Defiende tu fe en Dios

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Defiende tu fe en Dios

Hace años, cuando estudiaba en la universidad, fui muy cuestionado por mis compañeros de carrera por profesar una fe. Incluso por aquellos que también se consideraban creyentes.

La mayoría de mis futuros colegas pensaban que el hecho de tener fe en Dios era una forma de evasión de la realidad. Y algo que nunca logré explicar con pocas palabras, era que mi relación con Dios era mucho más que una sumisión y obediencia a sus leyes.

A continuación, quisiera compartir algunos pensamientos que quizá puedan ayudar a los más jóvenes a esclarecer sus propios pensamientos, si es que en algún momento son cuestionados por su fe.

1. Mi religión es también un compromiso con un sistema de valores

Santiago 1:27 nos esclarece uno de los fundamentos de la religión.

El cristianismo está basado en el respeto, el altruismo, el trabajo duro y el amor al prójimo. Ser un cristiano significa que uno lucha activamente por aplicar dichos principios en su vida propia y extender sus beneficios a la comunidad. Por esa razón la fe no implica un retroceso intelectual de ningún tipo, sino un potente impulso moral que tiene el potencial de beneficiar a comunidades enteras no solo en este tiempo, sino también en el Reino de Dios.

2. Mi relación con Dios no me limita intelectualmente

El hecho de creer en Dios y en Jesucristo como los creadores de todo cuanto existe, no significa que demos todo por aprendido o por sentado, sino todo lo contrario. Al reconocer la increíble complejidad y maestría de la creación, nuestra mayor motivación al estudiar cualquier tema es ahondar en la naturaleza de las cosas. En Proverbios 18:15 y en 1 Tesalonicenses 5:21 se nos exhorta a mantenernos intelectualmente activos. Y tenemos el ejemplo de hombres de gran fe que fueron muy capaces, como Salomón, Daniel, Moisés y Lucas.

3. Mi relación con Dios es la de un aprendiz

Así como en un empleo uno va adquiriendo habilidades con la práctica y la continua ampliación de las funciones a desempeñar; la relación con Dios opera análogamente. En la fe, uno inicia con lo básico, y poco a poco ese aprendizaje y crecimiento espiritual va impactando en los demás aspectos de nuestra vida. Que siempre estemos aprendiendo principios espirituales significa que siempre estamos practicando su aplicación. Llevamos el mismo esmero de nuestra vida espiritual a nuestra vida cotidiana, y luchamos por convertirla en una misma con el mayor entusiasmo posible, anhelando serle útiles a Dios.

4. Es una relación social

Cuando compartimos mucho tiempo con nuestros amigos, vamos aprendiendo cosas de ellos, y también desarrollamos un lenguaje, gestos, prácticas y hábitos comunes. Cuando nos relacionamos con Dios ocurre lo mismo, y aunque no podamos verlo, notamos su influencia en nuestra vida de formas diversas: sentimos apoyo, consejo, corrección y afecto al leer su palabra y aprender sobre él. Qué no podamos verlo no significa que no tenga efecto en nosotros. Y su impacto siempre es benéfico, como leemos en Salmos 119:105.

5. La obediencia que profesamos no es por miedo

Contrario a lo que se cree, no obedecemos a Dios por miedo o por conveniencia.

La obediencia cristiana es una forma de gratitud. Agradecemos lo que tenemos y trabajamos por conservarlo y por hacer crecer las bendiciones que recibimos de él.

Nuestra obediencia no es producto del miedo a que nos quite lo que nos ha dado, o a que nos castigue por desafiarlo. Tampoco obedecemos esperando que resuelva nuestra vida ni que llene nuestras casas de bienes materiales. Así que, para nosotros, la obediencia no es una carga pesada, sino una práctica de genuina plenitud. Efesios 2:8-10 puede servirnos de inicio para comprender esto.

Creer en Dios, tratar de obedecerlo y construir para nosotros mismos y quienes nos rodean una vida plena, próspera y feliz no es algo que deba avergonzarnos. A veces se romantiza el sufrimiento y el dolor, como si eso nos hiciera mejores personas. Pero lo cierto es que Dios desea que seamos la sal y la luz al mundo, no la amargura y la oscuridad. El Eterno espera que de todo saquemos provecho. ¡Ser cristiano es trabajar arduamente para construir un mejor futuro, ahora y en su Reino por venir!