Lección 31 - Trasfondo histórico de los evangelios: Mateo 23

Usted está aquí

Lección 31 - Trasfondo histórico de los evangelios

Mateo 23

Junto con analizar Mateo 23, que se desarrolla en la última semana de vida de Cristo, es fundamental relacionarlo con el capítulo 22, donde los líderes judíos habían tratado de acorralarlo con preguntas capciosas para desacreditarlo y, de ser posible, arrestarlo. Como no pudieron, por un tiempo dejaron de hacerle preguntas, pero ahora Jesús les da a probar de su propia medicina enrostrándoles duramente su liderazgo espiritual hipócrita y erróneo. En este pasaje se refiere específicamente a los escribas y fariseos.

Mateo dice: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mateo 23:1-12, énfasis nuestro en todo este artículo).

Hipocresía religiosa

Estos líderes creían ser muy justos ante Dios y los hombres, pero Cristo deja al descubierto su hipocresía o presunta religiosidad. A continuación pronuncia ocho ayes acerca de estos líderes religiosos. Estas no son exactamente “maldiciones”, sino más bien expresiones de congoja por el comportamiento y destino final de quienes recibirían una mayor condenación (Santiago 3:1).

Una vez más, recurriremos a algunos comentarios bíblicos para explorar buena parte de los antecedentes históricos de estos versículos.

Como señala The Bible Knowledge Commentary (Comentario del conocimiento bíblico), “La hipocresía y la incredulidad de los líderes religiosos de la nación, evidenciada en Mateo 22, provocó una fuerte reacción de Jesús. Se volvió hacia las multitudes y hacia sus discípulos, que se hallaban en el templo escuchando sus debates con varios líderes religiosos. Les advirtió sobre sus enseñanzas diciendo que su autoridad debía ser reconocida (se sientan en el asiento de Moisés, es decir, enseñan la Ley), pero que sus prácticas, siendo hipócritas, no debían seguirse. Ataban cargas pesadas sobre las personas, pero ellos mismos no eran justos y hacían todas sus obras para tener notoriedad entre las personas.

“Sus filacterias, pequeñas bolsas de cuero para guardar tiras de pergamino con versículos del Antiguo Testamento (Éxodo 13:9, 16; Deuteronomio 6:8; 11:18), atadas a sus brazos izquierdos y frentes, eran anchas y por lo tanto llamativas. Y las borlas de sus mantos de oración (Números 15:38) eran largas y vistosas. Les encantaban los lugares de honor y que los llamaran rabinos, lo que implicaba que eran eruditos. Esa no debía ser la actitud de los seguidores de Jesús. No se debían buscar títulos (como rabino... padre... maestro) ni puestos; en cambio, debía haber una relación fraternal entre los discípulos (Mateo 23:8).

“Jesús no estaba diciendo que no hubiera jerarquías entre ellos. Estaba enfatizando que servirle –al único Señor (didaskalos, literalmente, ‘educador’) y Maestro (kathegetes, ‘guía autorizado’, usado solo aquí en el N. T.)– era más importante que las posiciones humanas de honor. Los puestos de liderazgo nunca deben ser un objetivo en sí mismos, sino que siempre deben ser oportunidades para servir a los demás. Los fariseos, que se exaltaban a sí mismos, serían humillados, y los seguidores de Jesús, al humillarse en servir, algún día serían exaltados” (nota sobre Mateo 23:1).

Jesús les enrostra su falta de humildad

Estos líderes religiosos habían olvidado una cualidad importante de sus cargos: la humildad.

Como William Barclay comenta sobre la profesión de los rabinos en general, “Hubo muchos rabinos sabios y santos; pero los rabinos recibían un trato que podía arruinar el carácter de cualquiera. Rabí quería decir ‘mi Grande’. Dondequiera que iba se les trataba con el máximo respeto. Se decía que las obligaciones que se tenían con un rabino excedían a las que se tenían con un padre, porque a los padres se debe la existencia en este mundo, pero a los rabinos en el mundo venidero. Hasta se decía que si fueran apresados por el enemigo los padres y el maestro de una persona, esta tenía obligación de rescatar primero a su maestro [para ser liberado]... Era tremendamente fácil para un rabino convertirse en la clase de persona que Jesús describía: un tirano espiritual, un traficante en la piedad, un enamorado de las distinciones y de que se le mostrara un respeto servil en público (Mateo 23:4-7). Cualquier maestro corría peligro de convertirse en ‘el Señor Oráculo’. No hay profesión más propensa a generar orgullo intelectual y espiritual” (Comentario al Nuevo Testamento de Barclay, nota sobre Santiago 3:1).

El comienzo de los ayes

Jesús continúa: “Mas [1] ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. [2] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. [3] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros. [4] ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él” (Mateo 23:13-22).

Jesús ya había denunciado a los escribas y fariseos en el sermón del monte, pero no tan específicamente como lo hace aquí.

The Preacher’s Bible Commentary (Comentario bíblico del predicador) señala: “El contenido de este pasaje puso fin al ministerio público de Jesús, y también a su altercado con los escribas y fariseos. El pasaje comienza con un mensaje a la multitud acerca de los escribas y fariseos, exponiéndolos como los falsos pastores a los cuales hacían alusión los profetas (Jeremías 23; Ezequiel 22-23; Amós 7; Zacarías 13; Sofonías 3). Los denunció en el sermón del monte y también en su advertencia acerca de los falsos profetas. Luego se dirigió directamente a los líderes y los desenmascaró por completo ante la multitud” (nota sobre Mateo 23:13).

Entonces, tal como había hablado en el sermón del monte en cuanto a lo que es ser “bienaventurado” por las cualidades piadosas, ahora anuncia ocho ayes sobre el liderazgo judío de ese tiempo.

Con respecto a sus posiciones de poder religioso, el Comentario del conocimiento bíblico afirma: “Su primera denuncia se refería al hecho de que los fariseos estaban impidiendo que otros entraran al reino. Su antagonismo hacia Jesús había hecho que muchos se alejaran de él. Muchos judíos acudían a sus líderes en busca de dirección. Su error de no aceptar a Jesús como Mesías había puesto un obstáculo en los caminos de sus compatriotas. Por esto fueron condenados” (nota sobre Mateo 23:13).

Con respecto a devorar las casas de las viudas, el Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia agrega: “Valiéndose de la condición indefensa y del carácter crédulo de las ‘viudas’, urdían la manera para posesionarse de las propiedades de ellas, mientras que con sus ’largas oraciones’ las hacían creer que ellos estaban inmunes a la tentación de adquirir ‘torpes ganacias’. Por lo tanto, mucho ‘más grave juicio’ los espera. ¡Qué descripción tan viva del clero romanista [católico], quienes son sucesores legítimos de aquellos escribas!” (nota sobre Mateo 23:14).

También los recriminó por sus fraudes con respecto a los juramentos, como lo había hecho en el sermón del monte (Mateo 5:33-37).

Los últimos ayes

Cristo prosigue: “[5] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. ¡Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello! ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello! [6] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio. [7] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:23-28).

Los líderes judíos, que carecían del Espíritu Santo de Dios, no sabían cómo aplicar correctamente las leyes de Dios y agregaron muchas tradiciones creadas por el hombre, así que terminaron exaltando las pequeñeces y despreciando lo importante.

Como agrega el Comentario del conocimiento bíblico, “El [quinto] ay estaba relacionado con la práctica farisaica de diezmar meticulosamente todas sus posesiones. Llegaron incluso al punto de diezmar aun las especias más pequeñas de las plantas: menta, eneldo y comino. Si bien seguían minuciosamente la Ley en esta área (Levítico 27:30), no tomaban en cuenta la justicia, la misericordia y la fe que exige la Ley. Se estaban especializando en pequeñeces, colando un mosquito, mientras minimizaban lo esencial, tragándose un camello. Al estar tan ocupados con los pequeños detalles, nunca se ocuparon de los asuntos importantes. Jesús no estaba diciendo que el diezmo no fuera importante, sino que estaban descuidando completamente un área a expensas de la otra. Debían haber estado haciendo ambas, y como no lo hacían, eran guías ciegos” (nota sobre Mateo 23:23).

Aquí viene la amonestación final: “[8] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno [del griego Gehena]? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas [sus apóstoles y discípulos]; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la Tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación [con la destrucción de Judea por las tropas romanas del 66 al 70 d. C.]. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor [en su reino venidero]” (Mateo 23:29-39).

¡En unos pocos días ellos cumplirían esta profecía al matar a Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado!

Como señala The Believer’s Bible Commentary (Comentario bíblico del creyente), “el séptimo ay también va en contra de las apariencias. La diferencia es que el sexto ay reprocha el encubrimiento de la avaricia, mientras que el séptimo condena el encubrimiento de la hipocresía y la anarquía. Las tumbas se blanqueaban para que el pueblo judío no las tocara inadvertidamente y, por lo tanto, quedara ceremonialmente contaminado. Jesús comparó a los escribas y fariseos con tumbas blanqueadas, que parecían limpias por fuera pero estaban llenas de podredumbre por dentro. Los hombres pensaban que el contacto con estos líderes religiosos los santificaba, pero en realidad era una experiencia contaminante porque estaban llenos de hipocresía e iniquidad.

“El último ay condenaba lo que podríamos definir como: homenaje exterior, homicidio interior. Los escribas y fariseos supuestamente honraban a los profetas del A. T. construyendo o reparando sus tumbas y poniendo guirnaldas en sus monumentos. En discursos conmemorativos decían que nunca se habrían unido a sus antepasados para matar a los profetas. Jesús les dijo: ‘Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas’. Pero, ¿cómo testificaban esto? Casi pareciera, a partir del versículo anterior, que se disociaban de sus padres que habían matado a los profetas. Primero, admitieron que sus padres, de quienes eran hijos biológicos, derramaron la sangre de los profetas. Pero Jesús usó la palabra hijos en el sentido de que eran personas con las mismas características. Sabía que incluso mientras decoraban las tumbas de los profetas, estaban tramando matarlo a él. En segundo lugar, al mostrar tanto respeto por los profetas muertos, decían: ‘Los únicos profetas que nos gustan son los que están muertos’. En este sentido también eran hijos de sus padres.

“Entonces Jesús agregó: ’Vosotros también llenad la medida de vuestros padres’. Los padres habían llenado parcialmente la copa del asesinato matando a los profetas. Los escribas y fariseos pronto la llenarían hasta el borde matando a Jesús y sus seguidores, llevando así a un clímax espantoso lo que habían comenzado sus padres.

“En este punto Cristo pronuncia estas estruendosas palabras: ‘¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?’ ¿Puede el Amor encarnado pronunciar palabras tan fuertes? Sí, porque el amor verdadero también debe ser justo y santo. La concepción popular de Jesús como un reformador inofensivo, solo capaz de sentir amor, es antibíblica. El amor puede ser firme, y siempre debe ser justo. Es importante recordar que estas palabras de condena iban dirigidas a líderes religiosos, no a borrachos y malvados. En una era ecuménica en la que algunos cristianos evangélicos unen fuerzas con enemigos declarados de la cruz de Cristo, es bueno reflexionar sobre el ejemplo de Jesús y recordar las palabras de Jehú a Josafat: ‘¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen al Eterno’ (2 Crónicas 19:2).

“Jesús no solo pronosticó su propia muerte; claramente les dijo a los escribas y fariseos que matarían a algunos de los mensajeros que él enviaría: profetas, sabios y escribas. Algunos que escaparan del martirio serían azotados en las sinagogas y perseguidos de ciudad en ciudad. Así, sobre los líderes religiosos de Israel se añadiría la culpa acumulada de la historia del martirio. Sobre ellos vendría toda la sangre justa derramada en la tierra desde Abel hasta Zacarías, cuyo asesinato está registrado en 2 Crónicas 24:20-21, el último libro en el orden hebreo de la Biblia. [Este no es el profeta Zacarías, autor del libro del Antiguo Testamento]. La culpa de todo el pasado vendría sobre la generación o linaje al que Cristo estaba hablando, como si todo derramamiento previo de sangre inocente de alguna manera se combinara y culminara en la muerte del Salvador inmaculado. Un tremendo castigo se derramaría sobre la nación que odiaba a su Mesías sin causa y lo clavaba en la cruz de un criminal” (nota sobre Mateo 23:28-29).

Este fue su último discurso frente a los líderes judíos antes de ser arrestado y asesinado. Es una advertencia de lo que la religión puede llegar a ser bajo una autoridad egoísta y carente de un liderazgo servidor piadoso y convertido.EC