La sabiduría de cuándo hablar y cuándo callar
En el libro del predicador encontramos muchas reflexiones y sabios consejos. El rey Salomón dijo que en este mundo todo tiene su hora, incluyendo el momento cuando debemos hablar y cuándo debemos guardar silencio (Eclesiastés 3:1,7). ¿En cuántas ocasiones nos hemos lamentado de haber dicho algo o no haberlo hecho?
Todos hemos dicho cosas inoportunas y fuera de tiempo. La sabiduría consiste en saber cuándo hacerlo y cuándo no, pero ¿Cómo podemos controlar nuestra lengua? Lamentablemente, carecemos de un dispositivo automático para cada ocasión; nuestro único criterio es seguir el camino de vida cristiano. Jesucristo explicó que el amor es un rasgo que nos debe identificar. “En esto todos conocerán que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35)
Tiempo de callar
Hace algunos años, un compañero que considerábamos muy centrado se salió de sus casillas. El jefe siempre estaba criticando su trabajo y se sentía ofendido, pero no expresaba su enojo hasta que un día delante de todos, sin pensarlo y en un estallido de cólera, expresó lo que llevaba dentro. Esa noche, solo en su casa, reflexionó sobre lo que había dicho. Pensó que habría sido mejor guardar silencio porque estaba muy enojado. Al día siguiente buscó a su jefe y, después de hablar serenamente, resolvieron sus diferencias; desde entonces mantienen una gran amistad.
Generalmente, es mejor callar cuando estamos enojados. La Biblia dice que es mejor hablar poco y mantener la calma. “El que ahorra sus palabras tiene sabiduría; de espíritu prudente es el hombre entendido. Aún el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido” (Proverbios 17:27-28). Si alguien nos ha ofendido, hablemos con esa persona a solas con un espíritu apacible para buscar la paz. Pero ¿Qué hacer si ya ha ocurrido un estallido de cólera? Entonces el amor nos debe mover a tragarnos el orgullo e intentar reparar el daño. Es el momento de hablar para tratar de sanar los sentimientos heridos.
Tiempo de hablar
Pero a veces, en un momento de tensión, no conviene guardar silencio porque el resentimiento se puede incrementar. Jesús dijo que debemos arreglar prontamente los asuntos. “Si alguien te lleva a juicio, ponte de acuerdo con él mientras todavía estés a tiempo, para que no te entregue al juez, porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel” (Mateo 5:25).
También debemos hablar cuando necesitamos ayuda. Si estamos pasando por una prueba y callamos, el problema puede agravarse. Un anciano de la Iglesia o un hermano cercano nos puede ayudar, si le damos la oportunidad.
La cólera puede inducirnos a no hablarle a quién nos ha ofendido. En nuestro matrimonio, si no le dirigimos la palabra a nuestro cónyuge, no enfrentamos el problema. Las pequeñas desavenencias, en lugar de resolverse, pueden convertirse en obstáculos monumentales. La Biblia nos aconseja no estar enojados por mucho tiempo. “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26).
Nuestro ejemplo supremo
Nuestro señor Jesucristo sabía muy bien cuándo hablar y cuándo callar. Cuando le aprehendieron, los principales sacerdotes querían incriminarle. En ese momento tan candente, Jesús guardó silencio. Sin embargo, no se quedó callado cuando el sumo sacerdote le dijo: “Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres tú el Cristo, el hijo de Dios”. (Mateo 26:63.) Era el momento de que Jesús hablara, por eso contestó: “Tú mismo lo dijiste. Sin embargo, digo a ustedes: De aquí en adelante verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y viniendo sobre las nubes del cielo”. (Mateo 26:64).
El amor, la comprensión y la humildad pueden ayudarnos a controlar la inclinación de hablar sin reflexión o sumirnos en un silencio inapropiado. Cuanto más cultivemos estas virtudes, mejor equipados estaremos para saber exactamente cuándo debemos hablar y cuándo debemos callar.