"Ciertamente la bondad y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Eterno viviré por largos días" (Salmos 23:6).
La capacidad de ser bueno y de hacer el bien es una cualidad que el apóstol Pablo enumera como parte del fruto del espíritu, el cual es necesario que sea desarrollado por todo cristiano en su camino con el Creador.