"He aquí que no se ha acortado la mano de el Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han echo ocultar de vosotros su rostro para no oír" (Isaías 59:1-2).
El pecado, en todas sus formas, nos separa de Dios quien nos ama, y abre nuestra vida al dolor y los problemas. Al pecar, transgrediendo la ley establecida para protegernos, perdemos nuestras vidas. Esa pena la pagó en la cruz nuestro Señor Jesucristo y es aplicable a todos los que entregan su vida para seguirlo. Más información acerca de los efectos del pecado y cómo se puede superar, la encontrará en los recursos a continuación.