No bajemos la guardia
El temor nos provoca tener las manos frías, latidos acelerados, presión arterial alta, sudor, boca seca y temblor. Recuerdo cuando de niña me tocaba hablar frente a mis compañeros en clase, era una experiencia aterradora y luchaba por mantener mi mente en blanco.
Jesucristo nos dijo: “He aquí yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles. Más cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:16-20).
Tenemos el registro de experiencias de algunos que vivieron antes de nosotros. ¿Qué vino a sus mentes cuando se percataron que no iban a salir con vida? ¿Cómo podemos preparamos para estar vigilantes ante los tiempos difíciles profetizados?
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:11-12).
Muchos han enfrentado la muerte, sabiendo que tenían asegurada su recompensa. De algunos otros probablemente no sepamos porque su historia se ha perdido en el tiempo, pero ha quedado escrito para nosotros.
En un programa de Beyond Today, Darris McNeely presentó la historia de Andreas Eossi —un noble rico— y el grupo que lideró en 1595. Al principio era un grupo pequeño e inadvertido. A medida que crecieron en número llamó la atención de los magistrados y los líderes de la iglesia. Pronto se percibieron como una amenaza, y muchos fueron despojados de todas sus posesiones. Algunos no abandonarían la verdad y perdieron la vida.
Los jinetes del apocalipsis parecen impacientes, pisoteando el suelo, porque Satanás sabe que el fin de su tiempo está cerca.
Algunos de nosotros hemos pasado grandes vicisitudes. Pero las pruebas nos preparan para estar vigilantes cuando llegue ese tiempo y los caballos entren en galope. Todavía no hemos enfrentado el temor de perder la vida, pero algunos cristianos en otros países ya lo han sufrido.
“Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán?” (Jeremías 12:5)
Hasta ahora solo hemos estado corriendo con los hombres a pie.
He aquí el primer verso del famoso poema de Rudyard Kipling, que nos exhorta a mantener el ánimo:
“Si puedes mantener la cabeza cuando todo a tu alrededor
pierde la suya y por ello te culpan,
si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan,
pero admites también sus dudas;
si puedes esperar sin cansarte en la espera,
o ser mentido, no pagues con mentiras,
o ser odiado, no des lugar al odio,
y -aun- no parezcas demasiado bueno, ni demasiado sabio […]”
Viene un tiempo cuando será necesario estar vigilantes y en calma. El mundo, tal como lo conocemos, se derrumbará. ¡Tenemos que ser valientes!
La humanidad será engañada y tendrá que hacer frente a sus dudas, mientras confía en el verdadero Dios.
Los falsos acusadores llevaron a Cristo a juicio por su vida y nosotros posiblemente enfrentaremos lo mismo.
Jesucristo fue advertido que sería despreciado por los hombres por su nombre y, aun así, nos enseñó que amaramos a nuestros enemigos.
Aquellos que alguna vez caminaron a nuestro lado, se convertirán en nuestros acusadores. La Biblia dice que se traicionarán y odiarán unos a otros. La ilegalidad vendrá a ser la norma y el amor de muchos se enfriará.
Los caballos se están acercando; podemos escuchar sus cascos a la distancia.
En mi juventud, no podía imaginar una época donde el promedio de las personas negara la existencia de Dios. La gente sentía lástima por aquellos que creían en una creación sin un creador.
Hoy, aquellos que sabemos que Dios es real somos los que inspiramos lástima. Consideran que seguimos un dios mitológico creado en la mente del hombre. Algunos dicen, con desdén, que si hubieran nacido en un país musulmán practicarían el islam. Puede que sea cierto —solíamos agradecer haber nacido en una nación con las bendiciones de Dios y fundada sobre su palabra.
Aun cuando practicamos el cristianismo en forma imperfecta como nación, hemos sido bendecidos: el divorcio era raro, la inmoralidad sexual los marginaba, la brujería y la idolatría eran prohibidas; maldecir y jurar no solían ser parte de la sociedad; las mujeres querían y protegían a sus hijos; la familia creía en Dios e iban a la iglesia. Todo esto ha cambiado en el transcurso de mi vida.
¿Qué sucederá cuando seamos ridiculizados ante el mundo entero? Probablemente seamos marginados por los que nos conocen, dentro o fuera de la familia. Necesitamos estar vigilantes y no permitir que nuestra fe en Dios se hunda. Jesús preguntó en el evangelio de Lucas: “Pero cuando venga el hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).
Aquellos de nosotros en la fe, debemos reforzar los vínculos construidos a través de los años y fortalecer nuestra relación con Dios. Por eso el compañerismo es tan importante.
“Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Eclesiastés 4:12)
Hablemos temas que nos edifican y no digamos cosas que dañan y destruyen.
Como herederos de la promesa, podemos ver que estamos en diferentes estados de desarrollo. Aquellos que parecen más desarrollados en algunas áreas son débiles en otras. Seamos pacientes y amables. No hagamos comentarios impugnando motivos inexistentes. Seamos cuidadosos, porque las palabras hieren.
En 1 Corintios 13 leemos que no importa cuáles podrían ser nuestros dones si no nos amamos unos a otros, eso no nos beneficia en nada.
Jesucristo nos amonestó: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. “(Juan 13:35)
Tenemos que trabajar en nuestra propia salvación con temor y temblor —pero una parte importante es ayudarnos unos a otros.
Recuerdo, de niña, cuando mis amigos y yo nos tomábamos de la mano mientras jugábamos. Necesitamos estrechar nuestras manos animando a nuestros hermanos, no hiriendo ni devorándonos unos al otros.
Los cobardes no heredarán el Reino de Dios. La cobardía es la primera cosa que se menciona en Apocalipsis 21:8 cuando se listan los que pueden perder su herencia. La valentía se demuestra cuando protegemos a otros.
El avance de los caballos se convertirá en galope, sus cascos serán como truenos. ¡Aguardemos juntos! Esto nos ayudará a estar vigilantes mientras el mundo arde a nuestro alrededor. ¡Ojalá que podamos ser hallados tomados de las manos, mientras esperamos que venga nuestro libertador y enderece este mundo!