Jesucristo es la medida de la perfección. Y la Pascua es una oportunidad para examinarnos a nosotros mismos para asegurarnos de estar a la altura.
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1 Corintios 11:28 nos habla de examinarnos antes de Pascua. Este “dokimazo”, asegúrate de estar a la altura. Aquí nos está hablando no sólo de una introspección, sino también de otro aspecto de esta prueba o análisis.
En el verso 29 dice: “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”.
Sin analizar. Sin examinar. Sin discernir el cuerpo del Señor. ¿Qué es el cuerpo del Señor? Es nuestro Señor Jesucristo, nuestro Salvador. Lo examinamos a él,reconocemos nuestra necesidad de ser salvos, que él es perfecto, él es justo, él nos conduce a una vida sin pecado para que nosotros podamos vivir. Así reconocemos el valor y la importancia del sacrificio de Jesús.
Y también reconocemos que el cuerpo de Jesús es representativo de la iglesia. La iglesia es el cuerpo de Cristo. Así reconocemos hasta nuestra necesidad por el cuerpo de Cristo, la iglesia de Dios.
La iglesia de Dios es tan vital para nosotros porque somos parte de ella y la necesitamos, y venimos juntos para adorar a Dios y para rendirle honor.
En este sentido la Pascua reúne estas cosas de examinarnos y asegurarnos de que vamos a estar a la altura, a la altura de nuestro Salvador, a la altura de la iglesia.
Debemos ser capaces de estar a la altura, poniendo nuestras vidas en las manos de Dios, aceptando por fe el sacrificio de Jesús a lo largo de nuestras vidas.
Estemos a la altura junto con nuestro maravilloso Salvador.
