¿Qué tiene de malo mostrar amor en el Día de San Valentín?

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¿Qué tiene de malo mostrar amor en el Día de San Valentín?

El Día de San Valentín es un negocio. Según la National Retail Foundation (Fundación Nacional de Minoristas), para el 2012 este día sumaba 17.6 mil millones de dólares a la economía estadounidense, haciendo que las compras al menudeo en él fueran superadas únicamente por la Navidad.

Para muchas personas es el día festivo para expresar su amor a alguien especial. Según Kemberly King, una maestra de negocios de la Universidad South University, los jóvenes adultos entre 25 y 34 años gastan la mayor cantidad de dinero en regalos de San Valentín. Como dato interesante, los hombres gastan más que las mujeres —casi el doble—, siendo las categorías más grandes de gastos: los restaurantes, dulces, las “escapadas” románticas y las flores.

Una fugaz búsqueda en el Internet respecto a los orígenes de este día te proporcionará los conocimientos básicos sobre su historia. Una búsqueda más profunda mostrará sus raíces paganas. Aunque este día festivo es el más promocionado después de la Navidad y Pascua Florida (incluso en las iglesias cristianas tradicionales), definitivamente no es un día festivo con valores cristianos reales.

¿Cómo puede ser el “amor” algo malo?

No hay nada de malo en mostrar amor a los demás; después de todo, ¿no es esa acaso la característica cristiana más apreciada? Sin embargo, el elemento ausente en cómo lo hacemos y en cómo adoramos a Dios, es el siguiente: ¿estamos, realmente siguiendo lo que Dios enseña en la Biblia? Es como si un fabricante de un vehículo te dijera que únicamente debes ponerle gasolina al tanque, ¡y luego decides que llenarlo de petróleo está bien! No funciona así.

He aquí un breve repaso de los antecedentes del Día de San Valentín —previo a examinar un punto más profundo acerca de esta fiesta.

Según la mayoría de los historiadores, el Día de San Valentín fue una adaptación de la antigua celebración pagana romana llamada Lupercales, por parte de la Iglesia Católica. Ésta la “mejoró” y la ligó a un tal “San” Valentín a finales del tercer siglo d. C. (aunque existe confusión con respecto a quién fue realmente esta persona). Tomó verdadera importancia comercial como día festivo a finales de los 1800, impulsado como un día para mostrar el “amor” hacia otros —principalmente amor romántico a esa persona especial.

¿Qué tiene eso de malo? He aquí el problema: Lupercales era una celebración inmoral de fertilidad que también incluía glotonería y embriaguez. Al final de las celebraciones los jóvenes sacaban el nombre de una joven de una caja y los dos eran considerados una pareja (sexualmente y en otros sentidos) durante el año siguiente.

Como el festival de Lupercales fue dedicado al dios romano Pan, reconocido como el dios de los campos, huertos y cañadas boscosas y representado como un ser que tenía cuernos, patas y la parte trasera de una cabra. Esta deidad pagana estaba asociada a la fertilidad y a la época de la primavera. Nada de lo que estaba asociado a la festividad de Lupercales es digno de ser observado por un cristiano.

¿Y qué tiene de malo un poquito de paganismo?

¿Qué hay de mostrar amor en el Día de San Valentín si no lo estoy haciendo por razones paganas? ¿Verdad que eso está bien? No, porque la expresión de ese tipo de “amor” todavía está arraigado a una antigua celebración pagana. Los verdaderos cristianos no deben adoptar tales fiestas como días festivos ya que deben esforzarse por honrar a Dios en todo cuanto hacen.

Aun cuando pienses que estás observando un día como éste de forma inocente, sigues promoviendo sus orígenes y significados —especialmente desde la perspectiva de Dios, ya que él ciertamente sabe cómo comenzó. Dios ordenó que no se hiciera esto. Les dijo a los israelitas que entraban a la tierra pagana de Canaán:

“Cuando el Eterno tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios; porque toda cosa abominable que el Eterno aborrece, hicieron ellos a sus dioses” (Deuteronomio 12:29-31, énfasis añadido).

Cuando mezclamos enseñanzas paganas con la instrucción de Dios contenida en la Biblia, debilitamos la verdad y violamos su claro mandato.

El camino de Dios es el amor verdadero

Mostrar amor como Dios nos lo instruye no es algo malo (incluyendo el amor romántico). Es bueno expresar nuestro amor hacia otros por medio de una tarjeta, un ramo de flores, salir a comer u otras maneras. Sin embargo, ¡no lo hacemos bajo los adornos de un día pagano como San Valentín! Si alguien es especial para ti, realiza esas cosas a lo largo del año en vez de esperar hasta el 14 de febrero.

Nuestra adoración a Dios tiene que ser, antes que nada, conforme a su verdad (Juan 4:24). ¡Los días festivos relacionados a la adoración pagana no lo honran!

Dios es personificado con la característica del amor (1 Juan 4:8) El amor cristiano es una preocupación altruista y sincera por los demás, así como Dios los amaría, no un amor egoísta. El amor divino de Dios se refleja en guardar sus mandamientos (1 Juan 5:3), incluyendo los Diez Mandamientos y sus instrucciones como las citadas en Deuteronomio. Los verdaderos cristianos desean observar fielmente los Días Santos que son de Dios (ver Levítico 23 en donde se encuentra un lista de éstos). El celebrar días festivos como San Valentín, en contra de la instrucción de Dios, no lo honra ni le obedece —sin importar cuán bienintencionado o inocente creamos que sea el hacerlo.

A Dios sí le importa cómo lo adoramos. Él espera que entendamos la diferencia entre lo que ha declarado santo y las enseñanzas, costumbres y tradiciones profanas que se hacen pasar por adoraciones piadosa (Ezequiel 22:6).

Para un estudio más extenso sobre los Días Santos de Dios, te recomendamos leer nuestro folleto titulado: Las Fiestas Santas de Dios.

Fuente: ucg.org