Pacificadores

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Pacificadores

Durante la mayor parte de mi infancia y adolescencia, fui aprendiz y practicante del arte marcial japonés, Karate-Do. Fueron tiempos emocionantes para mí, sobre todo por la influencia que tuvo en mí.

El Karate significa “el camino de la mano vacía”; en otros términos, es un método de defensa propia. No es un medio ni excusa para usar la violencia. Aunque uno puede aprender a usar algunos instrumentos como un arma, como el bastón, gran parte del entrenamiento de un karateka consiste en usar sus brazos y piernas como sus principales instrumentos.

Sin embargo, el propósito de toda arte marcial no es convertir a uno en un ágil y fuerte peleador, sino en forjar hacedores de paz.

“…no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales…” – 2 Corintios 10:3-4

Si estamos en peligro de ser posiblemente heridos físicamente por alguien que tiene tirria con nosotros, nuestro primer paso es resolver la situación pacíficamente. Y si esta falla, y la otra persona se lanza a lastimarnos, solo entonces es permisible utilizar cualquier método de defensa personal.

A través de los años, pude encontrar semejanzas entre algunas enseñanzas del karate y algunos principios básicos cristianos. Ambas corrientes me han ayudado mucho y han forjado gran parte de quien soy actualmente.

En cada dojo (lugar designado para llevar a cabo la práctica y meditación en karate) hay una serie de preceptos escritos, llamado el dojo kun. Es un lema que se recita al final de una sesión de práctica. Es un acto solemne y protocolario. Aquí comparto dicho lema, su semejanza con verdades bíblicas y cómo la aplicación de este puede ayudarnos a ser mejores ciudadanos y, sobre todo, ser hijos de Dios.

  1. Buscar un carácter perfecto.

Gran parte de las bienaventuranzas de Mateo 5 pueden resumirse en este primer principio. El carácter es simplemente la manera de reaccionar de una persona ante todo tipo de situación. De hecho, aplicar los siguientes cuatro principios es lo que ayuda a alcanzar un carácter perfecto. Dicha búsqueda es un proceso que toma toda la vida del individuo. Pero, sobre todo, es una orden que debemos cumplir.

“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” – Mateo 5:48

  1. Ser leal.

Se refiere a ser fiel al camino o forma de vivir que el individuo ha escogido; es un compromiso. Significa aferrarse a las enseñanzas que le ha sido dada y ser leal consigo mismo también, aún durante los tiempos de adversidad. No podemos pretender ser algo que no somos. Nuestras acciones deben coincidir con nuestras palabras. Esta lealtad, o fidelidad, debe ser inquebrantable.

“Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” – Apocalipsis 2:10

  1. Esforzarse.

Dicho en palabras simples, es el ánimo de la persona al realizar cualquier cosa, en este caso, tener el ánimo correcto en su entrenamiento; es el trabajo constante que uno hace para alcanzar la perfección. Es un esfuerzo que debemos realizar a diario.

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo…a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” – Filipenses 3:12-14

  1. Respetar a los demás.

Tratar a los demás como a uno quiere que le traten. Esta regla de oro en la ética es algo que prevalece en muchas corrientes de pensamiento, ideologías y religiones. Jesucristo enfatizó una y otra vez este principio. Se trata de tener la consideración necesaria por los demás o ser también tolerante a los demás, aún cuando hay muchas diferencias. Cristo lo dijo mejor que nadie.

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros…” – Juan 13:34

“Amad a vuestros enemigos…haced bien a los que os aborrecen…para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos…” – Mateo 5:44-45

El respeto es un amor genuino que tenemos hacia los demás.

  1. Abstenerse a la violencia.  

Un karateka no puede ser iniciador de violencia, sino que debe buscar la paz con la otra persona. Esto solo es posible si uno tiene buen autodominio sobre sus actos y palabras. Esto aplica a todo seguidor de Cristo. Dios es un autor de paz, por ende, nosotros también hemos de serlo.

“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”, porque: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” – Romanos 12:18 y Mateo 5:9.