos después de su tiempo. Para entender eso, necesitamos repasar nuevamente el capítulo 11 de su libro.

Como se explicó antes, los primeros 35 versículos de este capítulo son un relato exacto y detallado de lo que le sucedería al pueblo de Judá, atrapado en una lucha entre la dinastía de los tolomeos de Egipto al sur y los seléucidas de Siria al norte. Los dirigentes de estos imperios eran descendientes de generales al servicio de Alejandro Magno, quien también fue profetizado en el libro de Daniel.

(En una interesante anotación histórica, Josefo, historiador judío del primer siglo, habla de un encuentro entre Alejandro Magno y el sumo sacerdote judío en Jerusalén, quien le hizo saber que su venida había sido profetizada por Daniel ¡dos siglos antes de que Alejandro naciera! Ver Antigüedades de los judíos, 11:8:5.)

Lo registrado en los versículos 36-39 parece dar un salto en el tiempo. Como se explicó antes, los versículos 32-35 aparentemente se refieren a los fieles macabeos, quienes no dejaron las leyes de Dios por las costumbres paganas de los griegos. No obstante, estos mismos versículos parecen tener un significado dual, ya que el grupo al que se hace referencia en el versículo 35 continúa hasta “cuando llegue la hora final” (NVI), lo que significa que están incluidos todos los fieles seguidores de Cristo, su iglesia.

En el versículo 36 el relato continúa, pero ¿en qué momento? Debido a que en el versículo 40 claramente se hace referencia “al cabo del tiempo”, o como lo traduce la Nueva Versión Internacional, “cuando llegue la hora final”, es probable que los versículos 36-39 tengan que ver con toda la historia del rey del norte desde el tiempo de los macabeos y los comienzos del la iglesia primitiva hasta el tiempo del fin (así como el versículo 35 parece abarcar desde la antigüedad hasta el tiempo del fin).

Y ¿quién fue el rey del norte en aquella época? En el año 65 a.C. la Siria seléucida fue absorbida por el Imperio Romano. Así, ese imperio vino a ser el rey del norte. Los versículos 36-38 parecen referirse a los hechos de los emperadores romanos y sus sucesores, continuando a lo largo de los siglos hasta el último gobernante en el tiempo del fin, como lo veremos.

Aunque la dualidad de la profecía ayuda a ampliar el marco cronológico, siendo el propio Antíoco Epífanes un tipo de este gobernante del tiempo del fin, podríamos preguntarnos por qué hay esos saltos cronológicos tan grandes.

Para que se cumpliera la profecía, tenía que crearse el Estado de Israel

¿Por qué existe una laguna cronológica en la profecía de Daniel entre el mundo antiguo y el mundo actual —un período de no menos de 2000 años— con sólo escasas y breves menciones de los sucesos durante todo ese tiempo? La respuesta es sencilla: Por casi 2000 años no existió nación judía en el Cercano Oriente. Pero su restauración en 1948 ha hecho que el asunto de los reyes del norte y del sur vuelva a ser pertinente al pueblo judío en la Tierra Santa.

Las profecías acerca del tiempo del fin no podrían cumplirse sin que los judíos volvieran a su suelo natal. Aunque la nación es llamada Israel, hay que recordar que las 10 tribus que formaban el reino conocido como Israel fueron llevadas en cautiverio a Asiria más de un siglo antes de que Judá (formado por las tribus de Judá y Benjamín, junto con una buena parte de la tribu de Leví) fuera invadida y su gente llevada a Babilonia.

Muchos de los judíos volvieron de la cautividad, pero las 10 tribus aparentemente desaparecieron. En la Biblia leemos que a su tiempo todas las tribus de Israel volverán a la Tierra Prometida, pero hasta ahora sólo la tribu de Judá, o cuando menos una parte de ella, ha vuelto a establecerse en su territorio original.

En el libro profético de Zacarías vemos que Jerusalén y Judá (los judíos que integran el moderno Estado de Israel) son el punto focal de la conflagración mundial que se desatará inmediatamente antes del retorno de Jesucristo. Pero este acontecimiento profetizado no podría haberse cumplido sin la restauración física de Judá (llamada ahora Israel), en alguna forma, en la Tierra Santa antes del tiempo del fin.

Leamos en Zacarías 14:3-5 acerca de esta profecía del retorno de Jesucristo: “Entonces saldrá el Señor y peleará contra aquellas naciones, como cuando pelea en el día de la batalla. En aquel día pondrá el Señor sus pies en el monte de los Olivos, que se encuentra al este de Jerusalén, y el monte de los Olivos se partirá en dos de este a oeste, y formará un gran valle, con una mitad del monte desplazándose al norte y la otra mitad al sur. Ustedes huirán por el valle de mi monte . . .” (NVI). Es obvio que el cumplimiento de esta profecía aún está en el futuro.

El versículo anterior muestra que la gente tendrá que huir de Jerusalén porque nuevamente será escenario de terrible conmoción. “Yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad” (v. 2).

Previamente, en Zacarías 12:2-3, el profeta anotó lo que Dios había dicho sobre esto mismo: “He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar [embriagará] a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén. Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella”.

Judá (los israelíes, quienes en su mayoría son judíos) está destinada a ser el centro mismo de los acontecimientos del tiempo del fin. Las naciones que vengan contra ella estarán tan emocional e ideológicamente influenciadas que no podrán pensar cuerdamente (debido al temblor, o embriaguez, como lo traduce la Nueva Versión Internacional). Ya en la actualidad, algunas naciones están obstinadas en hacer desaparecer la patria de los judíos, Israel.

Otro profeta habla de la caída del Israel del tiempo del fin (los descendientes de las 10 tribus perdidas del norte) junto con Judá (los judíos), aparentemente en el mismo mes, un acontecimiento que nunca se presentó en la historia antigua. En Oseas 5 se habla acerca de esto. Reprochándoles a Israel y a Judá su constante idolatría, Dios dice: “La soberbia de Israel le desmentirá en su cara; Israel y Efraín tropezarán en su pecado, y Judá tropezará también con ellos . . . Contra el Eterno prevaricaron . . . ahora en un solo mes serán consumidos ellos y sus heredades” (vv. 5, 7).

La lucha continúa

Ahora podemos entender más claramente por qué la lucha entre los reyes del norte y del sur se reanudará “al cabo del tiempo” (Daniel 11:40).

El versículo continúa explicando cómo “el rey del sur contenderá con él [el rey del norte]; y el rey del norte se levantará contra él como una tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas naves [símbolos de actividad militar]; y entrará por las tierras, e inundará, y pasará”.

Resulta claro que en el tiempo del fin el Cercano Oriente nuevamente se encontrará envuelto en una situación muy grave, sólo que esta vez será la peor de todas las que hasta entonces se hayan presentado.

Y una vez más, esta profecía no podría tener cumplimiento hasta que desapareciera el Imperio Otomano y que todos esos territorios árabes que formaban parte de él fueran divididos en lo que son las naciones del Cercano Oriente actual.

En el tercer capítulo de este folleto vimos la frase “rey del norte” aplicada en la antigüedad a la dinastía seléucida de Siria, y el “rey del sur” se refería a la dinastía tolemaica en Egipto. Pero ¿a quién podrían referirse estas expresiones en nuestro tiempo o en el tiempo del fin? No parece probable que pudieran referirse al Egipto y Siria actuales, pues ahora ambas son naciones árabes hermanadas por el islamismo. Además, aunque dentro de su respectiva región ambas son relativamente fuertes, no cuentan con el poder militar necesario para cumplir esta profecía.

Como ya se explicó antes, el Imperio Romano absorbió Siria y desde entonces vino a ser el rey de norte. Pero ¿acaso no desapareció ese imperio en la antigüedad?

Parte de la clave para entender este pasaje es tener en cuenta que el centro de la profecía son la Tierra Santa y Jerusalén, dadas históricamente a los hijos de Israel. Los “reyes” a quienes se hace referencia son dos poderosos dirigentes que vendrán de las regiones del norte y del sur y lucharán por dominar la región, hollando en su ataque a todo Judá.

Hace un siglo nadie hubiera podido entender muchas de las profecías relacionadas con esta parte del mundo debido a que el Imperio Otomano gobernaba los lugares donde ahora moran los principales contendientes en el conflicto del Cercano Oriente. Este hecho nos ayuda a entender lo que Dios le dijo a Daniel al final de su profético libro: “Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin” (Daniel 12:9). Para Daniel, quien vivió en el sexto siglo a.C., habría sido imposible entender los asombrosos cambios que conducirían a la problemática situación que se vive actualmente en el Cercano Oriente.

Así como las naciones actuales de Israel, Egipto, Iraq y Siria no existían hace un siglo, así los últimos reyes del norte y del sur no han aparecido aún. Pero en la Biblia se nos anuncia lo que podemos esperar.

Tanto en el libro de Daniel como en el Apocalipsis leemos que otra superpotencia aparecerá al final de esta época. En el capítulo 17 del Apocalipsis encontramos más pormenores acerca de esta potencia del tiempo del fin. Tal como Daniel vio varias bestias que representaban las potencias que vendrían, así el apóstol Juan vio la visión de otra bestia que habrá de dominar el mundo precisamente en el tiempo del fin (v. 3).

De acuerdo con la explicación que el ángel le dio a Juan, los 10 cuernos mencionados aquí representan 10 gobernantes que tendrán autoridad “por una hora” (esto es, por poco tiempo) junto con el dirigente principal a quien también se le llama “la bestia” (Apocalipsis 17:12-13). Veamos la época en que esto habrá de acontecer: “Pelearán contra el Cordero [Jesucristo a su retorno], y el Cordero los vencerá . . .” (v. 14). Por tanto, esta es una profecía para el futuro, y se refiere precisamente al retorno de Jesucristo.

Pero estos no son los únicos personajes significativos del tiempo del fin. Un dirigente religioso representado por otra bestia, que “tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón” (Apocalipsis 13:11), desempeñará un papel sobresaliente en esta unificación de naciones en el tiempo del fin. Jesucristo es el verdadero Cordero de Dios (Juan 1:29, Juan 1:36; Apocalipsis 5:8-9; Apocalipsis 19:7-9), así que este dirigente aparentemente se llamará a sí mismo cristiano. Pero en realidad será un instrumento del “gran dragón . . . que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).

La “bestia” que se menciona en Apocalipsis 17 es una continuación de las cuatro bestias de Daniel 7. Como vimos antes, cuando Daniel estuvo cautivo en Babilonia escribió acerca de la visión que tuvo de “cuatro bestias grandes” (v. 3), las cuales representaban sendos imperios gentiles que dominarían el Cercano Oriente, lo cual afectaría grandemente al pueblo de Dios. En orden cronológico fueron los imperios de Babilonia, Medopersia, Grecia (el de Alejandro Magno) y Roma.

Los esfuerzos para hacer revivir el Imperio Romano tendrán un éxito impresionante en el tiempo del fin. Está profetizado que en ese tiempo un imperio sucesor restablecerá la unidad europea que Roma tuvo hace más de 2000 años. Este imperio estará vigente en el momento en que Jesucristo venga a establecer el Reino de Dios en la tierra (vv. 9-14).

La cuarta bestia mencionada en Daniel 7 existirá al tiempo del retorno de Jesucristo, lo mismo que la bestia que mencionó el apóstol Juan en Apocalipsis 17; por eso, en ambas profecías se habla del resurgimiento del Imperio Romano en el tiempo del fin. Esta es la otra clave para entender la profecía. Los reinos del norte y del sur tienen que ver con potencias sucesivas. Roma venció a Siria, y el Imperio Romano ciertamente desapareció. Pero este imperio ha resurgido en diferentes formas a lo largo de los siglos, y aún falta un resurgimiento más.

Este último renacimiento del Imperio Romano, al igual que el primero, tendrá su sede en Europa. Tal parece que empieza a formarse en lo que ahora se conoce como la Unión Europea. Esto no quiere decir que todos los países que la integran actualmente serán parte de su integración final, pero los que decidan ser parte formarán una potente fuerza militar que tendrá que ver con el Cercano Oriente.

Este rey del norte del tiempo del fin mencionado en Daniel 11 parece ser el último gobernante de esta superpotencia europea del tiempo del fin, y en Apocalipsis 17 es mencionado como “la bestia”.

El último rey del sur

Para poder entender quién podría ser el rey del sur, primeramente debemos tener algún conocimiento acerca de la historia y forma de pensar de la gente en esa región.

Desde el punto de vista islámico, el mundo se divide en dos territorios: dar al-Islam, que quiere decir “la tierra del islam”, y dar al-harb, que significa “la tierra de los infieles” o “la tierra de contienda”. Refiriéndose a Alá, el Corán dice: “Él es Quien ha mandado a Su Enviado con la Dirección y con la religión verdadera para que prevalezca sobre toda otra religión, a despecho de los asociadores” (Sura 61:9; www.intratext.com). Un aspecto primordial de las enseñanzas islámicas es que el islam terminará siendo la religión que predominará en todo el mundo.

Recordemos también que el sueño de los árabes es lograr la unificación. Las tribus árabes, que antaño peleaban entre sí, fueron unificadas por Mahoma por medio de una religión nueva, el islamismo. La umma, la comunidad islámica, ha sido su sueño constante desde hace muchos siglos. No obstante, después de 750 años los hijos de Ismael aún no se han unido. En los últimos 50 años tan sólo han podido independizarse de gobiernos extranjeros. El sueño, aunque persiste, aún no se ha hecho realidad.

Por algún tiempo, después de la revolución egipcia en 1952, el presidente Nasser fue una inspiración para la unificación árabe, y muchos pensaron que la lograría. En tiempos más recientes, Saddam Hussein pensó lo mismo, queriendo unificar al mundo árabe en contra de los Estados Unidos e Israel.

Remontándonos a una época anterior, Muhammad Ahmad Ibn el Sayed (1844-1885), de Sudán, se proclamó a sí mismo como el mahdí (“el divinamente inspirado”), el mesías islámico que habría de unificar a los musulmanes y derrotar a los infieles. No tuvo éxito, pero logró mejores resultados que los otros gobernantes en unir a los árabes. Otra cosa que también debemos tener en cuenta es que muchos musulmanes creen que está profetizado que en una época turbulenta aparecerá otro mahdí que restablecerá la fe islámica y asegurará su triunfo final sobre todas las demás religiones.

En tiempos más recientes Osama bin Laden vino a ser el sucesor espiritual del mahdí sudanés y logró un considerable éxito en la unificación de los musulmanes en contra de Occidente. A dondequiera que uno vaya en el mundo islámico, bin Laden es el héroe admirado en el que confían para darles el triunfo final.

Así como los seguidores de Mahoma derrotaron a las dos grandes potencias de aquel tiempo, Bizancio y Persia, así han deseado Osama bin Laden y sus seguidores derrotar a las dos superpotencias de la época actual. Una, la Unión Soviética, se derrumbó en 1991; su caída se debió en gran parte a los guerrilleros afganos, comandados por bin Laden, quienes vencieron a los soviéticos en Afganistán.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 demostraron cuán expuesta está al terrorismo la otra superpotencia, los Estados Unidos. Las repetidas advertencias provenientes de Washington han dejado muy claro que la nación permanece expuesta a atentados terroristas que bien pueden ser más devastadores que los primeros.

El rey del sur del tiempo del fin aparecerá para desafiar a Occidente y atacará al rey del norte. Quienquiera que pueda ser este rey del sur —ya sea un individuo admirado como Osama bin Laden, o un dirigente político como lo fueron Gamal Abdel Nasser y Saddam Hussein, o un dirigente religioso como el ayatolá Jomeini o el profetizado mahdí— provocará esta última conflagración en contra de Occidente. Este alguien, quizá en un intento más por lograr la unificación árabe e islámica, sin quererlo, originará una avalancha de acontecimientos que llevarán a la humanidad casi al punto de su exterminio antes de que Jesucristo lo impida a su retorno.

La guerra culminante

Volviendo a Daniel 11 vemos que los ejércitos de estos dos dirigentes del tiempo del fin, el rey del norte y el rey del sur, se atacarán: “Cuando llegue la hora final, el rey del sur trabará combate contra el rey del norte, pero éste responderá a su ataque con carros y caballos y con toda una flota de barcos de guerra. Invadirá muchos países, y los arrasará como una inundación” (v. 40, NVI).

Resulta evidente, pues, que este dirigente del sur atacará al del norte de tal manera que suscitará una gran invasión militar del Cercano Oriente. Teniendo en cuenta la forma en que los fundamentalistas han atacado a las potencias occidentales en los últimos años, es posible que la expresión “trabará combate” se refiera a una secuencia de graves atentados terroristas contra algunos objetivos europeos. De este versículo en adelante ya no se menciona específicamente al rey del sur; nada se dice con respecto a lo que le sucede.

En este mismo capítulo se muestra que el rey del norte, la potencia europea descrita como la bestia, será quien vencerá invadiendo la Tierra Santa y muchas otras comarcas, entre las cuales se mencionan Egipto, Libia y Etiopía, como leemos en los versículos 41-43. (Debemos tener en cuenta que estos nombres bíblicos de personas y lugares tal vez no correspondan exactamente a las naciones de hoy, aunque los territorios generales son los mismos.)

Los dos primeros “ayes”

“Pero noticias del oriente y del norte lo atemorizarán, y saldrá con gran ira para destruir y matar a muchos” (Daniel 11:44). Estos hechos del rey del norte del tiempo del fin parecen estar relacionados con la quinta trompeta o “primer ay” de Apocalipsis 9:1-11, ya que tanto las fuerzas que traen el primer ay como la “bestia” se describen como subiendo del abismo (vv. 1-2; 11:7; 17:8). (Si desea más información al respecto puede solicitar o descargar nuestro folleto gratuito El Apocalipsis sin velos.)

Cuando el Apocalipsis fue escrito, la frontera oriental del Imperio Romano era el río Éufrates, que nace en Turquía y atraviesa Siria e Iraq antes de desembocar en el golfo Pérsico. Las naciones mencionadas en los últimos versículos de Daniel 11 se encuentran muy al occidente de este río. Pero en los acontecimientos profetizados en el Apocalipsis para el tiempo del fin, este río es un significativo punto geográfico.

Leamos Apocalipsis 9:13-16: “El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número”.

Aquí podemos ver que la sexta trompeta (y el segundo ay) representa un gigantesco ejército de 200 millones de soldados que, según lo que leemos en este pasaje, matarán a la tercera parte de la humanidad. Es obvio que esto significa que habrá tremendos combates entre el mundo occidental (las tropas del rey del norte) y el gigantesco ejército proveniente de las regiones a lo largo o más allá del río Éufrates.

Estas regiones, al sentirse amenazadas por una ocupación significativa de tropas que invadirán el norte de África y el moderno Estado de Israel, reclutarán ese ejército para combatirlas.

¿Qué naciones se unirán para formar semejante ejército? En el ambiente geopolítico actual existen dos posibilidades, o quizá una combinación de ambas.

La presencia de tropas no islámicas (infieles) en tierra islámica ha sido motivo de contiendas en la región desde el tiempo de las cruzadas hace casi mil años. La presencia en el Cercano Oriente de tropas del revivido Imperio Romano —la profetizada bestia, sucesor espiritual de las cruzadas— sin duda alguna provocará una vez más la cólera de los islámicos.

Por lo tanto, es posible que este gigantesco ejército sea una fuerza islámica multinacional integrada por algunos o todos los países islámicos al norte y al oriente del río Éufrates. Esto incluiría naciones como Turquía, Siria, Iraq, Irán, Paquistán, Afganistán y hasta gente de la India (cuya población musulmana es la más grande, después de Indonesia, aunque la mayoría de sus ciudadanos son hindúes).

Más al norte y al oriente de la Tierra Santa se encuentran las naciones islámicas relativamente nuevas que se formaron después de la caída de la Unión Soviética: Azerbaiyán, Turkmenistán, Tayikistán, Kazajistán, Uzbekistán y Kirguistán. La población mundial musulmana llega a 1300 millones, la mayoría de los cuales se encuentran en esa amplia zona geográfica.

Otra posibilidad para la formación de tal ejército son Rusia y China, dos grandes potencias mundiales que con frecuencia comparten intereses, junto con sus aliados y otros países del Lejano Oriente. Una amenaza, ya sea real o imaginaria, para las fuentes de petróleo del golfo Pérsico podría provocar la intervención de estas dos naciones. China, con una población de 1300 millones, ciertamente podría reunir un colosal ejército, y Rusia, con su tecnología bélica, aún representa una tremenda potencia militar.

Además, es posible que todas estas potencias puedan unificarse por un corto tiempo, temerosas ante la creciente presencia y poderío militar del rey del norte. De hecho, ya existen importantes convenios financieros y de defensa entre Rusia y China y algunas naciones musulmanas de Asia central y del Cercano Oriente.

Preparativos para el Armagedón

Luego, como parte de la progresión de acontecimientos que seguirá al toque de la séptima trompeta de Apocalipsis 11:15, se menciona nuevamente el río Éufrates: “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente” (Apocalipsis 16:12).

Tampoco hay una indicación clara de quiénes son estos reyes o sus ejércitos, y sólo sabemos que vienen del oriente del Éufrates. Como en el caso del ejército de 200 millones de soldados, parece que este ejército estará formado principalmente por gente del mundo musulmán o de China, Rusia y sus aliados. O también podría ser un ejército integrado por algunos de estos países o de todos ellos. De hecho, bien podría tratarse del ejército mencionado en Apocalipsis 9, aunque, siendo un acontecimiento diferente, no necesariamente tiene que ser así.

Para empeorar más la situación, leemos que algunos “espíritus de demonios . . . hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso . . . en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16:14-16).

A fin de cuentas, no importa saber concretamente qué naciones ni en qué momento entrarán en esta progresiva guerra mundial, pues en Apocalipsis 16:14 se nos dice que “los reyes de la tierra en todo el mundo” se congregarán en el Cercano Oriente para una batalla final. Tal parece que, en algún momento, se enfrentarán todas las potencias orientales antes mencionadas.

Comoquiera que sea, todo parece indicar que las potencias restantes serán, hasta cierto punto, arrastradas hacia esta vorágine destructiva, así como sucedió en las dos grandes guerras mundiales del siglo xx. Pero irónicamente, todo esto forma parte del plan de Dios y es definitivamente necesario para que por fin pueda haber paz en esta caótica región.

Jesucristo interviene para salvar a la humanidad

Todos estos desplazamientos, contiendas y destrucción —que causarán la muerte de no menos de la tercera parte de la humanidad (Apocalipsis 9:15, Apocalipsis 9:18)— son el preludio al retorno de Jesucristo, quien tendrá que venir a salvar a la humanidad de esta hecatombe final. La realidad es que si no lo hiciera, no quedaría un solo ser humano con vida. Como él mismo lo dijo cuando habló de su retorno a la tierra: “Si no se acortaran aquellos días, nadie escaparía con vida . . .” (Mateo 24:22, Nueva Biblia Española).

Mas cuando regrese, la gente no lo aceptará instintivamente. Como ya vimos, 10 reyes junto con la bestia pelearán contra él (Apocalipsis 17:14).

En Apocalipsis 16:16 leemos que esos ejércitos se reunirán “en el lugar que en hebreo se llama Armagedón”. Armagedón es la voz griega con que se tradujo el nombre hebreo de Har Meggidon, que significa loma o monte de Meguido, pueblo antiguo a unos 90 kilómetros al norte de Jerusalén y a 25 del mar Mediterráneo. Domina sobre una vasta llanura conocida como el valle de Jezreel o de Esdraelón.

Sin embargo, no se librará allí la batalla final. Más bien parece que será el lugar donde se reunirán las tropas que pelearán contra Jesucristo. La batalla misma se llevará a cabo en el valle de Josafat, cerca de Jerusalén, como lo profetizó uno de los antiguos siervos de Dios: “Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat . . . Juntaos y venid, naciones todas de alrededor, y congregaos . . . porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor” (Joel 3:1-2, Joel 3:11-12). De hecho, el nombre hebreo Josafat quiere decir “juicio de Dios” o “Dios ha juzgado”.

En Apocalipsis 19:11-16 se nos habla de lo que sucederá luego: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas . . .”. Esta es una descripción de Jesucristo a su retorno, quien entonces ejecutará el juicio de Dios sobre este mundo rebelde y pecador, y sobre todos los que se le opongan.

“Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones . . . Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de Reyes y Señor de Señores” (vv. 13-16). En los versículos 17-18, 21 y en Zacarías 14:12 se describe lo que les pasará a todos los que confronten a Jesucristo. Finalmente, y como siempre ha ocurrido, toda oposición en contra del plan de Dios resultará inútil.

Paz por fin

Después de tanta muerte y destrucción, y siglos de constante conmoción y guerras en el Cercano Oriente, tratemos de imaginarnos lo distinto que será todo con el retorno de Jesucristo.

Judíos, cristianos y musulmanes no sólo tienen un mismo ancestro espiritual en Abraham; los seguidores de las tres religiones esperan, de diferentes maneras, un Mesías. Sólo cuando venga el verdadero Mesías podrá empezar a vivir en armonía toda esta gente. Desprovistos de creencias diferentes, y finalmente entendiendo y valorando los lazos sanguíneos que hay entre ellos, podrán, bajo la dirección de Jesucristo, colaborar para resolver sus desavenencias.

En uno de los libros proféticos encontramos que, al hablar de ese tiempo, Dios dijo: “De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas naciones . . .” (Hageo 2:6-7). “El Deseado de todas naciones” es el Mesías prometido, la esperanza de estas tres religiones.

Mencionado como el “Príncipe de paz” en Isaías 9:6, Jesucristo establecerá su gobierno en la tierra con Jerusalén como la capital. “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte [símbolo profético de gobierno] de la casa del Eterno será establecido como cabecera de montes [sobre todos los gobiernos de la tierra] . . . y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Miqueas 4:1-2).

Todos los hijos de Abraham —árabes, judíos e israelitas— junto con todos los demás moradores de la tierra, tendrán entonces la oportunidad de aprender la verdad de Dios y recibir la dádiva de la salvación. No habrá más guerras entre ellos, sino que colaborarán unos con otros en una actitud pacífica y fraternal. Todos conocerán al verdadero Dios y vivirán conforme a sus caminos, por lo que serán bendecidos (Isaías 19:20-25). (Para entender más acerca de ese tiempo y cómo finalmente se hará realidad, puede solicitar o descargar nuestro folleto gratuito El evangelio del Reino de Dios.)

Satanás el diablo, la maligna influencia invisible e incitador de tantas guerras y sufrimiento, será encadenado de manera que no podrá ya engañar ni esclavizar a las naciones (Apocalipsis 12:9; Apocalipsis 20:1-3). Si desea aprender más acerca de este maligno ser y su influencia, puede solicitar o descargar nuestro folleto gratuito ¿Existe realmente el diablo?

Bajo el gobierno justo de Cristo no habrá más guerras, sino que el mundo entero estará lleno de la paz verdadera, porque “él juzgara entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:3-4).

No existirán ya los actos terroristas que tanto daño y dolor han causado en Jerusalén, porque “así dice el Eterno: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte del Eterno de los ejércitos, Monte de Santidad . . . Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas” (Zacarías 8:3-5).

Más adelante en el mismo libro leemos acerca de algo más que se agregará a este hermoso cuadro: “Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno. Y el Eterno será rey sobre toda la tierra. En aquel día el Eterno será uno, y uno su nombre” (Zacarías 14:8-9).

Finalmente, después de miles de años de guerras y sufrimientos, la gente por fin podrá disfrutar de la paz verdadera en Jerusalén y en toda la tierra que Dios le prometió a Abraham hace 4000 años. Y la paz llenará no sólo el Cercano Oriente, sino el mundo entero.