¿Cuál fue el evangelio de Jesús?

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“Es necesario que ... anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas 4:43).

“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).

Jesús dio comienzo a su ministerio con estas palabras, anunciando el Reino de Dios. El tiempo “cumplido” que él tenía en mente era probablemente una referencia a la profecía en Daniel 9:24-25, donde se dice que el Mesías habría de venir 483 años a partir del mandato de construir Jerusalén. Los 483 años mencionados en esa profecía se cumplieron el año 27 d.C. (ver el recuadro de la página 16: “Fue profetizado el año exacto en que aparecería el Mesías”). El año 27 es significativo porque fue el año en que Jesús empezó su ministerio. Lo comenzó en Galilea proclamando el mensaje del Reino de Dios.

Como vimos en el capítulo anterior, la gente y hasta los mismos discípulos de Jesús tenían muchos conceptos equivocados acerca del Mesías y su misión. Hoy en día, muchas personas aún lo malentienden, aunque de una manera completamente diferente. No se dan cuenta de que el futuro reino mundial profetizado en tantos pasajes del Antiguo Testamento era el meollo de las enseñanzas y predicación de Jesús.

Un gobierno literal en la tierra

La mayoría de las personas no se dan cuenta de que el Reino de Dios será un reino literal, un gobierno tanto divino como soberano sobre la gente literal de este planeta. No se trata de un régimen simbólico o espiritual, un sentimiento que exista sólo en los corazones de la gente. Como veremos, será mucho más que eso. Y Jesús simplemente continuó las profecías acerca de su reino que habían empezado a ser reveladas en el Antiguo Testamento.

Daniel 2 es una profecía descriptiva de este reino venidero. Aquí se nos habla de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tuvo un sueño en el que vio una imagen que representaba los cuatro principales reinos o imperios que dominarían el Cercano Oriente. El primero era el reino de Babilonia, y luego tres reinos sucesivos que gobernarían hasta que el Reino de Dios fuera “levantado”. El Reino de Dios pondrá fin a todos los gobiernos anteriores.

Leamos en el versículo 44 la descripción de este gobierno final, el Reino de Dios: “En los días de estos [últimos] reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”.

La imagen que vio Nabucodonosor representaba los reinos sucesivos que existirían desde el tiempo de Daniel hasta el tiempo en que sea establecido el Reino de Dios, el cual destruirá todo gobierno humano. El Reino de Dios “no será jamás destruido” y “permanecerá para siempre”.

Así como esos reinos o gobiernos han sido literales, han tenido sus propios gobernantes, leyes, súbditos y territorios, así también será el Reino de Dios. Su Rey será Jesucristo (Apocalipsis 11:15). Su gobierno y leyes serán los de Dios (Isaías 2:4). Sus súbditos y territorio serán todas las naciones del mundo (Daniel 7:14). ¡El Reino de Dios regirá sobre toda la tierra!

Veamos ahora varias de las profecías más conocidas que describen el mismo reino del que habló Jesús.

En la famosa profecía de Isaías 9:6-7 se habla de su gobierno: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto”. ¡Este es el gobierno mundial del que Jesús habló y que aún está por venir!

La profecía en Isaías 2 (citada en parte en el capítulo anterior) se cumplirá cuando Jesús regrese. Notemos los versículos 3 y 4:

“Vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.

El Reino de Dios pondrá fin a la guerra

Al hablar tantas veces del Reino de Dios, Jesús sólo estaba continuando con el mensaje de los profetas del Antiguo Testamento. Continua y claramente Jesús se refería a su retorno a la tierra para establecer el reino que todos esos profetas habían predicho. En su profecía más extensa —que dio como respuesta cuando sus discípulos le preguntaron cuándo serían esas cosas y qué señal habría de su venida (Mateo 24:3)— habló del fin de todo gobierno humano y la llegada de su reinado divino a la tierra.

La respuesta específica a la pregunta de los discípulos la vemos en el versículo 30: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.

En este solo capítulo, Jesús habla ocho veces de su llegada a la tierra, completamente diferente de como vino la primera vez. La primera vez proclamó las buenas noticias del Reino de Dios. En la segunda vendrá como el Rey omnipotente a establecer su reino sobre toda la tierra.

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31-34).

¿De qué reino está hablando? Es obvio que del Reino de Dios, del cual constantemente enseñó. Su reino estaba planeado y preparado “desde la fundación del mundo”. Jesús, el “Hijo del Hombre”, será el Rey de ese reino. Eso es lo que Jesús vino a anunciar; ¡ese era el meollo de su mensaje!

La parábola de los talentos

Debido a los malentendidos sobre el reino, Jesús dijo una parábola en la cual dejaba claro que el suyo sería un reino literal que gobernaría tanto en el ámbito físico como en el espiritual.

“Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente” (Lucas 19:11). La gente esperaba que el Reino de Dios fuera establecido teniendo a Jerusalén como la sede de gobierno sobre las naciones, y a los judíos como el pueblo sobresaliente del reino, según lo habían predicho los profetas.

Así que Jesús lo explicó de esta manera: “Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver” (v. 12). Jesús, el hombre noble de la parábola, enseñó que mientras él estuviera en otro lugar (el cielo) por un tiempo no especificado, sus siervos continuarían donde estaban (en la tierra), encargados de los asuntos de su amo hasta que regresara, cuando serían recompensados (vv. 13-27). Y ¿cuál es la recompensa en esta parábola? Es tener autoridad sobre ciudades, ciudades físicas llenas de hombres, mujeres y niños (vv. 17, 19).

La parábola de los talentos en Mateo 25:14-30 es parecida; da el mismo mensaje. La situación básica es la misma: “El reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes” (v. 14).

La recompensa para los que aumentaron sus talentos (un tipo de moneda usada aquí como símbolo de dones espirituales) es estar “sobre mucho” (vv. 21, 23). Cuando el Reino de Dios sea establecido por Jesucristo a su retorno, será un gobierno literal que regirá la tierra y funcionará no sólo en los asuntos espirituales de la gente, sino también en los terrenales.

Este es el reino cuya venida Jesús anunció. Y él empezó a invitar a algunos diciéndoles: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” —las buenas nuevas de su mensaje— porque “el reino de Dios se ha acercado” (Marcos 1:15). Les estaba anunciando ese reino, y tenían la oportunidad de prepararse para ser parte del Reino de Dios a su retorno.